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4.- Encuentro Predestinado

En un moderno apartamento en Seúl, ubicado en un edificio alto con vistas panorámicas de la ciudad, la cocina era espaciosa y luminosa, con electrodomésticos de acero inoxidable y gabinetes blancos que daban un aspecto limpio y elegante. Una gran ventana detrás del mostrador de la cocina permitía la entrada de luz natural y ofrecía una vista impresionante del horizonte de Seúl.

La cámara estaba enfocada en una joven, quien estaba de pie detrás del mostrador de la cocina. Ella vestía un delantal elegante y tenía una sonrisa radiante en su rostro.

—¡Hola a todos! Bienvenidos a mi primera transmisión en vivo cocinando. Estoy muy emocionada de compartir este momento con ustedes. Hoy vamos a hacer uno de mis platos favoritos, kimchi jjigae. ¿Están listos? —habló hacia la cámara mientras sonreía.

Los comentarios comenzaron a fluir en el chat, llenos de entusiasmo y amor de los fans.

—¡Veo que todos están muy emocionados! —dijo mientras leía los comentarios—. Gracias por el apoyo. Vamos a empezar. Primero, necesitamos estos ingredientes: kimchi, cerdo, tofu, cebolla y cebolletas —mostró cada ingrediente a la cámara mientras los mencionaba.

—Primero, cortamos la cebolla y las cebolletas. Asegúrense de tener cuidado con los cuchillos, chicos —dijo mientras estaba concentrada cortando las verduras.

Mientras seguía cocinando, de repente, la cámara y la pantalla empezaron a temblar ligeramente.

—¿Eh? ¿Qué está pasando? —dijo nerviosa mientras miraba hacia los lados.

El temblor se intensificó, y los objetos en la cocina comenzaron a caer de las estanterías. El chat se llenó de mensajes de preocupación y miedo de los fans.

—Parece que está ocurriendo un terremoto. Todos, manténganse a salvo —dijo con voz temblorosa.

Ella intentó calmarse y se agachó debajo del mostrador de la cocina, cubriéndose la cabeza con las manos. El temblor se volvió más violento, y se escuchó el sonido de cristales rompiéndose.

—¡Por favor, todos, cuídense! —gritó desde debajo de la mesa.

La cámara se cayó al suelo, mostrando una vista inclinada de la cocina mientras el temblor continuaba. De repente, una lámpara cayó del techo y la golpeó en la cabeza.

—Ahh... —dijo débilmente.

Ella perdió el conocimiento y la transmisión se cortó abruptamente, dejando a sus fans en estado de shock y preocupación.

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Esa mañana en medio del bosque apareció una joven tirada en el suelo.

¿Qué es esta sensación de frio?, pensó. Mientras estaba inconsciente, el aire húmedo del bosque golpeaba su cuerpo y lentamente lo enfrió.

—¿Qué pasó...? —dijo débilmente mientras se sentaba poco a poco.

Pero a diferencia de la alfombra que había en su casa, sentía en sus manos la sensación de hierba.

—¿Qué...?

Miró a los lados y estaba tirada en medio del bosque. Altos y robustos árboles eran lo único que podía observar. La vegetación era tan espesa que apenas entraban rayos de sol hasta donde estaba.

Se levantó asustada y confundida, hace apenas unos momentos estaba en su casa y ahora se encontraba en medio del bosque, rápidamente entró en pánico.

Lo primero que hizo fue revisar sus pertenencias, pero solo encontró un encendedor en una de las bolsas del delantal y el cuchillo con el que estaba cortando los vegetales.

Buscó desesperadamente su celular, pero no lo encontró.

Temerosa y con todo su cuerpo temblando, se levantó y empezó a caminar.

Debe haber un camino o carretera cerca, pensó.

Pero por más que caminaba no encontró nada. Mientras seguía caminando asustada y con mucha hambre, escuchó el chillido de un animal.

Rápidamente se giró y se ocultó entre los arbustos, pero el sonido seguía. Era como si alguien estuviera torturando a un animal. Los chillidos que se escuchaban eran espantosos y ella, por miedo, se mantuvo ahí sin hacer ruido.

Los chillidos incrementaron y se escuchó una risa que provenía de una persona.

Ella se acercó sigilosamente y observó desde detrás de un árbol.

