Eun-Ji se giró al escuchar esa voz.
—¡Volviste! —gritó Eun-Ji con lágrimas en los ojos.
Andrés, con una sonrisa tierna en su rostro, respondió:
—He vuelto a casa, Euni.
Los pocos sobrevivientes presentes no prestaron mucha atención, pero el primer grupo rescatado suspiró aliviado, como si su salvador finalmente hubiera llegado.
Sin embargo, el semblante amable de Andrés se torció en una macabra sonrisa. Su mirada estaba llena de locura mientras se dirigía a las bestias que los rodeaban.
La jerarquía de las bestias era bien conocida por Eun-Ji, quien había investigado junto a Andrés. Las bestias se clasificaban en diferentes niveles de poder e inteligencia, desde las criaturas salvajes más primitivas hasta las más temidas. La jerarquía iba desde las bestias grises, que apenas tenían inteligencia, pasando por niveles como el azul, verde, púrpura, naranja, rojo, negro y blanco. Existían excepciones como el guardián de la zona centro que era de color verde y el guardián de la zona sur que era de color azul.
Con eso en mente, se podría decir que la serpiente era el jefe.
—Tch, tch —chasqueó la lengua, observando con desprecio a las bestias, en particular a la serpiente y al gorila—. Parece que les crecieron las pelotas mientras no estuve —dijo Andrés con un tono cargado de sarcasmo.
La serpiente se puso en guardia de inmediato, y el gorila agachó la cabeza, temblando levemente.
—Creí que te habías marchado, demonio de dos patas —pronunció la serpiente con una mezcla de temor.
Las bestias pequeñas dejaron de atacar y comenzaron a retroceder, sintiendo el peligro inminente que emanaba de Andrés.
—¿Y por eso invades mi territorio? —preguntó Andrés tranquilamente, sin quitar esa expresión aterradora de su rostro.
—Escuché que te habías ido al este, dejando libre este territorio —respondió la serpiente con voz tensa.
Durante su conversación, el gorila permaneció estático, con la cabeza baja, como si su vida estuviera en peligro.
—Pensé que eras más inteligente. Si eso fuera cierto, los demás púrpura y naranja ya habrían invadido desde antes... Déjame adivinar —habló Andrés con sarcasmo—. Te envió un rojo, ¿verdad?
Nadie entendía de qué estaban hablando, ni siquiera Li Wei. La jerarquía de las bestias, que Eun-Ji conocía bien, era un detalle clave que no había compartido con los demás.
—Dejemos este asunto en paz —sugirió la serpiente, intentando mantener la calma—. Nos retiraremos y jamás volveremos por aquí.
—¡Claro que no! —gritó Andrés—. Ustedes invadieron mi territorio y ahora van a morir —dijo mientras sostenía su antiguo cuchillo de piedra.
Las bestias temblaron ante la sed de sangre que emanaba de Andrés. El gorila se paralizó, y la serpiente se preparó para la batalla.
Los sobrevivientes no entendían qué estaba pasando. Hubiera sido comprensible si hubiera sido Li Wei, quien mato al tigre púrpura, pero Andrés parecía ser solo un loco cualquiera para ellos.
—Ja... Jajajajaja —se burló Andrés a carcajadas—. ¿Verdad que los asusté? Pero no quiero sus miserables vidas —se giró hacia Eun-Ji—. Sube, Euni.
Eun-Ji caminó entre las bestias hasta donde estaba Andrés. A pesar de su escasa inteligencia, las bestias se apartaron, abriendo un camino para que ella pasara sin problema.
Tan pronto como llegó, Eun-Ji abrazó a Andrés con mucha fuerza mientras lloraba.
—No me vuelvas a dejar —dijo Eun-Ji, refugiando su rostro en el pecho de Andrés.
—No lo haré —respondió Andrés, acariciando la cabeza de Eun-Ji con ternura.
