El crepúsculo ya había comenzado a caer sobre la aldea, y el taller de Lera estaba iluminado por la luz cálida de una vela de resina que descansaba sobre la mesa. Erik había regresado, como prometió, para ver cómo le iba con la prenda que Lera había confeccionado para él.
Esta vez, Erik sabía exactamente lo que quería: algo cómodo, holgado, que le permitiera moverse con mayor facilidad. Recordaba que, al observar las ropas de las chicas, notaba que el ajuste ceñido no era lo ideal para moverse, y más aún con el calor del día. No quería que su prenda fuera tan pegada al cuerpo como la prenda que había usado antes, por lo que había pedido algo más suelto, casi como una polera sin mangas.
Lera lo había comprendido de inmediato. En la mañana, antes de que él se fuera, había dibujado un patrón aproximado para la prenda, una especie de polera sin mangas, pero más holgada, que le permitiera moverse libremente. A medida que lo miraba, sabía que Lera lo haría más cómodo, no solo por el ajuste, sino también por la ligereza de las pieles.
Cuando Erik entró al taller, Lera le escuchó mientras dejaba de trabajar en una mesa donde había estado afinando unos detalles en otra prenda.
— ¡Qué bueno que llegaste! —dijo Lera, moviéndose hacia él para recibirlo.
Erik asintió, mostrando una leve sonrisa en su rostro.
— ¿Cómo va mi prenda? —preguntó, mientras observaba el taller lleno de pieles y cuero.
Lera señaló un rincón de la habitación, donde la prenda ya estaba casi lista. Al verla, Erik muy satisfecho. Era tal como la pidio, hecha de las pieles más livianas, con cortes que le permitirían moverse libremente.
— Aquí está, como pediste —dijo Lera, mientras se acercaba con la prenda en sus manos.
— Eso tiene muy buena pinta —dijo Erik, observando cómo la piel se veía aún más ligera de lo que pensaba. Se veía más cómoda con la idea de una prenda menos ceñida a su cuerpo.
Lera tomó la prenda y, con una sonrisa, le pidió que se la pusiera. El se quitó la piel que cubría su espalda y se puso la nueva prenda sin mayores inconvenientes. Mientras lo hacía, Lera no pudo evitar observar cómo la piel caía sobre su torso.
— Es... muy cómoda —dijo Erik, dándose un giro frente a ella.
Lera se acercó, ajustando algunos detalles, tocando la piel aquí y allá. Mientras lo hacía, no pudo evitar sentir atreves de las pieles el torso firme de Erik. Al principio lo hizo sin pensarlo, pero cuando lo sintió, se sonrojó ligeramente. A pesar de su discreción, no pudo evitar que su rostro se calentara un poco.
Erik, al notar la cercanía y los toques de Lera, también se sintió un poco nervioso. Estaba acostumbrándose a la cercanía de las chicas, pero en ese momento, el contacto fue algo inesperado.
Mientras Lera se concentraba en ajustar las pieles de la prenda cerca del cuello, sus rostros quedaron más cerca, y fue entonces cuando ambos se dieron cuenta de lo cercanos que estaban. Los ojos de Lera se encontraron con los de Erik, y por un breve momento, ambos se sonrojaron al mismo tiempo.
—Creo que ya está todo —dijo Lera rápidamente, apartándose un paso atrás mientras se aseguraba de que la prenda estuviera bien colocada.
Erik sonrió, aliviado, y asintió.
—Está perfecto. Gracias, Lera. Esto es mucho mejor, mucho más cómodo —dijo, respirando aliviado por lo suelto de la prenda.
Lera lo miró con una sonrisa satisfecha.
—Me alegra que te guste. Sabía que este tipo de prenda te quedaría mucho mejor —respondió, mientras lo observaba con una leve sonrisa en su rostro.
Erik, ahora mucho más cómodo con su nueva ropa, decidió despedirse.
—Buenas noches, Lera y muchas gracias por la prenda —dijo, tomando la piel que cubría antes su espalda con una mano mientras se preparaba para irse.
Lera le sonrió mientras lo veía salir, aún con las mejillas sonrojadas, pero contenta de haberle hecho algo que lo hiciera sentirse más cómodo. Aunque sus pensamientos estaban ligeramente agitados por la cercanía y el toque, estaba satisfecha de haberlo ayudado.
Cuando se quedo sola, se apoyó contra la mesa, respirando profundamente. Sabía que, poco a poco, las interacciones entre ellos serían más seguidas, aunque los nervios aún se notaran en ocasiones. Sin embargo, lo más importante para ella era que había logrado hacerle algo que realmente necesitaba: algo cómodo, práctico y adecuado para él.
Se quedó unos momentos mirando la entrada, perdida en sus pensamientos, antes de volver a sus trabajos.
El sol de la mañana comenzaba a calentar suavemente el valle, iluminando el río con destellos plateados. Erik estaba cerca de la orilla del rio, con la nueva ropa que cubria su torso, buscando algo entre los árboles y arbustos cercanos. Sostenía una rama en la mano, pero parecía no estar satisfecho con ella, ya que la dejó caer y continuó buscando.
Desde un poco más lejos, Arlea lo observaba. Había salido con la intención de recoger algunas verduras frescas para su guiso, pero al verlo, su atención se desvió. El recuerdo del abrazo que compartieron el día anterior todavía la hacía sentir extraña, nerviosa y un poco avergonzada. Sin embargo, la curiosidad por lo que Erik estaba haciendo superó su timidez.
—“¿Qué estará buscando?”, pensó mientras lo veía agacharse para examinar otra rama caída.
Erik, sin notar la presencia de Arlea, encontró finalmente una rama que parecía adecuada. La levantó, evaluando su resistencia al flexionarla ligeramente. Su expresión de concentración era seria, casi como si estuviera resolviendo un problema complicado.
Arlea dio un paso hacia adelante, intentando acercarse sin hacer ruido. No quería interrumpirlo, pero su mente estaba llena de preguntas. Además, verlo con su nueva ropa y haciendo algo con tanta dedicación, la hacía sentirse... distinta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
Erik se giró de golpe, sorprendido. No esperaba compañía tan temprano.
—¡Oh! Arlea. —Se rascó la nuca, algo incómodo por no haberla visto llegar—. Estoy buscando una rama resistente.
Ella arqueó una ceja, curiosa.
—¿Una rama? ¿Para qué?
Erik levantó la rama que acababa de encontrar y se la mostró.
—Quiero usarla para trabajar con la lana. He recordado una forma de suavizarla para un proyecto que tengo en mente.
Arlea inclinó ligeramente la cabeza, interesada.
—¿Un proyecto? ¿Qué clase de proyecto?
—Es una idea para hacer algo que pueda servirnos a todos —dijo Erik, sin dar muchos detalles todavía—. Pero necesito una buena rama para hacer el trabajo.
Arlea se acercó más, mirando la rama que sostenía.
—¿Y cómo exactamente vas a usar esto con la lana?
Erik recogió una de las más largas y flexionó su punta con cuidado antes de responder.
—Quiero usarla para trabajar la lana. Cuando estaba lavando la lana con ayuda de Suri hace unos días, noté que la lana es un poco áspera. En mi hogar, solíamos suavizarla golpeándola con una rama resistente.
—¿Golpearla? —repitió Arlea, perpleja.
—Sí, funciona sorprendentemente bien. —Erik sonrió mientras dejaba caer la rama al suelo con un golpe seco para probar su firmeza—. Si golpeas la lana con el ritmo y la fuerza adecuados, puedes eliminar parte de su rigidez y hacerla más suave y fácil de trabajar.
Arlea frunció el ceño, tratando de imaginar el proceso.
—Nunca había escuchado algo así. ¿De verdad funciona?
—Funciona. —Erik asintió con confianza—. Mi abuelo solía hacerlo con la lana que quería suavizar. Es un método sencillo, pero requiere algo de paciencia y práctica.
Arlea se cruzó de brazos, aún incrédula.
—¿Y por qué querrías suavizar la lana?
Erik la miró con una mezcla de entusiasmo y determinación.
—Si logro suavizar la lana, podría intentar crear algo diferente. Quizás hasta prendas más cómodas y más suaves.
Arlea permaneció en silencio, sorprendida por la lógica detrás de su idea. Aunque aún no estaba convencida, la seguridad de Erik en su propuesta despertó su curiosidad.
