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Capítulo 16 - Oh, a ese lo mató el duende, no hubo nada que pudiéramos hacer. Qué lástima. - Parte 6

Capítulo 16 - Oh, a ese lo mató el duende, no hubo nada que pudiéramos hacer. Qué lástima. - Parte 6

11

Siendo Mira la única persona esperando en la entrada. La recibida al pueblo de los guardias no fue una de héroes, sino algo más similar a la recibida de los padres a un adolescente que festejó hasta altas horas de la noche.

Dos jóvenes bajando de un desnivel con un adulto a upa, una chica menor esperándolos con los brazos cruzados y una mirada de desprecio. La imagen era lo contrario a ceremoniosa, era desprolija, ridícula y, en un todo, patética. Esa pena no fue desconocida por la chica, que decidió interrumpir la escena rápidamente con lo único que era de importancia para ella.

—¿Dónde está el chico? —a pesar de que haya sido dicho como una pregunta, el tono acorde a una no fue utilizado, lo que recibieron los guardias fue algo más parecido a una amenaza que a una duda genuina.

Dos dudaron, por varios motivos, de contestar; el único que no lo hizo fue el más temperamental de los 3.

—Huyó corriendo al pueblo, debería haber vuelto hace unos minutos —tuvo la suficiente moderación para evitar contestar con: “y si se lo comió el bosque no es nuestra culpa.”

Aíto aprovechó la oportunidad para deshacerse de sus propias dudas.

—Ya debería haber regresado. ¿No lo has visto por aquí? ¿Desde cuándo estás esperándonos? —Aíto cargaba una necesidad genuina por ayudar, por lo que su primer instinto fue recolectar toda la información que podía.

—No pasó por aquí. Y los estuve esperando aquí desde que se fueron.

Esa respuesta sorprendió a todos los guardias.

—Pero estamos en el bosque desde hace mínimamente 5 horas… —contestó Sen, incrédulo.

—Y esas 5 horas yo permanecí aquí, esperando.

Los guardias descendieron ya al nivel del resto del pueblo, y, al enfrentar de manera directa a la chica, empezaron a percibir la enorme presión que estaba siendo impuesta sobre ellos.

—¿Realmente no estuvo por aquí? El chico se escapó cuando nos encontramos con una emboscada de warukis, a unos 5 minutos del pueblo. Han dijo que corrió en esta dirección, ¿no es así, Han? —preguntó Aíto.

—Se. Probablemente se escabulló en una esquina del pueblo, ya lo hizo una vez.

—¿Determinaron, por lo menos, que no haya sido azotado hasta la muerte por un waruki?

Aíto y Sen, en vez de contestar, fijaron su mirada en el más grande.

—El chico escapó sin problemas. 6 warukis cubriendo tan poco espacio… Es imposible que hubiera otro más en la zona —respondió a las miradas inciertas de esa manera.

—Se escapó con nuestro equipamiento y todo… Si no vuelve, yo mismo me encargaré de asesinarlo.

—Creo que no entienden —intervino con un tono serio la joven—, Yo estoy acá, desde hace 5 horas, y él no volvió. Si él hubiera vuelto, si él hubiera colocado un solo pie en este pueblo, yo lo sabría; pero él no volvió.

Cierta persona finalmente se sintió intranquila.

—D-De igual manera, eso no cabía en nuestras responsabilidades. Él mismo tomó la decisión de escaparse y alejarse de nuestra protección, eso ya se encuentra por encima de nuestras capacidades.

Mira estaba a punto de responder, pero alguien se interpuso.

—¿Qué estás diciendo, Han?

—Ya sabes cómo funcionan estas cosas, Aíto. Si él mismo escapa de nuestra protección en medio de un bosque, entonces esperar que nos aseguremos de su protección es simplemente irracional.

—¿Qué estás diciendo, Han? —su tono se volvía cada vez más frío—. Te conozco desde que tengo memorias, conozco cada una de tus expresiones, cada una de tus mañas al hablar. Conozco tus buenos y malos hábitos. Y por supuesto que conozco tus ideas y tu forma de pensar.

Mira observó la situación intrigada, pero Sen observó al mayor con la misma sorpresa que Aíto, él también detectó lo que estaba terriblemente desviado.

