El grupo de mercenarios, exhausto y tambaleándose, fue escoltado hasta las afueras de Palistra. Harruo y sus hombres apenas podían mantenerse en pie, apoyándose en los robustos brazos de un par de guardias que los ayudaban a avanzar. Un rifle de alto calibre apuntaba constantemente a la espalda del guardián que lideraba la escolta, y este, visiblemente irritado, fruncía el ceño, su paciencia puesta a prueba por la constante amenaza que sentía a sus espaldas. La tensión en el aire era palpable, mientras los murmullos de los mercenarios y los murmullos de los guardias se mezclaban en una sinfonía de nervios y desconfianza.
«Otra experiencia que debo suprimir del curriculum», en el trayecto, Drake se sumió en sus pensamientos, reflexionando sobre algunas de sus experiencias con los otros regímenes teocráticos.
—Parece que no es tu primer rodeo —dijo uno de los soldados que lo escoltaban.
—Me han agredido extremistas Templarios, incluso cuando eran mis empleadores —Drake reveló con el rostro inclinado sobre el hombro.
—Esos son bastante nefastos —contestó el soldado—, por cualquier cosa ya dicen que es un insulto a su dios cadáver.
«Casi tanto como los que me están apuntando, la única diferencia es que ustedes prefieren que no exista ninguna religión, a menos que se unan a su alianza política», Drake aguantó las ganas de soltarlo en voz alta.
Finalmente llegaron a un campamento militar no muy lejos del pueblo. El lugar estaba rodeado de varias tiendas de campaña organizadas en filas ordenadas, cada una marcada con símbolos y números específicos. Alrededor del perímetro, había torres de vigilancia improvisadas y barricadas de metal.
Un tanque de guerra, pintado con un camuflaje digital, estaba estacionado cerca del centro del campamento. Varias escuadras de soldados llevaban provisiones y armas a diferentes áreas. Lo que más llamó la atención de Drake fueron los droides flotantes en forma de esfera que patrullaban el área. Estos seres robóticos, equipados con fusiles de asalto integrados, emitían un zumbido bajo mientras se movían, escaneando constantemente a los presentes.
A medida que los soldados que lo escoltaban se acercaban a la entrada del campamento, uno de los droides flotantes se acercó y emitió un rayo de luz azul que escaneó a cada uno de ellos. Al reconocer sus identidades, la maquina emitió un pitido y sus luces cambiaron de rojo a verde, indicando la autorización de acceso. El dirigente de la escolta levantó la mano en un saludo casi automático hacia el droide y dijo:
—Traemos a un guardián para el contrato de la quimera.
El droide flotante emitió un sonido de confirmación y se elevó nuevamente, permitiéndoles el paso. Un puñado de soldados recibieron al grupo de Perros rabiosos, encaminándolos a una de las carpas médicas, dejando a Drake como el único prisionero de los guardias de elite.
Drake no divisó ninguna bandera de los tres territorios que conformaban la alianza del Libre pensamiento, solo el estandarte con el blasón del conjunto: un fondo azul oscuro, con un engranaje plateado en el centro.
—¿De qué parte del Libre Pensamiento son ustedes? El que sea el Grishlavo más hablado en el continente no ayuda a identificar patrones. —Drake no podía reconocer el acento de los soldados debido al dispositivo en sus cascos, que convertía sus voces en un tono mecánico.
—El pertenecer a una alianza nos vuelve una sola nación. Si a uno lo atacan, todos vamos a entrarle —contestó el guardia—. ¿Por qué el interés?
—Curiosidad, dos de mis mejores amigos son de Nyashta y Bohemia. —En la cabeza de Drake aparecieron los rostros de Lance y Alice—. Ilústrame, ¿Cuál fue la excusa esta vez de la invasión? Creía que Utopolis tenía una relación de no al fuego con Santus. He escuchado algunas cosas, que los Cruz se metieron donde no debían.
—La casa Cruz que gobierna la frontera entre Santus y Utopolis estuvo financiando en secreto a rebeldes que saquearon las minas de cristal en Nyashta, lo que retrasó el avance de proyectos de innovación en nuestras industrias. —El soldado limitó la información, dando un contexto que no tardaría en expandirse—. Por lo que respondimos. Estamos saqueando sus propias tierras en lo que dure esta incursión, hasta que el Archivo o el resto de Santus nos vengan a sacar; estos últimos lo dudo, como has de saber están teniendo plagas de monstruos en todo el país y la verdad no nos interesa avanzar fuera de los dominios de estos nobles.
» Un punto negativo por ser un territorio con hechiceros de la torre del reloj a la cabeza del territorio. Los cristales en abundancia pueden atraer monstruos y ni se digan sus experimentos que suelen escapar.
—He estado viajando por mi grupo limpiando poblados de necrófagos durante varios meses. —Drake afirmó la moción—. También la energía liberada de los conflictos bélicos incrementa la aparición de minas de cristales.