—Bueno... ¿puedo ayudarte?
Erik levantó las cejas, sorprendido pero agradecido.
—Claro, me vendría bien una mano. Aunque... no esperaba que tú quisieras trabajar con lana.
Arlea lo miró, cruzándose de brazos.
—¿Por qué no?
—No sé, pensé que te gustaba más estar en tus cultivos y cocinar.
—Puedo hacer mas de dos cosas sabes—dijo ella con un tono desafiante, pero amigable.
Erik soltó una pequeña risa.
—De acuerdo. Entonces, ¿quieres que te enseñe como hacerlo?
Arlea asintió y, por un momento, olvidó sus nervios al estar cerca de el. Mientras caminaban juntos hacia el área preparada para el trabajo, ella no pudo evitar pensar en cómo Erik parecía estar tan confiado en lo que hace. Quizás, solo quizás, trabajar con él no sería tan malo.
Hubo un momento de silencio entre ellos mientras caminaban, roto solo por el suave sonido del agua del río. Arlea sintió la necesidad de hablar, pero no sabía exactamente qué decir. En lugar de eso, sus ojos vagaron un momento hacia la nueva ropa de Erik.
Erik la observó por un momento, notando que parecía distraída.
—¿Estás bien? Pareces... pensativa.
—Sí, estoy bien. —Arlea forzó una sonrisa—. Solo estaba recordando que no he trabajado con la lana desde que era pequeña.
No podía evitar sentir una pequeña chispa de emoción al pensar en trabajar juntos, mientras que él estaba ansioso por mostrarle cómo funcionaba el método que había aprendido de su abuelo.
Cuando llegaron a una pequeña área despejada cerca de la aldea, donde había colocado un montón de la lana lavada. Erik dejó la rama sobre el suelo y se inclinó para examinar el material, asegurándose de que estuviera listo para el proceso.
—Muy bien, Arlea, esto es lo que haremos. —Erik tomó la rama y la levantó para mostrarle—. Golpearemos la lana con fuerza, pero de manera uniforme, para aflojar las fibras y suavizarla.
Arlea observó con atención mientras Erik colocaba un manojo de lana sobre una superficie plana improvisada con piedras lisas y comenzó a golpearla. Al principio, lo hizo con movimientos lentos, midiendo la fuerza.
—Así. No demasiado fuerte, pero lo suficiente para que las fibras empiecen a ceder.
El golpe resonaba en el aire, un ritmo constante y peculiar que rompía la tranquilidad del lugar. Arlea se arrodilló junto a él, intentando imitarlo.
—¿Así? —preguntó mientras alzaba otra rama que habían preparado.
—Un poco más suave, pero sí, ese es el movimiento. Intenta mantener un ritmo constante.
Mientras practicaban, los golpes repetidos comenzaron a atraer la atención de las demás. Suri fue la primera en asomarse, ladeando la cabeza con curiosidad.
—¿Qué están haciendo? —preguntó, acercándose.
El ruido no pasó desapercibido para Mika, quien estaba ayudando con algunos trabajos cerca. Al escuchar los golpes, se detuvo, con los ojos entrecerrados.
—¿Qué está tramando ahora? —murmuró para sí misma antes de apurarse hacia la fuente del sonido.
Cuando llegó, se detuvo de golpe, al ver a Erik y Arlea trabajando juntos. Al ver a Arlea, su expresión se torció en una mezcla de incredulidad y ligera curiosidad.
—¿que están haciendo? —susurró para sí misma, observándolos con atención.
No pasó mucho tiempo antes de que Jaia y sus hermanas, también se acercaran, siguiendo el peculiar ruido. Al ver lo que ocurría, una expresión de sorpresa y nostalgia cruzó sus rostros.
—Hace tanto tiempo… —murmuró Alisha.
—Recuerdo a mi abuelo haciendo eso cuando yo era muy pequeña. Apenas tenía idea de para qué servía, pero el sonido era inconfundible, —añadió Jerut, apoyando una mano en su hermana.
—Es curioso verlo hacer este trabajo… como si lo hubiera hecho toda su vida, —comentó Jaia con una leve sonrisa.
Mientras tanto, Erik, ajeno a la creciente audiencia, seguía explicándole a Arlea los matices del proceso.
—Mira cómo cambia la textura. Se siente menos rígida y más manejable, ¿verdad?
Arlea asintió, tocando la lana con cuidado. Sus ojos brillaban con curiosidad y entusiasmo.
—Sí, es increíble. Nunca pensé que golpearla podría hacer esto.
Erik rió, rascándose la nuca.
—Es un método antiguo, pero efectivo. Mi abuelo me enseñó esto cuando era niño. Me hacía ayudarlo.
Fue entonces cuando notó a las demás observándolos desde una distancia. Se levantó, con una mezcla de sorpresa y vergüenza.
—Oh, hola a todas. ¿Hace cuánto están ahí?
Suri se acerco primero, seguida de Mika, quien cruzó los brazos con expresión indescifrable.
—Hace suficiente tiempo, —respondió Mika, con una ligera sonrisa burlona—. ¿Por qué están golpeando la lana?
—Estoy suavizándola, —respondió Erik, señalando el material—. Es un método que aprendí cuando era niño. Pensé que podría hacerla más fácil de trabajar.
—¿Golpeando? —repitió Hada, quien acababa de llegar también—. Esa fruta rara que comes, ahora esto… cada vez haces cosas más extrañas.
Las mayores se acercaron, mirando la lana con detenimiento.
—Esto… sí, así es como mi abuelo lo hacía, —dijo Jaia, tocando la lana suavizada con una sonrisa melancólica—. Había olvidado esta técnica. Es curioso cómo algo tan simple puede ser tan útil.
Mika, aún observándolos, frunció el ceño.
—¿Y por qué no nos habías mostrado esto antes?
Erik se encogió de hombros.
—Quería estar seguro de que funcionaba con esta lana. Y, bueno, necesitaba la rama adecuada.
Arlea lo miró, con una sonrisa pequeña pero genuina.
—Funciona. Creo que podríamos usar este método más seguido.
Erik asintió, satisfecho. Las chicas, aunque al principio desconfiadas, comenzaron a acercarse para tocar la lana y comprobar la diferencia por sí mismas.
Mika, por su parte, aún parecía algo pensativa, aunque no dijo nada más. En su interior, sin embargo, comenzaba a admitir que, aunque extraño, Erik tenía un talento para encontrar soluciones prácticas que nadie más había considerado.
Lera llegó al lugar con pasos rápidos, su coleta alta balanceándose con cada movimiento mientras observaba la reunión alrededor de Erik y Arlea. Al notar el montón de lana, frunció el ceño, curiosa, y se acercó con determinación.
—¿Qué hacen con la lana? —preguntó, inclinándose para tomar un puñado de lana entre sus manos. Frotó las fibras entre los dedos, sorprendida por su suavidad—. ¿Cómo lograron que se sienta así?
—Erik, —respondió Arlea con una sonrisa, señalándolo—. Me enseñó cómo suavizarla, golpeándola con una rama.
Lera levantó una ceja, dirigiendo su mirada analítica a Erik. Hada, que estaba detrás, miró fugazmente hacia él, solo para apartar la vista al instante cuando él giró la cabeza en su dirección.
—¿Golpeándola? —repitió Lera, con tono incrédulo—. ¿Esto lo hiciste tú?
Erik asintió, esbozando una pequeña sonrisa, mientras notaba algunas miradas curiosas a su alrededor.
—Es un método que aprendí hace tiempo. Es sencillo, pero muy efectivo. Ahora la lana es más fácil de trabajar.
Lera volvió a concentrarse en la lana, claramente evaluando sus posibilidades. Las demás chicas comenzaron a acercarse también, curiosas, aunque Hada y Mika parecían mantener cierta distancia, robando miradas rápidas hacia Erik antes de centrarse en la lana.
—Es increíble, —comentó Hada, pasándose la lana por la palma de la mano—. Nunca pensé que podría sentirse así.
—Ni yo, —dijo Mika en voz baja, aunque mantenía su expresión reservada mientras miraba brevemente a Erik y volvía su atención a las fibras.
Lera, sin embargo, parecía absorta en sus pensamientos.
—Con esta textura… podría intentar hacer algo con ella, —murmuró, con un brillo de determinación en los ojos.
El grupo quedó en silencio por un momento, y luego Hada soltó una risa divertida para romper la tensión.
