5
—¡Ding dong! ¡¡¡Ding dong!!! —esa voz demasiado alegre, viniendo de la entrada, no podía pertenecer a otra persona más que a…
—¿Es necesario que haga un escándalo? —el guardia sentado al otro lado de la mesa hizo la misma pregunta que yo no llegué a vociferar.
Tenía suficiente confianza en ella, pero su absoluta falta de nervios me intranquilizaba por mera inversa proporcionalidad. El hombre se levantó de su asiento y se retiró a la puerta para des-obstaculizar a mi benefactora. Yo decidí quedarme sentado como buen cautivo.
El hombre abrió la puerta y Mira nos recibió con una pequeña reverencia y una sonrisa que no tardó en apuntar a mi dirección, ignorando al guardia en un acto de ligera descortesía
—¡Es hora de irnos! —exclamó.
El guardia me ofreció una mirada empática y asintió con la cabeza en respuesta a las palabras de Mira. Obedeciendo a ambos, me levanté y caminé hacia ellos. No podía decidirme entre estar más cerca de Mira, por afecto, o del guardia, por acatamiento, por lo que me coloqué en medio de ambos, por compromiso. A Mira, sin embargo, poco le importó cualquier pensamiento o autoridad ajena. Me agarró de los hombros con un abrazo y comenzó a guiarme por el camino en una especie de juego.
—¡Qué limpio está usted! ¡Con esa guapeza, tengo que cuidarme para que una mujer no se lo robe debajo de mi nariz!
Creo que esta especie de payasada o espectáculo servía para distraerme un poco y, a la vez, ahuyentar a los pueblerinos que quieran demostrar su “afecto”, como lo habían hecho ayer.
Con una Mira hiperactiva, que me hacía sonrojar por su cercanía y sus halagos desmedidos, caminamos por el pueblo hasta llegar a nuestro destino: la casa más grande del pueblo, como también los aposentos del alcalde, la guarida del jefe final.
—Es aquí —Aíto soltó una sonrisa agotada y se colocó de costado para guiarnos por la entrada.
Le asentí con la cabeza y Mira me dio empujoncitos hacia dentro. En el instante en que pusimos un pie en el edificio, Mira dio un paso hacia atrás, alejándose, relajó los hombros, y asumió una actitud mucho más calmada. Se puso a mi costado y me sonrió.
—¿Vamos? —preguntó con simpleza.
Entramos a una sala grande, un espacio enorme con tan solo una mesa en el medio. Sentado en la mesa, un anciano reposaba tranquilamente, un juego de té delante de él. Han se encontraba a sus espaldas, mencionándole algo al oído; en el momento que entramos, se apartó hacia una pared de la sala. Y… Lo intentaba ignorar, pero parada en las esquinas de la habitación estaba lo que claramente era su familia cercana: un hombre mayor, su mujer, una niña, una joven y un anciano. Solo necesitaba sus miradas punzantes cargadas de odio, desprecio y repugnancia; incluso la niña mostraba esa horrible expresión. Me odiaban. Era inevitable que me sintiera asqueroso en esa habitación. Antes de que me diera cuenta, me había quedado paralizado, con el sudor escapando libremente por las palmas de mis manos y mi frente. Necesité la ayuda de Mira para avanzar.
—Siéntense, los dos. Siéntense, por favor —habló el anciano, su voz quebradiza y frágil, característica de su edad.
Hicimos lo instruido.
El hombre sirvió té para los tres. Al mismo tiempo, los dos guardias faltantes entraron por una puerta lateral y se colocaron a un lado de su compañero ya presente. Cada uno cargaba una expresión distinta: Para Sen, ira; para Aíto, tristeza; Han, en comparación, no mostraba nada, en un aparente desinterés absoluto.
—Es un orgullo sentarse con un Inovatio —dijo el anciano—. Los Inovatio suelen visitar el pueblo con regularidad, pero disfrutan de su discreción, y no hacen un espectáculo de su presencia. Su visita al pueblo siempre es espiritual…
—Ese era el motivo original de mi estadía —el tono de Mira era atípicamente gris.
