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La Trinidad (I)

Drake pasó la noche en revisión médica en la carpa, asegurándose de que no respirara químicos nocivos de la quimera. Se encontraba sentado en la cama a la espera de ser dado de alta. A su lado descansaba una bolsa con su equipaje. Vestía únicamente unos pantalones, con el musculoso torso descubierto, exponiendo varias cicatrices de contratos pasados, batallas en las que estuvo cerca de la muerte, pero salió indemne por puro ingenio y fuerza de voluntad.

Retiraba el vendaje del abdomen bien trabajado; plano, y duro como un escudo de guerra, despojado de los hematomas descubiertos al quitarse la armadura. Los cortinajes de la entrada de la carpa se abrieron, permitiendo la entrada el médico de la unidad.

—Hola, joven. ¿Ya te sientes mejor? Dormiste toda la noche, no te preocupes por los gastos —le saludó condescendiente—, Sanas rápido, un hombre normal no podría levantarse en más de una semana o ya estaría muerto.

—Creo que sí, gracias por preguntar —dijo el guardián aún adormilado, levantándose de la cama y estirando su cuerpo para desentumir sus extremidades. Tomó la camisa de su equipaje y se la colocó encima.

—Por cierto. —El soldado ladeó la cabeza, buscando algo con la mirada por toda la habitación, no encontrando su objetivo, dejándolo confundido—. ¿Dónde dejaste tu armadura?

—Mi armadura nunca me deja solo —Drake se volvió, cruzando miradas con el soldado y con una sonrisa ladina.

El soldado quedó sin aliento al atestiguar cómo unos pequeños tentáculos rojos y negros emergían de la piel del guerrero; lo cubrieron por completo fortificándose, tomando forma y contextura metálica, hasta crear la armadura completa.

—¿Có-cómo has hecho eso? —cuestionó con voz entrecortada—, ¿Qué poder mágico usaste?

Drake sonrió de lado, aún tenía fatiga, realmente sentía pereza al tratar de explicar algo que ni él entendía completamente. Solo quería recibir su pago y marcharse lo más pronto posible, por lo que decidió ir al grano.

—No estoy seguro realmente, la armadura está ligada a mí. Pero dejemos de hablar de eso, quiero saber qué sucedió exactamente. Enviaron soldados a investigar, ¿verdad? —preguntó expectante.

—Permíteme presentarme; soy el teniente Roy Galador. he quedado a cargo. Les di a los aldeanos un poco de provisiones de un nuevo cargamento que acaba de llegar.

» El comandante Kasidy bajó a ayudarte al escuchar tanto estruendo; no quiso que nadie lo siguiera, excusándose de que no pretendía sacrificar más de sus soldados.

—Le debo la vida, se sacrificó para que pudiera sellarlo en la pirámide de barrera —Drake ya había preparado su excusa—, no vi venir que la quimera le regresaría la granda incendiaria de un manotazo.

—Encontramos un segundo cuerpo fresco en la mazmorra. —El diálogo del soldado fue una ventisca congelante en los huesos del guardián; entonces recordó al anciano—. Estaba completamente destrozado, mucho peor que Kasidy, no se podía distinguir quién fue alguna vez, pudo ser alguna víctima de la quimera que capturó en su última cacería.

» No es algo que deba importarles a los granjeros, como el oro que había en esa bolsa podría ser de utilidad a mi pelotón, y tú puedas volver en paz a Trisary, por lo que evitamos problemas tanto para ti como para nosotros, que las cosas sigan su curso.

—Claro, no hay problema, que las cosas sigan su curso —dijo Drake con frialdad.

Podía entender las palabras ocultas de la boca de Roy. No era su problema lo que ocurría en estas tierras, únicamente quería regresar a casa y tomarse un descanso de tantos viajes buscando monstruos.

—Claro, tampoco queremos problemas con tus dos amigos —dijo el soldado, sacando una leve carcajada.

—¿Amigos? —La confusión en Drake duró poco, su mente se iluminó cual bengala al captar de quién podría tratarse, mejor dicho, ¿de quién más podría tratarse?

—Sí, dos guardianes de tu mismo gremio, ambos nativos del Libre pensamiento —agregó el soldado—, me alegra saber que tiene algunos guerreros dignos en su ejército.

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» Llegaron en la madrugada. Hablé un poco con la chica y dijo que te vería a mediodía en la entrada de la ciudad. Faltan unas pocas horas, por lo que tienes tiempo para comprar algunas cosas.

—Parece que mi suerte empieza a mejorar —afirmó Drake, rascándose la nuca.

La alegría invadió su ser al saber que Alice y Lance habían llegado, pero igual sus piernas temblaban al comprender que tendría que darle una explicación de lo sucedido en Vomiza.

—Aunque igual hay otras cosas que podemos discutir, si quieres un poco más de dinero —Roy sonrió con complicidad bajo el casco, cruzándose de brazos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó el guardián, expectante. Tenía un mal presentimiento debido al tono falsamente amigable de Roy.

