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Capítulo 14 - Rory Rapsen

No tenía muy claro cómo, pero Mirei había logrado arrastrarme a su habitación, me había puesto el cepillo del pelo en las manos y se había arrodillado sobre un cojín que, muy probablemente, había tenido días mejores. El espejo que utilizaba para acicalarse estaba un tanto pálido y las luces que había instalado en su tocador personal habían acabado formando parte de otros proyectos, por lo que el salón de belleza se sentía bastante desangelado.

Sin embargo, la ilusión de su rostro era palpable e incluso podía decir que temblaba un poco... y la curiosidad que tenía por ver por qué derroteros iría la carta de esa noble tan excéntrica podía a todos los demás, así que comencé a deshacer los enredos de su pelo mientras la maquinista leía la nota en voz alta y clara.

***

Querida Mirei,

Por muchas vueltas que le dé, soy incapaz de decidir cómo empezar esta carta. ¿Qué debería decirte después de lo que ocurrió ayer? ¿Qué es lo que quieres leer en estas líneas? ¿Qué es lo que debería contarte?

Así que será mejor que empiece por lo más básico: lo siento. Siento que el cielo arruinara nuestro momento y te dejara sin las respuestas que habías venido a buscar. Siento que los astros me hagan más difícil cumplir con mi parte del trato. Me encantaría ir a vuestro pequeño taller y enseñarte todo lo que te prometí. Me encantaría mirarte a los ojos y perderme en ellos antes de decirte estas palabras, pero lo único que puedo hacer ahora mismo es dibujar para ti estos trazos de tinta. Con ellos, sé que debo revelarte la pregunta que aseguré que te estabas haciendo, aunque no fueras consciente de ella. La pregunta que necesitas. Una cuestión que es aún más imperante tras lo que presenciamos sobre nuestras cabezas al final de nuestro primer encuentro.

El origen de las estrellas.

Sé que lo que te brindo no es más que una premisa vaga, si bien cargada de significado personal. Mas también soy consciente de que eres una de las mentes más brillantes que he podido conocer en esta última década. De que estas palabras serán motor suficiente para ponerte en el rumbo correcto y descubrir la verdad que necesitas encontrar. Y me honra ser quien te las ha proporcionado.

También me gustaría contarte en estas líneas lo mucho que disfruté nuestros momentos juntas. Sí, fueron breves. Sí, estuvieron llenos de negocios, como te gusta llamarlos. Sí, un cielo en llamas los arruinó. Aún lamento haber sido incapaz de darte la despedida que te merecías, pero cuando la Casa Tennath te reclama en un momento de alarma, nunca sabes cómo reaccionar. O al menos yo, que ya ves que soy un verdadero desastre al lado de mis padres.

Pero también quiero dejarte clara una cosa: eso no los hizo menos perfectos, solo los convirtió en un preludio demasiado corto al futuro. Un futuro para el que no puedo sino guardar la mayor expectación.

Como ya sabes, el lazo rojo del destino ha decidido separarnos de nuevo. Pero esta vez me he permitido el lujo de trampearlo; no puedo dejar nuestro próximo encuentro al azar. No puedo permitir que nos volvamos a esquivar por accidente. No en estas circunstancias.

Me niego a permitir que toda esta danza de astros y responsabilidades me impida verte de nuevo después de todo lo que ha pasado, Mirei.

Seguramente hayas encontrado una pequeña pieza de metal en este sobre. Guárdala con celo y no te separes nunca de ella, pues es nuestro as bajo la manga. Aunque quisiera, no podría explicarte cómo funciona ahora mismo (quizá descubrirlo por ti misma sea un excelente, si bien fuera de tus capacidades, ejercicio al lector), pero sí que puedo decirte que Runi será capaz de saber qué hacer con ella cuando llegue su tiempo.

Así que solo puedo aguardar al momento idóneo y esperar que tus avances en la búsqueda de tu verdad sean tan satisfactorios como los míos.

Tuya,

Amelia Tennath

***

―¿Eso es una... marca de pintalabios? ―Había de admitirlo, la situación me divertía demasiado como para mantener mi cara de póker―. Guau, tu princesita va en serio.