—Lo que atrae monstruos y la creación de seres de tu clase que se encargaran de los mismos. —La fría afirmación del soldado hizo que el semblante de Drake se oscureciera.
—No te preocupes, pronto se acabará —dijo el guardia—, Santus y Utopolis ya deben estar firmando el tratado de paz. No ha sido una invasión muy complicada, tal parece que la Torre del reloj no les molesta que esa familia noble pierda poder; que yo sepa eran opositores de que se revocara la esclavitud en este país y la iglesia de los Templarios perdiera influencia política.
«Y las Torres del reloj de cada país responden al Archivo», concluyó Drake.
Al avanzar hacia la tienda más grande, Drake observó que los soldados estaban bien organizados y entrenados, pero no había tantos como él hubiera esperado; eran aproximadamente dos escuadras las que lo llevaron a la tienda principal.
Dentro, la tienda estaba equipada con mesas de operaciones, mapas desplegados y varios dispositivos de comunicación. Una figura imponente se levantó de una silla y se volvió para enfrentarlos.
Al entrar, Drake vio un escritorio abarrotado de papeles esparcidos por todas partes, sugiriendo una atmósfera de trabajo constante y urgente. Sentado detrás del escritorio, estaba quien parecía ser el comandante. La armadura marcada por profundas abolladuras y arañazos en el pecho y las hombreras, testimonio de un guerrero que no temía estar en primera línea de combate.
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El comandante no portaba casco, dejando al descubierto su rostro de piel extremadamente blanca. Su cabello rubio claro, cortado al estilo militar, enmarcaba un rostro de facciones toscas y firmes, características de un hombre de mediana edad. Sus ojos de un frio azul reflejaban una mirada cansada, cargada de experiencia y responsabilidad, lo que sugería que había visto demasiadas batallas y llevaba el peso de muchas decisiones difíciles.
«Este tipo definitivamente es de Bohemia», Drake reconoció las facciones y color de piel de un hombre de esas tierras.
—Son muchos para capturar a uno solo —murmuró el comandante, con la mirada fija en el prisionero.
—Saludos comandante Kasidy, traemos ante usted el guardián que solicitó encargarse de la quimera —respondió uno de los soldados—, lamentablemente antes de venir aquí tuvo un altercado con los Perros Rabiosos en una taberna de Palistria. Hemos enviado a Harrou y su gente con el tecnomante para su mantenimiento.
—Viniendo de esos revoltosos, no me sorprendería que iniciaran el conflicto —respondió Kasidy, apoyando la mano en su mandíbula con expresión pensativa. Tras un breve silencio, añadió—: Muéstrame tu insignia para verificar su identidad, y muéstrame el rostro, por favor.
—Solo pido calma y algo de espacio —dijo Drake, mientras se descubría lentamente el rostro, levantando las manos en señal de paz.
El guerrero mostró un medallón para confirmar su identidad. Kasidy abrió la tapa del colgante, revelando los datos personales adjuntos a una fotografía en blanco y negro del portador.
—Tu nombre es Drake Réquiem. Veintitrés años, ¿verdad? —dijo Kasidy, observándolo detenidamente—. Eres alto y fornido, con cara de mocoso. Pero eso no importa.
—A las chicas les gusta —bromeó Drake, sacando una leve risa de Kasidy.
Kasidy cerró el compartimiento y su expresión se endureció.
—Perteneces a los Lobos de la Noche. Tu religión está en blanco... ¿por qué? —preguntó, fijando en Drake una mirada intensa.
—Llevo el código de los guardianes al pie de la letra, señor —respondió Drake, con orgullo y una amplia sonrisa que mostraba todos sus dientes. Sabía exactamente lo que aquellos soldados querían escuchar—. Admiro bastante la ideología del Libre Pensamiento. Ustedes han apartado a la religión del poder político y han priorizado el progreso. Pero dejemos eso de lado; me limitaré a hacer mi trabajo.
—Veo que vamos bien, muchacho. No me malinterpretes, no tenemos nada en contra de las religiones, siempre y cuando se respete la libertad de culto, como en Trisary. —En Kasidy se pudo percibir un destello de complicidad en su mirada, aunque fue fugaz.
—Cambiando de tema, quisiera saber más de este contrato. —Drake se decidió a retomar a lo que le interesaba.
—Ustedes tenían todo un arsenal. ¿Por qué no pudieron matar a una quimera ustedes mismos? o por lo menos tapar la entrada del bunker —interrogó Drake en un gesto analítico, guardándose ciertas suposiciones
—He estado enviando mercenarios ciborgs a explorar esos túneles y ninguno regresa. —explicó Kasidy, pasándose la mano por el cabello con gesto de preocupación. Sus facciones se endurecieron, revelando el estrés que lo abrumaba—. Los refuerzos están limitados en los alrededores para asegurar el área de cualquier ataque de emergencia del barón o de otro opositor de nuestro credo.
