La Tierra, año 3855
En el año 3855, la humanidad había alcanzado un nivel de desarrollo tecnológico que solo podía haber existido en los sueños más audaces de sus ancestros. El avance en tecnología no solo había revolucionado la vida cotidiana, sino que también había remodelado completamente el paisaje social y económico. La tasa de empleo, impulsada por la innovación y la automatización, había erradicado la era de hambruna que una vez asoló el planeta. La preocupación constante por la supervivencia básica había sido reemplazada por una era de prosperidad y abundancia sin precedentes, en la que los recursos eran abundantes y la calidad de vida era excepcionalmente alta.
Las naciones, que en tiempos pasados habían estado divididas por conflictos y rivalidades, habían aprendido a coexistir de manera armoniosa. Las tensiones internacionales se habían disipado, dando paso a una paz relativa que se había convertido en la norma global. Los tratados y alianzas entre países se habían transformado en símbolos de unidad y progreso, creando un mundo en el que la guerra y el conflicto eran considerados recuerdos distantes de un pasado turbulento.
Este mundo, que muchos consideraban un paraíso terrenal, parecía ser el culmen de los sueños de generaciones anteriores. Las ciudades, con sus imponentes rascacielos que se elevaban hacia el cielo y sistemas de transporte ultrarrápidos que conectaban cada rincón del planeta, representaban un bastión de modernidad y confort. La vida era envidiable, y los avances científicos y tecnológicos habían elevado la calidad de vida a niveles inconmensurables.
Sin embargo, como ocurre a menudo en las historias de advertencia y en los relatos post-apocalípticos, la utopía estaba a punto de enfrentar un cambio abrupto e inesperado. Un día, sin previo aviso, ocurrió lo que se conocería como "El Evento". Este evento marcó el inicio de una transformación radical que llevó al mundo a un estado que parecía sacado directamente de las páginas de una novela post-apocalíptica.
Por razones que permanecen envueltas en el misterio, el tiempo se retrocedió, arrastrando al planeta a una época muy anterior a su estado actual, justo después de que la historia humana hubiera registrado sus primeros pasos. En un instante, el progreso y la modernidad se desvanecieron, y la humanidad se encontró enfrentando un mundo que había retrocedido varios milenios en el tiempo.
Durante este proceso de retroceso temporal, la humanidad sufrió pérdidas invaluables. Los continentes se reorganizaron de manera drástica, y el paisaje natural se transformó por completo. Nuevos ecosistemas emergieron, y la fauna y la flora experimentaron alteraciones profundas. Extrañamente, el mundo comenzó a poblarse con criaturas que anteriormente solo existían en mitologías y leyendas. Seres fantásticos y animales que se creían imaginarios comenzaron a formar parte del nuevo paisaje, desafiando las leyes de la biología y la lógica conocidas hasta entonces.
Lo que causó la mayor controversia y desconcierto fue el hecho de que, a pesar de este cambio radical en el ambiente y la geografía, la humanidad en sí misma permaneció intacta. Las personas que una vez disfrutaron de un mundo de tecnología avanzada y paz global continuaron existiendo en su totalidad, y de manera desconcertante, se encontraron en el mismo lugar físico en el que habían estado antes del evento. La brecha entre la era dorada que conocían y la nueva realidad primitiva en la que se encontraban ahora se convirtió en un enigma y un desafío monumental para la humanidad.
El mundo, que una vez fue un lugar de perfección y progreso, se había transformado en un escenario de caos y confusión. La humanidad se vio obligada a enfrentar una realidad en la que lo conocido y lo desconocido coexistían en un equilibrio precario.
Instintivamente, los humanos comenzaron a agruparse con sus semejantes más cercanos, formando pequeñas aldeas para lograr sobrevivir. El sentido de comunidad se volvió esencial en un mundo que había cambiado drásticamente. La cooperación y la adaptación se convirtieron en elementos cruciales para la supervivencia.
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Al día siguiente, una voz resonó en los cielos, sorprendiendo a todos los habitantes.
—Humanos, les daremos un mes para aclimatarse a su nueva realidad. Hasta entonces mantendremos a raya las hostilidades de las criaturas de su entorno. Pero después de esto estarán solos. Esperamos que nos den un espectáculo digno y que sobreviva el más fuerte.
La voz, clara y penetrante, parecía estar hablando directamente al oído de cada persona. Estas palabras sembraron un miedo espantoso en los corazones de los seres humanos. No sabían de dónde provenía esa voz ni qué o quién estaba detrás de ella, pero al menos les daría tiempo para prepararse para una dura prueba de supervivencia que estaba por venir.