Mirei se quedó sin decir nada. Simplemente, releyó la carta con atención, se llevó la mano al pecho y puso cara de pánfila. Tardó más de un minuto en reaccionar. Incluso se mantuvo en silencio ante mis tirones, algo que no había visto en toda mi vida.

―Tuya ―repitió, temblorosa―. Tuya, Amelia Tennath.

―¡Oh, tuya! ―me burlé de una forma totalmente evidente, aunque prefirió ignorarme para seguir encerrada imaginación―. La despedida más picantona que admite el lenguaje epistolar, chica.

―¡Tengo una oportunidad! ¡Bien!

―Incluso una máquina sin sentimientos como yo sabe que tienes una oportunidad después de lo del otro día, Mirei ―interpuso Runi, de repente―. No hay que ser un catedrático en empatía para pillarlo.

―¿Es eso lo más importante que tienes que sacar de todo eso? ―Mi burla vino acompañada de ademanes teatreros―. Yo me quedo con... Ya sabes, esos planes de futuro tan lindos. ¡Ah! ¡El reencuentro! ¡Las chispas van a saltar!

―¡Claro que no! ―Me guiñó el ojo. Poco a poco estaba volviendo en sí―. Ya sabes, quería respetar el ritual. Primero te cuento por qué creo que la química que tenemos es infinita, luego me respondes lo buena pareja que hacemos y lo monísimos que serían nuestros hijos por muy biológicamente imposible que fuera eso y, por último...

―Suelto algún chascarrillo para devolverte a la realidad, sí. ―Carraspeé para calentar la garganta―. La cosa es que no tengo ninguno a mano: sigo sin saber lo que ocurrió, pero sus palabras parecen sinceras. Y eso te lo dice alguien que no se fía de las promesas de un noble ni aunque lo juren por toda su estirpe. Pero... ¿esperar? No te ha calado tanto si crees que lo vas a hacer.

―Oh, vaya que si lo harás ―injirió Runi―. Parece que es la única opción que tienes, a juzgar por los adjuntos del mensaje. Pero, ¡eh! Miradlo por el lado positivo. ¡Me dará tiempo a descifrar las cosas que conseguí entrando a su red! ¡E iremos más que preparados a ese encuentro! De hecho... tengo cosas que contaros al respecto. Creo. Aún no estoy seguro. Dejadme analizarlo primero. ¡Vuelvo en cinco minutos! O algo así. Puede que algo más. Depende.

Las luces de Runi se apagaron de repente y el eco de su voz metálica se disipó, dando lugar a una incómoda quietud de la que necesitaba salir lo antes posible... ¿Dónde estaba ese chascarrillo cuando más lo necesitaba?

The tale has been taken without authorization; if you see it on Amazon, report the incident.

―Bueno. ―Tuve tiempo a acabar de mimarle el pelo con mis tónicos antes de que se decidiera a hablar, aunque aún quedaba sesión de peluquería por delante―. Y ahora, en el papel de adulta responsable... Hablemos de esa frase que destaca en mitad del papel. El origen de las estrellas. Suena incluso poético.

―Asumo, por sus palabras, que se refiere a los meteoros y no a los astros fijos en el firmamento. ―Al fin y al cabo, el firmamento había adornado el cielo desde el principio de los tiempos―. Quiero pensar que usar una palabra tan ambigua puede ser una pista por sí misma, al fin y al cabo. Una especie de acertijo. La muchacha tiene cara de disfrutar con ellos. Así que recapitulemos. ¿Qué sabemos de las estrellas?

―¿Qué sus ojos son las dos más bonitas que he visto jamás?

Pestañeó repetidas veces para dejar claro que bromeaba, pero por la sonrisa de pánfila que pobló sus labios, estaba claro que veía algo de verdad en ese poco sutil símil.

―Si no vamos a tomarnos esta conversación en serio... ―Decidí tirar con un poco más de fuerza de la cuenta de los mechones que estaba trenzando.

―¡Jo, era una broma! ―protestó enérgicamente―. Estaba pensando en las estrellas fugaces, sí. Cosas que sé de ellas... Que son preciosas. Pase el tiempo que pase, nunca me canso de verlas. ¿Cuánto hace de la primera que vi? ¿Diez años? Puede que un poco más. Era una noche clara, en el tejado del orfanato, mirando el cielo nocturno con Lilina. Todavía recuerdo su carita de ilusión. Estábamos dibujando formas entre los puntos más brillantes del cielo... Y vimos cómo uno de ellos empezó a surcar la oscuridad, dejando un rastro de llamas.

