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Errantes del Destino [español]
Capítulo 10 - Lo prometo

Capítulo 10 - Lo prometo

La televisión está cubierta de estática, sus dedos rascan su muslo. El pasado y el futuro no paran de atormentarlo.

Según los registros, hay 146 muertos. Puede ascender a 200, ya que se sospecha que todavía hay cadáveres entre los escombros. Se describe como una tragedia espantosa y las autoridades han iniciado la búsqueda exhaustiva de Abraham con la finalidad de que no haga más daño. Mientras tanto, en otros países del mundo hay golpes de estado. Arabia Saudí ha sido derrocado, España sufre numerosas protestas y Argentina considera eliminar los microchips, ya que muchas personas no los quieren.

Hasta el año 2027, los días pasan con tranquilidad. A excepción de la neumonía que Marcos contrae a causa de no poder respirar bien con su costilla rota. Francis comienza a visitarlos cada día y conversa sobre toda clase de temas, de los cuales Marcos está completamente perdido. Las risas con su madre, además del oxígeno que él cree ver que le están robando. La habitación pequeña, que luego abandona para permanecer en su hogar. Le dan de alta.

— ¡Marcos! ¿Ves esto? —Pregunta Francis, entusiasmada. Con un control negro con direccionales moradas. Marcos clava su vista en el Smart TV de su sala, mientras está recostado en el mueble. Sus piernas se sienten atrofiadas; nunca se había sentido tan débil. Su brazo izquierdo está enyesado, y sus tobillos también. Ahora es él, el que usa una silla de ruedas—. ¿Marcos?

Marcos permanece callado. Absorto.

— ¡Marcos! —Le interpela Francis—. ¡Vamos! ¡Será divertido!

El televisor muestra un servicio de streaming como imagen. Él y Francis han estado viendo series y películas, aunque no estaba de ánimos; no puede ser más incapaz de decir que no. De niño había sido criado para ser educado, pero esto le está pasando factura. Francis se refiere a una serie en el catálogo: un profesor de química que, tras sufrir cáncer, decide entrar en el negocio de las metanfetaminas. Por supuesto, esto no le atrae… pero ¿qué más?

Marcos no puede parar de pensar en lo mismo: El Destino. Si cambiar un hecho hace que el destino se defienda, ¿entonces decir que sí haría un cambio en el destino? ¿Y si ella estuvo predestinada a no estar con él? ¿Qué pasa si, incluso, llegase a comprar en la tienda de la esquina? Esto provocaría algún cambio en el destino y las consecuencias ocurrirían. Demasiado pensamiento en el futuro, demasiado dolor del pasado.

(Si Abraham no estuviera ahí).

No hubiese muerto su tía. Su esposo, un hombre con el don de crear fuertes ondas expansivas que estuvo en el ejército, no hubiese quedado viudo. Sobrevivir a un hecho tan trágico…

—Está bien —Marcos asiente, esbozando una sonrisa—. Vamos a ver ese.

En los siguientes días, Marcos permanece solo. En su cuarto, en plena oscuridad como le pide su madre. En la plena flor de sus emociones y reflexiones. Una constante búsqueda de razón de ser, de motivación, de algo con lo que vivir. Un helado cada vez que llega Francis, una conversación tierna que lo hace molestarse. Desde aquel rechazo de hace un año, Marcos había comenzado a odiar los gestos tiernos de las chicas. No quería siquiera aventurarse a pensar en una razón más detrás de aquellos simples gestos por educación.

—Errante —Murmura en voz alta.

La palabra sigue recordándose, la misma que había salido de la boca de Francis durante una conversación. Un significado que constantemente intenta interpretar como algo referente a todo lo que ha vivido (o vivirá). Si él es en realidad un errante de su propia vida. ¿Qué hubiese pasado si hubiese tenido el atrevimiento de enfrentar a Abraham? ¿Acaso fue cosa del destino que haya ocurrido? ¿Asesinar a Abraham pudo haber evitado aquella gran explosión? Sí, debió haberlo hecho hace mucho tiempo. Explotar su maldita casa. Si tan solo tuviese el poder de predecir el futuro y tomar una decisión al respecto. Tuviese el control sobre sus decisiones, sin miedo al resultado. Porque sabe que cualquier resultado sería mejor de lo que el destino busca.

