En las afueras de Palistra, Drake avanzaba con lentitud por el valle. La niebla ocultaba el sol en una penumbra gris que se mezclaba con un asqueroso hedor a vegetación podrida y carne descompuesta.
Eran los rastros de la bestia que atormentaba ese lugar. Se detuvo frente a la gruta y examinó con cuidado la entrada, enmarcada por un marco oxidado. La oscuridad del lugar lo amenazaba con hacerlo caer al más mínimo descuido, pero Drake avanzó, decidido a llegar hasta el final de la caverna, donde algo metálico lo esperaba.
Aquella puerta, muy similar a otras que había encontrado en los últimos días, pero algo en ella parecía diferente.
—Esta cosa pudo soportar bombardeos de naves y el poder de los dragones. Dudo que resistiera un Eterno Silencio y la radiación.
Sus dedos se deslizaron por el frío de la estructura derruida, evocando imágenes de un pasado bélico. No era difícil imaginar a los soldados que alguna vez habían estado allí, ocultos bajo tierra durante los días de la conquista del Dragón Negro.
Ahora, la criatura que cazaba había reclamado esos túneles como su guarida, todo resultado de una fallida invocación de la Isla de las Sombras. Las huellas frescas en el suelo indicaban que había salido hace poco, probablemente en busca de comida.
Una sombra pareció moverse dentro de la oscuridad, como si lo observara desde las profundidades. Drake apretó la mandíbula, resistiendo el impulso de adentrarse en el túnel. Las reglas eran claras: no podía entrar antes del tiempo acordado. Si lo hacía, perdería su pago. Dio un paso atrás, sus músculos tensos.
—Hoy no —susurró, alejándose del búnker.
Al caer la noche, volvió a la taberna “Dulce Hogar”. El lugar estaba casi vacío, la suave melodía de una vieja rocola llenaba el aire, mientras el tabernero, Wallace Curth, limpiaba unos refractarios con indiferencia.
—¿Cenarás algo hoy, Drake? Puedo prepararte tu "Fiesta de Cerezas". —Wallace levantó la vista al verlo.
—Esta noche no, Wallace. Quiero ir a la cama —suspiró Drake, tomando de su botella de agua.
—¿Solo o acompañado? —preguntó con una sonrisa pícara.
Drake lanzó una mirada cómplice, ajustando su capa. —Kira está esperándome, ¿verdad?
—Te ha agarrado cierto cariño —comentó Wallace, dejando la copa sobre la barra—. Ya se fijaba por la ventana por si volvías. Me preocupa que quiera irse contigo al final de tu aventura, compadre.
Drake soltó una leve risa—. Para nada, ella solo quiere mi dinero. —Subió las escaleras y, al llegar a su cuarto, percibió un extraño aroma.
Al abrir la puerta, la sensual silueta de Kira lo esperaba sobre la cama, solo cubierta por las sabanas. Su piel morena resplandecía bajo la suave luz de las velas aromáticas, mientras sus tatuajes parecían danzar al compás de las llamas, absorbiendo su calor. Ella lo mirada llena de deseo, como una cazadora lista para devorar a su presa.
Las uñas largas recorrieron la tela de las sábanas, recordándole las marcas que ya le había dejado en la espalda. Lo incitaba, desafiándolo a acercarse. Los rizos dorados de su cabello caían sobre sus hombros desnudos, creando un contraste tentador con su piel oscura. Las largas orejas puntiagudas se asomaban entre los mechones, pero lo que realmente lo capturaba eran esos ojos felinos, dos destellos de ámbar que lo devoraban desde las sombras.
—Otro día sin adentrarte en esos túneles, guardián, ¿eh? —dijo Kira, estirándose en la cama, con una sonrisa provocadora—. Pareces estar esperando algo que aún no llega.
—Llegará —Drake cerró la puerta tras de sí, colgando su sombrero en el perchero. El sonido de la madera en colisión con el lamento aparatoso de las botas bajo la capa, resonó en el cuarto.