—¿Tú? ¿Trabajar con lana? —preguntó, cruzándose de brazos—. Lera, siempre dices que no tienes paciencia para esto.
—Es cierto, —añadió Suri, arqueando una ceja mientras observaba la nueva ropa de Erik —. La última vez que intentaste, dejaste todo a medias y volviste a las pieles antes de que siquiera empezaran a hilar.
Incluso Jaia, que había estado observando con una sonrisa tranquila, intervino.
—Lera, querida, siempre has preferido las pieles. Nunca te gustó la lana.
Lera frunció el ceño, sosteniendo el puñado de lana como si desafiara a las demás.
—Sí, pero nunca he trabajado con lana así de suave. Esto… esto es diferente.
—¿Estás diciendo que vas a dejar las pieles? —preguntó Hada con escepticismo, aunque de reojo miraba hacia Erik, sonrojándose un poco cuando él levantó la vista hacia ellas.
—No dije que las voy a dejar, —replicó Lera, enderezándose—. Solo quiero probar.
Las chicas intercambiaron miradas sorprendidas, claramente intrigadas por su repentina decisión. Erik, aunque un poco desconcertado, mantuvo una sonrisa amable mientras bajaba la rama al suelo.
—Si quieres intentarlo, puedo ayudarte, —ofreció Erik, mirándola directamente, lo que provocó un breve rubor en el rostro de Lera que ella intentó disimular rápidamente.
—Está bien, —dijo, con un leve titubeo en su voz—. Pero si esto no funciona, volveré a las pieles.
—Eso suena justo, —respondió Erik, retomando la rama para seguir trabajando.
Mientras los golpes resonaban en el aire, las chicas se quedaron cerca, observando con fascinación. Algunas seguían desviando la mirada, la nueva ropa de Erik, extrañamente parecía muy cómoda, pero no podían evitar sentir curiosidad.
—¿Creen que realmente lo hará? —susurró Suri a Hada, intentando distraerse.
—No lo sé, —respondió Hada, aún con un leve rubor en sus mejillas—. Pero si lo logra, será algo que nunca pensé ver.
Incluso Jaia y las gemelas no pudieron evitar sonreír al imaginar a Lera, con su conocida impaciencia, lidiando con algo tan delicado como la lana.
—Quizás Erik tenga un talento especial para cambiar opiniones, —comentó Alisha con una sonrisa traviesa, observando cómo Lera lanzaba miradas fugaces a Erik mientras él trabajaba.
El grupo soltó risitas, mientras Lera intentaba ignorarlas y se enfocaba en su nueva idea, determinada a demostrarles que podía hacerlo.
El sol bañaba el claro cerca del río, donde Erik y las chicas decidieron ayudar ya que les pareció divertido golpear con ramas y comenzaron a trabajar con entusiasmo. Las ramas golpeaban rítmicamente la lana, suavizando las fibras y dejando un ambiente lleno de risas y energía. Algunas chicas, como Suri y Hada, competían por ver quién lograba hacer más suave su sección, mientras que otras, como Mika, lo hacían con menos entusiasmo pero con igual dedicación.
—¿Quién diría que golpear lana podría ser tan entretenido? —dijo Becca, mientras daba un golpe firme con su rama.
—Es entretenido porque no tienes que hacerlo todo el día, —respondió Mika con una sonrisa irónica.
Hada se rió. —Bueno, no es tan aburrido como recoger leña, ¿verdad?
Mientras tanto, Erik trabajaba en silencio, concentrado. Aunque disfrutaba del ambiente animado, sus pensamientos estaban en el siguiente paso del proyecto. Ya había una buena cantidad de lana suave, suficiente para lo que tenía en mente. Sin embargo, no contaba con que alguien descubriera sus intenciones tan pronto.
Durante un descanso, mientras todas dejaban sus ramas a un lado y bebían agua y comían algunas frutas, Suri miró la pila de lana recién trabajada con ojos curiosos. Sin pensarlo mucho, se tiró sobre ella con los brazos abiertos, riéndose.
—¡Es tan suave! —exclamó, rodando sobre la lana como si fuera un tronco.
Las otras chicas se giraron hacia ella, sorprendidas al principio, pero luego comenzaron a reír también.
—Suri, ¿Qué haces? —preguntó Arlea, divertida.
—Solo digo... —respondió Suri, sentándose en la lana con una expresión soñadora—, ¿se imaginan dormir sobre algo tan suave como esto?
Las palabras de Suri dejaron a Erik inmóvil por un segundo. Sabía que aquello llamaría la atención de las demás, y efectivamente, Becca fue la primera en fruncir el ceño.
—Espera un momento... —dijo, mirando a Erik con sospecha. —¿Por qué estás tan nervioso y callado?
Erik intentó responder con calma. —Solo pensaba en lo bien que están haciendo el trabajo.
—Eso suena como una excusa, —comentó Hada, cruzando los brazos.
Mika, siempre desconfiada, lanzó una mirada directa a Erik. —Algo nos estás ocultando.
—¿De qué hablas? —respondió Erik con un tono tranquilo, aunque su mente ya estaba buscando una forma de evadir las preguntas.
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Lera, que siempre estaba alerta a cualquier cosa que implicara materiales nuevos, cruzó los brazos y miró fijamente la pila de lana. —No soy experta en lana, pero sé reconocer cuando alguien está planeando algo. ¿Qué piensas hacer con todo esto?
Antes de que Erik pudiera responder, Mika agregó: —Exacto. No es normal que alguien lave y suavice tanta lana. ¿Qué tienes en mente?
Suri, aún sentada en la lana, señaló a Erik con una sonrisa. —¡Yo creo que esto es más que solo golpear lana! ¿Qué estás tramando?
Antes de que Erik pudiera decir algo, las mayores, que habían estado supervisando a cierta distancia, se acercaron al grupo. Jaia, con su habitual calma, sonrió y tomó asiento junto a las chicas.
—Bueno, parece que no podemos guardar el secreto por más tiempo, —dijo, mirando a Erik con aprobación.
—¿Secreto? —preguntó Mika, levantando una ceja.
—El secreto de lo que Erik quería hacer con esta lana, —respondió Alisha. —Quiere hacer colchones.
Las chicas se miraron, confundidas al principio.
—¿Colchones? —repitió Arlea.
Erik asintió. —Es como una base suave para dormir. Se colocara después de los troncos que usan de base, y encima recién vendrán las pieles.
De inmediato, un coro de preguntas surgió de las chicas.
—¿Cómo lo harías? —preguntó Hada.
—¿Para todas? —añadió Becca.
—¡Es una idea increíble! —dijo Suri, ya emocionada.
—Ese es el plan, —dijo Erik, rascándose la cabeza, con una risa algo nerviosa ante tantas preguntas.
Las mayores asintieron con aprobación, mientras las chicas intercambiaban miradas emocionadas.
Jaia sonrió. —Ya saben lo que tienen que hacer entonces. Ayudarlo para que esto avance más rápido.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, bañando la aldea con una luz cálida y dorada. En medio de todo, se escuchaban los constantes golpes de ramas contra montones de lana cruda. Erik trabajaba codo a codo con las chicas, usando una rama gruesa para golpear la lana y suavizarla.
—“Esto debería considerarse un castigo, mis brazos no van a perdonarme por esto.” murmuró Hada mientras dejaba caer su rama al suelo, sacudiendo sus manos adoloridas. Su cabello, normalmente liso y bien cuidado, estaba ahora lleno de pequeños trozos de lana difíciles de quitar.
Erik, con la frente perlada de sudor, rió mientras continuaba golpeando con fuerza constante. —“Bienvenida al mundo del trabajo duro, Hada. Créeme, cuando veas el resultado, olvidarás todo el esfuerzo.”
—“No sé si quiero saber cómo sería ese resultado,” replicó Mika, aunque su tono tenía un matiz de curiosidad.
Suri, por su parte, había dejado de golpear y estaba sentada cerca de un montón de lana ya trabajada. —“Mis brazos ya no dan para más,” dijo, masajeándose los hombros. —“Voy a encargarme de guardar la lana lista mientras descanso un poco. ¿Te parece bien, Erik?”
—“Perfecto,” respondió Erik, sin detener su movimiento. —“Es importante que tengamos la lana organizada. Gracias, Suri.”