—Pero parece que las cosas se mezclaron en algún momento, qué problema… La última vez que tuve el placer de sentarme junto a un Inovatio fue hace más de una década, quizás dos… Vis Inovatio. Pocas personas he conocido que se asemejen a él, ninguna que lo iguale.
—Vine para hablar de mi empleado —por alguna razón, las palabras de Mira se enfriaron aún más.
Tenía un pequeño impulso nervioso de preguntarle qué significaba eso de “empleado”, pero asumí que era un tipo de artimaña para ayudar su caso.
—Ah, sí, sí… —el anciano se había perdido en algún momento. Las palabras de Mira lo ayudaron a enfocarse—. El extranjero… Qué problema… Tengo entendido que varias personas atestiguaron el hecho… Yo haría lo que fuera para poder enmendar un poco del dolor de la familia del pobre Hise…
—No hay ningún testigo visual —dijo Mira con notable fastidio—. La única evidencia es circunstancial. La única prueba para entender lo que realmente sucedió se encuentra en el cadáver y en ningún otro sitio más.
Nadie más que el cacique realizó la moción para tomar el té que había sido servido. Incluso si Mira lo hacía, yo no lo iba a hacer; no estaba de humor para ello. Tras beber de su vaso, el anciano respondió con preocupación:
—Qué problema… Yo tenía entendido que la evidencia contra el extranjero era sólida… Qué problema… Qué problema…
—Tch.
… Con un movimiento cauteloso, giré por primera vez la cabeza desde que inició la sesión para mirar a Mira.
Era odio puro. Podía ver que absolutamente detestaba a este hombre. Nunca había visto una expresión que siquiera se acercara a la que llevaba puesta; no creía que algo así fuera posible. Sentí mi corazón dar un vuelco al ver sus ojos, que cargaban el más definitivo desprecio. “No quiero que me vea así” fue lo único que pude pensar.
Sen no soportó más y se acercó a la mesa para arrodillarse del lado del cacique.
—Cacique, si me permite. El extranjero fue encontrado con el cuchillo de Hise. El extranjero también fue visto entrando al bosque la misma noche en que Hise desapareció. Si me permite opinar, toda esta evidencia es más que contundente.
—Ya veo… Ya veo… Pero la señorita Inovatio aquí tenía algo que mostrarnos, ¿no es así?
Sen no podía creer el comportamiento del cacique.
—Sí —sentía que la voz de Mira podía congelar mis oídos—. No es de buen gusto mostrar la evidencia en esta sala, pero los 3 guardias pueden corroborar el hecho de que el cadáver presentaba las heridas características de la víctima de un chaeki.
—Ya veo… Ya veo… Eso es ciertamente muy revelador…
—Cacique, por favor, escuche —la dicción de Sen se volvió más apresurada y nerviosa—; el extranjero, para excusarse de su accionar completamente irrisorio, asegura que es un amnésico. Todo esto es completamente ridículo y no se le debería dar el beneficio de la duda de esta forma-
—Ya, Sen —el anciano interrumpió de manera prematura las palabras del guardia.
—¿Q-qué? —el guardia no entendía su comportamiento. Francamente, yo tampoco.
—¿No ves que el joven extranjero está siendo respaldado por un Inovatio? —dijo el anciano con un matiz de alegría socarrona, como si estuviera dejando caer el pedazo de información más sorpresivo y contundente.
Observé a Mira para intentar entender qué estaba sucediendo, pero ella mantuvo su gélida expresión.
—Cacique- ¡Heki! ¿¡Qué le ocurre!? ¡Actúe con racionalidad, por favor! ¡No es posible dejar ir a un criminal con semejante coartada! ¡Es inadmisible!
Aíto se sumó a la conversación, pero desde su esquina del cuarto.
—Cacique, por favor, escúcheme. El extranjero fue engañado para ir al bosque a pesar del peligro… Antes de eso, el extranjero vino a pedir ayuda al cuartel porque estaba perdido. ¿Por qué alguien que pide ayuda luego asesinaría al que pretendía que lo ayude? Lo vi incluso antes de que ocurriera lo de Hise; no tenía malicia en su cara, solo estaba muy confundido. Es un chico inocente que necesita ayuda… —Aíto me defendió con un derroche de empatía o culpa en su voz. No sabía qué había hablado con Mira ayer, pero sería ingenuo pensar que no tenía la mano metida en todo esto.
