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Capítulo 27 - Nueva Vida - Parte 1

Capítulo 27 - Nueva Vida - Parte 1

1

Hay golpes en la puerta.

—████ —otra vez mi nombre en la puerta. Esta vez, una voz femenina—. ¿Estarás allí mucho tiempo? Regué las plantas que estaba cuidando por ti; pero, lo siento, el ficus se secó.

No contesté. Permanecí sentado en la misma posición.

—Espero que salgas pronto. No es como que todavía tengas que ir a la escuela. No tienes por qué forzarte a salir, pero te haría bien pasar tiempo afuera.

No respondí nada.

—¿Cuándo era tu cumpleaños? ¿El 6? ¿O ese era tu hermano? Perdón, nunca fui muy buena con las fechas. Solo recuerdo que tu cumpleaños era el siguiente.

Me quedé callado.

Mi hermana dejó caer una parte de su cuerpo en la puerta.

—Perdón. Adiós. Te estoy esperando. —Su tono era notablemente triste.

No contesté.

2

—¿Se encuentra bien, señor?

——Sí-

???

Sequé las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos.

—¿Está seguro de que se encuentra bien?

—¿Nutiden?

—¿Sí, señor?

—¿Por qué estás… en mi habitación?

—No se despertaba, por lo que entré para revisar su condición.

—Huh.

—¿Desea que lo vista?

No tenía ropa o, más precisamente, estaba en ropa interior y estaba compartiendo cuarto con esta mujer. Me tapé el cuerpo con la sábana y evité mirarla de manera directa.

—¿Se siente bien?

—Sí… Eh… Me quiero vestir.

—¿No desea que lo vista yo?

Más que me vista, deseaba que se marchara; pero tampoco quería decir eso tan directamente…

—Nutiden.

—¿Sí, señor?

Tomé la muda de ropa que estaba doblada en sus brazos.

—¿Puedes darte vuelta?

—Sí, señor.

La mujer acató mi pedido con precisión robótica.

——Gracias…

—Hoy tendremos que volver al instituto. El señor Partum tiene que continuar con su tratamiento; además, la señora Mira desea que usted pase sus días allí.

Me coloqué la camisa y luego los pantalones.

—Ya veo. No me estoy quejando; pero, Nutiden, el tratamiento… ¿Seguirá siendo así? Digo, no hicimos nada ayer; solo comimos con Partum.

—Descansar es parte importante de su tratamiento y, como mencioné anteriormente, la señora Mira desea que pase sus días allí.

Me coloqué el cinturón y las botas.

—Está bien, Nutiden. Gracias.

—Es mi trabajo —respondió.

—Y cuando alguien hace un buen trabajo, hay que agradecerle… O al menos eso creo.

Abrí la puerta de la habitación y me congelé unos segundos mirando el marco macizo.

—Su desayuno ya está preparado —me notificó la sirvienta desde dentro de la habitación.

—Muchas gracias.

Por algún motivo, el paso hacia fuera se sintió inusualmente pesado.

3

—¿¿¿Y dónde naciste??? O mejor, ¿a qué familia perteneces?

—Prefiero no hablar de eso…

El rubio apoyó su mano en mi brazo derecho, evitando sutilmente la herida de latigazo que aún sufría en mi hombro.

—Te entiendo —me respondió, con un derroche de empatía en su voz.

Inmediatamente después de decir eso, continuó desvariando sobre una discusión que tuvo acerca de la documentación del instituto. En ese aspecto, era similar a su hermana: poco o nada le importaban los sentimientos de la otra persona en una conversación. Nuevamente, el protocolo UDP.

Ya que no estaba comiendo, decidí interrumpir las incoherencias de Partum con algo que había estado rondando en mis pensamientos.

—Oye, Partum, ¿qué había ocurrido antes de conocernos?

—¿Qué había ocurrido antes de qué, cuando qué? —respondió confundido. Hubiera una posibilidad real de que el hombre se había olvidado.

—Cuando nos conocimos… Eso de atarte a un palo… y lanzarte piedras… ¿Qué fue todo eso?

Una ola de tristeza pintó su rostro.

