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Capítulo 24 - La Ciudad Portuaria De Minashi - Parte 1

Capítulo 24 - La Ciudad Portuaria De Minashi - Parte 1

1

—Esta es la residencia principal en el continente central de la familia Inovatio.

Me dijo Mira, como si no hubiéramos entrado a uno de los lugares más fascinantes que vi en mi vida. ¿Así era como se veían esos edificios antiguos europeos en su tiempo? Blanca, lujosa, una verdadera mansión. Cada mueble estaba tan precisamente confeccionado, tan artísticamente diseñado, que el límite entre lo que era funcional y lo que era decorativo se había difuminado- no, se había esfumado. No sabía dónde iniciaba lo puramente ornamental y lo genuinamente útil. Todo era hermoso. Todo había sido diseñado, de manera hermosa, para que sea hermoso. A pesar de la noche, la iluminación era tan clara que uno pensaría que este mundo ya tenía acceso a la electricidad, pero no, era únicamente iluminación por combustión.

Mira me hizo una seña con la mano para que la siguiera. Avanzamos por los pasillos de la casa. No pude evitar mirar frenéticamente cada esquina del sitio.

No esperaba que hubiera tanta gente, más precisamente: sirvientes, caminando en la casa. Uno esperaría, o al menos estaría acostumbrado por la ficción, a que los sirvientes detuvieran sus tareas para saludar a su amo; pero esa regla no parecía existir en este mundo. El sirviente hacía su trabajo y permitía que su amo hiciera el suyo; lo que sí podía existir era un saludo de cortesía, pero nada más. Ni siquiera nos recibió un sirviente para preguntarnos sobre nuestros deseos, aunque ese quizás fue el caso porque Yoi estaba a nuestro lado. Obviamente, no hubo ninguna especie de acto de bienvenida, ni nada similar; de hecho, lo único que te podría dar un indicio del estatuto de Mira era el frenesí de los guardias por dejarnos atravesar el muro, y supongo que nuestro acceso ilimitado y sin cuestionamiento a semejantes instalaciones como esta.

Estaba viendo hacia el techo cuando finalmente arribamos a nuestro destino.

—Entra —ordenó Mira.

Llegamos a una habitación más pequeña y simple, que contaba únicamente con un escritorio y su silla, otra silla al lado de la puerta, varias bibliotecas y dos macetas con plantas en las esquinas de la entrada.

Seguía mirando como un idiota mis alrededores, cuando Mira me llamó la atención aclarando su garganta.

—Solo dos cosas, y te permitiré ir a descansar a tu cuarto —dijo desde la silla de su escritorio.

—¿Tengo un cuarto?

—Hay varios cuartos para huéspedes; tú tendrás uno de ellos. ¿Qué pensabas, que te haría dormir en la calle?

Asentí con la cabeza, entendiendo su muy válido punto.

—¡Bueno! ¡Dos cosas!

Asentí nuevamente.

—¡Primero! —empezó a hablar de la misma forma que lo hizo aquella vez en Choura. El tonto de Balance la había intentado imitar con muy poco éxito—. Tu cuerpo está destruido, por más que te empeñes en decirle lo contrario a Yoi. Además, puedo notar que estás… enfermo, por lo que ya, desde mañana, te presentarás con un doctor que conozco. Pasarás la mayor parte de los días allí; obviamente, volviendo a la residencia a la noche para descansar.

¿La mayor parte de los días? Eso no quería decir que…

—Pero, Mira, me seguiré viendo contigo, ¿no?

—Por supuesto, pero no con la misma frecuencia. Estaré mucho más ocupada. El viaje a Choura sirvió como una especie de vacación para mí, después de todo.

—…

—¿Qué pasa?

—¿Eh? No pasa nada.

—Lo noto en tu rostro, ¿qué sucede?

No cambié la expresión de mi rostro, al menos no de manera consciente; no sabía a qué se refería. Dejé de observar los alrededores para mirar a Mira de frente, entonces lo noté. Estaba en la disposición de sus ojos y, ultimadamente, se manifestaba en la totalidad de su mirada: algo me hacía entender que era inútil intentar ocultar cosas de ella. No, era peor que eso, sentía que era inútil intentar esconder cosas de mí mismo frente a ella. Empecé a sudar bajo la presión de Mira, pero sentía alivio por no tener a esta persona como un enemigo.

