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7.- Marginado

Han pasado varios meses desde entonces y el número de personas no ha hecho más que crecer. Li Wei, quien pregonaba la justicia, no abandonó a ninguna persona que encontró.

La gran diversidad de profesiones y oficios les había facilitado mucho la vida. Poco a poco, el pequeño lugar cerca de la cascada se llenó de casas de madera. Con la integración de varios militares como Anastasia, propusieron construir una cerca para defenderse.

Con la ayuda de los expertos, construyeron estratégicamente varios edificios para aumentar la seguridad.

Aunque esencialmente seguían las instrucciones que les había dado Andrés en su tiempo y gracias a ellas seguían vivos, todos, a excepción de Eun-Ji, habían aislado a Andrés.

Li Wei, por alguna razón, no soportaba a Andrés y lentamente se encargó de contarles solo lo malo de él. Se atribuyó a sí mismo todos los logros de Andrés y solo enfocó en sus malos hábitos.

La vida cambió gradualmente. Con todos concentrados en su cultivación, las bestias eran cada vez más fáciles de manejar. Eun-Ji, al notar la actitud que todos mantenían hacia Andrés, no les dijo la información más importante que solo ellos sabían.

Todos se sentían superiores por solo pelear contra bestias de bajo nivel. Eun-Ji se aseguró de no decirles la verdad de esta dimensión. Sabía que tarde o temprano rogarían por ayuda.

Ante el aislamiento, Andrés no disfrutó de los privilegios que gozaban los demás. Aunque los salvó y alimentó para que no murieran, ellos se negaron a darle alimento y, aunque ya todos poseían una casa, a él se lo negaron también.

Lentamente, Andrés se alejó de ellos. Había sobrevivido antes y no necesitaba de su ayuda. Aunque se sentía un poco mal por Eun-Ji, quien nunca lo abandonó, cortó su convivencia con todos los demás.

Seguía habitando la cueva y diariamente salía a cazar. La mayoría del tiempo se dedicó a cultivar, dejando lo demás a un lado. Aunque marginado, Andrés mantenía una vida tranquila. La constante compañía de Eun-Ji le ayudó a manejar su locura y, poco a poco, ella se convirtió en alguien que mantenía el lado sádico de Andrés bajo control. Se podría pensar en ellos como: Andrés como una granada lista para estallar y Eun-Ji como el seguro que evitaba que eso pasara.

Hasta ahí, todo iba relativamente bien. Pero, no conformes con aislar a Andrés, una noche todos se reunieron con antorchas y lanzas alrededor de la cueva de Andrés.

—¡¿Qué significa esto, Li Wei?! —gritó Eun-Ji.

—Hermana, realmente no entiendes el peligro que representa Andrés, ¿verdad? No es solo que sea impredecible; es una amenaza constante para todos nosotros.

—¡No puedo creer lo que estás diciendo! Él nos ha salvado y ha hecho más por nosotros de lo que te atreverías a hacer. ¿Cómo puedes ser tan ciego?

—Ciego o no, la realidad es que todos aquí estamos en peligro —dijo enojado—. Él podría volverse contra nosotros en cualquier momento. No podemos seguir viviendo con esa incertidumbre.

—¡No entiendes nada! —gritó Eun-Ji desesperada—. ¡Estás arruinando todo! Andrés nunca nos haría daño. Estás tan obsesionado con tu idea de control que no ves la verdad.

—Lo que veo es una bomba de tiempo —dijo en tono frío—. Prefiero ser cauteloso y asegurar la seguridad del grupo antes que arriesgarlo todo por un hombre que ni siquiera sabes si mañana será una amenaza.

—¡Estás equivocado! —dijo llorando—. ¡Y te vas a arrepentir por esto! Si sigues así, vas a destruir todo lo que hemos construido aquí. ¡No permitas que tu ego arruine nuestra única esperanza!

—¡Largo!

—¡Sí, que se largue!

Gritaba la turba.

Eun-Ji no sabía qué hacer. No quería que echaran a Andrés, pero si esto continuaba, terminaría en un baño de sangre. Pero, contrario a ella, Andrés mantenía la calma. Consciente de su actitud hacia él, sabía que este momento llegaría.

—¿Eso es lo que realmente quieren? —preguntó finalmente Andrés.

Como no podía depender siempre de Eun-Ji, Andrés terminó por aprender inglés, aunque no muy bien.

—¡Largo de aquí, Andrés! No podemos permitirnos tenerte cerca. Necesitamos asegurar el bienestar de todos, y tú eres un peligro inminente.

