Íbamos cayendo, no sabíamos por dónde, pero todo estaba mojado. Agarré a Lyra con todas mis fuerzas y, cuando pude, le tomé la mano a Kiomi para aferrarme a ella. Oscuridad. Miedo. Eso me recordó todo esto.
Tras un rato, finalmente salimos de aquel lugar y caímos directamente al piso. Protegí a Lyra, cayendo primero yo y dejándola encima de mí.
—¿Estás bien? —me preguntó al reincorporarse.
—Sí, estoy bien —le dije con una sonrisa para que se mantuviera tranquila—. ¿Están todos bien? —
—Sí —respondió Kio, algo abrumada, con su tono característico.
—Sí, estamos bien —añadió Kiomi, abrazando a Kio con sus manos.
Volteé a mi alrededor. Era un lugar completamente diferente al que estábamos acostumbrados. Había rascacielos por todas partes, enormes, de vidrio. Era de día, el sol estaba en su punto más alto, aunque nosotros nos encontrábamos en un callejón, se notaba de inmediato.
Caminé un poco para salir del callejón y ver nuestro alrededor. Todo era tan extraño. Se veía animado, había muchas personas caminando y hablando, y el ruido era abrumador. Los coches pasaban pitando, luces brillaban por todos lados, y la gente parecía no prestar atención a nada.
Mientras seguía exaltado por lo que veía, algunas personas me miraron, pero no entendía por qué. Ahí fue cuando me di cuenta de que era por mi ropa. Todos llevaban ropas finas y ligeras, mientras que yo llevaba una armadura de metal y estaba completamente mojado. Al instante, me metí de nuevo en el callejón.
—Deberíamos ir al lugar que nos dijo Thailon que buscáramos. —
—Tienes razón —dijo Kiomi, mientras secaba a los demás.
Salimos del callejón. La gente nos seguía mirando, lo cual resultaba bastante raro.
—Disculpe... —tratamos de preguntar a algunas personas por ayuda, pero solo nos miraban extrañados y se alejaban. Esto iba a ser complicado.
Finalmente, unas personas muy amables, vestidas de manera distinta, se acercaron y nos pidieron una "foto". Después de eso, amablemente nos ayudaron a encontrar el lugar. Al parecer, un café llamado "Cántico del Árbol" no era tan común por allí.
Aun así, seguíamos mojados, en un lugar desconocido y sin apoyo. Esperaba que realmente hubiera alguien ahí para ayudarnos.
En el camino, lo mismo de siempre: todo era nuevo para nosotros, pero de alguna forma logramos llegar. Era un lugar bastante bonito, y, a diferencia de los edificios del entorno, tenía un toque de Ilmenor. Bastante notorio.
Al entrar por la puerta, esta se abrió sola. ¿Qué tipo de magia usarían para lograr eso? El interior me pareció familiar. Todo en el lugar era extraño y diferente, pero allí adentro no.
El lugar estaba casi vacío, y había dos personas limpiando.
—Lo siento, pero ya vamos a cerrar. Les agradecería que se marcharan... —dijo un hombre mientras se daba la vuelta para mirarnos.
Al vernos, no sé qué ocurrió, pero al instante se exaltó.
—¡Amor, cierra la tienda ahora mismo! —
—¡Enseguida! —
La señora, que parecía ser su esposa, cerró todas las cortinas y la puerta, dejándonos a solas.
—¿No es muy temprano para cerrar un local? —
—No importa, vamos, siéntense. —
Nos sentamos a hablar en una mesa cercana, y amablemente nos ofrecieron bebidas.
—Y díganme... —parecía tener una expresión de miedo o terror, como si supiera que algo muy malo acababa de suceder—. ¿Qué fue lo que pasó? —
—Antes de explicarle, déjeme aclarar algo. ¿Usted es amigo o conocido de Thailon Valandil? —
—Así es —dijo, levantándose de la mesa para buscar algo—. Thailon y yo éramos muy buenos amigos. —
Lo que fue a buscar era nada más y nada menos que una foto de él y Thailon, cuando eran más jóvenes. Me sorprendió, se veía tan, pero tan joven, como de nuestra edad.
—Se ve tan... —
—Joven —me interrumpió Kiomi, con lágrimas en los ojos—, ¿le importa si me la quedo? —
—Adelante, esta es solo una copia, tengo muchas más. —
Se le veía bastante feliz a Kiomi, un recuerdo bonito sobre Thailon. Y el único.