Como su madre sigue discapacitada, ya sabrás quién lo cuida.

—¡Marcos! —Hablando de su madre, ella interrumpe la nebulosa en la que se encuentra Marcos. Haciéndolo pegar un respingo y sintiendo la irritación en un costado. Sudor frío y el trasero casi aplastado de tanto estar sentado.

Stolen novel; please report.

— ¿¡Qué mierda quieres, mamá!? —Le masculla Marcos, con voz baja y ronca. Le acaba de pegar un susto y no puede reaccionar de otra forma.

—Francis vino —Responde, con un rostro abstraído. Seguro le acaba de pegar lo que le dice Marcos. Otra vez, con su mal genio; no puede controlarse.

Francis se aparece en la puerta, moviendo a la madre de Marcos hasta el interior del cuarto y encendiendo la luz. La brillantez le da en las retinas y le obliga a cerrar los ojos, sintiendo el dolor y el destello como si fuese una bomba cegadora de los videojuegos. Abre un poco los ojos y se adapta a la luz, alcanzando a ver a Francis con su falda de cuadros que le llega por encima de la rodilla (ha crecido, antes le llegaba por debajo), sus coletas que brillan con el sol de la ventana y su camisa beige. Por un momento, Marcos siente lujuria al ver las piernas, pero luego lo reprime. Sus ojos están arriba, pero también son igual de inquietantes de ver.

— ¡Hola! —Saluda Francis, esbozando una sonrisa y entornando sus ojos—. Ehm… disculpen si entré en un mal momento.

Marcos se da cuenta de por qué dice esto último.

—¡No, no, no! —Marcos intenta mover su brazo izquierdo, pero le causa mucho dolor. En su lugar, levanta su debilitado brazo izquierdo para expresárselo—. ¡Tenía una pesadilla y estaba en crisis! ¡Yo nunca le faltaría el respeto a mi mamá! — (Pero lo hice, muchas veces. No paro de hacerlo) —. A propósito, ¿cómo estás?

—Muy bien —Se inclina hacia la cama hasta sentarse, cruzando sus piernas y apoyando sus brazos en su regazo. Observando a Bepsi de reojo, y luego a Marcos—. ¿Cómo te sientes? Disculpa si no he venido. Sabes que mamá es fastidiosa… ¡y tuvo el atrevimiento de visitarme justo en este mes, donde te iba a hacer la torta para tu cumpleaños!

Su cumpleaños, ah. Sí, esa fecha.

—Pero tranquilo —Prosigue Francis—. Podemos hacer la torta aquí, comprar unas velas y celebrarlo con algo de música. Sé que están deprimidos, pero hay que tomarse las cosas con optimismo. No les pasó nada — (No pasó nada, nojoda. Salvé a mi mamá y sigo sin sentirme bien), piensa Marcos — y debemos agradecer que las cosas no fueron peores. ¡Solo piénsenlo! Si eso no hubiese ocurrido, entonces el destino tendría otros planes mucho peores —(Al menos ahí, sí acertaste. Qué lástima que yo solo sepa todo eso).

—Está bien —Marcos quiere decir que no, pero no puede evitarlo. No se siente capaz de negar su cumpleaños, aunque realmente no lo necesite. Tanto él como su mamá, están deprimidos. Bepsi debe de tener otros pensamientos aparte. Tiene un ademán distraído, mirando al techo mientras esboza una sonrisa automática.

Francis lo mira de hito en hito, captando su angustia. Esto la hace acercar su mano hasta la de él y apretarla; se siente cálida, pequeña y delicada. La única mano que tomó fue la de su madre y fue para comparar el tamaño (una manía que tenía a sus diez años). El resto de las veces, fue para estrechar la mano de sus tías y primas, a las que no recuerda.