La luz tenue de la habitación apenas iluminaba a la femina mientras se acercaba, arrastrando las sábanas, dejándolas caer con un gesto sutil pero cargado de intención, exponiéndola como vino al mundo. —Esta noche, si lo deseas... —repitió ella, su voz como un eco suave y envolvente al abrazarlo del cuello—: puedes llamarme Naomi.
El nombre resonó en la mente de Drake como un eco doloroso, trayendo consigo un recuerdo que intentaba enterrar en lo más profundo de su memoria. Cerró los ojos por un momento, apretando los puños antes de dar una respuesta.
—No —dijo en voz baja, apartándose de Kira con suavidad—. Eso solo lo murmuro en sueños.
Kira sonrió levemente, aunque con una leve indiferencia asomaba en sus ojos dorados. Se dio la vuelta, regresando a la cama, el peso de la resignación presente en cada paso.
—Como quieras —murmuró, su voz apagada.
Drake la observó por un momento más, debatiéndose internamente. Luego, sin decir nada, se acercó lentamente, tomándola por la muñeca y jalándola hacia él con una delicadeza inesperada.
La pegó a su cuerpo hasta que sus alientos se entrelazaron, mirándola directamente a los ojos con una intensidad que no dejaba lugar a dudas. Con su guantelete carmesí, acarició suavemente la mejilla de la sorprendida femina, sintiendo la calidez de su piel bajo el tibio metal palpitante.
—Quiero a la mujer que tengo enfrente —susurró. Gustaba de ser romántico y esperaba el mismo trato como parte del servicio, un cariño comprado.
Kira lo miró, sus ojos dorados brillando con una mezcla de asombro y picardía. Su cola felina se deslizó juguetona, acariciando la mano de Drake, adentrándose en el interior del manto.
—Cuidado, guardián —dijo, dejando escapar una risa suave—. Podrías terminar enamorándome, y entonces tendrías que llevarme contigo. Trisary suena como un mejor lugar para una mutante del placer como yo.
Drake sonrió de lado, con una expresión que revelaba más de lo que quería admitir. —¿Qué Wallace no te trata bien?
—Wallace es un santo cabrón pero un santo a comparación de muchos en estas tierras. Me trata bien —explicó—, mi licencia para ejercer me protege, soy cotizada... siempre que conozca mi lugar. ¿Qué pasa, guardián? ¿No te gustaría una señorita que te espere en casa?
—No es bueno tentar a la suerte —murmuró, como si hablara consigo mismo, antes de inclinarse hacia Kira y besarla con una intensidad contenida.
Se dejó caer junto a ella en la cama, el cansancio y la realidad pesando en sus pensamientos. Esa noche, la hizo suya una vez más, intentando ahogar, aunque fuera por un momento, el eco del pasado que lo perseguía.
Sin embargo, su mente estaba lejos de ese cuarto. Estaba atrapada en los túneles oscuros, en los recuerdos de las noches frías y en el rostro de esa mujer que siempre aparecía cada vez que cerraba los ojos.
....
El amanecer llegó, y Drake ya estaba afuera, entrenando como lo hacía cada mañana. Sus movimientos eran rápidos y precisos, la espada carmesí cortando el aire con cada estocada. Cada golpe era una descarga de frustración acumulada, cada paso un intento de liberarse de las sombras que lo perseguían.
Desde la puerta de la posada, Kira lo observaba, apoyada en el marco con su vestido de sirvienta. Su postura era relajada, pero sus ojos felinos seguían cada movimiento con atención.
Kira sonrió, un brillo peligroso en sus ojos dorados. —Eres demasiado duro contigo mismo, —dijo Kira mientras se acercaba—, deberías comer algo antes de enfrentarte a esa cosa. —Lo miró de arriba abajo, como si evaluara sus posibilidades de sobrevivir—. No querrás morir de hambre antes de que comience la caza.