Aunque parecía que estaba siendo amable, la sonrisa triunfante de Li Wei era bastante visible. Este era su plan desde el principio. Antes de venir aquí, trabajó en una serie junto a Eun-Ji, y desde entonces quedó enamorado de ella. Pero cuando al fin la encontró de nuevo, ella era bastante cariñosa con otro hombre. Pensó que en este ambiente hostil podría demostrarle a Eun-Ji que era un hombre de confianza y así ganarse su corazón. Pero siempre estaba a la sombra de Andrés. Desde entonces lo odiaba, pero no podía atacarlo. Sabía que era más débil que él y, aunque era superior en cuanto a nivel de cultivo, no podía ignorar su vasta experiencia en combate. Pero en cuanto obtuvo influencia, vio su oportunidad para deshacerse de Andrés. En conclusión, era un hombre que solo hablaba de justicia superficialmente y siempre buscaba conseguir lo que quería.

Hoy al fin estaba por deshacerse de Andrés, pero no estaba seguro de su reacción. La falta de cordura lo hacía alguien muy impredecible.

—¡No los escuches! Esta es tu casa y no pueden echarte —dijo Eun-Ji tomando con fuerza la mano de Andrés.

—... Está bien, me iré —proclamó Andrés.

Eun-Ji se giró estupefacta. No podía creer las palabras de Andrés.

—¡No puedes hacer eso! ¡Esto!-

—Está bien —dijo tranquilamente mientras acariciaba la mejilla de Eun-Ji—. No debes preocuparte, sé perfectamente cómo cuidarme.

—¡No! ¡Ellos son los que deben irse! —lloraba Eun-Ji—. Puedes echarlos fácilmente si quisieras, yo te ayudaré —dijo Eun-Ji mientras agarraba un cuchillo.

—Deja eso, puedes lastimarte —susurró Andrés mientras bajaba el cuchillo de Eun-Ji—. Tienes razón y ellos también lo saben. Mira cómo no han bajado la guardia ni un poco —señaló a los presentes, quienes ciertamente lo miraban con la guardia alta y sus armas bien sujetadas.

—¡Entonces, por qué te vas! —dijo Eun-Ji mientras seguía llorando.

—No quiero que nuestro hogar se convierta en un cementerio. Lo mejor será que me vaya —Andrés le mostró una amarga sonrisa a Eun-Ji, después le dio un abrazo y empezó a caminar hacia las puertas del cercado.

—¡Yo iré contigo! —gritó Eun-Ji mientras tomaba sus cosas.

—¡Hermana, quédate! Tenemos todo aquí, además estarás segura. No comprendes que ese hombre podría hacerte daño. —argumentó Li Wei.

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—¡Él jamás me dañaría! —insistió Eun-Ji mientras corría al lado de Andrés.

Andrés sabía que Eun-Ji estaría mejor aquí. Pero la conocía bien y era seguro que insistiría en seguirlo. Es por tu bien, pensó.

—¡Jajajaja! —se rió Andrés—. Te lo dije, debiste haberlos matado hace mucho.

—Cállate, no estoy de humor.

—La mujer tiene razón, podemos matarlos a todos sin problema. No tenemos que irnos —declaró la otra voz.

—No quiero eso, cállate

—Eres débil, por eso te pasa esto. Si no fuera por ti-

—¡Cállate!

—Jajaja, esto es increíble. Déjame hacerme cargo, no me agradan de todos modos.

—No, no lo hagas- ¡Cough! —tosió Andrés mientras se sostenía la cabeza. Después se giró ante la muchedumbre que lo miraba aterrada y sonrió de forma siniestra—. Qué tal si nos divertimos antes de que el inútil regrese —el tono en que lo dijo hizo a todos temblar de miedo.

Pero antes de que lograran reaccionar, Andrés se lanzó hacia la turba y rebanó el cuello de dos personas. A pesar de ser más, en lugar de enfrentarlo empezaron a retroceder con los rostros pálidos del miedo.

—¡Andy, detente! —gritó Eun-Ji.

Andrés se giró sin dejar esa oscura mirada.

—Debo deshacerme de ti y al fin podremos volver a nuestra antigua gloria, jajajajaja —se rió mientras lanzó una puñalada a Eun-Ji, puñalada que acertó en su hombro izquierdo.

—¡Aaaa! —gritó Eun-Ji. Su mente no podía creer que Andrés de verdad se atreviera a dañarla.

—¡Sí, jajajaja! Debí hacer esto hace mucho —se burló, pero en vez de seguir contra ella, corrió hacia el bosque, aunque a su paso seis personas más terminaron muertas.

Todos miraban asustados cómo Andrés se perdía entre la maleza. El ambiente tranquilo había hecho que todas estas personas nunca conocieran el miedo a la muerte. Desde que llegaron, no habían tenido que enfrentar nada; esto los volvió ganado ante un verdadero depredador.

