7
Para cuando volvió al claro donde habían sido emboscados, Sen ya se había reintegrado a la pelea y estaba cortando todas las extremidades que se atrevían a acercarse a su posición. Por otro lado, Aíto estaba esquivando con un buen juego de piernas los latigazos de otro árbol con el objetivo de acercarse lo suficiente antes de ahogarlo en fuego. En un bosque, no se podía dar el lujo de tirar a rociar todo lo que estaba frente a su mano. Por suerte, los waruki tenían la característica de ser especímenes muy húmedos; los incendios solían iniciar y terminar en su superficie, pero había que mantenerlos bien controlados, por supuesto.
Entonces, únicamente quedaban dos, y no tardó mucho antes de que Aíto se encargara de los restantes. Lo que solo uno de ellos sabía, sin embargo, era que había un waruki que se encontraba fuera del claro, fuera del círculo; el número total de hostiles, por lo tanto, era siete, y no seis como habían sido llevados a creer.
Aíto y Sen terminaron con la última amenaza en conjunto, el guardia restante observando lo que sucedía con una cara de nada que rápidamente ocultó cuando ambos guardias se enfocaron en él.
—¡Han! ¡¿Y el extranjero?! —preguntaron ambos a la vez.
Dudó un instante, luego contestó con aparente sinceridad:
—Se escapó hacia el pueblo. Parece que le ganó lo cobarde.
—¿¡Se fue solo!? ¡Morirá! —respondió Aíto con genuina preocupación en la voz.
Sen se quedó en silencio, sin saber precisamente qué pensar.
—¡¡¡Tss!!! —el hombre descendió hasta el suelo y sostuvo la parte inferior de su pierna.
—¿Han?
—El golpe del waruki abrió la herida en mi tobillo. No creo que pueda caminar muy bien...
El guardia más joven rápidamente asistió al hombre caído, el otro no conseguía decidir si quedarse o ir en búsqueda de la persona que probablemente estaba en mayor peligro.
—Aíto... El cobarde escapó. Volvió, fue en dirección al pueblo. Estamos a unos 5 minutos del pueblo. El extranjero llegará —le intentó convencer el más grande.
—Aíto. No puedo protegernos si tengo que ayudarlo a caminar, ¿entiendes? —le advirtió el más joven.
El guardia en cuestión se encontró en una disyuntiva para nada envidiable. O empeorar su relación con sus hermanos a lo más bajo que jamás había estado, o poner en riesgo la vida de un inocente.
Quizás se podría culpar al cansancio acumulado tras tantos días de caos; quizás a la presión que sentía por no perder lo que le quedaba de familia; quizás al hecho de que el extranjero, a quien tanto intentó ayudar, nunca se mostró agradecido con él; o quizás, simplemente, a la disminución de sus funciones mentales tras haberse enfrascado en actividades de alto esfuerzo físico. Pero, cuando el guardia más joven insistió con un último "Aíto...", ya sin tanto enojo, sino ruego en su voz, el peli-azul se vio incitado a tomar el lado de sus compañeros, por una vez. Después de todo, al extranjero no lo conocía, pero familia solo tenía una. Y el extranjero ni siquiera era capaz de decir eso.
Tragó fuerte. Suspiró. Se colocó detrás de su compañero lastimado y dijo:
—Vamos, Sen. Encontrémonos en el pueblo.
El otro guardia le sonrió.
8
Me dejó. Me dejó a morir. Me dejó para que muera, solo, en este bosque.
Me dejó para que muera sin nombre, sin familia, completamente solo. Lo más solo que se podía estar, era como iba a morir.
¿Por qué tuvo que ocurrir esto? ¿Por qué tuve que perder todo, sin que pudiera hacer nada al respecto? ¿Cuántas personas mueren de esta manera? No entiendo. ¿Qué estuvo ocurriendo todos estos días? ¿Por qué no podía volver todo a como era antes? Lo que sea que significaba "antes".
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Mira. Mira, ¿dónde estás? ¿Por qué me dejaste solo? Después de tantas cosas que ocurrieron. Después de que me digas toda la verdad y yo la aceptara. ¡La acepté! ¡Con los brazos abiertos! ¡Sin quejarme un segundo! ¡Acepté la verdad, satisfecho! ¡¿Pero entonces por qué!? ¡¿No era que me querías?! ¡¿Por qué me dejarías morir?! ¡Sería un objeto inservible si eso ocurriera!
—Mira no está aquí —dijo una voz en mi cabeza.
Quizás era el pendiente, quizás era una parte escondida de mí. De igual forma, la voz tenía razón. Esta vez, no había forma de que ella solucionara mis problemas; tampoco deseaba que lo hiciera. No quería que el sirviente tuviera razón en su juicio sobre mí. Yo era el que le ponía los límites a mi persona, al menos eso me gustaba pensar. Gracias a ese lastimoso e insignificante deseo, que creció en mi corazón, encontré una parte mía con la capacidad de moverse a pesar de todas las dificultades. Encontré una parte que no se preocupaba por resentimientos, lamentos, o caprichos. Encontré una parte que quería, que deseaba, ir hacia delante.
