1
—Ven. Ven —me dijo la chica que estaba actuando como mi guía y guardia en este paseo por el pueblo.
Los descontentos con mi presencia eran muchos; podría incluso agregar a mi propio cuerpo a esa lista. El dolor aún era definitivamente palpable, sin embargo, parecía que Mira había utilizado una técnica esotérica de curación, porque mi mano izquierda, aunque inutilizada, ya no se encontraba completamente destrozada. Mi mano derecha seguía sanándose de su herida punzante, pero, como no era la primera vez que me apuñalaban, me resultaba difícil catalogarlo como una nueva experiencia. Ambas manos estaban firmemente vendadas y, probablemente, seguirían así por un tiempo. Mi pierna solo sufría un muy molesto esguince. Mi hombro dolía bastante al moverlo; aunque, al estar mis brazos congelados en su lugar, esto se podría considerar un no-problema, un caso de prueba inválido, si se quiere. Mi abdomen sí que consiguió ser una complicación más grave. No sabemos si se habrá infectado o qué, pero tuvimos unos días complejos intentando curar esa herida.
Ah. Ya pasaron tres días desde que desperté, y esta era la última jornada del festival. Sané mucho más rápido de lo que debería haber hecho, Mira y Yoi parecían mantener un extraño secreto sobre el porqué de esto. A pesar de que el estado de mi cuerpo era mucho más funcional, no era capaz de hacer todo lo que necesitaba, por lo que Yoi se vio obligada a asistirme por unos días.
Por otro lado, mi colgante seguía ahí. No lo he perdido en ningún lugar. El único inconveniente era que no lo podía abrir. No por una magia nueva del collar, sino porque mis manos estaban así de incapacitadas. Apenas podía mover una cuchara con la mano derecha, no podía exigir mucho más a mi cuerpo.
Tengo que recalcar lo mucho que me sorprendió la mejora en el estado de mi mano izquierda. Había quedado deformada, pero ahora parecía haber vuelto a su lugar. Tal vez Mira o Yoi conocían la técnica del señor Miyagi, ya solo me faltaría ejecutar una patada de grulla contra mi rival acérrimo y mi recuperación se concretaría.
—Ven. ¿Quieres ver el baile?
No respondí, no estaba hablando mucho. Mira ya se parecía haber acostumbrado un poco a esto. Estaba contestando más con el cuerpo que con la voz, eso era todo lo que podía producir.
—Aquí.
Mira se sentó en un banco, o, mejor dicho, un tronco que estaba colocado horizontalmente con función de banco, y me invitó con palmaditas a sentarme a su lado. Yo obedecí.
—El baile comenzará pronto.
Era de noche, creo que alrededor de las 9 p.m. No había muchas formas de conocer la hora exacta. Cuando me senté, ella se acurrucó sin vergüenza a mi lado. Yo no la iba a malentender; esta mujer era peligrosa, pero más aún, desvergonzada, y la respetaba profundamente por eso. Ella solo creía que esto me iba a hacer sentir mejor y, por lo tanto, lo hacía. Una técnica efectiva, especialmente cuando era aplicada con constancia. Yo solo estaba cosechando los beneficios; pero, como dije, no la iba a malentender. No sabía si Mira tenía la capacidad humana de enamorarse honestamente; sentía que ella estaba por encima de eso, de alguna manera.
Tenía que admitir que apreciaba la calidez.
Esperamos unos momentos. Los aldeanos nos veían como alienígenas; aunque ya difícilmente me importaba. Estábamos en la plaza central, la de la gran fogata en medio. Parecía que había un espectáculo programado, casi la totalidad del pueblo se había reunido. Esta plaza era espaciosa, pero me costaba creer que hayamos conseguido este banco que tan convenientemente tenía vista plena al escenario por pura casualidad. Esta mujer me daba escalofríos a veces. La miré por un momento, y ella aprovechó para darme ojitos de enamorada, o de tierna, o de linda. Bueno, ella era demasiado linda, por lo que tal vez no estaba haciendo ningunos ojitos y esta era su apariencia normal de cerca, pero eso no estaba ni aquí ni allá.