Eun-Ji estaba sangrando en el suelo y, después de pensarlo un poco, al fin entendió. Esta era la única manera de que no siguiera a Andrés y se pudiera quedar en este ambiente tranquilo. Estaba segura, aunque era de noche, que en cuanto Andrés volteó, miró claramente cómo una lágrima caía de sus ojos. Esperaré tu regreso, pensó mientras sentía un nudo en la garganta.

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Un año pasó rápido. Eun-Ji nunca dejó de pensar en Andrés. ¿Estará bien? ¿Ya comió? ¿Cómo estarán sus ataques nocturnos? Todas esas preguntas venían a su cabeza, pero la más importante: ¿Me ha olvidado? Esa pregunta era la que la atormentaba.

Aunque siguió viviendo con todos, gradualmente se alejó por lo que le hicieron a Andrés. Raramente salía de su casa y cuando lo hacía era para limpiar la cueva que sirvió durante mucho tiempo como su hogar.

Hoy era el día en que tocaba limpiar la cueva, pero Eun-Ji encontró algo ahí que disipó todas sus dudas. En el espacio que ocupaban para dormir, justo al centro, había un pequeño número de frutas violetas amontonadas. Al verlas, Eun-Ji sonrió con profundo cariño.

—Lo recordaste —suspiró mientras tomaba una fruta del suelo.

En su tiempo juntos, ellos habían ideado una pequeña costumbre. La idea fue de Eun-Ji. Ella recordó el día en que se conocieron y al siguiente año preparó una comida para celebrar su "aniversario". Andrés dejó hace mucho de tomar en cuenta el tiempo, por lo que siempre lo olvidaba. Pero durante sus viajes de exploración, en la zona norte encontraron una fruta violenta, redonda y del tamaño de una manzana. Desde el primer momento en que la probó, Eun-Ji quedó fascinada.

Aunque llevaron semillas, nunca lograron sembrar uno de esos árboles cerca de la cascada. Cada cierto tiempo regresaban por estos frutos, pero desde hace algunos años, era más difícil llegar hasta ahí. Un puma de pelaje rojo se había asentado cerca de los árboles de estas frutas, haciendo difícil su recolección.

Como le gustaban tanto a Eun-Ji, Andrés iba cada que se acercaba su aniversario por ellas y se las daba como obsequios. Aunque podían ir más seguido por estas frutas, Eun-Ji prefería esperar hasta ese día. Las volvía de alguna manera especiales.

Hoy era el día del aniversario en que se conocieron y, como todos los años, Andrés le había traído su obsequio. Esto hizo feliz a Eun-Ji, pero también la llenó de tristeza. Pensó que se separarían hasta que regresaran a casa y, aun así, no estaba segura de querer dejarlo. Tonto, pensó.

Eun-Ji pasó el resto del día en ese espacio, disfrutando de la fruta mientras recordaba los momentos que había pasado con Andrés. Con cada día que pasaba, lo extrañaba más. Jamás imaginó que extrañaría tanto sus locuras y su mirada macabra.

Mientras estaba perdida en sus recuerdos, afuera se escuchaba un gran alboroto.

—¡Ataque enemigo! —gritaron los centinelas.

Para mejorar la seguridad, habían construido dos muros de madera. El muro exterior rodeaba una gran área, donde se encontraban los sembradíos y algunos árboles frutales. Y el muro interior que abarcaba un área más pequeña, donde estaban las casas de los sobrevivientes.

Como no sabían cuándo podrían ser atacados por las bestias, construyeron varias torres de vigilancia. La mayoría estaban en el muro exterior y solo había dos en el muro interior. Las personas que no pudieron ayudar de otra manera fueron puestas como centinelas para avisar en caso de peligro.

Extrañamente, desde que construyeron todo esto, nunca habían sido atacados. Los centinelas se habían vuelto descuidados y muchos querían este trabajo debido a su facilidad.

Hoy, después de más de un año de la construcción de los muros, estaban siendo atacados.

Nadie supo cómo reaccionar, a excepción del grupo de caza, que era una docena de personas. Los demás entraron en pánico con mucha facilidad.

—¡Ayúdanos, hermano mayor! —gritaba la muchedumbre.

Todos depositaron sus esperanzas en su salvador, Li Wei. Tratando de responder a sus expectativas, se coloco al frente esperando el ataque. Los gritos de desesperación se escuchaban desde fuera del muro exterior. Todos los centinelas, sin excepción, fueron devorados por las bestias.

Ante los gritos provenientes desde fuera, la muchedumbre del muro interior estaba temblando de miedo. Sus rostros estaban pálidos y no sabían cómo reaccionar. La paz que habían sentido hasta hace poco les jugó en contra, manteniéndolos débiles.

Pero, a pesar de todo, mantenían sus esperanzas en alto. Li Wei, quien había asesinado al tigre púrpura, estaba presente.

