4
Pasó la noche. No pude dormir muy bien. Me instalé en el jardín interior para disfrutar de las vistas y de paso poder medir la hora utilizando la posición del sol; como este estaba perpendicular al suelo, ya se podía decir que era mediodía.
Creo que a alguien que conocía en el pasado le apasionaban las plantas. Ver este jardín traía un cúmulo de emociones complejas, que se juntaban y se transformaban en algo así como interés; sin embargo, tenía la sensación de que ese interés no nacía por voluntad propia, sino que era algo recibido de parte de alguien. Hmm... No podía explicarlo bien, intentar profundizar en ese sentimiento que tenía solo me dejaba confundido. Por el momento, decidí disfrutar de la presencia del huerto. ¿Quién sabe? Quizás sea la última vez que lo haga.
Los guardias estaban peleados. Aíto intentaba defenderme, Sen me prefería muerto, Han solo actuaba como intermediario. Parecía que esta pequeña expedición al bosque iba a ser tan incómoda para ellos como para mí, eso me traía un poco de maliciosa satisfacción; pero, por el otro lado, no me importaba para nada.
Los sirvientes. Yoi, que luce más cercana a Mira, parecía sentir agrado por mí. El sirviente masculino, Meshi, me detestaba. Ambos sentimientos eran mutuos. Quizás no del todo para Meshi. Es decir, no me caía espectacular, pero tampoco tenía tanto interés como para detestarlo.
Mira... No sabía qué sentir sobre Mira. Uno pensaría que no se podría sentir miedo y profundo afecto a la vez, pero eso era lo que Mira me generaba. En parte, el miedo era de lo que Mira podría llegar a querer, o lo que podría llegar a pensar; pero, también podía decir que Mira era una persona que lucía tan competente, tan absolutamente capaz, que la admiración que sentía por ella llegaba al tope y desbordaba de lo posible; ese desborde, ese exceso, se traducía en más miedo. El profundo afecto era tan simple como innecesario de explicar. Casi podía decir que la amaba, así de intenso era el sentimiento. No se puede subestimar a la apreciación que uno adquiere por su salvador, en parte se sentía casi patológico. Voy a inventarle un nombre, como existe el "síndrome de Estocolmo", debería existir un "síndrome del salvador" vamos a llamarlo "síndrome de Choura".
El tema era que: cuando la veía, mi corazón vibraba; cuando me sonreía, quería hacer todo lo posible para que lo siga haciendo; cuando hacía una mueca, me angustiaba enormemente; y cuando lucía enojada, me invadía la más profunda ansiedad. No, no estaba enamorado de ella. Mis sentimientos no eran tan vanos; la respetaba demasiado para considerar observarla de esa manera. Era puro afecto, puro cariño. Ya no tenía personas en el mundo... pero estaba ella. En mi situación, que alguien estuviera para mí se sentía como un regalo de incalculable valor.
Y por último estaba yo. No sabía mi nombre. No sabía dónde estaba. No tenía ningún conocido. No tenía ningún pasado. Como el sirviente dijo, yo opinaba igual; todos estos días no hice absolutamente nada. No demostré nada, no realcé en nada. Dejé que Mira solucionara todos mis problemas y no aporté nada de mi parte. Como cuando el vidrio me cortó la mano, como cuando la lanza me penetró la misma mano. Yo, todos estos días, no hice nada más que lamentarme de mí mismo. Se podía decir que era un completo inútil, en el sentido de una persona carente de todo valor. Era verdaderamente patético, pero me estaba cansando de serlo...
—¡Ahí estás! —mi corazón vibró, Mira llamó a mi espalda.
—¿Me buscabas? Estaba en el medio de la casa...
—Es difícil verte con toda esa aura... melancólica que llevas encima.
No entendía cómo estar triste me hacía difícil de ver, pero supongo que dejé escapar un poco de mis sentimientos en mi actitud. No quería que Mira me viera así.
—Entiendo...
