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Las Aventuras de Robert Select
En Busca de Camelot (El Último Gran Héroe, Parte 10)

En Busca de Camelot (El Último Gran Héroe, Parte 10)

Select, Max y Kate miraban el campo abierto, en la zona conocida como Castillo de Cadbury.

—Pues yo no veo nada especial. —Dijo Max sinceramente.

Select se fijó en el mapa y buscó el lugar.

¬—Aquí es, pero no veo nada especial…

Examinando el terreno, se fijó en una piedra singular.

—Tiene el símbolo del… del Diario.

Al acercar el Diario, éste empezó a levitar, mientras el suelo se abrió y reveló un pasadizo con escaleras.

—Cielo santo. —Dijo sorprendido Select, mientras el Diario volvía a sus manos.

Adentrándose dentro descubrieron habitaciones medievales.

—¡Es… es el Castillo de Camelot! ¡Una parte intacta!

Ese lugar era como viajar al pasado y meterse de lleno en el Medievo.

—¿Cómo no han descubierto esto antes?

Recorriendo los pasillos, Select encontró una habitación llena de mapas y objetos.

—¡La habitación de Percival de Carpenter! ¡Estamos cerca!

Max cogió un objeto que le llamó la atención mientras Select y Kate observaban ensimismados todo el lugar.

—Chicos. —Avisó Select.

Enfrente de ellos había una enorme puerta de madera, con preciosos detalles decorativos.

En el centro de la sala se encontraba una enorme mesa redonda.

—Cielo santo, ¡aquí se reunía los Caballeros de la Mesa Redonda! —Exclamó Select.

Encima de la mesa había una enorme roca, e incrustada en ésta se encontraba Excalibur.

—¡Excalibur! —Se sorprendió Select.

Kate se acercó a la piedra y leyó la inscripción.

—“Sólo los puros de corazón obtendrán Excalibur”.

Kate intentó sacar la espada, sin éxito.

—Select, inténtalo, no creo que yo pueda. —Dijo Max.

—Max, no digas eso, seguro que…

—Hazlo tú, por favor.

Select asintió, y agarró con ambas manos la espada. Con muchos nervios, tiró de ella, y ésta salió sin ninguna dificultad.

—¡La tenemos, chicos, la tenemos! —Exclamó de felicidad Select.

Mientras Select daba saltos, una bala le atravesó la cabeza.

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—¡¡¡SELEEEEECT!!! —Gritó desgarrado Max, mientras Select caía al suelo, inmóvil.

Kate fue la siguiente, con una bala directa al corazón.

—Hola cabrones. —Saludó Smith, sosteniendo la pistola que había arrebatado la vida a sus amigos.

—¡¡¡LAS PAGARÁS!!! —Gritó Max, lleno de rabia.

—Gracias por la espada.

¡BANG! La bala impactó dolorosamente contra el pulmón de Max, cayendo al suelo.

Mientras agonizaba con un dolor horrible, vio cómo Smith arrebataba de las manos de su amigo fallecido la espada Excalibur.

Después de eso, todo se puso negro.

Max despertó en un lugar extraño.

—Veo que has llegado hasta aquí. —Le dijo una voz grave.

Al girarse se encontró con un señor mayor, con una barba larga que le llegaba hasta la cintura.

—No puede ser… ¿eres Merlín?

—Sí, soy yo, el Rey de Magos.

Max estaba confundido.

—¿Qué… es éste lugar?

—Tu mente.

—¿Y por qué estás aquí?

Merlín se acercó al joven.

—Porque quiero ayudarte, sé lo que ese hombre le ha hecho a tus amigos, y sé lo que podría hacerle al mundo, y hay que impedirlo.

—Me temo que no puedo, estoy… estoy muerto.

Merlín se rió.

—¿Quién ha dicho que lo estés, chico? No se puede matar a un mago.

—¿Qué? ¿Cómo que a magos?

—¿No te has preguntado por qué te curaste tan rápido? Pues porque eres un mago. Así que yo salvaría a tus amigos ahora mismo.

—Pero… están muertos.

—Bueno, todavía no del todo, así que rápido. —Le dijo Merlín.

Max despertó como si hubiera estado dormido, sin dolor.

Rápidamente se acercó a Select y Kate.

—¿Qué hago? ¿Qué hago?

Puso sus manos encima de ellos, y ambos empezaron a respirar de nuevo.

—¡Max! —Exclamó Select.

—Estoy bien, pero Smith tiene Excalibur.

Select salió disparado hacia la puerta, y cuando salió al exterior, nubes negras y tormentosas se formaban al horizonte.

—Eso no es nada bueno…