A pesar del caos que los rodeaba, Andrés y Eun-Ji conversaban tranquilamente como si nada estuviera pasando. Las bestias no se movieron; sabían que cualquier movimiento en falso podría resultar en su muerte a manos de Andrés.
El temor hacia Andrés era comprensible. Antes de su partida, había estado cazando continuamente para evitar que las bestias se acercaran demasiado.
Andrés, quien había estado reuniendo energía interna desde antes que los demás, avanzó sin problema hasta alcanzar las cinco estrellas, un hecho que ni siquiera Eun-Ji conocía.
Como cultivador de 5 estrellas con vasta experiencia en combate, Andrés se había convertido en un enemigo aterrador para las bestias. Había matado a bestias de color naranja sin dificultad, y su reputación había crecido al punto de ser temido por todas las criaturas de los alrededores. Las historias de su crueldad se habían difundido, y la frase "Jamás caigas en las garras del demonio de dos patas" era un recordatorio frecuente entre las bestias más inteligentes.
—No me importa —declaró Andrés ante las bestias—. Ellos no están conmigo —proclamó con una sonrisa macabra.
Eun-Ji sabía que esto iba a pasar. De por sí, Andrés no quería ayudar a nadie, y menos después de que lo que hicieron. Eun-Ji, aún resentida, no habló por ellos esta vez.
Esa declaración eliminó cualquier rastro de esperanza que pudieran tener. Después de ese espectáculo, pensaron que estaban a salvo; su hipocresía les hizo olvidar cómo habían tratado a Andrés. Ahora creían que era su obligación salvarlos.
—¡Maldito demente, ¿cómo puedes decir eso?! —gritó ofendido un hombre de los pocos sobrevivientes.
—¡Sí, debes salvarnos! ¿Cómo puedes ser tan cruel? —gritó molesto otro.
Al igual que ellos, en vez de pedir ayuda, todos empezaron a exigir ser salvados. Ante esto, el primer grupo al que pertenecía Li Wei miraba nervioso. Tal vez los demás no lo sabían, pero esa persona era fuerte y todos lo reconocían. El problema es que era bastante volátil. Todos sintieron que esos gritos lo harían enfurecer, y si eso pasaba, su menor problema sería que las bestias los atacaran.
Mientras la muchedumbre gritaba, Andrés los miraba desde la cima como si fueran cualquier insecto. La multitud exigía con palabras cada vez más fuertes que los salvara. No hay como ayudarlos, pensó Eun-Ji.
La serpiente entendió que Andrés no se movería para salvar a estas personas. Con una seña, las bestias comenzaron a rodear a la multitud, listas para su festín.
—Espera —habló casualmente Andrés, y como si tuviera un dominio absoluto, las bestias se detuvieron. Se giró hacia la multitud y habló—. Anastasia y Adom, suban.
Los refugiados del primer grupo se sorprendieron. Siguiendo sus palabras, ambos subieron a la cueva donde estaba de pie Andrés.
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—Les dije que les pagaría algún día —dijo Andrés en dirección a Anastasia y Adom—. Pero... —habló con seriedad—. Aquí se termina, he pagado mi deuda y a partir de hoy cada uno deberá seguir su camino.
Esa advertencia fue suficiente para que ambos entendieran su situación. Los demás estaban arrepentidos; sin querer habían ahuyentado a su ángel guardián.
—¡Andrés! —gritó desesperada Victoria—. ¡Sé que estuvo mal, pero por favor ayúdame! Haré lo que quieras, seré tu juguete, pero por piedad, ¡sálvame!
Andrés la miró por un momento como si lo estuviera considerando. Eun-Ji notó esto y lo golpeó en las costillas.
—¡De verdad lo estás pensando! —le gritó mientras hacía pucheros.
—¡Aaa! ¡Espera, no lo estaba pensando! —gritaba Andrés mientras dejaba que Eun-Ji lo golpeara.
Esta reacción entre ambos demostró cuán profundo era su vínculo para los demás. Pero, aun así, todas las mujeres lloraban y se ofrecían con tal de ser salvadas. Eun-Ji dejó de golpear a Andrés, y este volvió a su figura imponente.