La escena era atroz, había un hombre semidesnudo con una mirada de loco apuñalando una y otra vez a un animal que parecía un cachorro de tigre.

Aquel hombre reía y movía, dentro del cuerpo del animal, una especie de cuchillo. El animal chillaba agonizante por el sufrimiento. Pero el hombre sonreía más, como si disfrutara de esto.

Ella se asustó y retrocedió un paso, pero sus pies pisaron hojas que hicieron mucho ruido. Aquel hombre levantó inmediatamente la cabeza y miró en esa dirección.

Con una mirada desquiciada, el hombre corrió frenéticamente hacia ese lugar. Ella se congeló de miedo, paralizada, no logró moverse ni un centímetro de ese lugar, dándole tiempo a ese hombre de llegar hasta ahí.

De detrás del árbol, aquel hombre asomó solo la mitad superior de su rostro. Su mirada indicaba que no tenía ni la más mínima gota de cordura en él.

El hombre la analizó y asomó el resto de su rostro. En su cara se formó una siniestra sonrisa que hizo que la mujer se pusiera pálida del miedo.

El hombre asomó su mano llena de sangre y saludó a la mujer.

—¿Koni...chiwa? —pronunció mientras mostraba esa horrible mirada.

—¡Hick! —soltó la mujer mientras estaba a nada de desmayarse.

—¿Mmm?... —se acercó poco a poco aquel hombre.

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—¡No, aléjate! (coreano) —gritó la mujer.

La comunicación entre ambos era muy poco efectiva. La mujer hablaba en coreano y el hombre en español, lo que dificultaba la comprensión mutua.

—No te haré daño —susurró aquel hombre mientras seguía sonriendo para demostrar que no tenía malas intenciones.

El problema era que su sonrisa daba demasiado miedo y terminó por tener el efecto contrario.

—N-no... Por favor, no me hagas daño —imploraba la mujer mientras lloraba.

—Tranquila —dijo mientras dejó de sonreír y levantó las manos señalando que no le haría nada.

La mujer pareció entender, más o menos, las intenciones de aquel hombre y se calmó un poco, aunque no bajó la guardia.

—Sígueme —dijo aquel hombre mientras caminaba de regreso al lago.

La mujer lo miró con desconfianza. Como el hombre notó que no lo seguía, le hizo señas a la mujer para que lo siguiera.

No convencida del todo, la mujer lo siguió.

El hombre la llevó a la cueva detrás de la cascada. Sabía por experiencia que era peligroso quedarse en espacios abiertos.

Cuando la mujer entró a la pequeña cueva, palideció de nuevo. La cueva era clara, siendo pequeña, la luz del sol entraba sin problemas. Lo aterrador era que en las paredes y el suelo había marcas de sangre como si hubieran golpeado algo.

El hombre sacó algo del fondo de la cueva. Rápidamente, la mujer notó que era carne seca.

—Come —le dijo el hombre.

La mujer tomó la carne, pero cuando la iba a comer, un horrible olor a podrido alcanzó su nariz. Un olor tan desagradable que casi hizo que vomitara.

—¿De qué es esto? —preguntó la mujer.

El hombre la miraba confundido, no le entendía nada.

—Es comida... C-A-R-N-E —le respondió intuyendo que eso era más o menos lo que le preguntaba.

El estómago de la mujer gruñó y, soportando sus ganas de vomitar, tragó esa carne. Extrañamente, no sabía tan mal, pero olía horrible.

—Andrés —dijo el hombre señalándose a sí mismo.

La mujer entendió que ese era su nombre, así que también se señaló a sí misma y respondió:

—Kang Eun-Ji

—¿Can Ungi? —respondió Andrés para confirmar.

—E-U-N J-I —dijo un tanto molesta.

Se miraron en silencio y suspiraron al mismo tiempo. La comunicación era un difícil.

Pero a Eun-Ji se le ocurrió que tal vez con su nombre artístico podría funcionar.

—Euni —repitió.

Andrés pareció entenderlo mejor. A Eun-Ji se le ocurrió una idea. Por algunas palabras, supuso que el idioma era español, así que esta persona podría saber inglés.

—¿Entiendes el inglés? (ingles) —preguntó.

Andrés sonrió. Rápidamente supo que ahora Eun-Ji hablaba en inglés.