Ese día, conocido como el Día 1, marcó el comienzo de una nueva era para la humanidad. En medio del caos y la desesperación, algunas personas comenzaron a experimentar algo extraordinario: parecía que adquirían habilidades sobrehumanas, similares a los poderes de los héroes de los cómics. Solo un pequeño porcentaje de la población logró sentir estas habilidades, y ellos se convirtieron en la nueva esperanza para la supervivencia de la raza humana. Las personas se agruparon alrededor de estos individuos excepcionales, formando un nuevo orden en el planeta.
La preparación para la inminente crisis continuó con fervor. Los humanos forjaron armas primitivas utilizando piedra y madera: lanzas, cuchillos rudimentarios y toda clase de armas improvisadas se convirtieron en su seguro de vida. Sin embargo, cuando llegó el final del mes asignado, todos esperaban que podrían superar la crisis, pero la realidad demostró ser mucho más dura.
A la hora cero del nuevo mes, hordas de criaturas que habitaban cerca de los asentamientos humanos comenzaron a atacar. Estas criaturas, con piel tan dura como el hierro, resultaron ser implacables contra los humanos armados con palos y piedras. La humanidad, que una vez se encontraba en la cima de la cadena alimenticia, ahora estaba siendo cazada como ganado. La mayoría de los asentamientos fueron convertidos en banquetes para las criaturas salvajes. Sin importar su tamaño, todos los asentamientos fueron destruidos, y la población fue reducida a la mitad en las primeras horas del segundo mes.
Las esperanzas depositadas en los humanos con habilidades resultaron inútiles. A pesar de sus poderes, estos individuos también fueron masacrados sin piedad, con excepción de un pequeño grupo que logró sobrevivir. Ante esta calamidad, los rezagados se ocultaron tanto como pudieron para seguir con vida.
Durante este tiempo de crisis, surgió una nueva generación de humanos con habilidades. A diferencia de la primera generación, que estaba formada por jóvenes de entre 15 y 20 años, la segunda generación nació entre los ancianos de 60 a 80 años. Esta segunda generación, que se dedicó al cultivo de sus habilidades, se adaptó rápidamente a la nueva realidad. En particular, la región que anteriormente correspondía a China experimentó un rápido desarrollo de lo que se conocía como cultivadores. Las historias de cultivadores y sus habilidades surgieron en el antiguo continente asiático, y este conocimiento, inicialmente ficticio, les permitió entender más rápidamente sus propias capacidades y adaptarse de manera efectiva a la nueva realidad.
Los primeros cultivadores, que surgieron principalmente en China, extendieron su dominio por esa región del mundo, arraigando su cultura en su paso. La población comenzó a adoptar la cultura china como propia, y el mundo se llenó de cultivadores. Los primeros ancianos crearon sectas a lo largo del mundo, estableciendo las primeras y más poderosas sectas inmortales.
La humanidad comenzó a florecer nuevamente en su nuevo entorno. Las sectas y sus discípulos mantuvieron la seguridad de la población, y alrededor de estas sectas surgieron nuevos imperios. Los pequeños imperios lograron prosperar a la sombra de las sectas, que se convirtieron en los pilares del mundo.
Sin embargo, temiendo perder su poder, las sectas llevaron a cabo una cacería contra los pocos supervivientes de la primera generación. Dado que la habilidad era hereditaria, un genocidio devastador asoló el planeta. Los cultivadores se enfrentaron a los cazadores, y lamentablemente, los cazadores fueron superados tanto en número como en poder, llevando a su extinción.
Las ciudades y pueblos se organizaron de manera que reflejaban el equilibrio entre el poder cultivador y las necesidades de la población general. La tecnología antigua, una vez una maravilla de la civilización, fue en su mayor parte olvidada, mientras que el conocimiento de los cultivos se convirtió en la base de la vida cotidiana. Los antiguos conocimientos científicos se integraron con la práctica del cultivo, creando una sinergia única que impulsó nuevas formas de desarrollo y mejora.
La paz y la estabilidad prevalecieron en la superficie, aunque bajo ella persistía una tensión subyacente entre los diferentes imperios y sectas.
En esta nueva realidad, los humanos aprendieron a coexistir con las criaturas fantásticas y los desafíos de su entorno, forjando un equilibrio precario entre la supervivencia y el poder. Así, la humanidad continuó su existencia, marcada por un legado de transformación y adaptación, enfrentando el futuro con la esperanza de una estabilidad duradera en un mundo que había cambiado de manera irreversible.