El receso ha llegado. El trasero le duele por estar tanto tiempo sentado y su mente divaga por los aires. Los otros estudiantes conversan, gritan y ríen a todo volumen. Apoya la mano en su mandíbula, con la mirada fija en el techo. La realidad de David se desvanece al igual que su percepción del entorno. Deja de sentir su cuerpo, de oler y saborear el aliento lleno de frituras. Se encuentra en su institución al día siguiente, solo con sus pensamientos mientras espera a sus amigos. Un hombre apodado el señor Xavier, que trabaja en la limpieza del liceo, está en el techo buscando algo. De repente, algo lo hace resbalar y su cuerpo se balancea hacia el vacío.
— ¡Ayuda! —Gime Xavier mientras lucha por mantener el equilibrio, pero finalmente pierde su centro de gravedad. David se lanza para salvarlo, pero es demasiado tarde. El cuerpo del señor cae con un sonido aterrador, al mismo tiempo que David ve cómo su nuca se estrella contra el banco. Su cuerpo se retuerce en espasmos, sus pupilas se dilatan y pronuncia palabras incoherentes; está teniendo convulsiones. Su cabeza está destrozada desde atrás.
— ¿Estás bien? —Pregunta David, convencido de que aún está vivo. Pero después de decirlo, el pobre Xavier deja de moverse. Sus ojos se abren aún más y su boca queda entreabierta, sin ningún signo de movimiento en su cuerpo.
(¡Demasiado tarde!).
Intentando correr hacia la coordinación o hacia donde haya gente, su mente deja de responder. Su cuerpo se siente más frío y expuesto, con un olor a hallacas mezclado con carne; está en su salón de clases, sin camisa y mostrando su torso desnudo a sus compañeros.
— ¡Vamos, David! —Le dice el chico de enfrente, de piel más oscura y también sin camisa. Tiene una constitución más robusta, pero no demasiado para David. Su fuerza física natural siempre ha sido superior al promedio; aunque en realidad sea un mito, porque David siempre se destacó en deportes desde pequeño. Siempre ha estado activo—. ¿O no quieres que te dé la BS?
— ¿BS? ¿De qué hablas? —Pregunta David entre risas, sintiéndose seguro de lo que está pasando. Está a punto de jugar a las peleas —si es que así llaman a esos juegos en los que los jóvenes intentan derribarse mutuamente— y los demás lo observan expectantes, apostando por el chico de enfrente como ganador. Las chicas miran de reojo desde la entrada, como si David no notara el interés que tienen en el chico de enfrente.
David prepara sus piernas y lleva un hombro hacia atrás, y otro hacia adelante, extendiendo ligeramente sus brazos hacia el otro chico. Pero antes de comenzar a contar, divisa un bolso flotando en el aire. No es la primera vez que sucede. Le ocurrió lo mismo cuando fue a Raki hace dos años. Pudo ver unas salpicaduras que surgieron de la nada, dirigiéndose hacia el otro lado. Tardó en comprender qué era, hasta ahora.
Sin importarle lo que sucede a su alrededor, descubre la verdad. Está teniendo su segunda visión del futuro. Corre hacia el origen del bolso, lo que lo lleva a su cuarto año. David corre hacia allí, apresurado, mientras los demás lo observan con extrañeza; un chico sin camisa corriendo en un espacio amplio, mientras el receso está a punto de terminar... ¿no es extraño?
— ¡Hey! —Exclama David al entrar a otro salón, pero no ve nada. Los demás lo miran con perplejidad, mientras el bolso no está en ninguna parte. Como si hubiera sido un simple espejismo, algo que ha experimentado muchas veces, o quizás algo más. Alguien invisible...
(¡Ahí está!).
El bolso aparece en un parpadeo y se balancea, flotando, hacia David. Él extiende su mano para tocar a esa figura invisible, pero el bolso desaparece justo cuando está a punto de alcanzarlo. David se da cuenta de quién es: es ese mismo chico. No puede comunicarse con él. No puede intentar crear una línea temporal, porque el maldito destino tiene sus propias reglas. David tiene estas visiones de forma mensual, instantes de un posible futuro. El destino le brinda tres opciones, pero ninguna le beneficia; es el destino, con diferentes formas de llegar a él.