—Supongo… Supongo que no quiero alejarme de ti, Mira —le contesté, arrojando las palabras que encontraba en el momento.

Mira me sonrió.

—Estuvimos juntos por diez días, ¿y todavía no te cansas de mí? Realmente eres muy romántico, Heiko.

Sonreí de manera incómoda.

—Lo siento, pero es inevitable —dijo—. Por eso pasarás los días en el Instituto, junto al doctor. Además, te dejaré asistencia. Eso era lo segundo que te quería mencionar.

¿Dejar asistencia…? Esa expresión era un poco ambigua.

—¡Segundo! —recitó, volviendo a su tono y luego suspirando con su mano en el pecho, como si solo eso le hubiera exigido físicamente— Dada tu condición, consideré adecuado poner una persona a tu disposición, un sirviente.

Ah, ese tipo de asistencia.

—¿Yoi?

—No. Ella es mi sirviente. Te asignaré una sirviente que se llama Nuti.

—¿Nuti?

¿Nuti? Mira, Yoi, Sen… Hm… No tenía la misma base que el resto de los nombres.

—Sí. Nuti es su apodo, su nombre es Nutiden.

¿¡Nutiden!? Eso sí era completamente distinto a los demás. Qué nombre curioso.

—Nuti se encuentra ocupada ahora mismo, pero la enviaré a que se introduzca esta noche. Ella- —bostezó en medio de sus palabras— Ella te dará toda la información que necesitas, ¿sí?

—Entiendo, Mira.

—¡Ah! Casi me olvido. Deberías tener cuidado en la ciudad.

—¿Hm? ¿Es peligrosa?

—No…

Mira empezó a perder la fuerza de su mirada. Me enteré de esto durante el viaje: a Mira, el sueño la atacaba de forma brutal. Era como un celular, que en el instante que llega a 0, se apaga. Supongo que Mira anda a 120% de eficiencia durante todo el día; entonces, cuando se le agotan las reservas, le pega como un tren.

—Es solo que… destacas mucho… —dijo, apoyando su mentón sobre el escritorio.

Saqué como 20 fotografías mentales con los ojos antes de procesar lo que me dijo y girar la cabeza, confundido.

—Es tu situación… de acá arriba… —levantó una mano para apuntar a la cúspide de su cabeza.

¿En serio? Otra vez lo de-

—¿Qué ocurre con mi pelo? ¿Acaso están en guerra con un reino con muchas personas con este color de cabello?

Mira cerró los ojos y dio una risa lenta, como la de un ebrio. Qué grandeza, la de la Mira somnolienta.

—No hay ningún reino así… —finalmente dijo— Aunque eso sería muy divertido… —se rio otra vez—. Es solo que… No hay gente con el pelo negro… —explicó, sonriente.

¿Era el sueño?

—¿Cómo no hay gente con el pelo negro? Tal vez es poco común, ¿pero que no haya…?

Mira levantó un dedo.

—Yo soy una comerciante. Hay muchos colores de pelo distintos… La gente con pelo de color se vende a muy buen precio… Esto es porque tienen más afinidad con la Influencia… en general… Y también los coleccionan.

¿De qué estaba hablando esta mujer? ¿Venta de personas? Es decir, ¿como objetos?

—¿Los venden como esclavos?

Mira se rio de nuevo.

—No, Heikito… No se pueden tener esclavos en Kiokai… Aunque hay ciertas formas de… evadir… esas restricciones. Me refería más a mercenarios… o infantes adoptados.

Eso no sonaba precisamente mejor, pero claramente había un aspecto de shock cultural en juego aquí.

—Como decía… —continuó Mira—. Yo conozco al mercado y, aun así, nunca he visto una persona con un pelo negro como el tuyo en mi vida… Hay muchas leyendas, pero… —bostezó—, eso es harina de otro costal.

Balance, ¿cómo puede ser?

—Influencia —respondió en mi mente, dejándome insatisfecho.

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Justifique su respuesta.

—Ha… No tengo ganas de hablar ahora, así que lo haré simple. Genes de color de pelo mutados sugieren afinidad para la Influencia. Gen de pelo negro dominante se volvió recesivo. No es exactamente “imposible” que haya alguien, pero es muy poco probable. Si tuviera que explicarlo de manera muy simple… La Influencia “erosiona” los filamentos del cabello.