Las miradas de los familiares también eran de confusión. Podía ver a la niña inclinarse para preguntarle algo a la madre, quien tenía sus ojos clavados en mí.
Al anciano, jefe de pueblo, nada de lo que sucedía a su alrededor parecía importarle; seguía en su propio mundo.
—Pensé que moriría antes de poder hablar con un Inovatio nuevamente. ¡Ay, alegría! —exclamó, a la vez que Mira lo fulminaba con ojos de aborrecimiento absoluto.
Esta conversación era completamente surrealista. Y me estaba perdiendo en la inmensidad de las emociones a mi alrededor. El desprecio de Mira, la expresión embelesada del anciano, la repulsión de los familiares hacia mí, la confusión de Sen, que interrumpía a ratos para voltearse y hacerme saber el odio que me tenía, la confusión de Aíto, que era paulatinamente reemplazada por tristeza, y la cara de nada absoluta de Han. Todos estaban hablando al mismo tiempo y nadie decía nada. No podía escuchar nada. Había una espesa nube de presión en la sala que amenazaba con aplastarme en cualquier momento. Probablemente era una ilusión, pero incluso sentía que no podía respirar-
—¡Te pudrirás en el infierno!
Todo el mundo pareció detenerse cuando la niña pequeña levantó la voz.
—¡Te pudrirás en el infierno! ¡Y sufrirás 1000 veces la muerte y el dolor que provocaste cuando estabas en esta tierra! ¡Nadie llorará tu muerte! ¡Y nadie te querrá en vida!
Osé a mirar en dirección a la voz forzada de la niña. Sus ojos llenos de rabia estaban empapados por unas gruesas lágrimas que llegaban a cubrir todas sus mejillas. Lo que dijo lo lanzó como una maldición que deseaba con todo su pequeño corazón que se cumpliera.
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Tenía ganas de vomitar.
—Pienso capitular —Mira rompió la gruesa capa de silencio para repetir una proposición—. Mi plan es que los tres guardias, junto a mi empleado, al que protegerán dada su falta de aptitudes, hagan una expedición de cacería al bosque. Buscarán el chaeki, encontrarán pruebas de su exilio, y todo volverá a la normalidad.
—¿¡Cómo puedes decir que todo volverá a la normalidad cuando Hise está muerto!? —Sen se ofendió con lo que sugirió Mira cerca del final. Al mismo tiempo, la señora mayor rompió en llanto desconsolado.
—No estoy diciendo que la muerte del guardia Hise no sea significativa; no quiero insinuar que el pueblo debería olvidarse de él. Por el contrario, lo que estoy diciendo es que concentrar la ira nacida del duelo en un completo inocente, como el chico que tengo a mi lado, es lo más alejado a “justicia” que puede existir. Es mi opinión, quizás errónea, que incluso el fallecido no desearía ser recordado de esta manera. Yo colaboraré para llevar a cabo su velatorio, si es lo que se requiere de mí; así como colaboro todos los años para mantener económicamente a este pueblo. Esta aldea es significativa para mí. No, más que eso, esta aldea es significativa para mi familia. No puedo ir contra los deseos de mi familia, y esos deseos, en esta oportunidad, son cuidar de este pueblo con la mayor dedicación posible. Sin embargo, he encontrado aquí a un hombre libre de culpa y libre por derecho; iría en contra de todos mis principios si permito que un joven así muera por los deseos de una mayoría que ni siquiera quiere escuchar lo que tiene para decir. Lo que estoy buscando, al final de cuentas, no es más que este pueblo, el pueblo que yo protejo, escuche la versión de un joven del cual, confío plenamente, es inocente. La evidencia que presenté no fue refutada. La evidencia que presenté no ha sido refutada. La evidencia presentada en contra es significativa, pero no contundente. Tomar una medida punitiva sería, indiscutiblemente, prematuro. Si mi proposición es aceptada, la inocencia o culpabilidad del chico será, con cada segundo que pase, más evidente. El tiempo es todo lo que este caso necesita, y es todo lo que realmente estoy solicitando en esta audiencia. Creo en este pueblo y en su gente, y, por lo tanto, estoy totalmente confiada en que, incluso en esta sensible situación, serán capaces de observar con claridad y tomar la decisión más coherente y justa.