En la siguiente visión, David tiene una vida social normal. Recuerda su primer enamoramiento, que fue con un hombre; fue cuando descubrió que las mujeres nunca fueron su objeto de deseo. Pudo haber intentado negárselo al principio, pero finalmente lo aceptó. Lo único que debe hacer es mantenerlo en secreto, porque en Ronzoati, y en su país en el 2028, la discriminación es común.
(Ya me siento como un esclavo de hace cinco siglos).
En ese mismo lugar, David toma una decisión que cambiará su vida para siempre. El momento en que hace algo que podría matarlo, o podría salvar a su familia. Que el destino tenga piedad de él. David entra al depósito que está abierto para todos (qué descuido) y toma un machete oxidado, utilizado para cortar la maleza. Lo guarda con cuidado en su bolso y se dirige al baño, donde espera validar su coartada.
(Qué inteligente eres, Deivid. O así me han llamado).
Luego, al finalizar la clase, toma un taxi hasta La Cascada y se dirige hacia el Bosque Central a paso lento. Siente miedo en la tensión de sus brazos y nerviosismo que le hace sudar el cuello, pecho y espalda. El viento ondea su largo cabello, y murmura algo en voz alta. Llena sus pulmones de aire y siente la adrenalina corriendo por sus venas. David se adentra en el bosque... y se encuentra con eso, a una distancia que podría considerarse bastante lejos. Lo observa fijamente, sin perder tiempo, al mismo tiempo que escucha una voz resonando a través de un pasillo invisible.
(No deberías estar aquí).
Pero luego, David aparece sentado en el mismo sitio; acaba de terminar la visión. Los jóvenes siguen conversando y jugando; David siente la necesidad de descargar su estrés conversando con ellos. Se siente agotado mentalmente.
—¡Épale, Deivid! —Saluda su amigo mientras se acerca con paso lento. David se levanta y ambos chocan los cinco—. ¿Qué haces ahí? Llevas casi quince minutos divagando, ¿en qué estás pensando?
Help support creative writers by finding and reading their stories on the original site.
— ¡Más despacio, para que te responda sin abrumarme! —Responde David con gestos de sus manos. Sonríe sinceramente; alguien que se acerca a él es lo que necesita—. ¿Tienes el BS?
Su amigo le comunica algo con la mirada y se agacha para tomar su bolso. David lo sigue mientras su amigo saca una botella, con un líquido marrón transparente y la marca RONZOACOL.
— ¿El BajaSueños? —Apoda David a la botella. Conoce las constantes anécdotas sobre esa bebida, un rápido inductor del máximo despertar, creada por un empresario que, según su entendimiento, fue el padre del chico que observaba; sabe que falleció en el suceso de hace tres años.
— ¡Sí, como había prometido! —Responde el amigo, mientras extiende su mano—. Ya hemos hablado de eso (no me involucres), ¿tienes el dinero?
David saca un billete grande de su bolsillo y ambos hacen el intercambio, procurando que los demás no vean. Llevar una bebida hecha de forma poco legal en una institución católica (y privada) podría llevarlo a la expulsión si no tiene cuidado. Antes de que David cierre su bolso, su corazón da un salto: una chica lo acaba de descubrir.
Una chica alta, con coletas y una mirada fija. David recuerda haber oído de ella. La Bipolar, le llaman; parece social un día, pero al otro se derrumba. Recuerda haberla visto en otro lugar, pero no lo recuerda. Estuvo ocupado intentando contactar a Ese Chico.
— ¿Qué les parece si le informo a la coordinadora? —Pregunta la chica, mientras extiende su mano.
— ¿Y quién diablos eres tú? —Pregunta el amigo de David, con una sonrisa que no ayuda a minimizar la falta de respeto que acaba de cometer.
—Francis, de cuarto año —Responde ella—. Y acabo de descubrirlos intercambiando una botella, ¿puedo ver qué es?
David se queda callado; no tiene argumentos. Su boca quiere decir algo, pero en este momento es mejor mantenerla cerrada.