—Sabes que tienes que ir a la cacería ahora, ¿no? —me dijo con un tinte de preocupación.
—Lo sé.
—¿Ocurrió algo? —Mira notó algo y me interpeló.
—Solamente tengo un par de preguntas.
—¿Para mí? ¿Qué quieres preguntar?
—No sé si son necesariamente para ti, pero... es verdad que eres mi persona más cercana.
—¿Entonces? ¿Qué sucede? —Mira parecía un poco ansiosa y no entendía por dónde estaba viniendo.
—Mi familia. ¿Crees que está en algún lugar? —pregunté mirando mi collar.
—De estar, están —esa no era la intención de mi pregunta—. Pero parece que eso... no es lo que estás buscando escuchar.
Mira saltó de la madera del pasillo y dio unos pasos hasta estar a un brazo de distancia.
—Si te refieres a... si deberías dejarlos atrás... Yo creo que no. Te lo dije, ¿recuerdas? —estiró su mano y agarró mi colgante. Yo tenía los brazos metidos en las mangas estiradas de la toga, por lo que no podía protegerlo aunque hubiese querido—. Esto es importante.
Mis ojos estaban cansados por algún motivo.
—Entiendo. Gracias, Mira.
Mira dejó caer el pendiente sobre mi pecho. Yo quité mis manos de su guardia para ver el collar y detener su movimiento. Mira permaneció con la mano estirada por un momento; entonces decidió qué hacer con ella: la bajó y conectó nuestras manos.
—¿Hay otra cosa que quieras preguntar? —bajó un poco el tono de voz.
Observé su mano, la que estaba agarrando la mía.
—Mira, sé que este no es un pedido convencional, pero, ¿puedo saber una cosa?
—¿Sí...?
Hice mi pregunta:
—¿Qué estás pensando? ¿Qué sientes? De mí, de la situación, de los dulces, de lo que sea. ¿Qué es lo que, verdaderamente, piensas?
Mira pareció sorprenderse por mi pedido, estuvo a punto de desconectar nuestras manos, pero se detuvo.
—¿A qué te refieres? —su voz sonó casi cortante, como si estuviera interrumpiendo su juego favorito.
—¿Qué piensas verdaderamente? ¿Qué mueve tu corazón? ¿Qué sientes en este momento? Solo quiero saberlo.
—¿Para qué quieres saber eso? hay-
—Quiero saberlo. Quiero saber de ti. Es un deseo personal. Tienes el derecho a no responder. Tienes también el derecho a decir barbaridades que se podrían considerar inapropiadas. Tienes derecho incluso a insultarme si deseas. Yo no me voy a alejar. Yo no voy a tomar un paso de este lugar hasta que termines y pueda escuchar todo lo que digas. Solo quiero saber de ti. Quiero conocer tu honestidad.
—E-eso es... No entiendo de qué estás hablando. ¿Q-qué decís? No te entiendo... —su forma de hablar cambió de nuevo.
—¿Estoy hablando con una Mira real? ¿Una Mira que me considera un juego? ¿Quizás una Mira que ve algo en mí, o que encontró una utilidad escondida? ¿O quizás una mezcla de todas esas? Me importa, lo quiero saber. Y si la respuesta no es linda... También lo quiero saber. De igual forma, no me voy a alejar; principalmente porque no tengo otro lugar a donde ir, pero además porque sé que la respuesta no va a cambiar lo que siento.
Me estaba mirando con sus ojos grandes, tambaleantes. La había perturbado, estaba conmocionada, no sabía qué responderme. Lo entendía, esta tampoco era una pregunta convencional, que digamos; pero especialmente para Mira era probablemente difícil de responder.
