Becca lo miraba fijamente tendido en el suelo de la cabaña. La luz del sol atravesaba las paredes de madera y barro, dándole al ambiente un tono espectral y misterioso. Las heridas del extraño, cubiertas de barro y sangre, no parecían tan profundas como las habían imaginado durante la batalla, pero la gravedad del momento seguía pesando en el aire.
Habían llevado al desconocido allí después de la feroz pelea contra la criatura del bosque. Las chicas seguían sin entender del todo quién era o por qué había aparecido en el momento justo para salvar a Suri y proteger a hada del coletazo. Había algo extraño en él, y no solo por su ropa. Lo que más las inquietaba era lo que sentían cuando lo miraban: una mezcla de curiosidad y una sensación que ninguna de ellas podía nombrar.
Las jóvenes se reunieron alrededor del desconocido, observando su rostro con curiosidad.
—¿Qué es eso en su cara? —preguntó Lera, señalando la barba.
—No lo sé —dijo Arlea—. Parece una especie de... pelo.
Hada se acercó, tocando la barba con dedos temblorosos.
—Es áspero —dijo—. Nunca he visto algo así.
Becca se encogió de hombros. —Ni yo. ¿Por qué tiene... pelo en la cara?
Lera se rió. —Parece una planta.
Arlea sonrió. —O un animal.
Hada se miró las manos, como si buscara entender.
—Nunca hemos visto pelo en la cara de nadie —dijo—. ¿Por qué él sí?
Las jóvenes se miraron entre sí, intrigadas.
Suri, la más pequeña, estaba junto a él, con una expresión de preocupación pura. Había sido la más impactada por su presencia, ya que él había arriesgado su vida para salvarla inicialmente. Su pequeña mano acariciaba suavemente la frente del desconocido, mientras sus ojos grandes y brillantes no se apartaban de su rostro.
—¿Creen que estará bien? —preguntó en voz baja, con un hilo de voz casi roto por la emoción.
Becca, siempre la más seria, se inclinó hacia Suri, colocando una mano firme sobre su hombro. —No lo sé, pero haremos lo que podamos. No lo dejaremos morir después de lo que hizo por ti y por Hada. Eso te lo prometo.
—Bueno... ahora lo curamos, ¿no? —dijo Hada, su tono era decidido pero en su rostro se podía ver una mezcla de emoción y desconcierto.
—Sí, pero... ¿cómo? —preguntó Mika, mirando las ropas desgastadas y muy extrañas del desconocido, que cubrían su cuerpo herido.
—Vamos a quitarle la ropa —dijo Becca.
Lera la miro. —¿Estás segura?
—Sí —dijo Becca—. Así podemos ver sus heridas.
Pero al intentar quitarle la ropa, se detuvieron.
—¿Cómo se quita esto? —preguntó Arlea, confundida al ver la prenda tan rara que cubria los pies del desconocido.
—No lo sé —dijo Becca.
Hada se acercó. —Déjame ver.
Comenzó a explorar la prenda tan rara, buscando algún indicio de como sacarla.
—Creo que esto se abre así —dijo Hada, intentando desatar unas lianas delgadas.
Después de varios intentos, lograron quitarle las prendas de sus pies, Lera con su curiosidad de artesana vio lo extraño que eran esas prendas y se quedo viéndolas para aprender como funcionan.
Pero al llegar a los pantalones, Hada se detuvo.
—¿Cómo se quita esto? —preguntó.
Justo cuando Hada estaba por intentar quitárselos, Jaia entró en la cabaña.
—¡Alto ahí! —la voz de Jaia resonó desde la entrada, mientras ella y las gemelas, entraban en la cabaña con expresión seria y hierbas y vendas limpias.
—¿Por qué? Solo lo estamos ayudando... —protestó Hada con un puchero.
—Hay cosas que aún no entienden y deben ver —respondió Jerut, cruzando los brazos.
Ensure your favorite authors get the support they deserve. Read this novel on Royal Road.
—. No pueden... simplemente quitarle sus prendas.
—¿Y por qué no? —insistió Becca, arqueando una ceja—. Lo hacemos entre nosotras todo el tiempo.
Alisha soltó una pequeña risa, divertida por la inocencia de las jóvenes.