Suri asintió, recogiendo con cuidado los montones de lana más suaves y guardándolos en varios sacos. Aunque sus brazos dolían, sentía cierta satisfacción al ver el progreso que habían hecho.
Mika miró a Erik con desconfianza, pero había algo en su tono que le hacía pensar que realmente estaba comprometido con lo que hacía. —“Espero que valga la pena,” dijo finalmente.
Mientras el trabajo continuaba, Erik no se detuvo ni un momento, motivando a las chicas con palabras de aliento. Golpeaba con fuerza y ritmo, demostrando que estaba tan involucrado como ellas en el proyecto.
Finalmente, el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas, marcando el final de la jornada. —“Eso es suficiente por hoy,” dijo Erik, soltando su rama y estirándose. —“Han hecho un gran trabajo.”
Suri se levantó, con el saco de lana a cuestas. —“Espero que esto realmente sea algo especial, Erik,” dijo, entre cansancio y broma.
—“Lo será,” respondió Erik con confianza. —“Solo un poco de paciencia, y lo verán.”
Mientras las chicas se dirigían a sus cabañas, Erik quedó atrás un momento, observando los montones de lana procesada. Para él, esto era más que un proyecto práctico; era una forma de mostrar su aprecio por todas ellas y su disposición a contribuir a la aldea.
Mika, caminando a su lado, lo miró de reojo. Aunque no decía nada, en su mente rondaba la pregunta de qué era exactamente lo que Erik estaba planeando. Una parte de ella quería saber, pero otra parte disfrutaba del misterio. Y mientras la noche caía, todas, a pesar del cansancio, empezaban a sentir curiosidad por la sorpresa que Erik tenía preparada.
Esa noche, mientras el grupo descansaba, Erik comenzó a planificar los detalles para hacer mas colchones para todas, por ahora solo habria lana para unos tres. Sabía que tardaría varias semanas o meses para el resto, pero con la ayuda de las chicas, el proyecto podría avanzar más rápido de lo que esperaba. Cada golpe de las ramas y cada risa que escuchaba le recordaban que este era un esfuerzo colectivo, algo que mejoraría la vida de todos en la aldea.
La fogata crepitaba suavemente en la tranquila noche, mientras las chicas se acomodaban alrededor, relajadas después de un día de trabajo. Erik, decidido a compartir algo nuevo, empezó a contarles una historia.
—Les voy a contar una historia de fantasía —dijo, sonriendo con complicidad—. Es solo algo que se inventa, algo que no es real, pero muy divertido.
Las chicas se miraron entre sí, confundidas. Mika, como siempre, frunció el ceño.
—¿Fantasía? ¿Qué es eso? —preguntó.
Erik pensó un momento, buscando una manera sencilla de explicarlo.
—Es como... algo que solo existe en la imaginación. No es real, pero nos hace pensar, soñar, entretenernos. Las historias de fantasía no necesitan ser verdaderas.
Suri, curiosa, asintió lentamente, mientras Becca parecía interesada. Pero Mika no dejaba de mirar con desconfianza.
—¿Entonces, todo eso que contarás no es cierto? —preguntó Becca, tratando de comprender.
—Exacto —confirmó Erik, sonriendo—. Es solo para imaginar, distraerse. Ahora, escuchen.
Erik comenzó su relato. Les habló de una heroína llamada Suri, que vivía en un mundo lejano y peligroso, donde enfrentaba seres del espacio. Junto a su compañera Hada, luchaba contra esos seres, siempre venciendo.
Las chicas escuchaban, cautivadas, aunque algo desconcertadas por la idea de "seres del espacio" y "aventuras". A medida que avanzaba, mencionó a Becca como la estratega, a Lera como la creadora de herramientas, y describió cómo todas trabajaban juntas para superar desafíos.
Cuando llegó el momento más emocionante de la historia, Erik miró a las chicas con una sonrisa amplia.
—Y cuando todo parecía perdido, la heroína, se transformó. Algo increíble ocurrió, su poder creció, sus ojos cafés pasaron a ser azules y brillaron y su fuerza aumentó más de lo que imaginaban. ¡Se convirtió en algo mucho más fuerte!
Las chicas se quedaron en silencio, los ojos abiertos, sin saber exactamente qué estaba describiendo. Erik se inclinó hacia adelante, con un brillo en los ojos.
—Suri se transformó en... ¡super suri! ¡Una fuerza que nadie podía detener! Pero justo cuando parecía que su poder no tenía límites...
Erik hizo una pausa dramática, observando las reacciones de las chicas.
—¿Qué pasó? —preguntó Suri, casi sin darse cuenta de lo que decía, ansiosa por saber mas.
Erik sonrió, mirando a todas las chicas alrededor de la fogata, y las dejó en suspenso.
—Eso... lo dejaré para después. —dijo con una risa, disfrutando del momento—. Dejar las historias en el momento más interesante es parte de la diversión, ¿no?
Las chicas se miraron entre sí, sintiendo la frustración de no saber qué pasaría, pero la sonrisa de Erik las hacía entender que no podrían obtener la respuesta esa noche.
—¡No es justo! —protestó Hada, mientras las demás también se mostraban impacientes.
—Así es como funciona una buena historia —respondió Erik con una sonrisa pícara—. Les dejaré con ganas de saber más. Al final, la espera hace que lo que sigue sea aún más emocionante.
Con eso, las chicas suspiraron, algo decepcionadas pero también intrigadas. El misterio quedaba flotando en el aire, mientras el crepitar del fuego les recordaba que, aunque esa noche no sabrían cómo terminaba, lo harían en otro momento.
Habían pasado varios días desde que Erik había comenzado a contarles historias de fantasía y acción a las chicas, y las emociones provocadas por las aventuras de la heroína y héroes seguían muy presentes en las mentes de las jóvenes. En especial, Suri no podía dejar de pensar en la protagonista que derrotaba esos seres del espacio y luchaba con fuerza. Parecía que no había podido soltar la historia ni por un momento.
Mientras todas trabajaban en sus tareas diarias, Suri estaba especialmente inquieta. Después de escuchar por enésima vez sobre la "Heroína" y las aventuras de los héroes, la joven no pudo resistirse más a la tentación. Corrió por la aldea, alzando un cucharón de madera como si fuera una espada y comenzó a saltar de un lado a otro, como si estuviera librando una batalla épica en medio de la aldea.
—¡Soy Suri, la heroína que salva el mundo! —gritaba con entusiasmo, mientras su voz resonaba por todo el lugar.
Hada, que estaba cerca y ya conocía bien el tipo de travesuras de Suri, no pudo resistir la tentación y se unió a ella. Ambas comenzaron a corretear por la aldea, esquivando piedras imaginarias, saltando sobre troncos y enfrentándose a enemigos invisibles, como si fueran las heroínas del cuento legendario.
—¡Yo también soy una heroína! —exclamaba Hada, levantando un palo que había recogido, simulando ser una lanza, mientras corría a su lado.
La diversión de las chicas se extendió por toda la aldea, lo que llamó la atención de las demás, que las miraban con una mezcla de diversión y un toque de cansancio.
Becca, que estaba cerca, observaba cómo las chicas corrían y saltaban. Solo suspiró, sin sorprenderse. Sabía que Suri era impredecible, pero que Hada la acompañara solo le parecía un reflejo de lo que había ocurrido las noches de la historias.
Mika, que se encontraba cerca, no pudo evitar ver el alboroto. Aunque en su rostro había una ligera expresión de incredulidad, la situación le sacó una sonrisa involuntaria. Ya no era la primera vez que Suri se dejaba llevar por su entusiasmo, pero no podía evitar pensar que, si algo la mantenía ocupada y entretenida, tal vez era algo positivo.
Lera, que estaba cerca de la zona de cocina, también observaba, entre divertida y preocupada por lo que estaba ocurriendo. No quería que el alboroto afectara demasiado a las tareas de todos, pero, por otro lado, no dejaba de reír por la actitud tan desbordante de las chicas.
Suri, completamente perdida en su rol de heroína, saltó sobre una roca, con el cucharón levantado en señal de victoria, y luego se giró hacia las demás.
—¡Chicas, el mundo está a salvo! ¡He derrotado a todos los seres del espacio! —dijo mientras daba una vuelta dramática, convencida de su hazaña.
En ese momento, corrió hacia las demás, todavía levantando el cucharón como un trofeo, con Hada siguiéndola de cerca, y llegó a la mesa de comer donde se habían sentado. Todas miraban con una mezcla de diversión, asombro y, sobre todo, resignación.