Eventualmente, llegó el espectáculo: Un anciano seguido por Aíto detrás. ¿Quién diría que el guardia era bailarín de medio tiempo? Bueno, podía usar una lanza, la danza con armas es una expresión artística relativamente común, por lo que no era tan descabellado. Ambos, el anciano y el guardia, vestían una versión blanca, gris y algo gruesa del atuendo del pueblo.
Aíto llegó al medio de la plaza, demasiado concentrado para detectarnos entre la multitud. El baile inició con ambos encendiendo una antorcha con la que vinieron a la plaza utilizando la fogata central. Luego hicieron un par de pasos con la antorcha en mano a una distancia que causaba un poco de repelús.
Realmente no sabía mucho de bailes, ni tenía una fascinación en particular, por lo que no podía descifrar el significado de los pasos del baile ni nada.
Un paso para atrás, uno para delante, un círculo con el pie derecho, un salto y un giro, dos pasos hacia delante, una mortal para atrás-
¿Cómo hizo eso el anciano?
Voy a ignorar eso. Siguiendo… -una mortal para atrás, otro paso hacia atrás y, entonces, silencio. Ambos sujetaron la antorcha con ambas manos y la colocaron frente suyo, hasta que súbitamente la lanzaron al aire.
El palo cayó.
Pero el fuego no. El fuego quedó en el aire, suspendido como un globo. El fuego giró, dio vueltas, aros sobre el brazo de ambos hombres y entonces lo lanzaron al aire. Mas las bolas nunca alcanzaron el suelo, fueron atajadas encima de sus bocas, haciendo un acto de estar soplando la bola hacia arriba. Hacia arriba, hacia abajo, saltando con ella, girando con ella, lanzándola hacia arriba, atrapándola con las manos, encerrándola, y eventualmente devolviéndola a la fogata. Y con eso concluyó la danza.
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Aíto y el anciano saludaron.
2
—¿Estás bien? —me preguntó mientras caminábamos por el pueblo.
Esta vez, ambos vestíamos la vestimenta tradicional del lugar. Mira lucía muy bien, yo estaba incomodado como siempre por la falta de bolsillos. No era tanto un problema en este momento por el hecho de que sencillamente no tenía ninguna posesión. Sin embargo, la falta total de bolsillos me generaba una profunda disconformidad en general.
—¿Te gustó el baile?
Asentí. No sabía cuál era su objetivo al traerme a pasear por el lugar, cuando ni mi relación con el pueblo, ni mi cuerpo, estaban del todo sanados. Conociendo a Mira, algo tenía que tener entre manos, pero la mujer actuaba en un plano que era inalcanzable para un simple mortal como yo, por lo que no me molesté en intentar dilucidar cuál era ese objetivo.
—¿Quieres hablar con los guardias o te gustaría seguir paseando? —me preguntó amablemente.
Lo pensé. Por unos segundos, lo pensé.
——Pasear está bien —contesté. No estaba de humor para ningún tipo de interacción social que no fuera con ella.
—Está bien —dijo alegremente.
Y continuó caminando al frente mío, visitando tiendas y haciendo generalmente lo que le placía. Yo me sentía feliz observándola divertirse; tan feliz como era capaz de sentirme.
Luego de eso continuamos pasando el rato como si nada.
—A decir verdad, sí hay una cosa que me interesa de este pueblo —comentó Mira, como si estuviera continuando otra conversación—. Tengo un gran aprecio por los fuegos artificiales, y son pocos los lugares en el este que se interesan por hacerlos.
El motivo de ese comentario era el pequeño espectáculo de fuegos artificiales frente a nosotros. Un juego para niños, realmente. No estaban utilizando grandes cohetes, sino que pequeñas bengalas y otras cosas inofensivas.
—Mira, me duele un poco el brazo, voy a sentarme un segundo en el banco.
A Mira no le importó y tiró del brazo que acababa de señalar para acercarme a un puesto de venta.
—Ah —grité por dentro.