—No es como nosotras. Es... diferente —explicó Alisha, mientras las jóvenes la miraban con desconcierto.
—¿Y qué tiene eso que ver? —preguntó Suri, visiblemente confundida.
—Su cuerpo... hay algo extraño? —dijo Hada con una mirada de intriga y algo asustada
—Verán, hay partes del cuerpo del desconocido que son diferentes a las nuestras, y no es apropiado que lo vean así. Las heridas que tiene deben ser tratadas con mucho cuidado, pero solo nosotras lo curaremos y limpiaremos —explicó Jaia, en tono maternal, mientras miraba a las jóvenes con paciencia.
Hada puso los ojos en blanco y lanzó una mirada a sus amigas.
—¡Venga ya! ¿Tan diferentes pueden ser?
Las gemelas Jerut y Alisha, con la experiencia que les daban los años y la picardía en la mirada, se miraron mutuamente y soltaron un suspiro de diversión. Sin embargo, Jaia, que había observado la escena con una ceja alzada, decidió que era momento de intervenir antes de que las chicas cruzaran algún límite.
—¿Por qué? —insistió Hada.
“Ya basta,” dijo Jaia, con un tono firme y una mirada severa. “¿No tienen otra cosa que hacer que estar aquí perdiendo el tiempo? El sol pronto alcanzará su punto máximo. Salgan de aquí y terminen sus deberes antes de que la temperatura suba más. Vamos.”
Las chicas se miraron entre sí, un poco sorprendidas por la reprimenda, pero ninguna se atrevió a discutir con Jaia. Becca, sin embargo, con su orgullo y su reciente liderazgo, fue la primera en responder. “Solo queríamos asegurarnos de que este bien. No es común que… alguien como él aparezca aquí, después de todo.”
Alisha dio un paso adelante y, con una sonrisa pícara, contestó, “Eso lo sabemos nosotras, pero el descanso es lo que más necesita. Y estoy segura de que están queriendo saber cosas que aún no deberían,” dijo, lanzando una mirada significativa hacia sus hermanas. Jerut rió bajo su aliento, añadiendo, “Sí, hay cosas que es mejor que queden bajo nuestro cuidado… al menos por ahora.”
Mika miró a las mujeres mayores, intentando comprender. “¿Qué hay en él, que no podamos ver? ¿Acaso saben algo más sobre por qué se parece tanto a nosotras, pero no es como nosotras?”
—Más de lo que imaginas —respondió Jaia, con una sonrisa divertida—. pero hay razones por las que ustedes no deben ver más de lo necesario.
—Yo solo quería ayudar —dijo Hada, cruzándose de brazos—. No entiendo por qué tanta cosa.
— Pero por ahora, déjenos a nosotras. Es mejor que se retiren y nos dejen encargarnos de esto. — dijo Jaia, con calma
—¡Vamos, chicas! —dijo Becca, algo molesta pero aceptando la situación—. Supongo que nos tocará esperar afuera.
Hada, mientras salía, miró al desconocido por última vez, recordando vívidamente cómo había arriesgado su vida en el bosque. “Pero… él me protegió. No sé si, sin su ayuda hubiera regresado sin un rasguño,” dijo, con la voz temblorosa. Su mente revivía el momento cuando la bestia giró en el último segundo, y el, reaccionando rápidamente, la protegió del ataque abrazándola, que los había lanzado varios metros.
“Lo sé, Hada,” dijo Jerut con una voz más suave. “Eso no se olvida. Pero créeme, necesita de nuestra ayuda… y nada más.”
Becca miró a las mujeres mayores una última vez, aún sin entender del todo pero reconociendo el límite que ellas habían marcado. “Está bien,” - dijo al final, asintiendo con la cabeza y saliendo al sol brillante junto con las demás.
Una vez que las jóvenes se alejaron, las mayores se miraron con sonrisas cómplices. Alisha no pudo evitar comentar en voz baja, “Por poco empiezan a ver cosas que es mejor que no vean tan pronto, ¿no creen?”, y empezaron a reírse entre ellas.
Jaia, Jerut y Alisha se quedaron para comenzar a curar al desconocido. Su experiencia y sabiduría eran fundamentales para tratar las heridas del joven.