—Ya me parecía extraño cuando exageraste esa estúpida herida en el tobillo. Pero, ¿qué es eso que acabas de mencionar? ¿”Eso se encuentra sobre nuestras responsabilidades”?

Han cerró la boca, se percató de la discrepancia que vociferó cuando estaba pensando únicamente en terminar la conversación lo más rápido posible.

—¡No hay manera de que Han justifique evadir una responsabilidad! ¡Esa sola idea es imposible! ¡Estás actuando de manera extraña desde hace un buen tiempo! ¿¡Qué estuviste ocultando?! ¡¿Dónde está el chico?!

—¿Se te zafó un tornillo? El niño escapó, como ya lo dije. Y lo que dije sobre su protección también es cierto. —contestó el hombre sin demorar un segundo en componerse.

—Han, di la verdad. No entiendo qué está sucediendo —dijo Sen en un tono de súplica.

—¿Qué les sucede? Si el chico está muerto, fue por su propia mano. Yo no hice nada, no lo toqué. No fue mi culpa. Dejen de hacer el ridículo y pongámonos a trabajar.

La respuesta pasmó a ambos guardias. Repentinamente, su padre adoptivo estaba hablando como si fuera una persona completamente distinta.

Sen levantó su lanza en dirección al hombre.

—Deja de tratarnos como idiotas y habla en serio —ordenó.

El hombre solo ofreció una sonrisa incrédula.

—¿Qué vas a hacer con esa lanza, chico? ¿Me vas a hacer un agujero como al extranjero?

—Esto no es para nada entretenido —interrumpió repentinamente la única mujer—. No tienen la más mínima idea del valor que tiene ese chico y tienen la osadía de estar perdiendo el tiempo haciendo estupideces frente a mis ojos. Díganme dónde está el chico en este momento.

Llegando a su límite, la persona más tranquila sintió su racionalidad, siendo enmudecida por una intensa furia. Lo primero que levantó fue su lanza; no la apuntó a nadie específico, sino que estaba más interesado en desafiar la situación en sí; luego levantó su voz:

—¡Dejen de decir estupideces! ¡Tú, mujer, no pareces estar interesada en otra cosa que no sea jugar con el valor del pobre chico! ¡Me enfermas! —apuntó su lanza en dirección a los dos que les faltaba atender—. ¡Ustedes dos llegaron a semejantes extremos contra alguien que es tan obviamente inocente que lucen patéticos! ¡¿Se sintieron bien atormentando a un chico que no entendía ni siquiera en dónde estaba parado?! ¡¿Y para qué?! ¿¡Piensan que Hise hubiera querido que ustedes maten a un chico cualquiera en vez de enfrentar su muerte apropiadamente!? ¡¿Son idiotas?!

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—¿Te volviste demente, chico?

—¡No hables! ¡No quiero escuchar una palabra que salga de tu boca mientras no tenga a ese chico enfrente mío! ¡¿Cómo te atreves?! ¿¡Cómo te atreves a, no solo terminar con la vida de ese chico, sino que hacerme cómplice de eso?! ¡Voy a ir a buscarlo ahora mismo y, si no lo encuentro, estás muerto para mí! Y si lo encuentro… —se giró en dirección a la chica—. ¡No me importa si eres realeza minashita o el mismísimo rey de Kiokai, no juegues nunca más con él!

Con eso terminado, el joven se dio la vuelta y comenzó la marcha subiendo la pendiente, lanza en mano, preparado para pasar el tiempo necesario dentro del bosque, noche o día, hasta encontrar al chico en cualquier estado que estuviera.

Han reemplazó todo tipo de expresión de su rostro por una mueca de absoluta frialdad. Sen se encontraba muy confundido, contrariado. Y la chica solo se limitaba a mirar con desprecio. Aíto no volteó para recibir esas expresiones, no tenía ningún interés de hacerlo.

Pero entonces se detuvo.

Permaneció quieto, en medio del desnivel, por un tiempo anormalmente extenso. Tanto fue así que, gradualmente, llamó la atención de los tres otros individuos que habían sido partícipes de la discusión. Primero Han, luego Sen, finalmente Mira. Los tres se enfocaron en el comportamiento extraño del guardia, pero la situación era tan incómoda que casi ninguno se atrevía a abrir la boca.