—Y bien —nos dijo con un tono más serio—. Díganme, ¿qué fue lo que pasó? —
Nos dispusimos a explicarle con lujo de detalles. Comenzamos por la parte en la que mantenemos alejada a Kiomi para que pudieran celebrar su cumpleaños. Al escuchar esta parte, Kiomi rompió en llanto, al darse cuenta de que todo lo que habíamos hecho era para darle una sorpresa, que salió bastante mal.
Cuando se recuperó, seguimos. Continuamos con lo de los soldados y terminamos hasta donde estamos ahora.
—Ya veo, lo lamento mucho. —
—Amor, sería mejor que por ahora les consigamos un cambio de ropa —dijo su esposa.
—Tienes razón. A todo esto, no les he dicho mi nombre. Me llamo Alexander, mi esposa es Mei. —
—Un gusto —dijo amablemente Mei.
—Yo me llamo Zein, esta jovencita animada se llama Lyra, el mapache dormido de allá es Kio, y ella es Kiomi. —
—Mucho gusto. —
Al instante, dijeron que irían a una tienda por una muda de ropa para nosotros mientras nos secábamos. Nos quedamos ahí, en el local, en silencio. Seguíamos asimilando lo que había pasado. Kiomi abrazaba con todas sus fuerzas la foto, Lyra me agarraba de la mano algo fuerte, y Kio simplemente estaba dormida. Me molestaba un poco lo despreocupada que estaba.
La ropa que nos trajeron era bastante delgada, ligera y colorida. No parecía lo ideal, pero se sentía cómoda.
—Miren —suspiró—. Thailon había preparado un plan en caso de que algo así pasara. Tiene una cuenta con fondos a su nombre, todo para ustedes y el tratamiento de Lyra. Mei y yo los ayudaremos en todo lo que podamos para que se integren aquí. Les explicaremos todo. —
Tras eso, nos explicaron cómo funcionaba el mundo, su mundo, cómo estaba regido, sus costumbres, un poco de historia, cultura, leyes, formas de comportarse… todo para que pudiéramos encajar, para no llamar la atención, para mantenernos ocultos.
Nos dejaron a solas un rato para procesar y asimilar todo lo que había pasado. Por mi parte, traté de buscar algún lugar donde pudiera obtener mucha información. Para mi suerte, Alexander tenía una especie de membresía en una librería local, así que me dirigí para allá.
Cuando entré, tomé todos los libros que pude encontrar, un montón.
La cultura, la historia, la política, los sentimientos, la tecnología... Todo lo que se desarrollaba en este mundo me impresionaba profundamente, cosas que serían inimaginables de dónde vengo.
Hubo un libro en especial que llamó mi atención: "El club de las 5 de la mañana". El título me pareció extraño y no me causaba mucho interés, pero al leer una frase…
"El cambio es difícil al principio, caótico en el medio y hermoso al final".
Estas palabras resonaron en mí. El cambio… Es impensable la situación por la que hemos pasado. Ni siquiera sé si podremos seguir adelante, todo fue tan repentino. Debería haberme quedado con Kiomi. Acompañarla, consolarla. Debe ser muy duro para ella pasar por todo esto, y más aún en su cumpleaños.
"¿Y qué hay de ti?" Esa voz de nuevo, molestando… pero ¿qué siento yo? Perdí todo y a todos en unos días, dos veces. Y simplemente parece no afectarme. Hay tantos problemas que ni siquiera me puse a pensar en mí mismo. Siento dolor, un dolor profundo en el pecho. Me siento abrumado por no hacer nada, por ser un inútil. Pude haber hecho más. Esa frase resuena una y otra vez en mi cabeza mientras me martillo con la imagen de Thailon en su lecho de muerte.
¿Lograré seguir adelante? Sí, sí. Pero… ¿cómo? ¿Cómo lograrás sobrellevar esta situación?
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Decidí tomar aire fresco y salir de nuevo al café. Al llegar, vi a Kiomi arrodillada, como en un tipo ataque de pánico. Lloraba y gritaba el nombre de Thailon mientras abrazaba la foto con una fuerza desesperada.
Traté de acercarme, pero sacó su espada corta para alejarme, como si no quisiera que la ayudaran. Agarré la espada con mis manos desnudas, aunque me cortara, no importaba. Le quité la espada de las manos, me arrodillé y la abracé.
La abracé con toda la fuerza que pude, sintiendo cómo su cuerpo temblaba en mis brazos. Por un momento, se quedó quieta, sin moverse, pero tras un instante, soltó la foto y me abrazó con desesperación. Rompió en llanto, un llanto tan profundo que me desgarraba el alma.