Mira arremetió súbitamente con una ráfaga irrefrenable de argumentos que dejó, a la fuerza de puro volumen y cantidad, a todos en silencio.
Una persona fue la primera en reaccionar. El anciano contorsionó toda su cara para abrir sus ojos en su máxima capacidad y liberar una sonrisa a boca abierta de pura emoción infantil.
—¡Ja! ¡Ahí está! ¡Eso es un Inovatio!
Al terminar la conversación solo había dos personas cuya expresión se mantuvo inalterada: Mira y Han.
Me sentía patético. Obviamente me sentía patético. No abrí la boca en ningún momento de la conversación. Nunca intenté defenderme. Dejé todo en manos de Mira otra vez. ¿Acaso planeaba seguir así por siempre? ¿Era tan inservible que no podía ni siquiera aportar al caso de Mira? Para este punto podía considerarme plenamente un objeto.
Levanté la voz a un volumen que debería ser inaudible para el resto-
—Qué inútil.
6
Antes de la audiencia, a uno de los guardias se le había encargado cuidar al extranjero por 1 noche. Siendo esta una oportunidad que no se podía desaprovechar, Mira actuó, entablando una conversación sin su empleado.
—¿El chico se encuentra bien?
—Sigue herido, le atravesaron una lanza por la mano.
—Lo sé —el joven solamente pudo responder con una mirada culposa a sus manos.
Lo que pensaba, de manera no muy racional, era que podía haber detenido a su compañero antes de que tomara esa medida desmesurada.
—Tú pareces razonable.
Mira lo veía todo.
—¿Desea hablar de algo?
—Me gustaría. Quiero hablar un poco de este chico, quizás una mente del pueblo sepa un poco más que yo.
—Si está preguntando si lo conozco, ya debería saber que no. Para toda la aldea, él es un extranjero.
—Ya lo sé. Solo quería saber el punto de vista de alguien con más raíces al pueblo, eso es todo.
—¿Qué le interesaría saber?
Mira cambió una pregunta por otra:
—¿Quieres saber cómo lo conocí?
—¿Eh?
—Cómo conocí al chico. Lo conocí en este pueblo. ¿Quieres saber cómo fue nuestro encuentro?
—Está bien… —el guardia permitió ser llevado por la conversación.
Mira sonrió.
—Estaba escondido a pocas casas de donde resido, metido dentro de un callejón. Mi residencia está sobre el río, por si te interesaba.
—Ah. Creo que sé a cuál te refieres.
—Sí. Esa que está vacía todo el año… Como decía, el chico estaba en ese callejón. Yo lo encontré y me acerqué para observarlo de cerca, pero él difícilmente parecía poder percatarse de mi presencia, a pesar de encontrarme frente a él. Decidí acercarme todavía más, hasta encontrarme a unos pocos pasos, me había dado curiosidad por razones obvias.
—¿Razones obvias? ¿A qué te refieres?
—Su pelo, por supuesto. ¿Has visto a alguien con ese color de pelo en tu vida?
—No… Asumí que provenía de una región lejana.
—No hay ninguna región lejana en donde ese cabello sea común. Eso fue lo que me impulsó a acercarme… —Mira se detuvo y miró al suelo, recordando algo—, Cuando estaba a unos pocos pasos de él, finalmente me registró de manera visual. El motivo por el que tardó tanto en hacerlo, me enteré en ese mismo momento, era su terrible estado de salud.
—¿La mano? —el guardia recordó que su extremidad ya estaba lastimada antes de ser traído aquí; pero durante su primer encuentro lucía completamente sano.
Mira hizo una seña con la mano para indicarle que ya llegaría a eso.