—Perfecto —sonrió Andrés, pero rápidamente apagó esa sonrisa—. ¡Maldición! —Golpeó el suelo y después miró a Eun-Ji—. ... No... Inglish —dijo mientras agachaba la mirada.

Andrés jamás había estado tan arrepentido de algo hasta hoy. Eun-Ji era la primera persona que veía en años y no podía comunicarse con ella. Debí prestar atención a las clases de inglés, pensó.

Otro largo suspiro salió de ambos. Para entonces, el sol empezaba a ocultarse.

Eun-Ji durmió al fondo de la cueva. Andrés, por su parte, estaba más cerca de la entrada por si acaso entraba algún animal.

Todo estaba tranquilo, hasta que en medio de la noche se escucharon voces.

—¿Por qué la ayudaste? Estás mejor solo, anda, mátala —susurró Andrés con una voz más aguda.

—¡No! Es la primera persona que veo en años, no... Quiero estar solo —se respondió a sí mismo.

—¡Inútil!... Te entiendo, Andrés, Andrés, quien diría que buscabas su cuerpo. Debo admitir que es muy hermosa, estoy seguro que nos vamos a divertir —susurró Andrés de nuevo.

—No... Cállate, ya no te necesito —sonrió Andrés con locura.

—Claro que me necesitas, soy tu mejor amigo —se susurró de nuevo.

Eun-Ji estaba aterrada mientras miraba hacia la pared. Fingió estar dormida, aunque no entendía lo que Andrés estaba diciendo, presentía que si volteaba iba a morir.

—Ya no estoy solo... Largo... ¡Largo! —gritó.

—Jajajajaja, nunca podrás apartarme, yo... Soy tú —se burló con una gran sonrisa.

—Claro que puedo, ya no te necesito, mírala —se giró hacia donde estaba durmiendo Eun-Ji—. La protegeré de todo, se volverá mi prioridad y así jamás volveré a estar solo... —miraba a Eun-Ji como un desquiciado, como si fuera la posesión más valiosa.

—Ella te abandonará, de verdad crees que necesita a un demente como tú. Eres muy inocente, en cambio, yo siempre he estado contigo y siempre lo estaré, hasta el día que ambos fallezcamos siempre estaré a tu lado.

—No te quiero junto a mí... ¡Largo!

—¡No! Eres demasiado cruel, Andrés. Pensar que dejarías a tu amigo en cuanto encontraste una belleza, jamás esperé eso de ti. Mereces un castigo.

Andrés comenzó a golpearse la cabeza contra la pared, una y otra vez. Esto duró casi hasta el amanecer, aquella noche Eun-Ji supo de qué eran esas marcas de sangre en la pared.

Curiosamente, esto no se repitió y los siguientes días Andrés dejo atrás esa extraña mirada y se comportaba como una persona totalmente cuerda. Esto llevo a pensar a Eun-Ji que tal vez solo imagino aquello, pero las marcas de sangre le demostraban que eso fue real.

Al día siguiente de que discutió consigo mismo, Andrés despertó a Eun-Ji. Igual que el día anterior, le ofreció un poco de aquella extraña carne y, después de que desayunaran, Andrés se quedó en el interior de la cueva meditando.

A pesar de que desconocía si lo estaba haciendo bien, estaba seguro de que si insistía lograría algo en el futuro. A Eun-Ji le pareció curioso lo que hacía y quiso preguntarle, pero sabía que era inútil, no le entendería de todas maneras.

En algún momento tendrían que resolver esto y Eun-Ji, que se consideraba a sí misma bastante inteligente, pensó en pedirle que le enseñara el idioma español. Pensó que, si se iba, dejando a Andrés, era seguro que moriría, para poder sobrevivir no le quedaba de otra que permanecer a su lado, pero dado su estado mental no estaba del todo segura. Su decisión final fue quedarse hasta que pudiera sobrevivir por su cuenta.

Entró a la cueva y, con señas y dibujos en la tierra, logró transmitir sus intenciones. Por el tiempo siguiente, Andrés le enseñó el idioma español. Aunque fue extremadamente difícil debido a que no le podía explicar claramente, lo logró de alguna manera. De eso han pasado aproximadamente dos años.

Eun-Ji, durante este tiempo, enfrentó las dificultades de sobrevivir aquí y también comprendió el porqué del estado mental de Andrés. En cuanto lograron comunicarse, Andrés le contó su historia y el tiempo aproximado que había estado ahí. Eun-Ji lo admiró. Si hubiese sido yo, hace tiempo que me habría suicidado, pensó.