—No te preocupes, Kiomi— traté de consolarla, con la voz quebrada, —Todavía me tienes a mí, a Kio, y a Lyra. Estamos todos aquí para ti, no estás sola. —
Nos quedamos allí en el suelo, abrazados, el dolor envolviéndonos mientras tratábamos de procesar lo que había sucedido. Nos sentíamos completamente abrumados, pero al menos, en ese momento, sabíamos que nos teníamos el uno al otro.
Cuando se calmó un poco, Mei la acompañó a un cuarto que había preparado para ella, para que pudiera descansar.
Yo… yo debía pensar en cómo sobrevivir en este mundo, cómo seguir adelante.
—Alexander—
—¿Qué pasa? —
—Se que apenas nos conocemos, y ya nos has hecho mucho favor, pero… ¡Permítenos trabajar aquí, por favor! Queremos ayudarte, pagarte todo lo que has hecho por nosotros, y ganar algo de dinero. Te juro que no te molestaremos y…—
—No te preocupes— me interrumpió, poniendo una mano en mi hombro, —Ustedes no son una molestia. Claro que pueden trabajar aquí. No me deben nada. Piensen en esto como un favor que le debía a Thailon. —
Su palabras me tranquilizaron un poco.
—Zein— me llamó Lyra, su voz temblorosa.
—¿Qué pasa? —
—No me siento bien…— dijo, y de repente comenzó a toser, toser mucho. Me acerqué rápidamente para ayudarla, pero entonces me di cuenta de algo: tosía sangre.
Mi corazón se detuvo por un momento.
Sin pensarlo dos veces, Alexander y yo corrimos lo más rápido posible hacia el hospital más cercano. Afortunadamente, no había mucha gente en el lugar, por lo que pudieron atender a Lyra rápidamente.
Primero fue Thailon, y ahora esto con Lyra… ¿por qué todo está sucediendo tan rápido? No sé cuánto más puedo soportar.
Los doctores nos dijeron que, a pesar de que parecía grave, la condición de Lyra no era tan mala como pensábamos. Se había estabilizado y, aunque su enfermedad era bastante rara, ya había casos registrados y sabían cómo tratarlo. Sin embargo, tendría que pasar la noche en el hospital, y nos darían los medicamentos al día siguiente.
Yo, completamente agobiado, decidí quedarme esa noche en el hospital, pero antes sentí la necesidad de salir a tomar aire.
"Mierda, ocupo algo para desestresarme", pensé, sintiendo que la presión era insoportable. Todo estaba sucediendo tan rápido, y solo necesitaba una forma de desconectarme.
Mientras caminaba por lo que parecía ser el centro de la ciudad, escuché un gran escándalo. Una multitud estaba reunida, y me acerqué para ver qué sucedía. Al acercarme, me quedé paralizado por lo que vi. Un orco gigante estaba en el centro de la escena, gritando a pleno pulmón. Aunque no estaba atacando a nadie, su furia era palpable. En una de sus enormes manos sostenía a una joven, probablemente unos años más joven que yo. Ella estaba desalineada, sin mostrar miedo, pero su mirada estaba vacía, perdida.
El orco no paraba de gritar, demandando la presencia de los líderes de la ciudad y exigiendo que les trajeran a los luchadores más fuertes. Pero algo en su hombro llamo mi atención. Un tatuaje de un sol negro.
"Justo lo que necesitaba", pensé.
No lo dudé ni un segundo. Me lancé hacia el orco gigante, atravesando el aire en un salto que me permitió aterrizar justo sobre la multitud que lo rodeaba. En un movimiento fluido, desenvainé mis espadas. A ojos de cualquier otra persona, parecerían materializarse de la nada. Con un único y certero corte, corté la mano del monstruo, liberando a la joven atrapada en su puño.
Antes de que pudiera caer al suelo, la tomé con firmeza en mis brazos, protegiéndola, asegurándome de que estuviera a salvo. Sin perder tiempo, giré sobre mis talones y, con toda la energía que pude reunir, me lancé nuevamente contra el orco.
Una ráfaga de energía recorrió mis espadas mientras trazaba un arco devastador, cortando al monstruo en dos, desde la cabeza hasta el torso. Aún tambaleándose, el orco no tuvo tiempo de reaccionar antes de que, en un solo y preciso movimiento, cortara su cabeza limpiamente.
Tan pronto como la criatura tocó el suelo, me alejé con la joven lo más rápido que pude, para no llamar la atención.
