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11.- Enemigo

Los días han pasado, lentamente todos se han ido acostumbrando a su nuevo estilo de vida. Aunque antes no lo parecía, las habilidades individuales de cada uno eran de la más alta calidad, especialmente las de Andrés y Adom.

Adom fue puesto al mando de los fabricantes de “armas”. Compartió sin problema sus habilidades con los demás, haciendo que la producción fuera más rápida y con armas de muy alta calidad. Claro que esto dependía de los materiales que se proveyeran, pero en general eran muy buenas.

En cuanto a Andrés, como había dicho en la reunión, salió con los grupos de exploración en busca de supervivientes. Con su experiencia y conocimiento del terreno, se convirtió rápidamente en un recurso invaluable.

Las primeras incursiones que lideró fueron un éxito rotundo. Con un ojo agudo para identificar los puntos débiles del enemigo, señalaba las rutas más seguras y alertaba sobre posibles emboscadas. Su capacidad para anticipar los movimientos del enemigo hizo que los asaltos fueran más efectivos y las pérdidas en su grupo disminuyeran drásticamente. Cada victoria alimentaba la moral de sus compañeros, y pronto comenzaron a referirse a él como "el líder de las sombras", un apodo que lo seguía como un halo de respeto.

Sin embargo, a pesar del éxito, Andrés mantenía su distancia emocional. Aunque Eun-ji le había pedido que se llevara mejor con los demás, simplemente no podía hacerlo. No entendía por qué se lo había pedido; él no veía nada raro en su actitud, y aunque lo intentaba, resultaba bastante difícil.

Sus compañeros, aunque admiraban su liderazgo, no lograban acercarse a él. Rechazó las ofertas de los diferentes ejércitos para unirse a uno específico, lo que generó murmullos entre las filas.

Simplemente no quería estar atado a nadie. Aunque se estaba acostumbrando lentamente al ambiente del fuerte, seguía sin confiar en las personas. Pero esto no hacía felices a todos.

El coronel William, un hombre de carácter imponente y ambición desmedida, se sintió irritado por la negativa de Andrés a alinearse con los estadounidenses. Veía cómo la influencia de Andrés crecía entre los soldados, y su ego no toleraba la idea de que alguien ajeno a su gente tuviera tanto poder. Si no podían ganarse su favor, tendrían que encontrar una manera de controlarlo.

Un día, mientras Andrés y su grupo realizaban una exploración en las colinas cercanas, el coronel William dio la orden de atacar. Con la excusa de una maniobra de entrenamiento, comenzó a posicionar a sus hombres para un asalto. Aprovechando que Andrés no estaba presente y que muchos soldados estaban en el exterior, los estadounidenses lanzaron un ataque sorpresivo, desatando el caos en la base.

Eun-ji, que había decidido permanecer en la base para ayudar a organizar el refugio de los civiles, se encontraba en medio del descontrol.

Los estadounidenses comenzaron a disparar a todos los soldados extranjeros, sin excepción. Los hombres estacionados, solo pendientes del exterior, no pudieron reaccionar al ataque interno.

Uno a uno, todos los soldados fueron asesinados, mientras que los civiles fueron tomados como rehenes. Este evento mostró el verdadero rostro de los estadounidenses, quienes, valiéndose del caos, aprovecharon para cometer toda clase de atrocidades. Los pocos soldados estadounidenses que se negaron a dar el golpe fueron asesinados en el acto por traición.

Gritos, sollozos, maldiciones y el sonido de las armas; eso fue todo lo que se escuchó por varias horas en el fuerte.

Los líderes de los diferentes ejércitos fueron rápidamente puestos bajo arresto y los alemanes que pusieron más resistencia, masacrados sin piedad.

Anastasia se encontraba en una tienda al fondo, aún lejos de la conmoción. Pero al escuchar el sonido de disparos, salió rápidamente. Lo que observó fue una escena cruel: militares matando y violando personas. Antes de que pudiera reaccionar, Adom llegó corriendo, la tomó del brazo y la llevó lejos de allí.

—¿Qué está pasando?