—Lo primero que intentó hacer fue robarme. A pesar de que apenas se podía mantener parado.
Que haya dicho eso confundió al guardia. ¿Por qué admitiría un crimen de alguien de quien quería probar su inocencia?
—Recuerdo vívidamente cómo me dijo que lo mejor que podía hacer era entregarle todo lo que tenía… “Por favor”.
—¿Por favor?
Mira rio cordialmente.
—Sí, me pidió por favor. En su mano sostenía un vidrio partido que usó para amenazarme, se había cortado accidentalmente con eso todo el brazo hasta la muñeca. Estaba cubierto de sangre hasta el antebrazo. Le quité el objeto de la mano y él no se resistió porque ni siquiera podía moverse. Le pregunté su nombre, su lugar de procedencia e incluso su familia; porque, a pesar de toda la suciedad que cargaba, se notaba que sus manos y pies estaban excepcionalmente cuidados.
—Sus memorias…
—Comenzó a llorar. Sin ni siquiera poder verme con claridad, me pidió, por favor, ayuda. Le pregunté qué le pasaba, obviamente no tenía idea del tema de sus memorias aún, lo único que me contestó fue: “Tengo miedo”.
Aíto era altamente empático; obviamente, esa era la razón por la que Mira le estaba contando todo esto. Y, aunque él se percataba vagamente de sus intenciones, no pudo evitar morderse el labio y lamentarse por la historia.
—Entonces lo recogí, y él se dejó arrastrar sin resistencia alguna. Cuando lo llevé a mi casa y, poco después, cuando lo interrogué, entendí todo lo que le sucedía. Claramente, se estaba desangrando, ¿pero cómo había llegado hasta ese punto sin darse cuenta? Él no lo sabe, pero probablemente no había comido desde hace más de una semana, como mínimo. Grandes ojeras, debilidad, mareos; estaba tan cansado que de vez en cuando se dormía en el lugar; primero pensé que fue por el desangrado, pero en los días siguientes, con su mano tratada, él lo seguía haciendo. No tenía otro síntoma que demostrara una enfermedad, era hambre pura. Cuando le di una sopa, fue tan intensa su felicidad que lloró.
—Entiendo…
—Ahora, ¿te parece razonable que un hombre así, en ese estado, decida, sin ningún buen motivo, asesinar a alguien? Es francamente estúpido. Más que eso, es imposible. El guardia estaba bien entrenado, ¿no? ¿Y le ganó un chico que no había comido ni dormido bien desde hacía más de una semana? ¿Hiriéndolo numerosas veces en las piernas?
—Ya… Ya sé que el extranjero no es culpable, estoy seguro de que Sen también lo sabe. Con solo ver el cadáver es posible darse cuenta… Solamente es algo que…
Mira lo observó un segundo con la ceja levantada, esperando explicaciones. Cuando esas explicaciones se tardaron en llegar, ella suspiró.
—Perdón. Me fui por la tangente. Solo quería preguntar si tenías alguna idea de lo que le pudo haber sucedido. ¿Ocurrió algo extraño en el pueblo?
—No, nada… Estuvimos ocupados con el festival, por lo que no tuvimos mucho tiempo para asuntos externos al pueblo… Quizás…
—¿Quizás…?
—La razón por la cual Hise fue al bosque para empezar. Fue al atardecer. Estaba junto a él en la entrada. Yo estaba hablando con una mujer del pueblo, y entonces, repentinamente, él comenzó a decir que había visto un hechizo siendo invocado en el bosque… Al resto del pueblo le pareció más un simple rayo, al escuchar su descripción de “pilar de luz en el cielo”, también me sonó a un rayo; pero él estaba convencido. Insistió en ir un momento a revisar… No sé por qué decidí no acompañarlo… Nunca más volvió. Al principio pensamos que se había escondido en la casa de alguna de sus novias en la aldea… Nos equivocamos.
Mira había conseguido una interesante pieza de información. Y, al ver al guardia retraído en sí mismo al evocar la memoria del fallecido, concluyó que la conversación estaba bien finalizada en ese punto.