Al ponerla en el suelo, ella no dijo nada. Me giré para irme, pero antes de que pudiera alejarme, me tomó de la camisa.
—Oye, antes de que te vayas— su voz sonaba vacía, como si no supiera exactamente qué decir, —Me… ¿me podrías decir tu nombre? —
Me tomó por sorpresa. Un simple gesto, pero una pregunta que parecía contener un universo de cosas no expresadas.
—S…si claro, me llamo Zein, ¿y tú? —
—¡Me llamo Naoko! — Parecía nerviosa, —Muchas gracias por salvarme. —
Me fijé en algo, la misma mirada fría que le vi hace poco había desaparecido, ahora tenía una mirada llena de vida y una sonrisa radiante.
Me alejé al instante para volver al hospital, donde pasé la noche, mi primera noche fuera de Ilmenor después de tanto tiempo.
Al día siguiente se nos permitió sacar a Lyra del hospital. Se veía muy animada, como usualmente lo era. Al llegar, vi mejor a Kiomi, parecía más calmada y algo feliz. Lyra, aliviada, se abalanzó hacia ella, abrazándola con una sonrisa. En mi rostro se dibujó una pequeña sonrisa también.
Decidimos, con Mei y Alexander, que Kiomi y yo trabajáramos en el lugar un tiempo indefinido, tal vez para siempre, no lo sabría.
Ese mismo día abrimos el café. Poco a poco iban llegando clientes, parecían ser los usuales. Ahí vi a alguien conocido, era la chica que salvé la otra vez, pero se veía diferente.
Su cabello tenía un estilo único. De un azul profundo con reflejos más claros, que parecían brillar al moverse. El corte asimétrico y desordenado caía en mechones que enmarcaban su rostro con desenfado. Un pequeño mechón en la parte superior se curvaba hacia arriba, como si se revelara contra cualquier intento de orden.
Vestía un atuendo con una chaqueta negra amplia, de esas que parecen envolver a quien las lleva en una cálida comodidad. Debajo, vestía un suéter blanco ajustado de cuello alto que, con el frío que hace por estas fechas, ni quién la culpe. Completaba su look con una falda plisada negra, que le daba un toque moderno pero refinado.
Al verme, sonrió y me saludó acercándose alegremente hacia mí.
—¡No lo puedo creer! — Tenía una gran sonrisa radiante y juguetona. —¿Quién lo diría? — Sus mejillas ligeramente sonrojadas acentuaban su apariencia juvenil y alegre, mientras sus ojos cerrados en un gesto de pura felicidad transmitían una felicidad sincera. —¿Trabajas aquí?, no lo creo en serio. —
—¿Naoko, verdad? — Me sentía un poco presionado con tantas preguntas desbordantes de felicidad, —Me alegra que estés bien. —
—Ven, vamos, siéntate, ¿no hay problema si nos sentamos a hablar un rato? — Me agarró de la mano y me empujó hacia una mesa.
Volteé a ver a Alexander para ver si estaba bien, lo único que vi era un gesto de sus manos diciéndome “ok” mientras me guiñaba el ojo.
Nos quedamos platicando un buen rato, era bastante divertido hablar con ella, la verdad, a pesar de casi no conocernos. Me platicó de ella un poco, era 2 años menor que yo, ella tenía 19 y yo 21.
—¿Cómo es que eres tan fuerte, dime? —
—No yo... —
—No digas que no, vamos, si te vi partir a esa cosa de 3 golpes, ¡eso es increíble! —
—Bueno…— me sonrojé un poco, alguien estaba alabando mis habilidades de pelea. Algo que no pasaba muy seguido.
Al instante, nos interrumpió Kiomi, que por alguna razón parecía un poco molesta.
—Zein—
—¿Qué pasa? —
—Ocupó tu ayuda, cada vez llegan más clientes y no puedo hacerlo yo sola—
Volteé a ver a mi alrededor, y tenía razón. El local, por alguna razón, gozaba de clientes, algo que según Alexander no era muy común.
—Bien, en un momento voy—
Simplemente se fue con una sonrisa un poco aterradora.
—Bueno, me tengo que ir a trabajar—
—No te preocupes, yo te mantuve aquí en primera—
—Por cierto, no has pedido nada, ¿quieres que te traiga algo? —
—¡Ah! Es cierto, entonces tráeme un late, por favor—
—Enseguida te lo traigo—
Al llegar a la cocina con el pedido, estaba lleno al borde, Mei y Alexander trabajando sin parar y Kiomi viajando de aquí para allá.