Casi ninguno.

Aíto, ¿sucede algo? —preguntó Sen.

Aíto no contestó, solo parecía estar observando algo que se encontraba más allá, o escuchando algo que se oía en otra frecuencia.

—Huff… Huff… Huff…

Algo que solo Aíto podía escuchar, pero que luego llegó a los oídos de Sen.

—Huff… Huff… Huff…

Aíto, y Sen, completamente pasmados, afinaron su audición en absoluta concentración. Prontamente, el sonido alcanzó también al más veterano entre ellos.

—Huff… Huff… Huff… ¡Huff!

Entonces el sonido alcanzó incluso a Mira, que no supo cómo reaccionar.

—¡Ah!

Encima del desnivel, a unos pasos de Aíto; la figura de un chico, con sangre en toda su vestimenta, con heridas muy notorias pintando casi todo su cuerpo, un bolso enorme colgado aparatosamente en su espalda. Sus piernas temblando, claramente exigido, claramente adolorido; y, sin embargo, con la más brillante sonrisa en su rostro, una sonrisa que nunca había mostrado.

—¡Yo sabía que tenía buen sentido de la dirección!

Rengueó un paso por el desnivel y tropezó inmediatamente. Perdió el balance y cayó colina abajo, el cadáver en su espalda absorbiendo la mayor parte del daño de caída, actuando como un colchón.

Nadie sabía cómo reaccionar. Era difícil dilucidar quién de los 4 exactamente estaba más sorprendido; pero, si de algo servía la coincidencia, su descenso de la colina como una bola de nieve terminó a los pies de la única mujer del grupo. Sintiéndose en seguridad, el chico desacopló el artilugio de bolsa que tenía en la espalda. Lo sintió como quitarse unos zapatos demasiado apretados. Con el peso en los hombros liberado, el chico pudo relajar toda su espalda de inmediato. Haciendo uso de su nueva libertad motriz, rodó su cuerpo unos centímetros para el costado, y, levantando su torso con el brazo derecho, consiguió inhalar, exhalar, y generar un poco de la energía que tanto necesitaba en su cuerpo. Simplemente, bebía el aire limpio a su alrededor con una vehemencia definitoria; se aventuró, enfrentó a la bestia, la derrotó, y finalmente volvió victorioso; difícilmente se podía conseguir una victoria tan cargada de simpleza, tan limpia.

Mira, desde la altura, observó por unos segundos al ser que tenía en sus pies. Pocas veces se podría decir que esta mujer padecía una situación la cual no había previsto en lo absoluto.

—Mira… ah… Traje el duende. Dije que iba a ir al bosque, pero nunca pensé que encontraríamos al duende… ¡Pero lo encontré yo! Eso no me lo esperaba… Peleé con él y salí victorioso… Deberías haberlo visto… Nunca había hecho nada de esto, pero lo conseguí. Ah… Pero debería atender mejor las heridas, si podría pedirte el favor…

La chica no llegó a tomar una decisión sobre su accionar, su subconsciente le ganó la carrera. Por lo tanto, si le pedías una explicación de sus acciones, ella no sería capaz de dártela.

Lo que Mira hizo fue agacharse hasta la altura del joven, sostener un tiempo su rostro con ambas manos.

—¡Ah! Perdí tu cuchillo… Perdón… Y después de que me lo habías regalado- —El chico hablaba sin siquiera mirarla a los ojos, aún desprendiéndose de un estado adrenalínico realitafóbico.

Se acercó hasta su cara, silenciando al chico por su proximidad. Dada su inexpresividad, el chico quedó en un punto medio incómodo, un punto medio entre el sonrojo y la intimidación.

—Ñam —Entonces la chica mordió su nariz.

—Au.

Deshizo la presión de sus dientes para decirle algo de frente:

—Estás lastimado en todas partes… Realmente pensé que estabas muerto… Perdóname por haberte hecho esto… Lo siento… Debería haber conseguido otro método… Otra forma… Lo siento.