—Debemos ser cuidadosas —dijo Jaia, mientras preparaba los remedios a base de hierbas medicinales y las gemelas le quitaban la prenda que faltaba —. No sabemos qué tipo de heridas tiene.
Jerut asintió. —Tienes razón, Jaia. Y debemos considerar su... diferencia.
Mientras limpiaban y curaban las heridas del desconocido, las mujeres intercambiaban miradas significativas. Su experiencia les permitía entender la gravedad de las lesiones y cicatrices antiguas.
—Estuvo solo durante mucho tiempo —dijo Jerut, mientras aplicaba un ungüento—. Sus heridas son más que físicas.
Jaia asintió. —Sí, hay una profunda tristeza en él.
Luego, comenzaron a limpiar su cuerpo para evitar infecciones.
—Vamos a tener que limpiar todo su cuerpo —dijo Jaia, con una sonrisa—. No podemos dejar nada sin limpiar.
Jerut se rió. —Y eso incluye... todo.
Alisha se ruborizó. —Jerut, no seas tan explícita.
Mientras limpiaban, no pudieron evitar notar el tamaño de su paquete.
—Bueno, parece que tiene todo en proporción —dijo Jerut, con una sonrisa pícara.
Alisha se rió. —Jerut, eres incorregible.
Jaia las reprendió con una mirada. —Señoras, centrémonos en limpiarlo y curarlo.
Pero no pudieron evitar algunos comentarios cómicos entre ellas.
—Es como un agricultor —dijo Alisha—. Fuerte y robusto.
Jerut se rió. —Y con un "arado" impresionante.
Jaia las interrumpió. —Basta, señoras. No queremos que se despierte y se sienta incómodo.
Finalmente, terminaron de limpiar y curar al desconocido.
Alisha cubrió al desconocido con una manta de piel, dejando el torso descubierto para que no le afecte el calor ya que terminaron cerca del medio dia, cuando las temperaturas suben al máximo . —Debemos ayudarlo a sanar, no solo su cuerpo, sino también su alma.
—Listo —dijo Jaia—. Ahora solo necesita descansar y esperar a que resista.
Las mujeres mayores se sentaron junto al desconocido, vigilándolo mientras dormía.
—Recuerdo cuando éramos jóvenes —dijo Jerut, sonriendo—. Éramos un manojo de travesuras.
Alisha se rió. —¡Y qué travesuras! Nos metíamos en todos los problemas imaginables, rompíamos corazones.
Jaia sonrió. —Sí, éramos una pandilla de descaradas.
Jerut se inclinó hacia adelante. —Si fuera mas joven... —dijo, con una mirada pícara—. Me divertiría mucho con este joven.
Jaia se ruborizó. —Jerut, no seas tan atrevida.
Alisha sonrió. —Pero Jerut tiene razón. Es un joven interesante.
—Interesante —repitió Jerut—. Es decir, es guapo, fuerte y... —hizo una pausa—. bien equipado.
Jaia se rió. —Jerut, eres incorregible.
Jerut sonrió. —Bueno, quizás si fuera joven de nuevo... —dijo, con una sonrisa—. Pero por ahora, debemos centrarnos en curarlo.
Mientras charlaban las mujeres, el desconocido comenzó a moverse, su respiración era débil y pausada por el dolor que le causaba respirar.
Mientras hablaban, las jóvenes regresaron a la cabaña, para informarles que habían terminado sus deberes de la mañana y la comida ya estaba casi lista y viendo al desconocido recostado en el suelo y vendado y cubierto con pieles.
Suri, la más pequeña, se acercó para observar, con los ojos llenos de preocupación.
—¿Cómo está? —preguntó Becca.
“Es fuerte”, dijo Alisha mientras observaban al desconocido. “Pero su cuerpo ha sufrido mucho. Estaba solo… por demasiado tiempo.”
Jaia sonrió. —Está mejor. Pero necesita descansar y esperar a que su cuerpo reaccione bien a la hiervas.
Hada se acercó al desconocido, mirándolo con curiosidad.
— Me pregunto quién es —dijo, en voz baja.
Las mujeres mayores intercambiaron miradas significativas.
—Aún no lo sabemos —dijo Jerut—. Pero pronto lo descubriremos.
La cabaña se llenó de silencio, mientras todas pensaban en el misterioso desconocido.