—A esa Mira que me rescató, la Mira que me trató como ninguna otra persona de este pueblo, la quiero; pero también, a esa Mira que los guardias, el cacique y sus sirvientes le temen, también la quiero, o mínimamente la respeto. Incluso a la Mira que no puede ocultar su adoración por los dulces, a esa la quiero mucho más. Pero, a la Mira cuyos gestos son deshonestos y está cargada de segundas intenciones, a esa Mira no la quiero. Incluso si tus objetivos no son benevolentes, prefiero que me lo digas. Quizás estoy siendo egoísta, porque creo que no me molestaría si actúas de esa forma con otras personas... Pero yo deseo honestidad. Las personas no cambian por simplemente perder un par de recuerdos, así que probablemente pensaba de esta manera incluso antes... Mira... ¿Cuál es la Mira de verdad?
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La mano de Mira estaba fría. Desconectó su brazo del mío rápidamente y me observó como si fuera un fantasma.
Yo permanecí con mi mirada. No la iba a alejar, no tenía por qué hacerlo. Todo lo que estaba diciendo era lo que verdaderamente pensaba después de todo.
—... —Movía la boca para hablar, pero se detenía. Así hizo un par de veces.
—Yo ya lo dije. Te quiero. A ti te quiero. A tu sirvienta, Yoi, la quiero. A este pueblo lo odio. A los guardias los odio. A tu sirviente no lo quiero. Y el chaeki me da miedo. Eso es todo lo que soy. Esos son todos mis pensamientos verdaderos. Es lo mismo que quiero saber de ti. Empecemos por mí: A mí, ¿me quieres?
—A- A ti... —Mira alejó su mirada, rectificó su postura un poco y se agarró un brazo—. A ti no te quiero...
Sentí un puntazo en el corazón. Pero no me importaba, esto era lo que quería.
—Ya veo... ¿Y?
—N-necesito que vayas al bosque y te encuentres con la guardia.
—Eso es lo que quieres que haga, ¿pero por qué quieres que lo haga?
—Para enmendar tu imagen con el pueblo...
—Lo sé, pero, ¿por qué quieres enmendar mi imagen con el pueblo? ¿Porque te importa? ¿O quizás es un juego para ti?
No me miraba a los ojos. Me gustaría que lo hiciera.
—N-no. No es un juego. Es otra cosa.
—¿Qué es?
Me miró. Con pánico en sus ojos. Probablemente, era demasiado orgullosa para escapar de la conversación, pero su pan de todos los días era la deshonestidad y los doble sentidos. Por lo que no quería aceptar mi pedido, pero tampoco quería simplemente ir en contra de él, eso era un equivalente a escapar.
—¿... Te quiero?
Lo dijo como una pregunta. Como algo de lo que ella misma no estaba segura. De si era la verdad completa, o de si era lo apropiado para decir, ella misma no estaba segura.
—Recién dijiste que no me querías. Entonces, ¿a qué te refieres con eso?
—Te quiero como una persona que puedo tener a mi lado... Como un objeto... Te quiero...
Sentí otro puntazo en mi corazón.
—Entiendo.
Pero eso era todo. No había más. Estaba bien. Estaba satisfecho con eso.
—Me vestiré e iré al bosque. No es necesario que me acompañes, sé el camino hasta la entrada. Adiós, Mira. Te sigo queriendo.
Dejé a Mira en el jardín y me fui al lugar donde probablemente Yoi había dejado mi muda de ropa. Me vestí con la camisa, los pantalones y luego las botas, y me retiré por la entrada.
5
—¡Espera!
Mi corazón vibró. Alguien me llamó mientras hacía el recorrido por la calle.
—¡Espera! ¡Por favor! —era la voz de ella.
—¿Mira? —me di la vuelta. Parecía que la chica había corrido todo el trecho desde la casa. Su fortaleza no eran las actividades físicas y eso era obvio—. ¿Qué sucede?
—Ah... Ah... Te quería... dar... esto...
Levantó sus manos y me presentó un gran cuchillo cuyo objetivo claramente no era cocinar. ¿Acaso estuvo corriendo con eso encima? Lo tomé rápidamente de sus manos porque me invadió un pánico irracional de que se lastimara.