—Es alcohol —Responde el amigo de David, con una mentira que no desvía la atención del problema—. ¿Qué vas a hacer? ¿Llamar a la policía o a la coordinación? —Se acerca a ella con paso agresivo hasta quedar pecho a pecho. Se yergue como si quisiera enfrentarse a otro hombre del mismo tamaño—. ¿Eh? ¿Qué vas a hacer? ¡Dímelo!
David se acerca y le da un manotazo en la nuca a su amigo.
— ¡Tranquilízate, señor misógino! —Exclama David, sintiéndose avergonzado por su actitud. De tantas veces que le había dicho que no todas las mujeres son iguales. ¿Qué hará ahora? ¿Gritar a los cuatro vientos que no tuvo novia en los quince años de su miserable vida? Luego se voltea hacia Francis—. Él me había comprado refresco pero no quería darme su botella de 1.25 litros. Así que tuvo que tomar la botella de su padre alcohólico y dármelo.
— ¿Refresco? —Pregunta Francis, y su rostro se ilumina—. ¿Puedo probar?
Este es el momento de decir “¡Oh, mierda!”. Incluso alguien que conoce parte de su futuro siente ese atisbo inconsciente de que las cosas que NO PASARÁN, sí pasarán. Como si supieras que algo ocurrirá con el cien por ciento de probabilidad, pero un lado de ti piensa lo contrario. ¿En serio lo van a expulsar?, debe pensarlo mejor. Antes de que David piense en lo siguiente que dirá, otro chico se acerca desde atrás y jala a Francis del brazo con suavidad. Un chico bajito y de cabello liso, de rostro que le resulta muy familiar.
— ¡Vamos, Francis! —Dice el otro chico. David queda atónito, recordando quién es. Es Ese Chico, con quien intentaba contactar, invisible en sus visiones y quien podría haber salvado a cientos de vidas perdidas hace tres años. Quizás no evitó el incidente, pero no cabe duda de que es él: Marcos. Esto significa que todavía hay esperanza de cambiar su destino—. No me gusta estar en multitudes…
— ¡Bueno, Marcos! ¿Qué quieres que haga yo? —Pregunta Francis con exasperación. Se yergue como si fuera la dominante en esa relación, que David sospecha que va más allá de la amistad. Ese beso que se dieron ayer lo confirma todo.
David aprovecha la oportunidad para acercarse a él. Da tres pasos antes de que el timbre suene tan alto que lo alerta. ¡No! No permitirá que esta oportunidad se desperdicie. Él da dos pasos más, hasta que ve acercarse a la coordinadora que hablará en el acto cívico. Debe alejarse de la escena del "crimen" para evitar la expulsión; lo urgente va antes de lo importante. David se dirige a su salón junto a su amigo, quien permanece en silencio durante todo el tiempo.
—Amigo, controla tus emociones y no trates mal a las mujeres —Sentencia David.
—No es aleatorio, Deivid —Responde el otro—. Ella es la ex de mi difunto hermano. ¿Te conté que se quitó la vida? Sucedió pocos meses después de que él rompiera con ella. Se volvió introvertido, más tímido y se sintió cada vez más vacío. Como si le faltara algo esencial en su ser. Mi familia hizo todo lo posible para apoyarlo y lo llevamos al psiquiatra, pero falleció con las mismas pastillas que le recetaron.
— ¿Entonces crees que ella es la responsable?
—Espero que no, pero una parte de mí está convencida —Responde, estirándose y bostezando—. Amigo, deja de pensar que estoy resentido. Tal vez me molesten las mujeres, pero no me atrevería a enfrentarme a una así… ¡dios! ¿De dónde sacaste eso?
—Disonancia cognitiva, nada más.
(Del mismo modo en que creí haber podido hablar con Marcos…)
Mientras tanto, Marcos espera en la fila para la salida. El aburrimiento se cierne sobre ellos mientras pasan los minutos, quedando apenas tres para que todos puedan salir. Se pregunta por qué debe esperar a Francis y acompañarla. En teoría, un hombre debe ser autosuficiente sin depender de nadie. Aceptar ayuda es bueno, pero depender no. Se le vienen a la mente recuerdos de las veces que la acompañó a la tienda, sintiéndose como un niño pequeño. También recuerda la vez que se orinó encima hace un año, y ella no hizo más que burlarse al día siguiente.