—Creo que han malentendido algo —pronunció Andrés con tono serio hacia la multitud—. Solo regresé por Eun-Ji, los demás no me interesan. Hace tiempo le dije estas palabras a Anastasia y Adom; hoy se las digo a ustedes. Soy alguien que siempre recuerda sus deudas y jamás olvida una ofensa.
Con eso dijo todo. Aunque no lo parecía, Andrés era una persona que valoraba mucho la lealtad. Con los eventos pasados, no era difícil saber en qué grupo se encontraban.
Eso mató sus últimas esperanzas. Andrés tomó de la mano a Eun-Ji y entraron en la cueva. Anastasia y Adom se quedaron afuera de la cueva, pero apartados del resto. Lo siguiente que ocurrió fue una masacre; sin la protección de Andrés, las bestias los asesinaron sin piedad, comiendo hasta saciarse.
Anastasia y Adom estaban realmente orgullosos de sí mismos por haber ayudado a Andrés hace tiempo. Ese día lo hicieron sin ninguna otra intención, solo por buena voluntad, y esa misma gracia les fue devuelta hoy.
Aunque la multitud intentó defenderse, fueron presa fácil para las bestias. Internamente, todos maldijeron a Li Wei por haberlo convertido en enemigo de Andrés. Todos esperaban que Li Wei muriera de forma lenta y dolorosa.
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Después de que no quedara nadie con vida, las bestias se fueron, y se corrió la voz de que el demonio de dos patas había regresado.
Andrés se puso al día con Eun-Ji. Dentro de la cueva, conversaron y rieron, no sin que Eun-Ji lo maldijera un rato por haberla dejado. Esa noche, todo volvió a ser como cuando solo eran dos.
Al día siguiente, cuando salieron de la cueva, Anastasia y Adom estaban de pie frente a ellos.
Andrés no le tomó importancia, de cierto modo lo esperaba.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Andrés—. Creí haber dejado en claro que cada uno seguiría su camino.
Ambos agacharon la cabeza, incómodos y sin saber qué decir. Querían quedarse, pero no sabían cómo empezar. Además, Andrés los miraba de manera imponente, lo que hacía aún más difícil pedirlo.
Hablar con Andrés y pedirle eso era extremadamente difícil, pero conocían su debilidad. No tenían que decírselo a él; si podían convencer a Eun-Ji, habrían logrado su objetivo.
—Euni —comenzó Anastasia—. Nos conocemos desde hace tiempo y quería saber si... —se detuvo, especialmente con esa mirada vacía de Andrés—. N-nos permitirían quedarnos. No tenemos la confianza de sobrevivir por nuestra cuenta —dijo con el rostro rojo de vergüenza. A diferencia de las personas de anoche, ellos no tenían cara para pedir esto, pero si dejaban este lugar, las bestias se los comerían.
Eun-Ji miró molesta ante la pregunta. Pero la verdad es que ambos habían hablado con Li Wei después del incidente.
—Li Wei, ¿no fuiste muy duro con él? —preguntó Adom.
—Conoces su estado mental; es peligroso —argumentó Li Wei.
—Puedes manipular a los demás, pero eso no funcionará con nosotros —dijo Anastasia—. Hemos vivido mucho tiempo con él y jamás ha hecho algo. Sabemos que no te agrada, pero esto fue demasiado.
—Pueden irse si no les gusta mi decisión —respondió enojado Li Wei.
—¿Tratas de echarnos? Inténtalo y derrumbaremos tu teatro —respondió molesta Anastasia.
Li Wei se mantuvo en silencio y se fue enojado. Aunque Anastasia y Adom no lo sabían, Eun-Ji estaba escuchando su conversación desde lejos. Aunque no era tan profunda como ella, ambos se preocupaban a su manera por Andrés.
Eun-Ji estaba en un dilema. ¿Dejar que se quedaran o no? Temía que traicionaran a Andrés de nuevo, pero después de pensarlo un rato, apostó por ellos, esperando que no la defraudarán.