—¿Un cuchillo? —pregunté mientras analizaba el objeto.
No estaba decorado como el del guardia fallecido, pero era mucho más cómodo en la mano. El tamaño era bastante similar, sin embargo. Pero el filo quizás era un poco más desproporcionado y grande.
Mira tenía ambas manos en sus rodillas y se estaba recomponiendo.
——Ah-... Sí... Te lo quería dejar para que te protejas en el bosque. Los fabrico yo, ¿sabes? Uno de mis talleres en Minashi... Todo lo que fabrico es bueno... Así que quiero que lo tengas.
—Ya veo. Bueno, Mira. Gracias. Pondré este cuchillo en uso.
Guardé el cuchillo sin vaina en un agujero de mi cinturón. Ver a Mira desde este ángulo me hizo notar un par de cosas. En particular, lo detallado que era ese vestido rojo y marrón que llevaba. Era muy bello. Nunca había visto una prenda similar
—Mira.
—¿...Qué?
—¿Qué es eso que mencionas de que soy tu empleado? ¿Fue para defenderme ante los guardias? ¿O fue por eso de querer que sea de tu propiedad?
Hablarle de manera tan directa a Mira la incomodaba.
—Em... Ninguna de las dos, en realidad. O quizás, mejor dicho, ambas. A veces hago lo que siento y sentí que necesitaba emplearte.
—¿Entonces puedo llamarme tu empleado?
—Pensando que nunca te entregué un pago, ni equipamiento, ni un trabajo... Supongo que aún no... Pero no creo que cambie de parecer; así que, cuando vuelvas, eso será distinto.
Estaba feliz que no había cambiado de parecer a pesar del modo en el que había actuado este último día.
—Ya veo, Mira. Eso me hace feliz.
Mira observó por un rato mi sonrisa, y entonces echó un suspiro exasperado.
—Ahhh... Eres muy raro, ¿lo sabías?
—¿Raro? —No entendía a qué se refería.
Mira se acercó a pasos pesados hasta llegar al frente mío; entonces estiró ambos brazos y me agarró de las mejillas, tirando de ellas.
—¡Tienes mucha actitud, incomodándome de esa forma! ¿¡Qué te sucede!?
Sus propias mejillas estaban pintadas de rojo, por primera vez vi su expresión avergonzada. Me dio un poco de risa.
—Mira —la llamé con los cachetes estirados.
—¿¡Qué!?
—Tu vestido es muy hermoso.
—¡Aghhh! ¡¡¡Deja de decir incoherencias!!! ¡Tonto! —Me tiró de los cachetes hasta que se sintió satisfecha; llamando la atención de todos los peatones, de paso—. Bueno...
Agarró sus manos y liberó un par de suspiros más. Nunca había mal momento para observar la belleza de la mujer.
—Mira.
—... ¿Ahora qué? —preguntó con una mirada acusatoria, amenazándome para que no cometiera otro sincericidio.
—La forma en la que actué hoy es como actúo realmente. Es la forma que actúo cuando no tengo miedo, ni ansiedad, ni diligencia forzada. Aun así, ¿te sigue interesando tenerme?
Lo pensó por un segundo, un solo segundo. Entonces me sonrió. Una expresión corajuda, aceptando el desafío.
—¿Es una broma? —empezó—. Esto solo me hace desearte aún más.
Ja.
—Ya veo, Mira, pero...
—¿Pero?
Le di una sonrisa burlona.
—Te prometo que nunca te voy a aburrir.
No iba a permitir que lo que dijo el sirviente se cumpliera, si Mira me quería tener cerca porque le divertía, entonces nunca la dejaría de divertir. Eso fue lo que prometí, desde ahora.
Mira ensanchó la postura de sus piernas y cruzó sus brazos. Levantó la cabeza y me regaló la sonrisa más emocionada que la vi hacer.
—¡Me gusta! ¡Está bien! ¡Quiero que me lo demuestres!