Drake bajó la espada y se secó el sudor de la frente.—La bestia merece lo mejor de mí. No puedo permitirme fallar.
Kira sonrió, un brillo peligroso en sus ojos dorados. —No te preocupes, guardián. Si fallas, siempre tendrás a alguien que te recoja los pedazos.
Drake guardó su espada en silencio dentro de su capa y, se decidió que podía esperar un poco más. Tras pedir su orden, permaneció sentado en una de las mesas desgastadas por el uso, observando los informes del expediente de la quimera mientras esperaba su comida. Fotografías de gente carbonizada encontrada cerca de los túneles y alcantarillas. Describían a un felino gigante que escupía fuego, un intento de imitar a un dragón.
La información de los lugareños era variopinta, algunos la identificaban como un demonio que hablaba varias lenguas y cuatro alas; todas decían que apenas lo vieron. Datos inconexos que podían caer en la exageración.
Pasó el rato tecleando en su cubo comunicador, conectándose a la Gran Red de Comunicaciones de Trisary y Santus, por medio de la aplicación “El Gran Cubo”, y usando sus codigos de guardián grabados en el medallón, solicitar a la Isla de las Sombras más cercana el rastreo de una invocación de un familiar de batalla para Palistra. Debido a la invasión del Libre pensamiento, los datos eran limitados al temer que se filtrara información al enemigo; por lo que estaba a ciegas en esa parte.
This story originates from a different website. Ensure the author gets the support they deserve by reading it there.
En la mente del guardián existía una duda y era el bunker militar, de ser una criatura que usaba el fuego para cocinar su comida además de la ofensiva, albergaba probabilidades de matarse con el material inflamable del lugar.
—Algo no anda bien aquí —murmuró Drake para sí mismo, masajeandose la barbilla y comenzó a hacer algunas notas de sus estrategias—: esa cosa es lo suficientemente inteligente como para no salir libremente. Es una estupidez ir a un lugar así de cerrado y sin un apoyo decente. Parece que esos dos no van a llegar nunca. Tendré que tener bastante cuidado. No me puedo echar para atrás a estas alturas o voy a dañar mi reputación.
—No es de buen gusto ver esas cosas en un restaurante a plena luz del día, hijo.
Wallace lo sacó de sus pensamientos. Le sirvió un generoso pollo asado entero, acompañado de una jarra de agua natural y fresca.
—Disculpa.
—Bien por ustedes los mutados, pueden comer todo lo que quiera sin engordar. Queman todo lo que consumen para el uso de sus habilidades. —Admitió.
—Somos benditos y sobre todo guapos. Si me retiro podría trabajar de modelo. —Drake aceptó el plato con un asentimiento de agradecimiento y comenzó a comer con avidez.
—Comprate calzones mejor ¿Qué tal? ¿Mejor que esa gelatina rica en carbo-hidratos que les dan en el ejercito? —cuestionó Wallace alzando una ceja, vanagloriándose de su cocina.
—Discúlpame, Wallece pero estoy bastante seco como para caer en tu sabrosa comida, que disfraza el cortejo. Kira ya se encargó de mi anoche.
—Y espero que no te la lleves, es como mi hermana —dijo Wallace antes de alejarse.
—¿Tu hermana? Mierda, maldito proxeneta y pensé que yo era el enfermo —Drake botó una fuerte risotada.
Drake tomó el periódico de la Voz del Pueblo y comenzó a ojearlo con tal de distraerse, distanciándose del peligro inminente que estaba por enfrentar.
«Rebelión de inhumanos en el país de fénix, basura política. Matrimonio político en la alianza del Libre Pensamiento, más basura política», los ojos de Drake se pusieron en blanco al ver los dibujos del volante del desastre de Lance en Vomiza, en una de las noticias que dictaban:
“¡Con la mujer del patrón!”