(Conoce lo peor de mí. No debería estar con alguien así).
¿Por qué aceptó estar con ella en primer lugar? Marcos reflexiona sobre ello. Comenzó con un beso y luego con la petición de ayuda para su familia. En ese entonces, Marcos estaba devastado, lleno de paranoia y sin confianza en nadie. Ni siquiera confiaba en el Destino, se sentía solo. ¿Eso es amor?, se cuestiona. No puede siquiera romper con ella; le falta el valor.
¿Entonces, qué quería realmente, ahora que ha descubierto que no necesita amor en ese sentido?
Francis aparece entre la multitud y se une a la fila, sin importarle que no sea su lugar. Marcos siente los dos bultos de su pecho, que le provocan una extraña picazón en la espalda. No solo anhela tener una noche con ella, sino que al mismo tiempo no lo desea. Anhela y rechaza; un sentimiento nuevo, ¿no?
¿Debería confesarle lo que ocurrió hace tres años? ¿Que él es un imán de tragedias?
— ¿Quieres un pan de jamón y mortadela como a ti te gusta? —Le susurra Francis al oído; los demás detrás de ellos sonríen con burla.
Marcos se siente atraído, pero también le duele. Habla con su voz normal y su voz interna.
—No gracias (por favor, déjame tranquilo). Mi mamá cocinará el almuerzo (¡estoy en crisis, Dios!) y necesito descansar; no dormí bien anoche (¿entiendes?).
Francis sonríe con comprensión.
—Está bien.
Salen del auto y se dirigen hacia La Cascada. Marcos mira el camino mientras pasan por El Colonizador. Los autobuses recogen pasajeros y un payaso hace trucos para los niños.
—Y... ¿me vas a explicar qué pasa? —Pregunta Francis al bajar por La Cascada.
Marcos intuye lo que vendrá.
— ¿Qué debo explicarte? —Responde Marcos, respondiendo una pregunta con otra.
—Por qué pasó lo de hace tres años, y por qué le tienes miedo al Bosque Central —Afirma Francis, volviéndose hacia Marcos. Su ceño está fruncido y sus ojos lo miran inquisitivamente—. Marcos, esto no es normal. Sabes que confío en ti. Tu mamá confía en ti. Solo quiero saber por qué me lo ocultas, ¿acaso no confías en mí?
—Francis... —El rostro de Marcos se oscurece.
— ¿Entonces qué es? ¿Querías suicidarte hace tres años? ¿Por qué viajaste con tu papá a alta velocidad?
No, no puede decírselo. Marcos intenta, pero las palabras se niegan a salir. En el fondo, desea con todas sus fuerzas que lo que ocurrió hace tres años sea simplemente una broma pesada. Se siente amenazado por el chico de cabello largo que apareció en su sueño, aquel que estaba allí cuando el auto de Xavier lo atropelló. Se siente amenazado por el propio Destino. Compartir esto con alguien podría cambiar las cosas drásticamente... ¿cómo no cambiaría toda su vida? Un cambio importante en el destino que lo llevaría a un dolor insoportable. No soporta ver sufrir a la gente.
Francis lo mira fijamente, pero entiende que no obtendrá respuestas. En su lugar, abre la puerta del auto y sale corriendo. Marcos minimiza su reacción, hasta que su mirada se cruza con la pesadilla. El Bosque Central, donde el viento parece susurrar amenazas. Marcos siente una extraña sensación y lo intuye.
— ¡Espera, Francis! —Grita Marcos. Ella se detiene por un instante y lo mira por encima del hombro, pero luego frunce el ceño y corre hacia el bosque. Marcos sale corriendo del auto, y entonces ve algo que desaparece en el siguiente parpadeo. Un punto negro en el fondo del bosque. Su corazón late con fuerza y sus ojos se abren desmesuradamente. El Espantajo está allí, a lo lejos. Marcos se gira, pero desaparece al siguiente parpadeo.
Francis se desvanece a través de la neblina del bosque.