—Entiendo.

—¿Qué cosa entiendes, Heikito…?

Mierda, hablé en voz alta.

Debería dejar descansar a Mira; pero, en mi defensa, era muy adorable, y estaba francamente interesado en la conversación.

—¿Cuáles son esas “leyendas”, Mira? Además, ¿me secuestrarán en la noche para venderme?

—Con Nuti a tu lado, es imposible que te pongan un dedo encima… Pero seguramente te miren raro… como en Choura.

¿Eh? Cuando escuché el nombre de “Nutiden”, honestamente, me había imaginado a una señora mayor… Pero ahora resultaba ser una especie de… ¿Luchadora marcial?

No pude evitar que surgiera la imagen de una sirvienta con cuerpo de luchador de sumo, en posición defensiva a mi lado.

—Y con respecto a las leyendas… Creo que eso lo dejaremos para otro día… Heiko… Deja que Yoi te lleve a tu cuarto… Yo me quedaré un momento descansando aquí.

Apoyó los brazos sobre la mesa y recostó su cabeza encima.

Saqué 50 fotos mentales más.

—Adiós, Mira. Gracias por cuidarme. Siempre me cuidas, creo que nunca te podré devolver apropiadamente el favor…

Mira solo contestó despidiéndose con una manito.

La miré antes de salir. Ella me generaba una inmensa calidez en el pecho. Muchas veces sentía pudor de decirlo en voz alta; sonaba ridículo, habiéndola conocido hace tan poco, pero creo que, realmente, podía decir que amaba a esta mujer. Y no me refería en el aspecto romántico; la amaba como persona. Quizás era un sentimiento sin justificación, algo en extremo superficial, pero… Incluso olvidándome de la forma en la que me salvó, intentando ignorar esos feos sentimientos nacidos de la autopreservación o de su forma de ayudarme constantemente… Amaba su forma de ser, y amaba lo que realmente era… Creo que eso era parte de por qué me habían impactado tanto sus palabras al entrar a la ciudad.

No sabía si me estaba escuchando; esperaba que no. Las inhalaciones y exhalaciones constantes me hicieron sentir un poco más seguro para decirlo.

—Te amo, Mira.

Ella no me contestó, por suerte.

2

—Bueno, ya puedo dejar de fingir.

Yoi me había dirigido a mi habitación, que era más o menos del mismo tamaño que la oficina de Mira. La cama estaba ordenada y tenía un imán que atraía mi cuerpo hacia ella, o quizá un centro gravitatorio. Cargando el estrés del viaje y el dolor constante de mis heridas, tiré mi cuerpo hacia el colchón.

—Gueh-

Me dormí en el instante en que mi cuerpo tocó la cama.

3

Había golpes en la puerta.

Me estaban llamando. Era una llamada usual, un evento constante. Mi cuerpo cargaba un terrible peso. El aire en la habitación era turbio y asfixiante. Esa puerta, esa salida, se sentía tan, tan lejos. Cada paso que daba hacia ella era más pesado que el anterior y, por eso, terminaba optando por no dar ninguno desde el inicio.

Adaptación. La sensación asfixiante del encierro se terminó convirtiendo en un buen augurio: “Estoy en el lugar que quiero estar” y luego: “Estoy en el único lugar que puedo estar”. El agujero en mi estómago me generaba un terrible vértigo, pero ya lo conocía; lo conocía muy bien; lo conocía tan bien, que sabía que podía ser mucho peor. Mejor malo conocido que malo por conocer; esa era la máxima que impulsaba todas y cada una de mis acciones.

El frío y el sudor eran diarios, pero transitivos; en algún momento iban a desaparecer, solo tenía que resistir; solo tenía que resistir con el nudo de bilis y asco atorado en medio de mi garganta.

Solo tenía que aguantar la tormenta y después descansar.

No tenía que aventurarme a lo desconocido y sufrir la peor de las derrotas dentro de la opaca, densa niebla de guerra.

Había golpes en la puerta…

4

Brinqué de la cama con un fuerte zumbido en los oídos. Un dolor agudo en ambas palmas me hizo perder la fuerza y no pude evitar caer de cara en el colchón.

—Puaj-

Froté mi rostro contra la frazada y un “Oh” se escapó por mi boca cuando miré por la ventana.