Adom le hizo una señal para que hablara bajo y le respondió.

—Los estadounidenses tomaron el fuerte y están asesinando a todos los militares ajenos a ellos. ¿Sabes dónde está Eun-ji? Debemos ir por ella y salir de aquí.

—No lo sé, estaba ayudando en las tiendas centrales con el acomodo de civiles.

—Eso es malo; ahí está el mayor caos —miró a Anastasia—. Escucha, yo iré por ella y tú sal de aquí. Los equipos de exploración no tardarán en regresar; debes avisarlos o de otra manera morirán igual que los soldados de aquí.

—¿Estás seguro? Mejor voy contigo.

—De acuerdo, vamos.

Ambos se colaron entre las tiendas, tratando de evitar en lo posible los enfrentamientos. Pero era difícil; los soldados se posicionaron de forma que pudieran evitar fugas y, aunque se ocultaban lo mejor que podían, siempre terminaron en enfrentamientos con los soldados.

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Ellos eran más diestros en peleas y lograron suprimir a sus enemigos antes de que alertaran a los demás.

Llegaron hasta la parte asignada a los estadounidenses y vieron cómo Eun-ji era cargada inconsciente por el coronel William.

Adom pensó en rescatarla, pero el lugar estaba lleno de soldados y la mayoría tenía armas. Tal vez hubiera podido con dos o tres, pero eran demasiados.

—Retirémonos; hay que avisarle a Andrés.

—Entiendo. Veámonos.

Pero cuando se iban a retirar, fueron rodeados por los soldados y tuvieron que entrar en combate.

Sus capacidades eran mayores a las de los soldados. Eran cultivadores de 2 estrellas y ellos solo personas normales; si no fuera por las armas, la situación sería diferente.

Adom y Anastasia lucharon con todas sus fuerzas, esquivando balas y respondiendo con movimientos precisos y fluidos. A pesar de su ventaja en habilidades, el número de soldados estadounidenses era abrumador. Con cada golpe que daban, sentían la presión del tiempo y el riesgo de ser descubiertos.

—¡Sigue moviéndote! —gritó Adom mientras bloqueaba un ataque con su antebrazo, lanzando un golpe certero al soldado que intentaba acercarse.

La adrenalina corría por sus venas. A cada paso que daban, más soldados se sumaban al enfrentamiento. El sonido de disparos resonaba en el aire, y los gritos de pánico de los civiles aumentaban su urgencia.

—No podemos seguir así mucho tiempo —dijo Anastasia, respirando con dificultad—. Necesitamos un plan.

Adom asintió, sus ojos fijos en la salida. El lugar era un laberinto de carpas y barricadas, y el caos se apoderaba de la base. Sabía que tenían que encontrar a Eun-ji rápidamente antes de que la situación se volviera aún más peligrosa.

—Voy a intentar crear una distracción —dijo Adom, mirando a su alrededor en busca de una solución. Su mente se iluminó con una idea—. Hay un barril de combustible cerca. Si lo prendo, puede causar el caos que necesitamos para salir.

Anastasia lo miró con preocupación.

—¿Estás seguro? Eso podría atraer aún más atención.

—Es nuestra única opción —respondió él, con determinación—. Tú ve buscando a Eun-ji. Nos reuniremos en la entrada principal.

Antes de que ella pudiera objetar, Adom se deslizó hacia el barril. Con una rápida mirada, se aseguró de que nadie lo estuviera observando. Encendió un pequeño explosivo que había llevado consigo y lo arrojó al barril. En cuestión de segundos, una gran explosión iluminó la noche, enviando llamas y humo por todas partes.

El caos se desató instantáneamente. Los soldados estadounidenses comenzaron a gritar y a correr en diferentes direcciones, tratando de controlar el fuego que se propagaba rápidamente. Aprovechando la confusión, Adom se lanzó hacia la salida, buscando reunirse con Anastasia.

Mientras tanto, ella se movía entre las sombras, concentrándose en encontrar a Eun-ji. Recordó que la última vez que la vio, estaba ayudando a organizar a los civiles. La imagen de su rostro amable la impulsó a seguir adelante, ignorando el peligro que la rodeaba.