—No pasa nada. Está bien. Todo salió bien, por lo que ya no importa.

Mira Inovatio no era alguien que insistiría en admitir un error, por lo que esa respuesta excesivamente generosa la molestó.

—Solo aceptá las disculpas —le dijo mientras tiraba de sus mejillas—. Tonto —entonces se tomó un segundo para ayudarlo a levantarse del suelo.

—¿Estás bien? —Aíto, el hombre que no tuvo que pasar días y noches en el bosque, se acercó al extranjero. Con un poco de tensión, con un poco de miedo, esperando, quizás, una mirada mala, una hostilidad o un enfrentamiento.

—Me lastimó —El extranjero, para demostrar de qué hablaba, se levantó la camisa.

La herida estaba sangrando un poco, pero no tanto. En su punto máximo, la hoja apenas había logrado enterrar la punta en su abdomen. No así en su mano derecha, que estaba sellada por tela y, aun con eso, sangre se escapaba libremente incluso ahora.

—Oh.

—Pero estoy bien, gracias, Aíto —le respondió con una sonrisa. La primera vez que le dirigió una sonrisa, como también la primera vez que se refirió por su nombre.

—Déjame ayudarte —Aíto tomó la posición de Mira para sostener el cuerpo del chico y él, por su parte, lo permitió.

—Gracias.

Aíto levantó uno de sus brazos y lo sostuvo en sus hombros, notando las articulaciones pulverizadas.

—¡Por dios! Realmente tienes las manos heridas.

—No las siento… No sé si eso es bueno o malo.

Aíto apretó sus dientes, encogiéndose por la impresión.

—Eso es muy, muy, malo. Vas a pasar unos muy malos días, te lo advierto.

—Ya veo.

La chica se alejó de los dos para agacharse en el suelo y analizar el objeto, o conjunto de objetos, con los que el chico volvió del bosque.

—¿Y eso? —preguntó Aíto.

—Es el chaeki. Me intentó matar. Lo maté. Toda la sangre que tengo en el cuerpo es mayormente de él.

—¿Y lo ataste al bolso?

—Fue complicado. Hice ese artilugio después de limpiar un poco mis heridas.

—¿Y lo trajiste hasta aquí, con todo su peso?

—Sí. También fue complicado, no estoy en muy buen estado físico, parece.

—Pero tampoco en mal estado, se ve. ¿Te das cuenta de la dificultad de lo que hiciste? Me cuesta creer que sigues consciente.

—¿Sí? La verdad es que me siento bastante bien.

—Mmm… Tenemos que llevarte al médico.

—Bueno —el joven contestó con simpleza, con alegría ensalzando todo su tono. Un tono definitivamente no acorde a alguien que, si estuviera en un videojuego, tendría solamente unos pocos HP restantes.

—… Esperen —Sen se posicionó en frente y detuvo la movida en seco. El aire algo positivo se volvió más denso.

—¿Qué sucede ahora, Sen? —preguntó Aíto con hostilidad.

—Permíteme llevarlo. Al médico, ¿no? Tú ayuda a la Inovatio a traer el cadáver.

—Sen, ¿piensas que soy idiota? No voy a permitir que le coloques un dedo encima.

Sen no miró de frente, claramente avergonzado; sin embargo, suavizó en gran medida el ímpetu en sus palabras:

—Solo… quiero hablar un poco con él. No voy a hacerle nada.

No lo logró convencer.

—Tuve suficiente de ustedes. Vete, Sen, ya no tienes nada que hacer aquí.

Permanecieron en un tenso silencio, únicamente interrumpidos por unas periódicas expresiones de asco de Mira al analizar el cuerpo con un palito. Pero el objeto de la discusión eventualmente se agotó.

—Ah. Ya está. Me cansaron. Aíto, déjame ir con él. No me hará nada, lo sé.

—Pero-

El chico se desacopló del guardia y dio unos pasos débiles al lado del otro

—Ayuda a Mira, por favor.

Aíto le rogó con la mirada, pero eventualmente cedió. La chica escuchó atentamente la conversación en curso. Y el hombre que no interactuó en la conversación aprovechó un momento de descuido para desaparecer del lugar.