Drake dejó el periódico a un lado, murmurando malas palabras por los problemas que le trajo las malas costumbres de Lance. se recargó en la silla y cerró los ojos, tomando una profunda respiración. Las advertencias del tabernero sobre no aceptar contratos en solitario resonaban en su mente, junto con las voces de otros guardianes que le advertían lo mismo.
Era la primera vez en mucho tiempo que estaba a punto de ir solo a una misión. Después del accidente, había prometido que siempre iría acompañado, pero el altercado en Vomiza y la ausencia de sus compañeros en Palistra lo obligaron a tomar una decisión.
Para matar el tiempo, decidió revisó las fotos en su cubo, deteniéndose en una imagen de cuando él y sus compañeros fueron nombrados guardianes. Aquella imagen formó una sonrisa sincera en su rostro, cargada de nostalgia.
Vestían el uniforme verde militar a los dieciocho años, alcanzaron el rango Bronce y les asignarían un guardián al que servirían como escuderos hasta subir a Plata. Él sonreía emocionado, con un parche en el ojo. Ahora ese mismo ojo estaba sano, pero al ver esa foto, lo hizo tocarse la cicatriz y se preguntó cuánta humanidad aún quedaba en su ser.
Pasó a la imagen de sus compañeros. En la esquina, Lance, con su rostro cubierto por una máscara negra. En el centro, Alice, abrazándolos con una sonrisa fraternal. Aquella imagen lo hacían extrañarlos aun más, y esperaba pronto volverlos a ver, especialmente para hacer pagar a Lance por su adicción a las apuestas y a ser un adultero.
Al pasar de foto en foto de la graduación, se encontró con una imagen que lo golpeó con una ola de sentimientos encontrados. Estaba él con el rostro ruborizado, junto a una joven del personal médico de la Fortaleza Oscura. Esbelta, de cabello oscuro y rostro pecoso, con ojos esmeralda detrás de unas gafas redondas. Vestía una túnica blanca y llevaba colgando de su capucha una máscara de Cuervo Blanco, símbolo de los enfermeros de la fortaleza.
—Bueno.... más plata para mí, entonces —murmuró guardando el cubo con una gran sonrisa, tratando de convencerse. No dudaba de su propia fuerza, se sentía capaz de matar a la quimera, era algo totalmente diferente—. Tengo el control.
—¿Es cierto que es un guardián? —preguntó uno granjero a sus espaldas. Drake se giró encontrándose a una aglomeración completa.
—Depende ¿Son una turba furiosa lista para lincharme por ser un mutado? Los últimos tres idiotas que lo intentaron los mandé con una quimera —El sarcasmo de Drake fue tomado en serio por los granjeros, quienes se miraron las caras, preguntándose en silencio sus motivos y finalmente concluir en dubitativo:
—No.
—No digo. —Intervino Wallace con ojos entrecerrados, y una pistola enfundada en el cinturón—. Háganme un favor y salgan a platicar afuera. No quiero la secuela de la mierda pasada.
Drake salió del local, seguido por los campesinos que lo miraban con temor y desconfianza. Se sentía hostigado, pero trató de mantener la calma.
—Sí es por la quimera, ya me voy. Solo quería comer algo antes de ensuciarme las manos. —contestó.
—Estamos muy aliviados de que un profesional venga a nuestro pueblo a matar al monstruo, a pesar de que te ves tan joven. —El anciano se veía aliviado, desprendía un brillo esperanzador en sus ojos, una mala señal para el guardián—. Quisiéramos ofrecerte un trabajo aparte. Uno discreto —dijo esto último en un susurro temeroso, mirando a los lados, como si tratara de ocultar algo.
—¿Habrá otro monstruo por aquí? No, los soldados ya me lo hubieran dicho. Creo que ya sé lo que quieren. —Frunció el ceño Drake, mirando despectivamente a los campesinos al intuir la naturaleza de aquella enigmática petición.
—Vera, nosotros...
—¡Por favor, mate al comandante Kasidy! —Interrumpió desesperada una de las campesinas, al borde de caer en llanto—. ¡Ese hombre es un verdadero monstruo!