Al llegar a la tienda donde los civiles estaban refugiados, el horror que encontró la detuvo en seco. Algunos soldados estaban gritando, y otros arrastraban a los prisioneros. Sin perder tiempo, Anastasia se unió a un grupo de civiles que intentaban escapar por una salida trasera.

—¡Afuera! —gritó Anastasia, motivando a los demás a seguirla—. ¡Debemos salir de aquí!

A medida que avanzaban, sintió el aire enrarecido por el humo y el miedo. Sabía que no podía permitir que eso la detuviera. En un momento de desesperación, giró en una esquina y se encontró frente a una escena desgarradora: varios soldados rodeaban a Eun-ji, quien estaba de pie, con las manos atadas y la boca amordazada.

Calculó sus posibilidades de victoria y se adentró con valentía, derrotando sin problema a los soldados.

—Te sacaré de aquí —susurró mientras trataba de desatar las sogas.

Pero Eun-ji negaba con la cabeza, como si tratase de decir que se fuera.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Anastasia se giró para ver que estaba rodeada, de la puerta entro un gran número de soldados con armas liderados por William.

Anastasia no supo cómo reaccionar.

—¿Qué estas tratando se hacer? —gritó Anastasia estirando ambos brazos como si tratase de proteger a Eun-ji.

William se acercó con una sonrisa burlona, su postura erguida irradiando una confianza desmedida.

—¿Qué tienes aquí, Anastasia? —dijo, su voz profunda resonando en el espacio reducido—. Un intento desesperado de salvar a tu amiga, supongo. Pero no te preocupes, esto ya estaba todo planeado. Este fuerte es nuestro, y tu no cambiarás eso.

Los soldados se agruparon a su alrededor, formando un círculo amenazante.

—Creí que podrías ser útil, pero parece que solo eres un estorbo —continuó, disfrutando de su poder en ese momento—. ¿Realmente creías que podías enfrentarme?

Anastasia sintió una mezcla de ira y miedo. Sabía que debía actuar con rapidez.

—No tienes idea de con quién te estás metiendo —replicó, aunque su voz temblaba un poco—. No te dejaré hacerle daño.

William soltó una risa burlona, como si su respuesta fuera la cosa más cómica que había escuchado.

—¿Y qué piensas hacer? ¿Con esta escasa fuerza que te queda? —señaló a los soldados que la rodeaban, quienes se prepararon para actuar.

Justo cuando la situación parecía estar al borde del colapso, un ruido ensordecedor retumbó en el aire. Adom apareció de la nada, su figura emergiendo del caos, con la determinación reflejada en su rostro.

El caos estalló en ese instante. Adom se lanzó hacia los soldados, su rapidez y habilidades superando a los hombres armados. Con movimientos precisos, derribó a varios, abriendo un camino para que Anastasia y Eun-ji escaparan.

—¡Váyanse! —les gritó—. ¡Ahora!

Anastasia, sorprendida pero agradecida, no dudó. Quería llevarse a Eun-ji, pero era difícil. Sin otra opción salió corriendo, aunque antes de salir de la tienda recibió un balazo en su brazo izquierdo. Aunque el dolor era extremo no dudo en seguir corriendo.

William, enojado y frustrado, comenzó a gritar órdenes para que sus hombres atacaran, pero el ambiente caótico jugaba en contra de su control.

—¡Detengan a esos traidores! —rugió, pero la confusión reinante dificultaba que sus hombres respondieran de inmediato.

Adom continuó combatiendo con agilidad, asegurándose de cubrir su retirada.

Anastasia corrió sin parar, herida y cansada por varias horas. Cuando se alejó lo suficiente, por suerte encontró un grupo donde venia Andrés.

Los soldados inmediatamente ayudaron a Anastasia dándole agua y vendando la herida.

—¿Qué sucedió? —pregunto Andrés acercándose lentamente.

—Han tomado el fuerte —jadeo—. …Eun-ji esta con ellos. ¡La han secuestrado!