Moví los ojos. No podía inclinar la cabeza, el árbol la mantenía firme en su lugar. Analicé minuciosamente la madera para encontrar el trozo más fino o aparentemente débil. No era fácil de hallar, la rama era muy constante y sólida. Había un trozo con la corteza desprendida al alcance de mi brazo, no estaba seguro si era donde la había golpeado anteriormente.
No podía respirar.
No tenía mucho más tiempo. Estiré el brazo y aplasté el lado más filoso de la cuchilla contra la zona pelada de la rama. Entonces, guiándome únicamente por las sensaciones que percibía mi mano, empecé a serruchar la falsa serpiente con toda la fuerza que podía producir mi brazo debilitado.
Era un movimiento imperfecto; a veces fallaba en calcular la distancia y clavaba accidentalmente la punta de la cuchilla en un costado de la madera. A veces el cuchillo se resbalaba un poco de mi mano y terminaba siendo empujado de lado. Desesperanzado ante cada error, sosteniendo la respiración una cantidad irrisoria de tiempo, continué con el movimiento de corte.
Por la falta de oxígeno, se empezaron a escapar lágrimas de mis ojos, que pronto fueron secadas por el árbol al avanzar en mi rostro hasta privarme de incluso el sentido de la vista.
En negro, con mi garganta realizando movimientos extraños para intentar obtener aire, y los músculos de mi cuerpo tensándose y relajándose en lapsos irregulares, permanecí haciendo el corte. Sentía que no estaba logrando nada. Sentía que mi cuchillo no tenía ningún efecto. Pero mi plan era seguir el movimiento hasta que perdiera la conciencia, o al menos, mi racionalidad.
En negro. Serruchaba, serruchaba, serruchaba.
¡En negro...! Serruchaba y serruchaba.
En ne...gro...
Mi cuerpo salió disparado hacia atrás, la rama del árbol aún encima de mí, rodeándome por completo. Al segundo instante, entendí lo que sucedió.
El cuchillo había cortado. En ningún momento sentí que estaba realizando un avance, sin embargo, el cuchillo eventualmente atravesó la rama por completo.
Aspiré con toda la fuerza de mis pulmones mientras me liberaba del peso de la madera muerta que me cubría. Me levanté rápidamente y dirigí la mirada hacia el árbol, que retiraba su extremidad tímidamente. La imagen me infundió algo de valor, pero sabía que debía alejarme de su alcance lo antes posible. El camino de regreso al claro estaba bloqueado por la flora vil, así que procedí con cautela, dando unos pasos hacia atrás.
Mi talón contactó un arbusto y, a causa de mi poca fuerza y confusión general, caí de trasero en una zona más despejada del bosque.
—¡Gack!
Como una película de terror- No. Viviendo una película de terror, giré lentamente la cabeza. Detrás de un arbusto, espiando como si hubiera estado esperando un buen tiempo allí, una cabeza marrón y deformada se asomaba.
La criatura me miró a los ojos. Yo lo miré como si fuera un pez recién pescado. Nos miramos por lo que probablemente hayan sido unos 5 segundos que, sin embargo, se sintieron como 20 minutos. Entonces, el monstruo asqueroso emitió un sonido similar a un gato atragantándose y partió a un paso apurado hacia atrás.
Fue allí, en la posición completamente patética en la que me encontraba que se me presentó una decisión. ¿Qué opción iba a elegir?
Volver al grupo. Perseguir a la criatura. ¿Cuál sería la mejor decisión?
Claro, puesto de esa forma, parecía el dilema más estúpido y sin sentido que existía. ¿Qué clase de protagonista idiota de película de terror elegiría perseguir al monstruo final cuando podía fácilmente volver a la seguridad del grupo más grande? Grupo que, de paso sea dicho, podía acabar con el problema en poco tiempo. Pero eso sería ignorar todo el resto de la información. Para empezar, Han me dejó. Él quería que muriera. No sabía cuánto sabían los otros dos de esto; sin embargo, difícilmente me sentiría seguro entre ellos. Hasta dónde yo sabía, volver al grupo podría ser tan peligroso como ir hacia al monstruo. Incluso si volvía al círculo, no había seguridad de que todavía estuvieran allí. Aparte de esto, el monstruo era el objetivo; si lo conseguía, sería capaz de terminar con todo este asunto. Estaría forzado a cazarlo, claramente era una decisión muy estúpida... Pero, cómo dicen, la estupidez y el coraje eran dos caras de la misma moneda. Era irónico. Usualmente, esa expresión se utiliza para lo contrario de lo que estaba haciendo, indicar que el aparente coraje era, en realidad, una gran estupidez. Quizás eso significaba que yo estaba siendo estúpido... Probablemente, Mira estaría totalmente en contra de la idea que se estaba asentando en mi cabeza...
Aun así...
Recordé las palabras del hombre sirviente y las palabras de mi salvadora, por alguna razón. Eso fue lo que logró hacerme decidir.
"Cuídate, por favor."
Estuve a punto de mirar mi colgante para finalizar mi decisión, para dejar todo en sus manos nuevamente; decidí a último momento que no. Me quité el bolso y lo dejé descansar al lado de un arbusto.
Vamos a ser un poco estúpidos.