—La verdad, no me gustaban los métodos de Kasidy —sentenció el soldado con desdén. Se veía hasta feliz de que el primer comandante hubiera muerto, por lo tanto, obtuvo un mejor puesto en el ejército—. Teníamos que liberar a esta gente de la ignorancia, pero no haciendo lo que hacen los Templarios.

» Ellos acusan a personas por adorar dioses ajenos y las queman por motivos absurdos, sin ningún tipo de evidencia. Masacran gente por no querer seguirlos o hasta azotan a niños por nacer diferentes. Respondemos a ellos con la misma violencia, traeremos justicia y salvaremos a esos niños... esos niños especiales... como tú. —Habló como un carismático orador, queriendo llegar a Drake—. Si te gustaría tener el doble o hasta el triple de un contrato, podría darte el puesto en nuestras filas.

» ¿Qué dices? Aún queda algo de avance en esta campaña y necesitamos guerreros con habilidades especiales para lidiar con las plagas.

Sus palabras sonaron duras y conmovedoras, sin embargo, era la misma cosa que el guardián escuchaba todo el tiempo de los credos, con los que había tenido la desdicha de encontrarse, y que habían intentado unirlo a su causa, usando palabras bonitas a sabiendas de su código de guardián.

Lo único que Drake podía hacer y había hecho en repetidas ocasiones, era escucharlos con la poca paciencia que tenía, para entonces rematar la conversación con una respuesta que calaba hondo como la estocada de una lanza.

—No existe la justicia perfecta, nadie es libre de pecado —dijo Drake con frialdad—. Yo respeto tu forma de pensar, pero críticas a los Templarios por sus métodos.

» Ellos también dan esperanza a la gente de alguna forma, también tienen su lado bueno. No puedes decir que son unos monstruos sin corazón, como tampoco ustedes no pueden decir que no masacran poblaciones enteras por no pensar como su credo dicta.

Drake no pudo ver la expresión de Roy debido al casco, sin embargo, se dio una idea del incordio que debió sentir al escuchar un gruñido irritante por el fracaso de su plan. El soldado se dirigió al escritorio adjunto a la cama y sacó de un cajón una bolsa rebosante de monedas de oro, del tamaño de un puño.

Sin tener cuidado, el soldado arrojó la bolsa como si fuera una piedra apuntando a la cara del guardián, quien la atrapó fácilmente con una sola mano. El rostro de Drake se iluminó al abrir la boca del saco, encontrándose la jugosa cantidad de quinientas coronas doradas.

La felicidad llenó su cabeza de todos los placeres carnales y todo lo que podría invertir en la doncella con todo ese dinero. La euforia lo hizo olvidarse del leve dolor en el costado, el cual se había ido apagando desde hace un rato.

«No puedo esperar a ir a quemar esto en el burdel de Glory», pensó Drake con el corazón acelerado, pareciendo un niño pequeño cuyas manos albergaban un juguete nuevo.

—Ahí tienes tu dinero. ¡Ahora lárgate y no vuelvas, maldito!

Tras esas palabras, Drake cerró la bolsa de golpe, fijándose en el soldado con una mirada espeluznante en un gesto de amargo coraje. Los ojos rojos se tornaron completamente en intensos orbes esmeraldas, como flamas encolerizadas, lo que fue tomado como una amenaza para el soldado, quien puso la mano sobre la empuñadura de la pistola, descansando en la funda, en su cadera.

—Gracias por el pago, Roy. Nos veremos en el infierno.

En un corto lapso de tiempo en silencio, el guardián llenó los pulmones de aire al inhalar profundamente, y tras un suspiro de resignación, los ojos flamantes volvieron a su color carmesí. Drake guardó el oro en la bolsa de viaje y se retiró sin decir una palabra más.

Salió de la carpa y se dirigió hacia la salida del campamento, pasando por el pueblo donde compraría algunos víveres antes de marcharse para nunca volver. Mientras andaba, apretaba los puños con furia, detestando de sobremanera que lo llamaran por el sobrenombre de maldito.

«¿No que muy amables y comprensivos? Al menos no intentaron matarme esta vez, no sería la primera vez que me dieran cacería. A estas alturas no puedo acercarme a la ciudad de Vomiza, por las apuestas de Lance. Y estos tipos no van a entregarme con ese alcalde por ser parte de los Templarios», razonó Drake al salir del edificio.

Al caminar por las calles, los aldeanos lo vieron pasar en silencio. Algunos lo miraban con ojos de agradecimiento, otros con frialdad y asco; había quienes murmuraban palabras despectivas con dos palabras "portador maldito" siempre presente, pero ninguno se atrevía a levantar un dedo para detenerlo.

Los soldados del Libre Pensamiento que hacían guardia en la calle lo dejaban pasar, saludándolo en posición de firme al reconocer a Drake como otro guerrero que libraba la guerra desde otro frente, luchando batallas que ellos no podían pelear.

Montado en su yegua y con algunas provisiones se decidió a salir del poblado. El camino a su país era de varios días, lo que alimentaba sus ansias por volver. Una pequeña risa alegre salió de sus labios al imaginarse volviendo a casa, olvidando por un segundo aquel mal trato recibido en el contrato.