—¡Tú puedes, hermano mayor! —animaban—. ¡No podrán derrotar al cazador de tigres! —gritaban.

Ahora, la presión estaba sobre Li Wei. "Mientras no vengan bestias como el tigre púrpura, estaré bien", pensó.

¡Tud!

El muro interior fue destruido como si nada. De entre el polvo emergió la figura de un gorila gris de diez metros de alto. Su sola presencia fue suficiente para poner a todos ansiosos.

—Había más de los que pensé —dijo el gorila—. Mis pequeños, esta noche tendremos un gran festín —añadió antes de rugir.

El rugido sembró aún más miedo. Lentamente, todos retrocedían paso a paso mientras las bestias los seguían muy despacio.

El muro interior había sido construido estratégicamente para defender solo un lado. Al lado contrario de la puerta que llevaba al muro exterior, se encontraba la cascada donde tenía su cueva Andrés.

—¡Vamos, hermano mayor! ¡Estas bestias no son nada para ti! —rugía la muchedumbre.

De entre la multitud salió Eun-Ji y se colocó detrás del grupo de caza.

—Sí, hermano mayor —dijo sarcásticamente Eun-Ji—. Mátalos igual que hiciste con el tigre púrpura —insistió.

Li Wei tragó saliva. Desde que reunió a todos, no había hecho más que presumir sobre sus "logros". Siempre exageró los hechos, quedando casi como una deidad ante los presentes.

Ahora que era el momento de la verdad, sus pies no respondían. Aunque las bestias pequeñas no representaban un problema, el gorila era otro asunto.

Sus pensamientos eran un caos y en este momento no pudo evitar echar de menos la presencia de Andrés. Cuando él estaba, no tenía que preocuparse de que esto sucediera, pero ahora...

—¡Será fácil para ti, hermano mayor! —animó Eun-Ji con exceso de sarcasmo.

Esta mujer, pensó Li Wei.

La multitud aumentó aún más sus expectativas. Si Eun-Ji, que estaba aquí desde antes que ellos, pensaba que sería fácil para Li Wei, no había razón para estar nerviosos.

—¡Vamos, hermano mayor! ¡Destruye a esas bestias! —gritó con emoción la multitud.

Li Wei estaba seguro de que no saldría vivo si peleaba contra eso, pero había algo extraño aquí. Aunque ya habían destruido el muro y podían masacrarlos si quisieran, el gorila parecía estar cauteloso de algo, miraba a los lados como si buscara a alguien.

—El ave tenía razón, no está —dijo con una amplia sonrisa—. Mátelos —ordenó a las bestias más pequeñas.

Había varios tipos: hienas, simios, una especie de pequeño oso, entre otros. Ante la orden del simio, todos atacaron.

Li Wei y el grupo de caza enfrentaron a las bestias pequeñas. Se defendieron sin mucha dificultad y, según lo que presumió Li Wei, ya había alcanzado las tres estrellas y nueve de los once restantes ya eran cultivadores de dos estrellas. En resumen, su fuerza, a pesar de ser pocos, no era baja.

Como eran pocas personas, no lograron detener el ataque de todas las bestias. Mientras ellos peleaban de frente, las bestias se colaron por los lados y comenzaron a masacrar al resto.

Fuera del equipo de caza, solo Eun-Ji, Sophie, Luis e Isabel podían defenderse. Ellos sobrevivieron sin problema, pero los demás estaban siendo eliminados poco a poco. Sus números estaban disminuyendo significativamente, y eso que el gorila gris aún no se movía.

La batalla del grupo de caza estaba pareja hasta que eliminaron al más débil de ellos, seguido de uno de dos estrellas. Esto redujo mucho su fuerza y empezaron a ser presionados.

A pesar de sus palabras, Li Wei no era la gran cosa. Fácilmente se veía superado y no podía hacer más que defenderse. En contraste, Eun-Ji se estaba defendiendo bastante bien. Aunque no lo dijo a nadie, ella también era una cultivadora de tres estrellas.

No tardó mucho en destacarse en la pelea. La multitud comenzó a reunirse cerca de ella para sobrevivir y ella los defendió sin problema.

—Así que había alguien hábil entre ellos —dijo otra voz masculina.

Esto era algo que nunca hubieran esperado. De la montaña de la cual descendía la cascada, se deslizó una serpiente de 20 metros de largo. Sus escamas eran de una tonalidad púrpura y en su cabeza, donde debería tener dos cuernos, solo había uno.

Ahora estaban rodeados: de un lado, la serpiente y, del otro, el gorila. El peor escenario estaba sucediendo.

Pero, como si siempre hubiera estado ahí, de la cueva que se ocultaba tras la cascada emergió la figura de un hombre.

—¿Qué es todo ese ruido?