―Y, para justificarlo, iniciaste un rumor sobre su capacidad para cumplir deseos. ―Le acusé, aunque en realidad todas esas supersticiones ayudaban a normalizar los eventos desconocidos y evitar el miedo entre las gentes―. Un rumor que terminó calando como tradición en el orfanato.

―De hecho, eso fue cosa de Jenna. ―Me dio un cariñoso codazo. No era difícil saber por dónde iba a ir la conversación―. Ya sabes, siempre ha sido una romántica empedernida. Su primer deseo tuvo que ver contigo. Y... funcionó. Al menos, durante un tiempo. Pero esa historia la conoces mejor que yo.

―Irrelevante ―gruñí. Al ver que había podido resultar muy agresivo, me desdije parcialmente―. Quiero decir, estoy seguro de que Amelia Tennath no pensaba en Jenna y en mí al escribir esas líneas.

―¿Te he contado alguna vez que la primera estrella fugaz que vimos fue más grande que las demás? ―Extendió las manos hacia el techo y dibujó un cuadro con sus dedos para estimar su tamaño―. Por aquel entonces, no sabía qué esperar de una, así que nunca le presté especial atención. Pero... Puede que tenga que ver con ese origen del que habla Mel... Amelia. La estrella original, a las que las demás siguieron. ¿Y si cayó en el agua? ¡Puede que Ridamaru sepa algo!

―No estoy seguro. ―Me masajeé la cara, recorriendo con precisión los caminos que marcaban mis pecas―. Puede que el origen tenga más que ver con el lugar del que proceden. Porque... caen, pero de algún sitio tienen que estar saliendo.

―¿Hablas del espacio? ¿Qué tiene que ver esa infinidad oscura con...?

―Si lo piensas bien, tiene sentido. ―Cerré con cuidado la trenza que recogía todo el pelo de Mirei, pero al ver que había quedado descuadrada, la deshice totalmente―. ¿No fue la aparición de los meteoros el momento en el que la tecnología comenzó a despuntar? ¿No ves que tras una lluvia masiva de estrellas el bosque está a rebosar de materiales extraños? De hecho, tú misma siempre has considerado que traen prosperidad y desarrollo al mundo.

―¡Es una forma de hablar! ―replicó con aspavientos―. ¡Nunca pensé que fuera tan literal! Pero... No puedo decir que tu teoría no tenga sentido.

―Estar accidentalmente en lo correcto es la segunda mejor forma de acertar. ―Me llevé el dedo a la sien y la golpeé un par de veces―. Solo es una teoría, claro.

―Mentiría si dijera que nunca lo he pensado por mí misma. ¡Au! ¡Ten cuidado con los tirones! ―chilló, molesta―. Pero... ¿qué sentido tiene eso?

―¿Qué sentido tiene que una familia se vuelva millonaria del día a la noche con una tecnología revolucionaria salida de la nada?

La muchacha sabía perfectamente dónde quería llegar con mis acusaciones, pero no se atrevía a aceptarlas.

―¿Visión de negocio? ¿Una buena inversión en ingenieros maquinistas para mantener su casa en la vanguardia?

―¡Ja! Sabes tan bien como yo que los Tennath conocen algo que nosotros no podemos ni imaginar. ―Tiré con fuerza del pelo de mi hermana a pesar de sus protestas. Como se movía tanto, la trenza que tenía a medio hacer se había deshecho―. Y no minucias, precisamente. Une los puntos, la pista de la princesita nos lleva a...

Incliné el cuello hacia arriba. Pensé que no necesitaba decir más.

―Para ser justos, se ofreció a enseñarme ―suspiró―. ¡No están acaparando el conocimiento! Y, cuando sepa todas esas cosas... ¡nada nos va a parar!

―Pero... ¿por qué lo saben ellos? ―Cerré de nuevo la trenza y, satisfecho con el resultado, la dejé caer por delante de sus hombros―. Suponiendo que esté acertando... sigue siendo la pieza que menos me cuadra. Tienen un secreto... Y ¿quiere que lo desveles? ¿Tú, en particular? ¿Qué ganan con...?