—Andrés ¿Podría preguntarte exactamente que te paso para terminar así? —pregunto tímidamente Eun-Ji.

—Yo tampoco estoy del todo seguro, pero fue al poco tiempo de que llegue aquí. Como has visto es muy difícil sobrevivir, es relativamente más fácil por el conocimiento que he adquirido con el paso del tiempo. Pero sin él, muchas veces estuve al borde de la muerte. No soy un experto, pero tal vez esto me dejo alguna clase de trauma. No te mentiré, muchas veces pensé en acabar con mi vida… —la mirada de Andrés se tornó melancólica—. Pero internamente dude si era la mejor opción, una parte de mi quería acabar con mi sufrimiento, pero la otra parte quería sobrevivir a toda costa. Entonces comenzó, a partir de entonces escucho una voz en mi cabeza que me da órdenes. Al principio la ignore, pero la soledad me llevo a escuchar a esa voz, a conversar con ella. En medio de mi soledad era mi único consuelo, pero empeoro con cada día que pasaba, lentamente subió su tono de peticiones o consejos a ordenarme, pelee con ella durante muchos años, aunque siempre me superaba, pero… —miro a Eun-Ji—. Desde que apareciste empecé a ignorar esa voz, ya no la necesitaba para conversar y aunque vuelve de vez en cuando, es más fácil de suprimir. Todo gracias a ti, Euni —sonrió con total sinceridad hacia Eun-Ji.

—Yo también debo agradecerte, si no fuera por ti hace tiempo que hubiera muerto. Aunque me disté un susto de muerte cuando te conocí, descubrí que no eres una mala persona. El culpable es el destino que nos arrojó a este infierno ¿No lo crees?

—Tienes toda la razón, pero, aunque hoy es imposible, te juro que algún día nos sacare de aquí y volveremos a casa —dijo con gran determinación mientras apuntaba con su mano al cielo.

La convivencia mutua le había devuelto algo de paz mental a Andrés y, aunque a veces volvían sus ataques mentales, Eun-Ji siempre lo calmaba. Durante el tiempo juntos, desarrollaron una amistad muy profunda hasta el punto de que Eun-Ji sabía cómo tranquilizarlo. Inclusive se había acostumbrado a esas miradas de lunático que Andrés mostraba cuando estaba cazando.

Andrés le contó sobre su idea de cultivar como en los cómics y Eun-Ji le había aportado también sus ideas. Juntos desarrollaron una especie de técnica para cultivar y, aunque estaban igual al no saber si estaba funcionando o no, creyeron en sí mismos y continuaron.

Eun-Ji propuso crear un mapa de la zona y juntos salían a explorar cada día. Ella era muy hábil en algunos aspectos y, con lo que tenía a su alcance, había desarrollado una especie de papel y tinta. El conocimiento que Andrés había adquirido al paso de los años era muy vasto y juntos plasmaron todo en un libro. Mapearon una gran zona y, mediante la constante observación, descubrieron que todo estaba dividido en zonas y que cada zona tenía un guardián.

La zona donde habitaban correspondía a la serpiente verde que Andrés conoció en su primer día. Al norte, era una zona volcánica, su guardián parecía ser un león imponente de pelaje negro. El este consistía de una vasta llanura. Al ser tan grande, no conocían quién era el guardián. El oeste era un extenso mar, al cual no estaban tan locos como para entrar. El sur, por su parte, era una zona montañosa, grandes cadenas de montañas se veían a lo lejos. Un día, mientras mapeaban, observaron a lo lejos una especie de ave de plumas azules. Al ser el animal más grande que vieron, lo reconocieron el guardián de ahí.

El ambiente era muy extenso y no podían ir muy lejos de la parte centro. Los peligros eran enormes y, aunque Andrés podía protegerlos hasta el momento, no estaban tan desesperados por morir y decidieron quedarse en la zona centro.

Al inicio del nuevo año, o lo que ellos marcaron así, su “tranquilidad” se vio arruinada.

—¡Ayuda! —gritó una voz masculina—. ¡Por favor, auxilio!

—¡Nooo! —se escuchó la voz de una mujer que desapareció momentos después.