—¿Crees que sea posible que se queden? —preguntó Eun-Ji a Andrés mientras sostenía su brazo y se pegaba a él.
Andrés la miró seriamente. Sabía que estaba tan pegajosa para lograr su objetivo. Pero después de ver su mirada, Andrés suspiró y asintió.
—Pueden quedarse, pero si hacen lo mismo de nuevo, yo mismo me encargaré de ustedes —advirtió Andrés a Anastasia y Adom.
Ellos asintieron, entendiendo el significado de esas palabras. Estaban profundamente agradecidos con Andrés por darles una segunda oportunidad. Ambos se prometieron a sí mismos que jamás traicionarían la confianza de Andrés.
—Euni, trae comida para ellos —dijo amablemente Andrés.
—¡Sí! —respondió Eun-Ji con una sonrisa en su rostro.
—Gracias, Andrés. Y me disculpo una vez más por lo sucedido —respondió avergonzado Adom.
Andrés no tomó en cuenta las palabras de Adom. Tanto él como Anastasia sabían lo poco que le importaban a Andrés. Si los dejó quedarse, fue en su mayoría por la petición de Eun-Ji.
Los cuatro desayunaron juntos. El ambiente era incómodo; Adom y Anastasia se mantenían comiendo en silencio con la cabeza baja. No fue hasta que Eun-Ji, con su carisma, los hizo sentir tranquilos. Poco a poco, la tensión disminuyó y ellos se sintieron parte del grupo.
Justo después del desayuno, Andrés ordenó a los dos que limpiaran el desastre. Aunque era bastante trabajo, ambos obedecieron sin queja alguna.
—Gracias por aceptarlos —dijo Eun-Ji mientras dejaba caer su cabeza en el hombro de Andrés.
—No es nada; desde mi punto de vista, es lo mismo que si te encontraras un gato en la calle y me pidieras que lo quedáramos —respondió de manera indiferente Andrés.
—¿Te puedo decir algo? —preguntó cautelosa Eun-Ji.
Andrés asintió en respuesta.
—Creo que deberías ser más amable con las personas. Desde que los trajimos la primera vez, siempre los trataste de manera distante. ¿Por qué los tratas tan diferente de cómo lo hiciste conmigo en su momento?
Aunque Andrés no le respondió, en su mente sabía la respuesta. Eun-Ji llegó en un momento de absoluta necesidad. Con su carisma y devoción, se convirtió en alguien indispensable rápidamente. Pero ahora que esa necesidad estaba cubierta, Andrés no tenía ningún uso para ellos. A sus ojos, eran peones desechables. Los dejó quedarse con una idea: pronto se tendrían que enfrentar a bestias más poderosas y, si estaban en un peligro abrumador, podría sacrificar a los demás para mantener a Eun-Ji a salvo.
—¿Podrías hacerlo por mí? —preguntó sonriendo Eun-Ji mientras sostenía la mano de Andrés.
Andrés soltó un suspiro de resignación.
—Está bien, lo intentaré —respondió de mala gana.
—¡Gracias! —sonrió y se lanzó a abrazarlo.
Anastasia los miró desde lejos. Ahora que conocía el valor de Andrés en este ambiente hostil, envidiaba la relación que tenía con Eun-Ji. Si pudiera ganárselo, su seguridad estaría garantizada, pero eso era muy difícil. Bastaba con darles una mirada para saber que jamás lograría ocupar el lugar de Eun-Ji. Por el contrario, si se atreviera a hacerle algo y Andrés la descubriera, se encontraría con un destino peor que la muerte. Por ahora, si quería mantenerse con vida, debería aferrarse todo lo posible a Eun-Ji. No le importaba ser su mascota si eso la mantenía feliz. Si Eun-Ji estaba feliz con ella, Andrés se haría cargo de su seguridad. Hasta que se le ocurriera un mejor plan, esa sería su meta.