El quiebre de la mujer es el catalizador de un coro de peticiones angustiantes e inentendibles de los granjeros. Drake no puede ni escuchar sus propios pensamientos hasta que el primer hombre que habló los calla.
—Todos aquí tenemos problemas, pero no podemos atosigar al joven guardián con toda esa carga. Diré un breve resumen de lo que hace el comandante Kasidy. —El hombre respiró hondo y aclaró la garganta—. Ha subido el tributo que pagamos de manera desmedida. De no cumplir el impuesto, se llevará todo lo que poseemos, y los que se resisten son arrojados con la bestia.
—Ahora cualquier delito es sentenciado a ser devorado por ese monstruo —Se acercó otro de los aldeanos, continuando las anécdotas de la administración de Kasidy—. Ha mancillado nuestras creencias. Nuestro querido pastor Joshua Miller, que poseía una sabiduría y bondad tan grandes, fue arrojado a la morada de ese monstruo.
» Tal vez él fue quien trajo a la quimera, pero no quería que pasara esto. Por favor, te daremos todas las cabezas de ganado que nos quedan, incluso dejaremos que pases una noche con nuestras hijas o hijos, como prefieras, ¡Por favor, ayúdanos!", rompió en llanto al dar esa solicitud.
«¿Tanto odian a ese hombre como para darme todo lo que poseen?», pensó Drake, sumamente sorprendido. Al escuchar sobre las cabezas de ganado, se despierta algo de tentación. El código al que juró seguir retumba en su cabeza, arrancando esas ideas. Antes de que pueda hablar, una anciana se acercó tomando su brazo.
—Por favor. Vengue a mi nieto.
—Me están malinterpretando... —Drake se apartó con cuidado de la anciana, levantándose de la silla y retrocediendo unos pasos. El rostro incrédulo cambió a una espeluznante sonrisa desvergonzada—. Los guardianes tenemos un código de conducta estricto, y la verdad no soy ningún héroe; soy un cazador de monstruos profesional, y no mato a esa clase de monstruos.
» Además, ustedes saben que el pastor trajo al monstruo, aun así, lo siguen poniendo como una blanca palomita; los guardianes no nos metemos en conflictos de los credos. Ahora, si me disculpan, tengo que trabajar.
Las palabras de Drake fueron contundentes y sin tacto, lo que encendió la cólera y odio en los aldeanos.
—¡Maldito cerdo! ¿Y se hace llamar caballero? —exclamó la anciana que le había tomado del brazo.
—Nunca me hice llamar caballero. —Un gesto frío se dibujó en su cara antes de marcharse a la mazmorra—. Voy a quitarles de encima lo que su pastor liberó. Adiós y que el Viajero los bendiga a todos.
Los aldeanos lo insultaron y maldijeron, pero Drake simplemente se retiró, sin dejarse afectar por las provocaciones genéricas. En la madrugada confirmó lo esperado a través de un mensaje en el cubo comunicador que lo sacó del sueño: los Perros Rabiosos jamás salieron del bunker.
Temprano por la mañana, Drake caminó hacia las afueras de la ciudad, guiado el camino de terracería que se perdía en la distancia hasta llegar a una puerta de piedra rota. Esta entrada, que había visto días mejores, estaba adornada con símbolos extraños, posiblemente sellos mágicos según lo aprendido en la Fortaleza Oscura.
La entrada, de dos metros de largo y ancho, revelaba un acceso a lo que parecía ser un antiguo búnker militar abandonado. Los muros de piedra desgastada y las marcas de antiguas batallas le daban un aire de misterio y peligro. Forjados en el metal oxidado que enmarcaba la puerta, los símbolos aún brillaban tenuemente con una energía arcana.
Kasidy, acompañado por cuatro soldados, lo esperaba allí; no había ninguna señal de Jotsua. El comandante se destacaba, su figura imponente contrastando con las sombras que envolvían la entrada. Los soldados mantenían una postura alerta, con sus armas listas, mientras observaban a Drake acercarse.