—Ah… Eso… Sí… Lo que ocurre es que soy algo así como un… incomprendido… en este instituto; por lo que todos mis intentos por ayudar son mal vistos…

¿Incomprendido? Era rico, atractivo y tenía una posición administrativa de algún tipo dentro del instituto. ¿Cómo sería incomprendido? ¿Incomprendido por quién? No entendía, pero decidí simpatizar con sus expresiones.

—Ya veo… Pero parece que todo el mundo ya te perdonó, por suerte… ¿Qué fue exactamente lo que sucedió?

—Ah, sí. Esto pasa de vez en cuando. Así que, con solo dejarles robar todas mis pertenencias, soy perdonado —informó. Su expresión volviendo a su característica sonrisa feliz como si nada hubiera pasado.

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Era impresionante su capacidad de hablar como si no tuviera el más mínimo sentido común. ¿Era otra vez una diferencia cultural? No, este mundo no era tan absurdo; este hombre era simplemente extraño.

—Entiendo. Pero, Partum, ¿qué hiciste para que todos se enojaran?

—Sí… Mm… —el hombre me respondió con arroz en la boca—. Quería conseguir que todos en el instituto ganaran mucho dinero… —siguió masticando—. Para que todos pudieran recuperar el dinero de su admisión, entre otras cosas… tú me entiendes.

—¿Qué? ¿Y cómo planeabas lograr eso?

—Esa es la parte interesante —contestó con una sonrisa presumida. Entonces, extrajo un pedazo de papel y algo como un lápiz metálico del bolsillo de su pantalón—. Este es un sistema increíble que diseñé, con la capacidad de generar una gran cantidad de dinero.

Cometí la equivocación de acercarme para escuchar su explicación, y él comenzó su ilustración con un hombre de palitos, utilizando ese lápiz que no dejaba trazos muy visibles.

—Este soy yo —declaró, señalando el hombre de palitos con esa sonrisa petulante aún en su rostro—. Lo primero que está en orden para iniciar el sistema es realizar una inversión confiable de poco dinero; en mi caso, utilicé un negocio de mi hermana porque estos recuperan su ganancia muy rápido… Pero, de esta forma, solo yo sería el único beneficiario de mi inversión, por lo que el segundo paso es agrandar mi círculo de inversión y, de esa forma, realizar inversiones más grandes y lucrativas.

—Ah. Querías crear una especie de fondo de inversiones —respondí, desconociendo el monstruo que tenía enfrente.

—¿Qué es eso? —me preguntó confundido—. Lo que diseñé es un sistema jerárquico en el cual puedo añadir dos personas que compraran su entrada con dinero, un hyakkoiri, exactamente. Ese dinero luego lo utilizaría para invertir más y luego le daría el 25% de las ganancias a cada uno —dibujó dos líneas saliendo del hombre de palitos hacia dos círculos más.

—Hm.

—¿Pasa algo?

—Esa descripción me hizo recordar otra cosa…

Pero no podía ser, ¿no?

Ya me estaba preocupando, más aún no entendía la magnitud de la catástrofe que se estaba por venir.

—Bueno, con el segundo paso estamos mejorando; pero obviamente no tenemos el alcance de la totalidad del instituto que estoy buscando. Entonces, mi siguiente paso…

No lo digas.

—Es que los dos miembros ingresados al sistema por mí…

No lo digas, por favor.

—Ingresen a sus propios dos miembros y, de esa forma, agregarle más dinero a la inversión. Se aumentarán las ganancias, los miembros mayores podrán recuperar de manera segura el dinero de admisión y las nuevas incorporaciones recibirán un 25 % de aquel que los ingresó. Y así una, y otra, y otra vez. La inversión no desaparecerá, por lo que el flujo de dinero sería constante mientras se sigan ingresando miembros. Cada vez, la inversión sería más grande, y la cantidad de dinero para repartir aumentaría proporcionalmente. Pero, por supuesto, me estaría quedando con una parte enorme con ese 50% inicial, por lo que me comprometí a utilizar ese 50% de ganancia exclusivamente para aumentar la inversión. Mientras que la gente que entre al sistema ingrese más gente, su ganancia está prácticamente asegurada. ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás mirando así? Parece que viste a un dragón, ¿por qué la cara?