Luego la mano se siente más áspera, más fría y el viento se siente cerrarse sobre él. La iluminación pasa a tornarse rosa y el pecho se le oprime contra la garganta. Francis, una figura hecha de madera que está estrechando su mano. Marcos no puede arrancar su mano; siente su mano atrapada y sus ojos se abren más como platos.

— (Si así lo dices… está bien) —Pregunta la voz de Carl, cuya reverberación se percibe desde un costado. Marcos voltea para ver su origen y ve a su hermano estrechando su mano contra aquel sujeto de cabello largo. Con la presencia del Espantajo sintiéndose a través de los remolinos de hojas y la angustia que busca salir a través de la boca de Marcos, en forma de alarido—. (Soy un maldito genio; eso significa que quien piense lo contrario, está dispuesto a enfrentarse a mí. No dejaré que nadie perturbe mi paz).

— ¿Qué dices, Carl? —Le pregunta Marcos, intentando soltarse de Francis; esfuerzo infructuoso. Carl no le devuelve la mirada y sigue observando a la… ¿nada? El otro sujeto ya no está—. ¡Hey! ¡Hermano! ¡Quiero hablar contigo, por favor! ¡Necesito ayuda! ¡Por favor!

Pero no obtiene respuesta. En su lugar, una sonrisa esbozada por el mismo Carl; una satisfacción interna y unos ojos de emoción monstruosa. Con la cabeza gacha, observando a la nada. El viento soplándole hasta ondear las cuerdas de su chaqueta, el hacha a un lado y el diamante naranja en el extremo opuesto. El hermano mayor voltea la cabeza, despacio. El hermano menor sintiendo la sensación de estar siendo absorbido por la figura petrificada de Francis. El rostro, ensombrecido y maquiavélico; ya no es Carl.

Luego el Espantajo, frente a Marcos, quien no puede gritar del nivel de angustia que está sintiendo. Su apariencia renovada y una electricidad estática recorriendo su corteza hasta la cabeza. Una voz áspera, que parece femenina pero también sacada del mismo infierno.

— Desorden, inestabilidad y frustración. La tricotomía del errante. No deberías estar aquí. No toques nada —Marcos siente un toque nostálgico; no es la primera vez que se lo dice—. Bendito sea el destino. El cruel destino que nos unirá al final.

Y ahora se encuentra en su cuarto. En la cruel realidad, mientras Francis lo observa con unos ojos joviales que lo incomodan en cada oportunidad. Acaba de volver a la realidad.

(¿Qué fue eso? ¿Por qué?).

— ¿Qué pasa? —Pregunta Bepsi, sentada a un lado de los tomacorrientes—. ¿Están viendo a un muerto?

Marcos siente un ápice de peligro.

— ¡Mamá! ¡Mira dónde estás ubicada! —Le vocifera.

La madre de Marcos se mueve a un lado, haciendo relucir su metálica silla de ruedas. Sea lo que sea que haya estado a punto de ocurrir, Marcos no está seguro de que sean esas ‘premoniciones’. El destino no está ensañado con él, no. El Espantajo no es la representación del… (Maldito, que deseo cortarlo en pedacitos. Abrir su estómago y meterle cuchillas hasta hacerle cagar sangre) obstinado destino. Francis acerca su cabeza hacia él, pegando sus frentes. El arco de su ceja se siente muy pronunciado y su piel se siente pulcra.

— ¿Quieres que conversemos un rato? —Pregunta Francis.

—Está bien.

La madre de Marcos parece captar algo más, porque sale del cuarto y cierra la puerta afirmando “Cuando terminen, me avisan”. Francis saca de su bolso un vaso con un helado de chocolate y mantecado. Se lo ofrece a Marcos, quien acepta con renuencia. Por supuesto, comer helado con un solo brazo es difícil… pero Francis, piensa otra casa. A través del pequeño cucharón, le da el helado en la boca. La primera vez que alguien que no fuese su mamá, le da algo en la boca. Marcos se siente de mejor humor y preparado. En los años siguientes, hará algo importante; no es una premonición, sino una promesa.

(Algún día, voy a destruir a ese miserable espantapájaros).