Becca no pudo evitar soltar una risa suave, pero lo que dijo Mika fue más directa:
—Suri, ¿realmente no puedes dejar de actuar como la heroína, eh? —preguntó, sin poder ocultar una sonrisa.
—¡Es que soy una heroína de verdad! —respondió Suri con entusiasmo—. ¡Y pronto será el turno de todas ustedes!
Lera, aunque más contenida, también se vio obligada a reír ante la situación. No podía creer lo que veía, pero el ver la alegría de Suri y Hada, y la forma en que se sumergían en su mundo de fantasía, era algo contagioso.
Entonces, Erik, que había estado observando, vio cómo las chicas no podían dejar de mirarlo con una mezcla de risa y reproche. Eran las consecuencias de sus historias.
—Lo siento, chicas —dijo, mirándolas, con una sonrisa algo avergonzada—. Creo que ya no contaré más historias de fantasía y de acción... parece que me estoy metiendo en problemas.
Las chicas, entre risas y miradas cómplices, se dieron cuenta de que todo esto había sido causado por las historias de Erik, y aunque había sido divertido al principio, ya se había salido un poco de control.
—¡No puedes detenerte ahora! —dijo Hada, divertida, mientras Suri corría de nuevo, levantando el cucharón.
Erik suspiró, sabiendo que las historias, aunque emocionantes, también traían consecuencias inesperadas.
Una mañana, después de varios días de caótico entusiasmo generado por las historias, Erik se encontraba sentado en una roca cerca del río, observando a las chicas mientras continuaban con sus tareas. A lo lejos, escuchaba las risas y gritos de Suri, quien seguía emulando a los personajes de las historias que él les había contado. Suri, por ejemplo, estaba persiguiendo a Hada por todo el claro de la aldea, ambas saltando y esquivando obstáculos imaginarios con barras de madera en la mano, como si estuvieran luchando contra monstruos invisibles.
—Esto ya se me está yendo de las manos... —murmuró Erik para sí mismo, rascándose la nuca mientras veía el espectáculo que se desarrollaba frente a él.
Al principio, las historias le parecieron una forma divertida de introducir a las chicas en conceptos de fantasía y aventura, pero ahora, al ver cómo Suri se tomaba tan en serio el rol de heroína, se dio cuenta de que quizás había sido demasiado intenso para ella. El simple hecho de que las chicas comenzaran a realizar batallas imaginarias entre ellas no era el tipo de resultado que él había anticipado.
Dejó escapar un suspiro, pensando en cómo podría calmar un poco las cosas. Quería que las historias fueran una forma de acercarse más a las chicas, no de crear caos en la aldea. Sin embargo, no sabía cómo cambiar su enfoque sin decepcionarlas. Después de todo, él disfrutaba de su compañía, y entendía que las historias les resultaban emocionantes, pero había algo en la forma en que las chicas se dejaban arrastrar por ellas que lo hacía sentir un poco culpable.
—Tal vez podría contar algo más tranquilo... —pensó, mientras observaba cómo Suri, con una gran sonrisa en su rostro, saltaba sobre una piedra como si fuera una roca flotante en medio de un mar lleno de criaturas.
En ese momento, Mika apareció desde la aldea, con su habitual expresión de desconfianza, pero al ver a Erik, su mirada se suavizó ligeramente. Ella le lanzó una mirada que dejaba claro que también había notado el caos que las historias habían causado.
—¿En qué pensabas? —preguntó Mika, su tono ligeramente curioso.
—Nada... —Erik sonrió tímidamente, tratando de disimular la incomodidad. —Solo pensaba en cómo hacer las cosas un poco más... tranquilas. Quizás algo menos... explosivo.
Mika lo miró, sabiendo exactamente a qué se refería. Los días de acción sin descanso parecían estar afectando incluso a las más calmadas de las chicas.
—Sí... creo que tal vez tus historias deberían tener un descanso. ¿Qué tal algo más... relajante? —sugirió Mika, cruzándose de brazos mientras observaba a las demás.
—Eso es lo que pensaba —respondió Erik, aliviado de escuchar que Mika lo entendía. —Algo más tranquilo, tal vez sobre un lugar bonito, con criaturas suaves o... historias de viajes. Algo en lo que no se tenga que correr o pelear todo el tiempo.
Erik miró hacia el horizonte, viendo cómo las chicas seguían jugando. Suri, como siempre, lideraba el juego, pero ahora también podía ver que algunas de las chicas, como Arlea y Lera, observaban desde lejos, con una mezcla de diversión y ligera preocupación.
—Sí, una historia donde no haya peleas, solo aventuras de viajes... —dijo Erik para sí mismo, con una sonrisa pensativa.
Mika asintió, comprendiendo que Erik quería continuar conectando con las chicas, pero de una manera más calmada, algo que pudieran disfrutar sin que se convirtiera en un caos.
—Algo de viajes... —repitió Mika, con una leve sonrisa. —Eso suena bien. Pero prométeme que será menos... agitado.
—Lo prometo —respondió Erik, alzando la mano en señal de juramento—. ¡Solo historias tranquilas a partir de ahora!
Antes de que Mika pudiera irse, Suri, con una rapidez impresionante, saltó de repente sobre la espalda de Erik, lanzando un grito exagerado de guerra.
—¡Te tengo, ser del espacio! —gritó Suri con entusiasmo, como si fuera una heroína en plena batalla. La voz de Suri sonaba llena de energía, como si estuviera a punto de derrotar a un temible enemigo.
Erik, que ya había aprendido a esperar lo inesperado de Suri, no se lo pensó dos veces. Con un suspiro teatral y una risita nerviosa, se dejó desplomar al suelo, cayendo con suavidad sobre la tierra algo caliente.
—¡Noooo! —gritó Erik, fingiéndose asustado mientras se retorcía, como si estuviera atrapado en las garras de una criatura feroz—. ¡No es justo! ¡Tu forma de "Super Suri" es demasiado poderosa! ¡Te suplico, no me hagas nada!
Suri no podía evitar reírse al escuchar las palabras de Erik. El juego de roles que había iniciado hacía poco se había convertido en una especie de tradición entre ellos, pero hoy, parecía que su energía estaba al límite. Mientras tanto, Erik intentaba moverse, pero la fuerza de su agarre era inquebrantable.
Sin embargo, justo cuando pensaba que ya había encontrado una salida para escapar de su grip, sintió otro peso repentino que lo derrapó de nuevo al suelo. Un peso adicional que lo dejó casi sin aliento.
—¡Y ahora yo! —exclamó Hada, con la misma emoción que Suri. Hada se había sentado sobre su espalda sin que él se diera cuenta, tomando el rol de una guerrera imponente, imitando la postura de un personaje invencible.
Erik se quedó inmovilizado por un momento, sorprendido por lo que acababa de ocurrir. Suri y Hada, entre risas, se mantenían firmemente sobre él, cada una en su propio papel de heroína, mientras él trataba de liberarse, pero sin éxito.
—¡Es imposible! —gimió Erik, fingiendo desesperación mientras sentía el peso de las dos chicas, pero a la vez disfrutaba de la diversión y las risas. —¡Esto no es justo! ¡No puedo escapar de dos super guerreras al mismo tiempo! ¿Dónde está Mika para salvarme?
Mika, que había estado observando la escena, no pudo evitar soltar una leve sonrisa al ver cómo las chicas se divertían sobre Erik. Se cruzó de brazos y sacudió la cabeza.
—Creo que lo que necesita es un rescate... —dijo, más para sí misma que para las demás, con una sonrisa de complicidad. Aunque no estaba segura de si debía intervenir o dejar que Erik viviera su "mala suerte", se sintió algo aliviada de ver que al menos las chicas no se estaban tomando demasiado en serio las historias de acción.
Suri y Hada seguían luchando por mantener el control sobre Erik, y este, entre risas, seguía rogando por su vida mientras fingía estar completamente atrapado. A lo lejos, algunas de las chicas que se habían reunido a observar comenzaban a reírse al ver el alboroto.
—¡Erik, ya no tienes escapatoria! —gritó Suri con fuerza, mientras Hada asentía como si fuera una líder imparable.