—¡Eso es solo una estafa piramidal! ¿Cómo rayos se te ocurrió realmente, de buena fe, que un sistema así conseguiría dinero?

Extraña, inexplicablemente, el hombre pareció ofenderse por mi denuncia.

—Disculpa, Heiko, pero no me agrada para nada que llames a mi sistema una “estafa”. Además, su nombre es “Sistema fluido de Inversión”, no “Pirámide”.

—¡Es una pirámide! ¿¡No ves la forma que hacen los hombres de palitos en tu ilustración!?

—Huh —miró al dibujo y exhaló—. Nunca lo había pensado de esa forma.

—¿No te das cuenta de que la ganancia tiene que crecer de manera exponencial para que los miembros más abajo en los escalones recuperen su dinero?

—¡Pero por eso tienen que ingresar más gente! ¡Ellos se quedarán con un 50 % de la ganancia de lo que esa gente ingresa!

—Partum, escucha, incluso si limitas la cantidad de miembros que cada integrante puede ingresar a 2, para el 12º escalón ya tiene que haber 12^2 personas nuevas; esas son 4096 personas nuevas, tan solo en el 12º escalón. Y si no limitas la cantidad de miembros que puedes ingresar, entonces lo más probable es que la gente de arriba no acumule solo el dinero, sino también todos los posibles miembros.

—Pero… Hay mucha gente en el mundo… Y solo ingresar a dos personas no debería ser tan complicado… Además, invierto el dinero y obtengo más.

—¡Tu inversión tendría que crecer de manera proporcional a la cantidad de gente ingresada, es decir, de manera exponencial! Este sistema nunca iba a funcionar, por eso se le dice “estafa”. Usualmente, las personas que organizan este tipo de estructura lo hacen a sabiendas de que nunca sería redituable y la gente de abajo perderá todo su dinero. Caramba.

Terminé mi reprimenda y, sin pensar, di una bocanada brusca de arroz.

—Despacio, genio —respondió de manera hostil—. No sé de dónde sacas esta información, pero no hay nada en ningún libro del instituto sobre “estafas piramidales”. Y, además, el sistema funcionaría siempre y cuando los miembros ingresen a las personas que tienen que ingresar.

Esta vez me enojé yo.

—Y ese “sistema” tuyo, ¿funcionó? —lo desafié con la mirada.

—¡Sí! —respondió rápidamente—. S-Sí… Al principio…

—…

—La primera semana funcionó…

—Hm.

—Está bien, tienes razón, no pude conseguir el dinero; pero, para volver a tu pregunta, esto no fue lo que me llevó a la situación en la que me encontraba.

—¿¡Hay más!?

—Bueno… Mi Sistema Fluido de Inversión estaba comenzando a ser levemente complicado de mantener, por lo que se me ocurrió un nuevo uso para el sistema.

—Por favor, di que lo convertiste en un fondo de inversión común y corriente. Solo tienes que repartir el dinero invertido según la proporción correspondiente.

—¿Qué? No. Lo usé para hacer apuestas.

—¿¡Qué!?

—Escucha, los duelos en el instituto son muy populares; hay mucha gente dentro del instituto, e incluso de la ciudad, que apuesta en ellos. Entonces, cuando me encontré en mi límite, elegí tomar la decisión difícil.

—Por favor, no digas que hiciste una apuesta arriesgada con el dinero.

—No, por el contrario —respondió con una sonrisa presumida y agitando un dedito—. Yo soy el número 4 del instituto; eso es el cuarto hechicero más poderoso. Con eso en mente, me presenté a un duelo con alguien de menor rango. Conseguí que la gran mayoría de las apuestas fueran a mi favor, y entonces…

No.

—Ordené a una de mis sirvientas apostar todo el dinero del Sistema Fluido de Inversión en contra de mí. Entonces perdí. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras como si hubiera asesinado a un bebé frente a ti?

Lo agité por los hombros para que reaccionara.

—¡Eso es fraude de apuestas deportivas! ¡Utilizaste el dinero conseguido por una estafa piramidal para realizar fraude de apuestas deportivas! ¡Eres un estafador! No, ¡un ladrón! ¡Un criminal!