—Estábamos aquí esperando a que salieras y evitábamos que cualquier curioso se acercara. ¿Te molesta?
Drake negó con la cabeza fríamente. Los hombres de Kasidy se dispersaron, cubriendo los puntos clave de la entrada.
—Si me disculpas, tengo una quimera que esterilizar. Por favor, ten el dinero listo cuando regrese; lo necesito urgentemente —insistió Drake, impaciente al descubrirse la cara y encargar de favor esa indumentaria a un soldado.
—No te preocupes. Serás bien recompensado, solo trae la cabeza de la bestia como prueba de tu victoria. —Una perversa curiosidad se dibujó en el rostro de Kasidy—. Antes de irte, quiero ver por mí mismo el poder cambiante del que tanto he oído; al que llaman el Estigma en su forma más pura. Quiero conocer un poco más al heredero de Clayton Réquiem, el pistolero, y aprendiz de Rhaizak Tliank, el Dios de la Guerra. Impresióname con este contrato y, tal vez, hable bien de ti. Quién sabe, alguna marca del Libre Pensamiento podría patrocinarte y mejorar tu indumentaria.
—No necesito ninguna otra actualización, jefe. —Una sonrisa macarra se encendió en el rostro de Drake mientras sus ojos carmesíes cambiaban de tonalidad al retirarse la capa.
El guardián vestía una armadura carmesí con detalles negros afilados, conectada a un exoesqueleto que latía con energía oscura. Un cinturón táctico completaba su imponente indumentaria. Con cada movimiento, la armadura parecía respirar, mientras una cota de cuero endurecido cubría las partes expuestas, brindándole protección sin sacrificar movilidad.
De la gargantilla emergieron de repente pequeños tentáculos, frágiles como gusanos de tierra, que se alargaron hasta parecer serpientes, cubriendo su cabeza y dejando visibles solo sus ojos. El guerrero permaneció inmutable, como si aquel fenómeno fuera natural, sintiendo el cálido consuelo de no estar solo.
Las criaturas fibrosas se endurecieron, formando un yelmo carmesí imponente, semejante al de un demonio, con afiladas púas a los costados como cuernos. La máscara del yelmo, perforada en la boca como respiradores, se iluminó con un fulgor verde, proyectando una mirada llameante con estelas esmeraldas, como si un espíritu de lucha se hubiera manifestado en su interior.
Del guantelete de Drake brotaron protuberancias líquidas que se entrelazaron con gracia letal, moldeándose en una imponente espada claymore, del mismo tono carmesí que su desafiante armadura.
—Sin duda es algo completamente ajeno a cualquier armadura de mi gente. —Kasidy chifló entre aplausos, complacido y sus expectativas acrecentaron—. Esa cosa está viva, definitivamente me creo que esté compuesta del Estigma. Imaginé que sería algo como un pistolero como describían a tu padre.
—Mi viejo ya tuvo su propia cruzada, este es la mía.
Aclaró Drake encarando a la oscuridad de las puertas del bunker, donde residía el horror. Apretó los puños ganando valor, diciéndose así mismo que podía hacerlo. El casco evitaba que se notara su respiración levemente acelerada y al dar un paso al frente escuchó de Kasidy unas últimas palabras que lo frenaron un instante cerca al umbral.
—No imagino la clase de compensación que debes pagar por tener esos poderes. —No había ignorancia en Kasidy, solo cinismo que no tuvo ninguna contestación por parte del guardián que se dejó sumergir en las sombras del Bunker.
—No había ignorancia en Kasidy, solo cinismo que no tuvo ninguna contestación por parte del guardián que se dejó sumergir en las sombras del Bunker [https://img.wattpad.com/15f1c0ee15936a36b5088f9b05f012c22536303a/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f48355639525a35704e59555f46513d3d2d313437333836333635352e313766346665653438623738333266653839323730343337383139362e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]