—Gracias por escucharme… Aíto, ¿cierto?
—Correcto. Puede quedarse por el tiempo que desee.
Mira sonrió y agitó su mano.
—No, no. Ya es tiempo para que me retire. Prefiero dormir en mi residencia, de igual forma.
Caminó hasta la entrada y realizó una leve reverencia.
—Hasta luego, señora Inovatio.
—Nos vemos~
7
Al terminar la audiencia, todos los miembros se marcharon de la residencia para dirigirse a sus destinos personales: la familia, a transitar el duelo en sus viviendas; el empleado y su empleador, a prepararse por lo que tenían delante; y los guardias, los más tardíos en salir, a realizar las preparaciones pertinentes. Estos últimos, sin embargo, no permanecieron más de dos pasos como una unidad al salir a la calle.
—Sen.
El guardia de pelo azul demostraba con su expresión que lo único que deseaba era apaciguar la situación y calmar a todos los involucrados.
Pero el llamado no tardó en derribarlo al suelo, asustando a todos los transeúntes en la zona.
—¿¡QUÉ MIERDA FUE ESO, AÍTO!?
El atacante no tardó en inmovilizar al hombre y levantar un puño lo más alto que su hombro le permitía, apuntándolo a su rostro.
El guardia en el suelo no se resistió, simplemente permaneció con su melancólica expresión, sus ojos cargados de desánimo mirándolo directamente.
—¡¡¡Te puedo permitir intentar calmarnos!!! ¡¡¡Hacernos pensar un poco, antes de decidir ejecutarlo!!! ¿¡Pero cómo te atreves a defenderlo!? ¿¡Qué es esta mierda!? ¿¡Acaso estás del lado del enemigo!? ¿¡Acaso te compró esa Inovatio!?
—Sen… Sabes que estoy en lo correcto… Sabes todo esto tan bien como yo…
—¡¡¡No te atrevas a decir eso!!! ¡¡¡Nunca te perdonaré esta traición!!! ¡Lo juro en nombre de Hise!
Aíto tampoco había transitado el duelo por el fallecimiento de su amigo; nunca se había permitido hacerlo. Su razonamiento, en ese aspecto, era igual. Y su sentimiento de culpa era quizás mayor; él había sido el último en ver a su hermano de armas.
—Hise… —al joven se le rompió la voz, esto era lo más cercano a llorar que el guardia podía hacer, y Sen lo sabía, por eso lo conmocionó y lo hizo retroceder un poco en su ofensiva—. … Hise no querría que matemos a alguien inocente por él… —Sus ojos, brillando por la humedad que no salía, siguieron apuntando directo al otro guardia.
Luego de quedar un rato en silencio, el castaño lo empujó contra el suelo y se desprendió de él.
—¿Qué mierda es eso, Aíto…?
Se dio la vuelta y caminó unos pasos tambaleantes en la dirección contraria, hasta que se despidió:
—Nos vemos en la cacería.
Aíto permaneció un rato tumbado; mirando a ningún lugar en particular hasta que un peatón se envalentonó lo suficiente para darle una mano y ayudarlo, entonces un grupo de pueblerinos se reunió a su alrededor. Aíto era probablemente el individuo más popular dentro del pueblo, quizás con excepción del cacique. Sin embargo, eso no significaba que todos estarían siempre de manera inquebrantable a su lado. En este caso, lo que prontamente ocurrió, es que el pueblo se dividió de manera firme entre aquellos que apoyaban a Aíto, incluso ahora, y aquellos que apoyaban a Sen. Los familiares de Hise, el fallecido, se encontraban en este último grupo.
Han no hizo siquiera una moción para intervenir, ni una moción para ayudar. Esta era su responsabilidad… creía. ¿Pero cuál exactamente? Sus dos responsabilidades peleando frente a sus ojos, ¿cuál responsabilidad debería tomar? ¿Qué era exactamente su responsabilidad? A medida que el tiempo pasaba, la respuesta a esa pregunta se volvía más difusa.
Por lo tanto, el hombre solamente permaneció en silencio, observando, como espectador. Su expresión era una de fría resignación. Helada resignación.