―Y también quieren tu ayuda, te recuerdo. ―Aprovechó que la había liberado para girarse hacia mí y señalarme de forma acusatoria.

―Eso me desorienta aún más. ―Miré de reojo al nuevo prototipo que la muchacha tenía en el escritorio. Aún necesitaba instalarle los nuevos núcleos, pero era imponente incluso como amasijo de metal―. Pero las ideas que presenta son sólidas y el proyecto avanza sobre ruedas. Así que no hará daño seguirles el juego un poco más. En el peor de los casos, nos habremos llevado un buen dinero y algo de tecnología con la que mejorar las vidas de la gente a la que queremos.

―No sé qué esconden, pero quiero confiar en ellos. ―Se llevó la mano al pecho―. Llámalo corazonada o como quieras. Aunque acumulen tantos títulos nobiliarios que asusta. Quizá a ti no te lo parezca, pero si lo que insinúas es cierto... han hecho mucho por mis sueños sin siquiera saberlo... Y por los tuyos.

―No estoy diciendo que...

No necesité terminar la frase para que su rostro cambiara repentinamente. De la ilusión a la curiosidad, y de ahí a la incertidumbre. Se acarició las sienes antes de llegar a una conclusión que presentó con una enorme sonrisa.

―¿Y si la respuesta es «qué más da»? Vengan de donde vengan, sean lo que sean, las estrellas fugaces han dado un nuevo sentido a mi vida. Y esa es la más poderosa de las magias. Quiero decir, no es que no importe, sino que... Quizá la respuesta sea algo que directamente escapa a nuestra comprensión.

―Para dedicarte a las frías y lógicas máquinas, te ha quedado una réplica llena de fantasía. Sin que sirva de precedente, te diré que... me gusta. Tienes cierta razón en eso: se suele decir que la magia no es más que ciencia que somos incapaces de entender. Ninguna de nuestras ideas nos lleva a algo que podamos explicar con palabras. Y las pocas que sí que pueden formalizarse son imposibles de congeniar. No obstante, si lo formulamos directamente como una quimera ahora inalcanzable... Podemos tener un punto de apoyo con el que llegar a la verdad fundamental que se esconde detrás. Es poco ortodoxo, pero... Sí, descuida. Lo investigaré.

El espectáculo de luces de Runi me distrajo hasta tal punto que olvidé acabar la frase. Era fácil olvidar que un ser invisible vivía en la muñeca de Mirei. Y, por mucho que nos tuviera acostumbrados a interponerse en conversaciones sin previo aviso, el despliegue que nos estaba brindando rozaba lo excesivo.

―¡He vuelto! ¿Hablabais de magia? Pues si unas bolas de fuego surcando el cielo os parecen un hechizo flipante, ¡mirad lo que hago yo! ¡Habilitar modo de desarrollador! ¡Control etérico gamma! ¡Rutina at_66_beta_2()!

La pulsera en la que se había transformado comenzó a brillar, dibujando figuras en el aire que viajaban a toda velocidad. El tono era un azul tenue, pero de un matiz inconfundible: el del éter hídrico que albergaba Mirei en sus venas. Y si quedaban dudas de la intencionalidad de la supuesta IA, la pequeña esfera de agua que empezó a formarse en la palma de la mano de Mirei lo dejó claro. Flotaba a escasos centímetros de su piel, pero danzaba en el aire despreocupada.

―Pero, ¿qué? ―Mirei dio un pequeño salto en el sitio―. ¿Qué demonios estás haciendo, pedazo de hojalata?

Solo había visto esa forma de manipular los elementos en un lugar... En la «magia cristal» de los cuatro dragones y las razas que habían nacido de ellos.

―Runi, estás... ¿controlando el éter del cuerpo de...?

La pequeña esfera explotó en decenas de esquirlas de hielo antes de que pudiera acabar la pregunta. Por suerte, nadie se hizo daño con ellas, pero algunos de los viales vacíos de las estanterías estallaron en pedazos, ya fuera por la repentina diferencia de presión o por el impacto.

―¡Ya veo! ―La máquina no parecía preocupada―. ¡Así que por eso ponía beta en el nombre!