—¿Qué tienen a la venta? —preguntó emocionada.
Un hombre adulto atendía la tienda.
—Oh, una extranjera. Tenemos faroles, ocho serviles la pieza. También tenemos algunos fuegos… pero no creo que eso le interese.
—¡Me interesa!
—¿Ah? Eh… Bueno… Son un servil cada varita, y tres las más largas.
—Deme 3 largas.
Mira produjo una moneda marrón y recibió una más pequeña a cambio, junto a los tres palillos con pólvora.
Yo intenté esconderme detrás de ella, por lo que no pude ver el rostro de la persona.
—¡Gracias por su negocio! —dijo una voz mucho más aguda. Una voz que me resultaba familiar—. ¡Señora y…! ¿Señor?
Me di la vuelta tímidamente y crucé la vista con una niña muy pequeña que debía estar parada encima de unas cajas o algo detrás del mostrador. La niña al verme se asustó y hubiera caído de su pequeña torre, si no fuera por su padre que estaba allí para atraparla.
——… Gracias por su negocio, pero no vuelva a pasar por aquí. Es de mal gusto —dijo el hombre, mientras su hija se escondía detrás de su espalda.
Mira se retiró con una leve reverencia, conmigo enganchado detrás.
—¿Quieres sentarte? —me preguntó, observando el festival.
—… No, está bien.
3
—Tan increíble como siempre.
Una vez la muchedumbre se dispersó, el guardia felicitó a su compañero en un costado de la plaza.
—Gracias.
—Me sigue pareciendo una idiotez.
—Lo sé.
Ambos se mantuvieron en silencio unos segundos, espalda apoyada contra la pared.
—Pfff… ¡Ja, ja, ja!
Acompañando la risa de Sen, Aíto liberó una carcajada contenida.
—…Pero ya sé que lo haces para presumir… fanfarrón.
—Sí, me divierte ser capaz de hacer algo que tú no —reveló con sarcasmo.
—Lo sabía… —respondió con una sonrisa y un golpe en el hombro que el otro soportó estoicamente.
Y entonces se hundieron en un cómodo silencio.
—…
—…
Aíto abordó el tema que ocupaba la mente de ambos.
—¿Pudiste… contactarte con Han?
—No.
—Ya veo.
—Tch… Supongo que… hay que darle un tiempo.
—Yo no quiero verlo.
—No digas eso… Él-
—No quiero verlo
—Hm…
Aíto bajó la cabeza para mirarse los pies, dar un suspiro, y terminar su oración:
—Por ahora, no quiero verlo.
Sen sonrió levemente.
—Hm. Te entiendo.
—¿Has visto al extranjero? —preguntó repentinamente el de pelo azul.
—Solo a la sirvienta… Parece que está mal.
—Lo vi durante el baile. Está completamente rígido, le debe doler todo el cuerpo.
—Por lo menos está vivo. Dadas sus circunstancias, eso ya es mucho esperar.
—No lo puedo negar, pero es una pena.
—Sí…
—…
—…
—Perdón —Sen se disculpó.
—¿Por?
—Por lo que hice… Por cómo estuve actuando… Perdón.
—Está bien. Entiendo por qué lo hiciste.
Sen se molestó un poco.
—¡Al menos pide perdón también… o algo!
—¿Por qué debería?
—¡Porque…! Hngg… ¡Porque sí! ¡O por llevarnos la contra, no lo sé!
Aíto pareció haber sido convencido un poco por ese argumento de dudosa calidad.
—Hm. Está bien. Lo siento también.
—Hm.
—…
—…
——… Pfff… ¡Ja, ja, ja!
Ambos rieron a su propia manera por un momento.
Sen secó una lágrima de risa, miró a las estrellas, y dijo lo primero que se le ocurrió.
—Ah… Voy a extrañar a Hise.
Aíto hizo una mueca al escuchar su nombre, pero miró al suelo, y sonrió.
—Yo también.
Decidieron descansar esa noche en la plaza, rodeados de los pueblerinos cuya seguridad estaba a su cargo.