Prólogo
Era un día muy soleado en el puerto principal de mi país, yo era un oficial de seguridad.
Mi puesto de trabajo estaba dividido en 5 partes, salida. entrada, predio de contendedores, puesto peatonal y el patio. Este último era un campo lleno de mercancías, especialmente vehículos, que son importados al país a través de buques de carga, o dentro de los contenedores, que pueden durar en llegar al país cada 2 o 3 semanas desde donde parten, lo que se traduce en que todos los días y a todas horas entre mercadería al muelle.
Por lo general en los buques donde viene la mercadería solo viaja los marinos y el capitán del barco, si alguien tratara de viajar entre la mercadería o los vehículos podría morir intentándolo.
Mi primera obligación cuando llego a mi trabajo es verificar que las pistolas y los radios estén cargados. Segundo verificar que cualquier cosa que este registrado en la bitácora este en el patio y en el puesto en que sea asignado ese día.
La bitácora es un libro, una especie de cuaderno donde se apunta quienes estuvieron en el puesto, las ocurrencias o incidentes que ocurrieron durante el día y que se recibe de los buques al patio o que se retiró de los mismos.
Lo que me lleva a la tercera labor cuando llego a mi puesto de trabajo, es revisar el campo con la mercadería, porque tenía que comprobar lo que el turno anterior en el servicio nos había dejado. Y así, evitar ser considerado responsable de la pérdida de mercancías supuestamente dejados aquí.
Entonces encontré un autobús amarillo, lleno de cosas, juguetes, electrodomésticos, libros, colchas... etcétera. Cuando de repente vi unos fríos ojos azules, mirando con tristeza. O como si estuviera mirando hacia la nada.
Esto me sorprendió, me pareció que estaba mirando un niño de pelo negro, que llevaba una camisa blanca. Limpie los anteojos para asegurarme que no estaba viendo visiones. Después de esta seguro que mis ojos no me estaban engañando corrí hacia el bus a rescatar a este niño.
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Abrí la puerta del autobús con violencia, no podía creer que alguna persona se haya atrevido a enviar de donde sea. Al niño en confinamiento solitario, arriesgando su vida y su seguridad.
Abrace al niño con mi pecho, tratando de traerlo a la realidad, el pobre niño estaba congelado, pero no me importaba.
El rostro del niño parecía muerto o mínimo perdido, lo abrace tan fuertemente como pude y me pareció que el niño se puso a llorar, como dándose cuenta de que ya no estaría solo, limpie sus lágrimas.
"Tu cuidaras de mi para siempre" Dijo el niño con sus ojos y su sonrisa. Me extraño poder entender su mirada, pero decidí ignorar los sentimientos del niño. Me pregunte si era una pregunta o una afirmación o lo que estuviera tratando decir me Por qué no podía responderle eso pues tenia que informar primero al PANI: Patronato Nacional de la infancia, lo que llamaría en otros países como Servicio Nacional de Bienestar Infantil. Además, que tenía que pedirle permiso a mi esposa primero.
Senté al niño cerca de mí y le dije a mi compañero de turno:
"Vigila al niño" Mientras que buscaba el celular en mi bolsillo.
“¿Cuánto me vas a pagar por cuidarlo? " Dijo Chava.
"Hermano, sea serio y míralo un momento, mientras yo llamo al PANI" Le dije. Chava aceptó a regañadientes, el trabajo que le pedí hacer. Alejando un poco de ellos buscando señal, perdiéndoles de vista.
"Aaaah, hermano, hermano, el mocoso se están desvaneciendo." Grito Chava.
"¿Como?" Le respondí. Me di vuelta y para mi sorpresa, en niño se hizo invisible, frente a nosotros.
“Que demonios?” Grite.
“Ave María Purísima Ave María purísima!" Repitió Chava, varias veces mientras se persignaba. Yo mire a todos lados para asegurar me que no era una broma de Cámara escondida.
“Hermano, hemos entrado en la Dimensión Desconocida." Dijo Chava con su rostro lleno de espanto.
"¡Maldición! ¡Lo problemático de lo que dijo mi compañero era que una vez que la Dimensión Desconocida entra en tu vida, tu vida deja de ser normal!” pensé.
“Ja ja ja…” Escuché una risa de una niña, y al mirar a todos lados no encontré a nadie. En ese momento me obligue a pensar que era parte de mi imaginación. Chavaría y yo juramos jamás contarle el encuentro con la niña fantasma.
Lo triste es que es que a veces, en un día soleado, siento un escalofrío, y cuando trato de buscar de donde viene el viento frio, escucho una risa burlando se de mí. Y cuando localizo de donde viene la risa, la niña con una sonría la veo abrazando me las piernas.