No había dormido nada. De la ventana, lo único que llegaba a ver era la oscuridad del cielo nocturno y una que otra estrella más cercana al horizonte. La residencia Inovatio en Minashi tenía 3 pisos; mi habitación se encontraba en el segundo y contaba con una de las ventanas enormes de la mansión.

Mi oído captó un sonido rítmico proveniente de la entrada.

—Ah.

Había golpes en la puerta.

Me levanté de la cama y caminé para abrirle a mi visitante misterioso.

Abrí la puerta-

—Buenas noches. Mi nombre es Nutiden; estaré a su servicio.

Pasé mi mano derecha por mis ojos, frotándolos, intentando limpiarlos una y otra vez.

—Buenas noches —se repitió.

Cerré los ojos, y luego los abrí.

—¿Señor? —La joven inclinó la cabeza, haciendo que los mechones de su cabello blanco se cayeran hacia un costado.

Balance, no estoy muerto, ¿no?

—Por el momento, no. Es solo una humana, ¿qué te sucede?

Balance, ¿existen los ángeles?

Balance me envió un suspiro decepcionado.

Era hermosa. Creo que no era necesario añadir un descriptivo más. Era la definición de “hermosa”. Estaba vestida con el atuendo blanco y negro de sirvienta. Su cabello era blanco, blanco puro. No era blanco de vejez, no era un cabello desgastado, era brillante e intenso. El cabello lo tenía atado en una coleta hacia el costado. Su piel era incluso más blanca que la de Mira. Sus ojos eran grandes y celestes.

—p-p-p s-a- —dije.

—¿Señor?

Sabía que solo iba a lograr expulsar otra incoherencia de mi boca, así que me forcé a mantener silencio. Asentí y le hice una seña para que siguiera con lo que tenía que decir.

—Buenas noches. Perdón por molestarlo, pero estaré a su servicio. Si desea algo, no tiene más que pedirlo. Mañana visitaremos el Instituto de la ciudad —repitió la reverencia que hizo al inicio de la conversación.

La mujer, además de la definición de “hermosa”, era la definición de “prolija”. No había un pelo fuera de lugar, una sección de su vestido doblada, nada; todo estaba en su lugar. Incluso su postura era perfecta.

Utilicé un truco viejo, levanté la mano como uno hace cuando le pide el paso a un auto, y asentí con la cabeza.

—Bueno. Le permitiré descansar. Si me disculpa —hizo una última reverencia y se retiró.

La vi marcharse y, cuando finalmente desapareció al final del pasillo, aspiré por primera vez desde que abrí la puerta. Froté mis manos para secarme el sudor que se había acumulado y cerré la madera de entrada.

Me acosté espalda abajo y observé el techo una cantidad indefinida de tiempo hasta quedarme dormido.

5

Yoi me vino a buscar al cuarto esa mañana; seguía preocupada por mí, pero su expresión cargaba cierto tinte de amargura. Supongo que no le agradaba del todo la idea de que no esté más a su cuidado. O quizá sucedía algo completamente distinto; no conocía tanto a la mujer.

Me había preparado para desayunar solo, pero Nutiden estaba esperando al lado de mi silla, tan perfecta como había estado ayer y tan perfecta como seguramente iba a estar mañana. Me hizo una reverencia que le devolví y luego me senté como único usuario de la amplia mesa del comedor.

Entonces entró Mira, portando un aura electrizante. Había recuperado toda la energía que había perdido el día de ayer y estaba lista para operar al 120% de eficiencia en el que solía.

—¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? —preguntó sin mucha sinceridad. Después de todo, ya conocía la respuesta.

A pesar del ímpetu en su voz, parecía estar pensando en otra cosa, algo que era bastante usual.

Se sentó en la punta de la mesa y comenzó a comer de las bandejas de pan que estaban repartidas equitativamente.

—Heiko, Nuti —Mira nos presentó—. Nuti, Heiko.

La sirviente me regaló otra reverencia que yo le devolví demasiado tarde.

—Nuti estará a tu disposición por el tiempo previsto. No temas en solicitarle o inquirirle lo que quieras.