Erik, todavía en el suelo, solo podía reír y pensar que, tal vez, este tipo de caos era más de lo que había anticipado cuando comenzó a contar sus historias. Pero, en medio de todo, se dio cuenta de que estas pequeñas bromas y momentos de diversión eran lo que realmente le traían alegría en este extraño mundo.
Erik, atrapado bajo el peso de Suri y Hada, decidió usar su imaginación para cambiar el rumbo de la "batalla". Alzando la voz dramáticamente, declaró:
—¡Pero qué es lo que veo en el cielo! ¡Un sol amarillo! ¡El poder de un guerrero invencible ha sido llamado!
Suri, al escuchar esto, detuvo su juego de inmediato. Su expresión pasó de triunfante a preocupada en un instante.
—¡Eso no es justo! —gritó, apartándose de Erik y poniéndose en pie—. ¡Él es mucho más poderoso que Super Suri!
Dicho esto, Suri comenzó a correr en círculos, pensando rápidamente en un nuevo plan para enfrentarse a un poder tan abrumador. Su imaginación volaba mientras se alejaba, ideando alguna nueva táctica que pudiera devolverle la ventaja.
Mientras tanto, Hada permanecía en su lugar, sentada cómodamente sobre la espalda de Erik, con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¡Super Suri podrá huir, pero yo no me rindo! —anunció, ajustándose en su posición como si fuera a quedarse ahí por siempre.
Erik suspiró con una sonrisa cansada.
—Está bien, Hada, pero si quieres quedarte ahí, tendrás que ver cómo me levanto. Prepárate.
Con algo de esfuerzo, Erik empezó a incorporarse, usando sus brazos para impulsarse. Al sentir que él realmente se movía, Hada reaccionó de inmediato, aferrándose con fuerza para no caerse. Sus brazos rodearon el cuello y los hombros de Erik, y en su intento por mantener el equilibrio, sus pechos presionaron contra la espalda de Erik.
Erik sintió el contacto, pero, manteniendo la compostura, decidió no darle importancia.
—¿Estás bien ahí atrás? —preguntó con tono ligero, mientras poco a poco lograba ponerse en pie.
La risa de Hada resonaba mientras seguía en la espalda de Erik, sus brazos abrazándolo firmemente para no caer.
—¡No te rindas, Erik! ¡Vamos, levántate, quiero ver si puedes hacerlo! —dijo Hada entre risas, sin soltarlo.
Erik, con un resoplido y algo de esfuerzo, apoyó sus manos en el suelo para impulsarse hacia arriba. Cada movimiento era medido, sus músculos tensándose mientras buscaba el equilibrio con Hada aferrándose a él.
Desde una distancia prudente, Mika observaba la escena con los brazos cruzados. Su expresión seria se transformó lentamente en una mezcla de asombro y desconcierto.
—¿De verdad puede levantarse así...? —murmuró para sí misma, incapaz de apartar la mirada, mientras Erik se incorporaba poco a poco, a pesar del peso adicional.
Finalmente, Erik se puso de pie, jadeando ligeramente, pero con una sonrisa triunfante.
—¡Hecho! —dijo, mirando de reojo a Hada—. ¿Contenta ahora?
Hada, todavía abrazada a su espalda, soltó una risita.
—¡Sí! Pero no pienso bajarme todavía.
Más allá, Becca y Jaia estaban sentadas bajo un árbol, observando la escena con interés. Becca arqueó una ceja, impresionada.
—¿Viste eso? —preguntó Becca, mirando a Jaia.
La mujer mayor asintió con calma, una leve sonrisa en sus labios.
—Ese joven tiene más fuerza de la que aparenta. No cualquiera logra algo así con tanta facilidad —comentó Jaia, observando a Erik con una mirada reflexiva.
De repente, un grito entusiasta interrumpió sus pensamientos.
—¡Yo también quiero ser cargada! —gritó Suri, quien había estado observando desde un lado, completamente entusiasmada por lo que acababa de presenciar.
Antes de que Erik pudiera reaccionar, Suri corrió hacia él y, con un salto ágil, se abrazó al frente de su torso.
—¡Atrápame, ser del espacio! —exclamó, riendo mientras se aferraba con fuerza a Erik.
Erik, sorprendido, tropezó ligeramente, tratando de mantener el equilibrio con Hada todavía en su espalda y ahora Suri abrazada al frente.
—¡Espera, Suri! ¡Esto no es justo! —dijo Erik entre risas, tambaleándose un poco pero logrando estabilizarse.
Mika, aún en su lugar, abrió los ojos con incredulidad.
—¿Cómo... cómo puede con ambas? —se preguntó, perpleja ante lo que estaba viendo.
Becca cruzó los brazos, su expresión mezcla de curiosidad y admiración.
—Tal vez no sea tan débil como parece —murmuró para sí misma, mientras Jaia soltaba una leve carcajada.
—Ese chico es un misterio —dijo Jaia, con la tranquilidad que la caracterizaba.
Finalmente, Erik, con esfuerzo pero sin perder el buen humor, dio un paso hacia adelante, cargando a ambas chicas.
—Está bien, esto ya es demasiado. ¡Super Suri y Guerrera Hada, me rindo! —dijo con algo de cansancio mientras ambas reían, divertidas.
Hada y Suri finalmente bajaron de Erik, riendo y proclamándose victoriosas tras "derrotar" al supuesto enemigo del espacio.
—¡Super Suri y la Guerrera Hada, invencibles! —exclamó Suri, levantando los brazos mientras Hada reía a carcajadas.
Erik, con una sonrisa cansada, se sacudió el polvo de la ropa y tomó aire profundamente.
—Sí, sí, invencibles... pero yo necesito un respiro —dijo, haciéndolas reír aún más.
Las chicas se alejaron, entretenidas, mientras Erik se quedaba unos momentos más en el lugar, observando el entorno con una expresión pensativa. Luego, sin decir nada, empezó a caminar hacia la zona donde se encontraba Mika, observando la proeza realizada, aunque sus ojos estaban fijos en él desde el momento en que empezó a moverse.
Cuando vio que Erik se acercaba, Mika, se escondió intentando no ser vista. Desde allí lo observó pasar lentamente, con las manos apoyadas en la cintura y los hombros relajados tras el esfuerzo.
Mientras caminaba, Erik murmuró en voz baja, lo suficiente para que Mika alcanzara a escuchar:
—Vaya... Creo que estoy más oxidado de lo que pensaba. Estuve demasiado tiempo sin esforzar los músculos —comentó, estirando los brazos con cuidado y moviendo los hombros tratando de relajarlos—. Si algo malo llegara a pasar... No estoy en buenas condiciones.
Mika frunció el ceño, conteniendo la respiración para no delatarse.
—Debo volver a ponerme en forma —continuó Erik, su tono más decidido—. Si hay algún peligro... Debo estar listo para protegerlas, después de todo ahora ellas son... mi única familia.
Mika abrió los ojos, sorprendida. Lo observó alejarse, aún sumido en sus pensamientos, y sintió una mezcla de emociones difíciles de descifrar. Había algo en su voz, en la manera en que lo decía, que no encajaba con la imagen que ella había tenido de él.
—"Protegernos..., su familia" pensó Mika, sus labios fruncidos en una línea fina. No podía negar que esas palabras despertaban algo en ella. Aunque seguía siendo precavida, era difícil ignorar los hechos: Erik no solo era fuerte, sino que usaba esa fuerza para ayudar, no para imponer.
Mientras lo veía alejarse, Mika se quedó en silencio, preguntándose si sus propios prejuicios la habían llevado a juzgarlo más severamente de lo que debía. —"Tal vez... no es tan malo como pensé al principio," admitió para sí misma, aunque su orgullo se negaba a aceptarlo por completo.
El sol estaba en su punto más alto cuando las aldeanas se reunieron alrededor de la mesa común, listas para disfrutar del almuerzo tras una mañana llena de actividades y juegos. Erik llegó algo después, sacudiéndose un poco el polvo de las manos, y tomó asiento junto a ellas, notando las miradas curiosas que algunas ya le lanzaban.
No pasó mucho tiempo antes de que Suri, incapaz de contenerse, rompiera el silencio con una explosión de entusiasmo.
—¡Tienen que escuchar esto! —dijo, dejando su plato a un lado y poniéndose de pie de un salto.
—¿Qué pasó ahora, Suri? —preguntó Arlea con una mezcla de diversión y cautela, ya acostumbrada a las historias dramáticas de su amiga.