—Zein, qué bien que llegaste, aquí hay 3 cafés para la mesa de por allá y estos otros son para esa otra—- Me dijo Mei señalándome varias mesas.
—Claro, este…también pidieron un late—
—Claro, en seguida te lo paso—
El resto del día seguimos trabajando sin parar. Tras un rato, me di cuenta de la razón por la que el café estaba tan lleno. Al parecer, corrió la voz de una mujer bastante bonita con orejas de elfo atendiendo en un café muy bonito. Sí, la belleza de Kiomi atrajo a los clientes.
Al finalizar, estábamos todos muy cansados. La verdad, fue un día muy activo, y lo más probable es que los demás días sigan igual.
Me quedé platicando un rato con Alexander mientras Kiomi descansaba un poco, ya que ella fue la que más trabajo tuvo en el día.
—Zein—
—¿Qué pasa? —
—¿Qué le hiciste a esa jovencita? —
—¿De qué hablas? —
—Digo, la jovencita con la que estuviste hablando—
—¿Naoko? No recuerdo haber hecho nada—
—Bueno, tal vez tú no lo sabes, pero antes ella parecía otra persona. De hecho, me sorprendió verla así. ¿Sabes? Ella es una cliente bastante frecuente de este local, desde que tengo memoria—
—¿Ah, sí? —
—Sí, pero antes se veía diferente. Estaba deprimida, sin ganas de vivir, y tenía una mirada vacía—
Eso me recordó a cómo la vi ese día.
—Tal vez tengas razón—
—Aunque no la culpo, al fin y al cabo, ella es de la generación nublada, y yo de la del ruido—
—¿Por qué generación nublada? —
—¿Nunca leíste sobre eso, verdad? —
—No—
—Bueno, te explicaré—
Me empezó a explicar. Al parecer, en el año 2028 hubo una guerra, la tan aclamada Tercera Guerra Mundial, vi en los libros de historia que hubo momentos de inflexión en los que casi ocurrió, pero por alguna razón, no sucedió hasta ese año. En esta guerra se enfrentaron dos facciones: una liderada por los Estados Unidos de América y la otra por Rusia y China. Esta guerra duró 8 años, hasta que una unión de países, llamada La Nueva República, formada por antiguos países que pelearon en la guerra, comenzó a invadir a los que aún seguían luchando para ponerle fin.
Sin embargo, como se esperaba, lo peor ocurrió. Tres naciones terminaron usando armas nucleares. Se evitó que más naciones las usaran gracias a los esfuerzos de las fuerzas armadas de la Nueva República. Las bombas fueron lanzadas a varios puntos estratégicos, dejando una gran cicatriz en el mundo. Actualmente, la Nueva República abarca toda América del Norte y partes de Centroamérica, partes de Asia, la mitad sur de África, Oceanía en su totalidad y partes de Europa.
Pero los horrores de las armas nucleares y sus desechos duraron años. Desde el año en que acabó la guerra (2036) hasta hace dos años (2048), había radiación en el aire. Aunque no mucha, se evitó un invierno nuclear gracias a un hongo que se alimentaba de radiación. Durante esos 11 años, la población tuvo que usar mascarillas y trajes anti-radiación para evitar los efectos. Muchas personas murieron después de la guerra y otras se suicidaron. Muchas cayeron en depresión, por eso existen dos generaciones: la del ruido (aquella que peleó durante la guerra, es decir, la de Alexander) y la generación nublada (la generación que sufrió los horrores que dejó la guerra).
Eso me dejó muy impactado. No sabía que eso había pasado aquí. Entendía un poco lo que las bombas nucleares podían causar, pero no pensé que fuera tanto.
—Ahora me haces sentir mal por tratarla así, ¿sabes? —dijo Kiomi, que había estado escuchando todo este tiempo.
—Pero es la cruda realidad. —
—Y tengo una duda, ¿en qué país estamos actualmente? —pregunté.
—En la Nueva República, en la zona norteamericana. —
—Ya veo. —
Era bastante impactante, pero no podía hacer nada al respecto. Al fin y al cabo, esa guerra había sido hace 21 años.
Los días pasaron y los clientes no hacían más que llegar, cada vez más. Naoko llegaba todos los días muy puntual al café, y aún cuando casi cerrábamos, volvía para platicar. Se hizo muy buena amiga de prácticamente todos: de Kiomi, de Lyra, de mí, de Alexander, de Mei y de Kio, que al conocer a Kio, un tanuki que habla, no se sobresaltó tanto.
Los días eran lindos y hermosos, aunque el frío se acercaba cada vez más.