» Además, tengo a varios de mis hombres combatiendo a los necrófagos en las montañas; esas plagas representan un gran peligro y no puedo ignorarlas.
—¿Qué hay del lugar en donde se está escondiendo esa cosa? —Drake tomaba nota en una libreta que sacó de su cinturón.
—Solía ser un bunker militar aprueba de bombardeos de la época de la conquista del Dragón Negro —declaró Kasidy el elemento que complicaba el contrato—. Es un confuso y basto laberinto de múltiples entradas en los alrededores de Palistra.
» Intentamos bloquear una de las cavernas, pero al día siguiente la enorme roca que pusimos fue destrozada por completo; una señal de que no podemos detenerla.
» Además de que los túneles están conectados por las alcantarillas, siempre encontraba una forma de salir.
—La mazmorra es su guarida... eso no explica de dónde vino —Drake lanzó su último cuestionamiento, recordando el lema de la Academia de la Fortaleza Oscura: "Un guardián debe estar al tanto de cada detalle".
—Según los aldeanos, una semana antes de que arribáramos a Palistra, el pastor contrató a un hechicero novato... apenas un niño. Pretendía hacer contrato de familiar, con una de esas armas biológicas que aprisionaban en una de sus Islas de las Sombras. —Kasidy hizo memoria, recordando los detalles del incidente—. Juntos realizaron un ritual de invocación en el bunker, al aprovechar la energía residual de las matanzas de soldados y civiles dentro del laberinto en...
—Por lo que me cuentas, les salió el tiro por la culata. —Drake no pudo resistirse a adivinar.
—Que grosero, no deberías interrumpir a tu cliente. —Reprendió el comandante.
—¡Ah, disculpe! —Drake levantó la mano en señal de paz—, es una mala costumbre.
—Nah, no es para tanto. Es más, tienes razón. Ninguno de esos imbéciles tuvo las pelotas para manejar lo que su Dios Cadáver les trajo. —Kasidy se carcajeó sardónicamente al recordar el desenlace de aquella imprudente maniobra—. El hechicero salió gritando y enloquecido. Sostenía su brazo destrozado, con el hueso expuesto y los músculos colgando, se desplomó en la plaza.
—¿Encontraron los restos del pastor? —preguntó Drake.
—No, fueron el festín de la bestia. Cuando llegamos, la quimera ya había comenzado sus noches de caza. —Kasidy hizo una pausa que culminó en un suspiro agotador—. Es una verdadera lástima, podría haberse evitado. Pocos días antes de nuestra invasión, intenté hacer un trato con el pastor, pero como sabes cómo son esos... fanáticos.
» No podemos usar artillería pesada cuando está fuera, es demasiado rápida en terreno abierto. Nuestros recursos son limitados y debemos reservarlos por si hay una incursión de los Templarios.
—Aquí es donde entro yo. —Drake esbozó una sonrisa arrogante—, me ocuparé del contrato antes de que se den cuenta.
—Sí, hablando de eso... —Kasidy empezó a decir, pero fue interrumpido por la entrada de un nuevo visitante. La puerta de la tienda se abrió y entró uno de los guardias.
—Saludos, comandante. Me informaron que los Perros Rabiosos estarán reparados en pocas horas y aún están dispuestos a ir al bunker esta noche —anunció el soldado.
—¡Esperen por favor! ¿Qué pasa? Se supone que me ocuparía de este trabajo. —Drake exclamó en protesta.
—Mira, soy un hombre de palabra —siguió Kasidy—, Harrou y su grupo me ha insistido en que pueden ir con las mejoras del tecnomante que iba instalarles el día de hoy, según lo planeado. Teníamos una segunda alternativa por si no llegaras, no confío mucho en esas aplicaciones de anuncios del cubo para Trisary. Ellos van a ir y de no volver, pues entras.
—Pensé que perder otro soldado en el búnker no era una opción —dijo Drake, buscando lógica en la decisión del comandante—. En cinco segundos los tuve en el suelo.
—Son espadas compradas para complementar mi tropa, no son parte del ejército regular. Ellos quieren hacerlo por voluntad propia, y la recompensa es jugosa —se excusó Kasidy—. No hay mucha diferencia en tu situación. No me digas que te preocupas por ellos; después de todo, te asaltaron.
—Para nada, solo que estaré en este pueblo sin hacer nada. —Drake imaginó toparse con una quimera muerta con la barriga hinchada, por comerse el metal de los implantes—. En fin, antes de irme voy a necesitar un documento con todo lo que tengan sobre la quimera por favor. Todas son distintas al ser distintas clases de monstruos mezclados, por lo que tengo que idear una estrategia casi desde cero.
—Te estabas tardando. —Kasidy sacó de un cajón una carpeta repleta de fotografías e informes referente a la criatura—. Muéstrale a esa aberración de laboratorio quien manda.