—¡Es sobre Erik! —exclamó Suri, señalándolo con un dedo mientras el mencionado solo podía sonreír incómodo.
—¿Yo? ¿Qué hice ahora? —preguntó Erik, tratando de restarle importancia, aunque sabía exactamente a lo que se refería.
—¡Te levantaste con Hada agarrada a tu espalda! —gritó Suri, dramatizando con gestos amplios mientras las demás comenzaban a prestar atención.
—¿Qué? ¿Cómo que agarrada? —dijo Lera, arqueando una ceja mientras miraba a Hada, quien simplemente sonreía.
—¡Exactamente eso! —continuó Suri, emocionada
—Eso no suena muy cómodo —comentó Arlea, riéndose mientras seguía removiendo su plato.
Mika, que estaba en la esquina más alejada de la mesa, observaba todo en silencio, aunque su mente volvía a la escena de esa mañana. Recordaba claramente cómo Erik había levantado a Hada con relativa facilidad y cómo parecía más concentrado en no hacerle daño que en cualquier otra cosa.
—¿Y tú, Mika? ¿También lo viste? —preguntó Arlea, rompiendo el silencio.
Mika negó con la cabeza.
—No... pero puedo imaginarlo.
—¡No fue imaginación! —dijo Suri, señalándola con una sonrisa—. ¡Fue real! ¡Es el hombre más fuerte que he visto en mi vida!
—Es el único hombre que has visto en tu vida —aclaró Lera con una risa, causando que todas se unieran al momento.
—Bueno, pero eso no cambia que fue asombroso —insistió Suri.
—¡Es verdad! —intervino Hada, apoyándose en la mesa con una sonrisa traviesa—. Me aseguré de abrazarme bien para no caerme, pero él logró levantarse.
—Con algo de esfuerzo, eso sí —añadió Erik, alzando una ceja hacia Hada, quien se encogió de hombros con fingida inocencia.
—¡Pero lo logró! —exclamó Suri, y luego bajó la voz para darle un aire de misterio—. Y cuando no lo esperaba también salte hacia el, y me atrapó. —¡Fue como si estuviera jugando con nosotras todo el tiempo!
—¿Saltaste hacia el? —preguntó Jerut, incrédula—. ¿No se supone que eso era un juego, no una emboscada?
—¡Es que quería probar algo nuevo! —respondió Suri, cruzando los brazos con una sonrisa amplia.
—Más bien parecía que te aprovechaste de la situación —interrumpió Lera, entre risas.
—No importa, ¡lo que importa es que Erik es increíblemente fuerte! —declaró Suri, apuntando hacia él como si fuera un héroe de las historias.
Las miradas se dirigieron de nuevo a Erik, quien trató de desviar la atención con una sonrisa modesta.
—No fue nada, solo un poco de fuerza.
—Un poco, dice —murmuró Mika desde su lugar, observándolo con detenimiento mientras las palabras de Suri resonaban en su mente.
Mika recordaba claramente cómo Erik había logrado levantarse con Hada abrazada a su espalda, algo que al principio parecía imposible. No solo había logrado ponerse de pie, sino que lo había hecho con cuidado, asegurándose de no lastimar a nadie. Para ella, aquello decía mucho más de lo que Erik dejaba entrever.
—¡Yo digo que Erik debería enseñarnos a ser fuertes como él! —declaró Suri, golpeando la mesa suavemente para enfatizar sus palabras.
—Suri, come tu comida —intervino Jaia desde el otro extremo de la mesa con voz firme pero calmada, logrando que las risas disminuyeran un poco.
Aunque el ambiente volvió a enfocarse en la comida, las risas y comentarios continuaron entre las chicas. Mika, sin embargo, permanecía callada, reflexionando. Tal vez Erik no era tan inofensivo como ella había supuesto en un principio, pero tampoco parecía alguien que usaría su fuerza para hacer daño. Esa contradicción, en cierto modo, la inquietaba y la fascinaba al mismo tiempo.
El almuerzo había terminado, y las chicas regresaban a sus respectivas cabañas, para escapar del calor. Algunas se quedaban limpiando la mesa. Erik, después de ayudar con los platos, aprovechó el momento de tranquilidad para tomar una decisión.
Las montañas cercanas siempre habían llamado su atención. Desde su llegada, había notado cómo el río que atravesaba el valle parecía nacer de allí, serpenteando entre las rocas y desapareciendo en la distancia. Algo en esa conexión natural le recordaba los días en que exploraba los ríos cercanos a su hogar en la Tierra, buscando lugares donde podría encontrar agua que sea algo potable.
—Voy a dar un paseo —dijo con tono casual, pero la curiosidad de las aldeanas se encendió de inmediato.
—¿Un paseo? —preguntó Becca, deteniendo su trabajo por un momento.
—Sí, quiero explorar el río un poco más arriba, hacia las montañas —respondió él, señalando la dirección.
—¿Solo? —intervino Mika, cruzándose de brazos mientras lo miraba fijamente.
—No voy lejos, solo quiero ver de dónde viene el agua y cómo es el terreno. No tardaré mucho.
—Si te metes en problemas, nadie podrá ayudarte —advirtió Becca, aunque no parecía demasiado preocupada, más interesada en cómo se las arreglaría.
—Prometo tener cuidado.
Con una sonrisa, Erik se despidió y comenzó a caminar en dirección al río, siguiendo su cauce hacia las montañas.
A medida que avanzaba, el terreno se volvía cada vez más accidentado. Las piedras redondeadas por la corriente adornaban las orillas, y las plantas que crecían cerca del agua creaban un contraste vibrante con el paisaje rocoso. El sonido del agua fluyendo era relajante, casi hipnótico, no pudo evitar detenerse un momento para observar los pequeños remolinos y rápidos que se formaban entre las piedras.
Se agachó junto al río y sumergió las manos en el agua fresca, sintiendo cómo corría entre sus dedos. Era una sensación que le traía recuerdos. En la Tierra, siempre había disfrutado de estos momentos en la naturaleza, donde podía desconectarse del terror del mundo y simplemente escaparse al silencio de lo que quedaba de la naturaleza.
Caminó por unas horas un poco más, notando cómo la vegetación se volvía más densa a medida que se acercaba a la base de las montañas. Árboles altos se inclinaban sobre el agua, creando sombras que refrescaban el aire, y las aves trinaban en las copas, ajenas a su presencia.
—Es un lugar tranquilo —murmuró para sí mismo, observando una pequeña familia de peces nadando contracorriente.
Erik no solo había venido a disfrutar del paisaje. Sabía que entender el flujo del río podía ser crucial para ayudar a la aldea. Si lograba encontrar un punto donde el agua pudiera ser más fácil de desviar o almacenarla. Su dias en los niños exploradores le habían enseñado cómo los ríos eran fuentes de vida, y estaba decidido a aplicar esos conocimientos aquí, aunque tuviera que improvisar con los recursos disponibles.
A pesar de la intención de Erik de estar solo, Mika no podía dejarlo ir sin más. Aunque la idea de seguirlo al principio le parecía innecesaria, algo en su interior la impulsó a mantenerse cerca. Lo seguía a una distancia segura, manteniéndose entre los árboles y las rocas, asegurándose de no ser vista y de no acercarse demasiado.
El terreno comenzaba a volverse más complicado conforme avanzaba. Las rocas grandes y los arbustos densos dificultaban el paso, y el sendero se volvía resbaladizo en algunos puntos. Mika, descalza como siempre, sentía el ardor de las piedras calientes en sus pies, lo que la hizo quedarse atrás, aunque nunca lo perdió de vista.
Finalmente, llegó a un punto donde el terreno era tan empinado y rocoso que decidió esperar un poco más atrás. Pero no podía resistirse a seguirlo, así que, con algo de esfuerzo, lo alcanzó justo cuando él se detenía frente a una caída de agua.
Erik se detuvo en seco, sus ojos brillaron al ver el espectáculo frente a él. Era una cascada, que caía desde una altura considerable, lanzaba agua cristalina que se estrellaba contra las rocas y formaba una niebla fina en el aire. Las rocas, cubiertas de musgo, rodeaban el lugar, creando un ambiente de quietud y belleza natural.
—Vaya… —murmuró para sí mismo, sin poder evitar sentirse cautivado por la vista.