—Mir-

—Me tomé la libertad de desayunar aquí para explicarte un par de cosas… porque no recuerdo exactamente cuánto te expliqué ayer… —Miró al suelo y luego recuperó el tono de su voz—. Supongo que por lo menos te expliqué que tendrás que visitar el instituto de la ciudad.

—Sí.

En realidad, lo había mencionado Nutiden, pero una pequeña mentirita blanca no le hacía daño a nadie.

—¡Excelente! —Mira aplaudió— Entonces estás enterado de casi todo. Quería encomendarte otra tarea, para aprovechar tu visita al instituto.

No sabía exactamente cómo reaccionar. Así que miré de reojo a Nutiden y a Yoi. Oh, Yoi parecía algo enojada. Nutiden era imposible de leer; sería la mejor jugadora de póker del mundo.

—Como te he explicado, el principal sujeto de estudio del instituto es la Influencia —no lo había explicado—. ¿Hablamos sobre tu pelo?

—Solo dijiste que era raro y que había leyendas, nada más.

—Oh. Qué extraño —miró al techo como para recordar algo—. Bueno, voy a aprovechar este tiempo para hablarte un poco de la reputación que tiene el pelo negro. ¿Por dónde comienzo…? Mmm… Empecemos por lo factible: Hace unos cuantos años, hubo un rey que transformó completamente al reino. Ese rey tenía el pelo negro, como tú.

—¿Te refieres a Kiokai?

—Claro. Como decía, el rey provenía del campesinado, una clase social inferior, cuando todavía existían ese tipo de cosas. Ese rey era un genio y, aunque eso no tenga nada que ver con el color de su cabello, algunas historias quedaron inexorablemente aglutinadas a ese dato; por lo que la reputación general es… Mixta, compleja.

—¿Hay algo concreto?

—No. Se lo toma al pelo negro como un buen augurio o uno malo —Mira inclinó la cabeza, dándose cuenta de la paradoja escondida en sus palabras—. En ese sentido, sí, hay algo concreto: habrá una predisposición positiva o negativa hacia ti, no un punto medio.

—¿No hay nada sobre… Influencia…? Que es lo único que realmente tiene una relación.

—¡Sí! —respondió Mira, emocionada—. El rey no podía utilizar Influencia, ni un poco de ella. Por lo que la idea general es que las personas con ese color de pelo no tienen aptitud, o fueron maldecidas.

—Ah…

Aunque supuestamente tenía un gran potencial, ¿no? Tal vez, el que no sea de este mundo me permitía escapar de la regla.

—Pero hay otra leyenda —dijo Mira, luego de tragar un trozo de pan—. Una leyenda que precede incluso al rey campesino, una leyenda que el mismo rey utilizó a su favor. La leyenda antigua dice, en conjunción con un lenguaje muy florido, que aquellos con el cabello de oscuridad tienen el mayor potencial mágico de todos. Fuerzas imparables, capaces de utilizar cualquier tipo de hechizo —Mira se achicó de hombros—. Pero esa historia se desmitificó en el momento en que el rey campesino nació, supongo.

—¿No me tendrá miedo la gente, entonces?

En Choura me temieron. Si la gente creía todo este tipo de historias…

—No es como que todo el mundo tiene conocimiento sobre relatos tan viejos. Es decir, con suerte sabrán del rey campesino. Imagínate que en Choura pensaban que eras un extranjero. El problema es que en el instituto sí habrá más gente que sepa de esto, por lo que te dejo con la advertencia. Ah, y quiero ver cuál leyenda es cierta, así que harás un examen de aptitud. Son cortos; él lo puede realizar.

—¿Él?

Mira parecía un poco fastidiada, no conmigo, pero ciertamente fastidiada.

—Sí… él —sacudió la mano un par de veces—. Tu doctor.

—Ah.

La misión que Balance me había encomendado era justamente aprender sobre la Influencia, la que será mi principal arma en este nuevo mundo. Oye, Balance, ¿hay algo de cierto en esas leyendas?

—Nop. Es decir, el rey existió. Pero el color del cabello negro es solo un gen recesivo; no hay nada en especial con la gente que tiene ese color de pelo. El control que puede o no tener una persona sobre su Influencia no estará determinado por eso.

—Ya veo.

—¿Qué ves, Heiko?

Mierda, hablé en voz alta.

Le hice la seña del rey Baldwin a Mira y nuestro desayuno prosiguió sin inconvenientes.