Le sonreí y me agaché para hacer una reverencia. Una reverencia tan exagerada que mi pecho quedó paralelo al camino de tierra.
...
—Adiós, Mira. Volveré con el duende en mi espalda.
—Se llama "chaeki", y más que preocuparte por eso, deberías preocuparte por no morir.
—Ya veo. Bueno, me retiro para que no venga el guardia de la lanza a buscarme.
—¡Ahora tienes una promesa que cumplir! ¡No la olvides!
Asentí y di la vuelta para dirigirme a la entrada. Bastante más feliz.
...
Básicamente, me había cansado; esta vez no de mi situación, sino que de mí mismo. Por eso hice lo que hice. Dije lo que quería decir y lo dije sin ocultarme. Sabía que era algo que incomodaría a Mira, pero decidí decirlo igual.
Me marché al punto de encuentro en la entrada. Todos los pueblerinos me miraban con odio, como siempre; pero algunos me miraban con algún sentimiento un poco más complejo, eso era nuevo. Caminé hacia el lugar, ignorando las miradas de esas personas. Empecé a pensar que, quizás, era innecesario enmendar mi relación con ellos, por el simple hecho que la gente no me caía bien. Y ya estaba demasiado cansado para que me importara. Cansancio... ese era un sentimiento que estaba experimentando mucho en este último momento. Solamente quería que todo terminara.
—Al menos se decidió presentar.
El primero en recibirme fue el molesto, Sen. Todos seguían vestidos con la bata del pueblo, yo no podría moverme tranquilo con esa pollera estirada, por lo que cambiarme era la mejor opción para mí.
¿Qué era esto? ¿En qué cosas estaba pensando? ¿Por qué estaba tan despreocupado por lo que sucedería? Podría perder la vida en este lugar, si no por los guardias, por algún duende del bosque. Supongo que... tenía algo que ver con el color que vi en mi colgante. Simplemente estaba cansado.
—¿Qué tendré que hacer?
El idiota del enojón se ofendió por mi pregunta, pero el idiota que me protegía me respondió de manera rápida.
—Tendrás que llevar la bolsa. Te cuidaremos, pero no podemos prometer tu absoluta seguridad. Ten cuidado.
—Entiendo. ¿Ese bolso dónde está? —Han se levantó para entregarme una estirada tela para abastecimiento. ¿Se suponía que tendría que llevar esto por horas? Qué arrastra muertos estos sujetos—. Gracias
Me costó bastante, pero llegué a acomodarlo de alguna forma en mi espalda. Los guardias parecían seguir en malos términos. No era que me importase. Por mí podían pelearse en el medio del bosque y dejar la exploración en mis manos.
—Toma esto —Aíto me entregó dos cachos de cuero que no sabía dónde colocar—. En tus piernas —señaló mis pies—. Son para tus piernas. Los chaekis suelen atacar esa zona, otros animales del bosque también. Póntelos por si acaso.
No eran tobilleras, tampoco rodilleras, sino algo entre medio. Se ajustaban con un cinturón en los gemelos. Se me dificultó, pero lo hice.
—¿Ustedes no llevarán estos? —pregunté.
—No. Podemos cuidarnos por nuestra cuenta —contestó Han.
Ok, sus tobillos no eran mi problema.
—Volveremos al anochecer, ¿cierto? —pregunté en general.
—Sí. Eso fue lo acordado —me respondió Aíto.
...
—¿Estamos esperando algo? —pregunté.
No entendía por qué simplemente nos quedábamos quietos en la entrada. Nadie decía nada y nadie hacía un movimiento para seguir.
Han contuvo una risa y dijo:
—Está bien. Vamos.
En serio, solucionen sus problemas entre ustedes. ¿Por qué tenían que arrastrarme a mí en ellos?
Los tres guardias agarraron unas lanzas que estaban apoyadas al lado del muro de madera. Entonces emprendieron el camino hacia el bosque.