El sonido del agua cayendo era ensordecedor, pero de una manera tranquila, casi hipnótica. Erik se acercó a la orilla de la pequeña piscina algo profunda, formada por la cascada, donde el agua brillaba bajo el sol que aún iluminaba tímidamente el día.
No pudo evitar sonreír al pensar que un buen baño no le vendría mal. El calor y el ejerció de la mañana y el polvo de su caminata habían dejado su cuerpo sudoroso y sucio, y el agua fresca que caía desde lo alto parecía la oportunidad perfecta para relajarse un poco.
El calor del día y el sudor acumulado por las horas de caminata lo habían dejado sudoroso, por lo que al llegar a la cascada no dudó en quitarse la ropa. Sentía que un buen baño sería la mejor manera de relajarse y reponer fuerzas.
Una vez sin ropa, caminó hacia el agua, el frescor de la corriente tocando su piel. Sus músculos se relajaron al instante, y con una ligera sonrisa de satisfacción, se sumergió en el agua fría, disfrutando del alivio inmediato.
A unos centímetros de él, sobre unas rocas cercanas, había encontrado una piedra rugosa, que parecía perfecta para lo que tenía en mente. La tomó y, con movimientos suaves, comenzó a frotar su cuerpo con ella.
La roca, algo áspera, raspaba ligeramente su piel, eliminando las células muertas y el sudor pegado a su cuerpo. Mientras lo hacía, se sentía como si el agua y la piedra limpiaran no solo su cuerpo, sino también su mente, dejándolo en un estado de serenidad.
Mika se escondió detrás de unas rocas, su corazón latiendo con una mezcla de curiosidad. A lo lejos, en la cascada, Erik se bañaba bajo el agua cristalina. Su cuerpo, fuerte y atlético, se destacaba contra una roca gris. La luz del sol se reflejaba en las gotas de agua que caían sobre su piel, creando un efecto hipnótico.
Mientras Erik se sumergía bajo la cascada, sumido en el fresco baño, Mika, lo observaba con atención. Aunque el sonido del agua que caía a su alrededor y el murmullo de los árboles facilitaban que no fuera detectada, no podía evitar pensar en lo que veía.
Mika recordó las veces en que había observado a las demás, cuando van a nadar juntas, siempre diferentes, pero similares. Su piel, sus curvas, la suavidad de sus cuerpos, aunque diferentes en el tamaño de los pechos entre ellas. Pero Erik... él no tenía esa suavidad. El cuerpo de él era más marcado por músculos. Y su torso, más firme, no era igual al de las demás, cuyas figuras eran delicadas en comparación.
Al principio, Mika había considerado a Erik un intruso, una amenaza para la aldea. Pero con el tiempo, había comenzado a cambiar de parecer. Erik se había ganado su respeto al demostrar su dedicación y la necesidad de ayudarlas en la aldea. El había dicho que debería ser más fuerte si quería protegerlas, ya que ahora las considera como su familia. Esas palabras habían resonado en el corazón de Mika, y había comenzado a ver a Erik de una manera diferente.
Ahora, mientras lo observaba bañarse, Mika se sentía mas confundida. A medida que lo observaba, comenzó a notar las diferencias entre su cuerpo y el de las demás. Su mirada se detuvo en la forma en que su cuerpo se curvaba y se extendía, en la manera en que su piel se tensaba sobre sus músculos. Notó la respiración se reflejaba en el movimiento de su pecho.
Mika se sintió intrigada por la forma en que Erik era diferente. Se preguntó qué significado tenían esas diferencias, qué propósito tenían. La diferencia era más evidente cuando su mirada, recorrió una zona que no había esperado ver.
Su mente comenzó a hacer preguntas: ¿Qué es eso que tiene allí y para qué servirá esa parte de su cuerpo? ¿Qué hacía que los hombres, al menos Erik, fueran así? Se sintió atraída por la idea de explorar esas diferencias, de entender mejor la naturaleza de esa diferencia entre ellos.
Por un momento, permaneció allí, observando en silencio, tratando de procesar lo que había visto. Sabía que no podía acercarse más sin que fuera descubierta. Entonces, se quedó allí, perdida en sus pensamientos, preguntándose cómo explicaría sus preguntas a las demás.
Aunque Mika había decidido quedarse atrás, la curiosidad la llevó a observar cómo Erik continuaba bañándose en la cascada. Desde la distancia, veía cómo se movía por el agua, disfrutando del momento. Su presencia allí, tan natural y relajada, la hacía sentir una mezcla de fascinación y algo más que no podía identificar.
El sonido del agua cayendo y las rocas debajo de sus pies le daban un aire de tranquilidad, pero para Mika, el silencio solo le permitía concentrarse más en lo que estaba viendo.
Mika se quedó quieta, su mirada fija en él. Nunca antes lo había visto sin ropa, tan vulnerable, sin su actitud de defensa.
Mika frunció el ceño, sin saber qué hacer con esos pensamientos que se agolpaban en su mente. Había llegado a confiar en Erik, pero en ese momento, su presencia de alguna manera la hacía sentir algo distinto.
A medida que Erik continuaba bañándose, Mika sintió la tentación de acercarse, pero el instinto la hizo permanecer en su lugar, observando en silencio. A pesar de estar a cierta distancia, ella podía escuchar el suave golpeteo del agua y el movimiento de las piedras debajo de sus pies. Y mientras todo esto sucedía, no podía dejar de pensar en las diferencias entre él y las mujeres de la aldea.
Erik continuó lavándose y nadando, perdido en la sensación de limpieza y la tranquilidad del momento. No era consciente de que Mika lo observaba, ni de las sensaciones que sus movimientos causaban en ella. Mientras se centraba en su baño, pensaba en cómo debía estar preparado para lo que viniera. Sabía que aún no estaba completamente recuperado y, si surgía algún peligro, tendría que estar en sus mejores condiciones para protegerlas.
El agua le refrescaba los pensamientos, y sentía que estaba recuperando un poco de la calma que tanto necesitaba. Pero, sin saberlo, había dejado una impresión que no desaparecería tan fácilmente.
Erik se levantó lentamente del agua, disfrutando por unos segundos la sensación de frescura en su piel antes de salir y comenzar a vestirse. Mientras se ajustaba las ropas, notó el sonido del agua corriendo con más fuerza a lo lejos. Miró hacia el río, que seguía su curso hacia las montañas.
Había pensado en seguir el cauce para ver de dónde provenía el agua, pero al observar el camino que aún quedaba por recorrer, se dio cuenta de que no tenía tiempo. El sol ya comenzaba a ponerse y el cielo empezaba a oscurecerse, lo que significaba que el regreso a la aldea debía ser inmediato.
—"Es mejor no arriesgarme," pensó, echando un vistazo al entorno que lo rodeaba. —"No quiero quedarme fuera después de que caiga la noche."
Decidió dejar el curso del río para otro día. Su curiosidad no era tan urgente como asegurarse de regresar antes de que la oscuridad cubriera el valle. Con rapidez, se terminó de vestir, mirando por última vez la cascada que había encontrado y talvez un lugar secreto para poder bañarse con tranquilidad.
Desde la distancia, Mika lo observaba. Ella estaba escondida tras algunos árboles, viendo cómo se colocaba sus ropas. Al darse cuenta de que él ya había terminado de vestirse, sintió que debía retirarse para no ser vista. Aunque lo que había presenciado antes la había dejado con muchas preguntas, sabía que no era el momento para profundizar en esos pensamientos.
Además, había algo en su interior que la impulsaba a regresar antes que él, como si necesitara llegar a la aldea lo más rápido posible para dejar atrás esa sensación de estar al acecho.
Con una expresión algo nerviosa, Mika giró sobre sus talones y comenzó a caminar rápidamente en dirección opuesta, alejándose lo suficiente para que Erik no la detectara. —"Tengo que irme antes que él", pensó mientras aceleraba el paso. Las sombras de la tarde se alargaban, y el aire se volvía más fresco conforme avanzaba, pero nada la detenía.
Erik, al haber terminado de vestirse, miró alrededor y se puso en marcha, aunque a un ritmo más lento que el de ella, contemplando el paisaje a su alrededor mientras el sonido del río le acompañaba en el camino de vuelta.
Mika, por su parte, al llegar a la aldea, se apresuró a metros en su cabaña para que nadie la viera llegar. Aún tenía muchas preguntas rondando en su cabeza, pero sabía que debía guardar sus pensamientos para sí misma, al menos por ahora.