—P-pero las apuestas en los duelos no suelen ser muy grandes; lo que ellos podrían perder no se compara a los beneficios que generaría si pudiera concentrar todo ese dinero en mi Sistema Fluido de Inversión.

—¡Te estás quedando con un 50% y la gente abajo tuyo con otro 50% de eso! ¡Los que están debajo de ellos no se quedarán con nada! ¡Y, probablemente, esa misma gente te estima y apostó por ti en el duelo! ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¡Te aprovechaste de los buenos sentimientos de la gente!

—Si-… Si la inversión hubiera ido un poco mejor, no habría tenido que recurrir a eso…

Me desplomé en mi espacio del banco cuando entendí el peso de toda su confesión.

—Eres un criminal… Mi doctor es un criminal… Deberías estar en prisión…

El hombre continuó comiendo su arroz como si la conversación no fuera de la más mínima importancia.

—Ah… No pasó nada. Al final, se quedaron con todo el dinero y mis pertenencias. Me hicieron hacer toda la documentación del instituto del mes, como te estaba contando, y ahí terminó.

—Te embargaron… Eso no es algo menor…

—Oye, Heiko, pareces saber mucho de estas cosas. ¿Estudiaste comercios o algo así? —me preguntó con arroz en la boca.

Mi conocimiento no es más que el promedio de mi mundo. Pero supongo que no puede considerarse así aquí… Hm…

—No… Eh…

—¿No? ¡Qué interesante! ¿Estudiaste algo?

—Eh… Idiomas, supongo…

—¡Oh! Idiomas, ¿eh? ¿Viajaste por el mundo, o algo así? ¿Cuántos idiomas sabes?

—Mmm… Una buena cantidad… Pero no sé mucho del mundo…

Es decir, no conocía ni un mapa de cómo se veía este lugar.

—Oye, Heiko, me interesaría hablar más contigo sobre otros sistemas de comercio. Si sientes que no sabes mucho del mundo, estás invitado a visitar la biblioteca del instituto cuando quieras. Si sabes más, podremos tener conversaciones más fructíferas en el futuro. Esa es toda la filosofía del instituto.

Terminó de comer su arroz rápido, se levantó y echó a correr hacia otro sitio.

—¡Adiós, Heiko! ¡Me voy a completar las dos semanas de documentación que me quedan!

Y así, el estafador se marchó, dejándome a solas con Nutiden. Bueno, no exactamente “a solas”, porque estábamos en un comedor público; pero, algo así como a solas.

—Nutiden, ¿no tienes hambre?

—Ya almorcé, señor.

¿Cuándo? No se despegó de mi lado ni un momento.

Me retiré tranquilamente del comedor, acompañado de Nutiden. No había podido comer mucho; realmente, no tenía ningún apetito. Lo único que me advertía de mi necesidad de alimento era la sensación enfermiza, las náuseas y el dolor punzante en el estómago que volvían después de un periodo prolongado de ayuno. Aún faltaba un rato para que me sintiera así. Prefería no comer hasta que me viera forzado.

Sin pensarlo, había estado recorriendo todos los campos especiales de la academia; tanto los que utilizaban para practicar magia como los que tenían un motivo deportivo o escolar más convencional. Desde el pasto hasta las personas en mi alrededor, por alguna razón no podía enfocarme en nada concreto; estaba aislado, pero, al mismo tiempo, hostigado. Sin embargo, no había nada en particular que me estuviera causando esa sensación. Los estudiantes eran más discretos o menos prejuiciosos que los pueblerinos; ellos no estaban causando la incomodidad; por lo menos, no de forma consciente.

Sentí una tensión crecer en mi estómago, mi corazón palpitando con más velocidad. Miré a Nutiden de nuevo; estaba quieta, esperándome. ¿Me pregunto si ya podré volver a la residencia…?

—Nutiden…

—Todavía tenemos un poco más de tiempo, señor, puede visitar la biblioteca si desea.

Mis manos estaban sudando otra vez.

—Nutiden, creo que… Creo que iré mañana. Sí… Mañana será mejor…

—Si así lo desea, señor —me respondió la sirvienta, cerrando los ojos.