Adom, por su parte, dejó atrás cualquier mala idea. Si quería mantenerse con vida, debía convertirse en alguien útil para Andrés. Pensó que, si Andrés encontraba alguna utilidad en él, lo mantendría vivo hasta que cumpliera su papel. Le mostraré una lealtad ciega que demuestre que soy útil, pensó.
Al verlos tan motivados cumpliendo las órdenes de Andrés, Eun-Ji, que era bastante inteligente, intuyó lo que harían. Lo más probable era que trataran de ganarse el favor de Andrés y, si eso no funcionaba, intentarían ganarse el favor de ella. Estaba segura de que Adom no tendría malas intenciones, pero por alguna razón, se sentía incómoda hacia Anastasia. ¿Qué pasaría si intentara ofrecerle su cuerpo a Andrés como lo hicieron otras mujeres? Andrés era un hombre, y aunque le doliera admitirlo, Anastasia era muy hermosa, su rostro era perfecto y tenía las curvas suficientes para atraer a cualquiera.
Mientras estaba en eso, otro pensamiento llegó a su mente. ¿Por qué me importa eso? Pensó mientras se sonrojaba. Andrés es libre de divertirse con quien quiera, y no es como si fuera su dueña. Ambos somos amigos y hemos compartido mucho, pero eso es todo. No creo que Andrés piense en mí de otra forma y yo... ¿Y yo? ¿Qué pienso realmente de él? Antes pasábamos todo el tiempo juntos y no me parecía extraño, pero durante el tiempo que se fue, lo extrañé demasiado. Ansiaba poder estar a su lado, me preocupé por él y me mataba la idea de que se olvidara de mí. Pero es difícil saberlo; aunque siempre me ha tratado bien, nunca ha demostrado algo más allá de eso. ¿Qué soy realmente para Andrés y qué es realmente él para mí?
Mientras estaba absorta en sus pensamientos, Andrés tocó su hombro.
—¡Aaa! —gritó sorprendida. Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de que Andrés se acercaba.
Él se rió en respuesta a su reacción.
—Pareces más pensativa de lo normal —mencionó mientras se sentaba a su lado.
—¡Me asustaste! —gritó enojada y comenzó a golpear el brazo de Andrés.
Aunque Andrés sonreía ante sus "golpecitos" como si fuera un juego, pero la verdad era que Eun-Ji no se estaba conteniendo, y Andrés sí sentía dolor.
—Perdón, perdón —decía Andrés mientras trataba de escapar.
Eun-Ji se giró molesta hacia el frente. Andrés intentó hablarle, pero ella estaba, más bien fingía estar molesta.
Andrés le picaba las costillas a Eun-Ji para hacerla reír. Muy al contrario de su actitud despiadada y distante, Andrés era muy amable y sonreía bastante cuando interactuaba con Eun-Ji, pero solo con ella.
Al final, Eun-Ji cedió y terminó sonriendo. Ella se giró hacia Andrés, pero esta vez fue diferente para ella. Sus ojos ya no miraban igual a Andrés; en su mente trataba de descubrir qué era lo que realmente significaba para ella. Aunque Andrés parecía ignorar esto.
Llegó la noche, y con todas las casas destruidas, los cuatro se quedaron en la cueva. Pero ocurrió algo que no había pasado antes: aunque Andrés y Eun-Ji dormían en el mismo espacio, no dormían juntos. Esa noche, Eun-Ji se sentía nerviosa y no podía dormir; ante esto, decidió salir a tomar aire. Total, con Andrés aquí, las bestias no se acercarían.
Esa fue una noche difícil para Eun-Ji; seguía pensando en sus sentimientos y en cómo resolverlos.
Al día siguiente, todo transcurrió con normalidad. Después de desayunar, Anastasia y Adom continuaron con su trabajo de limpiar todo el desorden que quedó después de la invasión. Pero mientras lo hacían, un grupo de personas emergió de entre los árboles.
—¡Capitán, aquí hay sobrevivientes!