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12.- Enemigo, parte II

Andrés y el grupo de reconocimiento regresaban a la base según lo acordado. Previamente, habían designado un punto donde todos los grupos se reunirían antes de volver, una estrategia que habían seguido desde que Andrés lideraba las incursiones.

Durante ese tiempo, los soldados se habían preguntado por qué habían dejado de ser atacados al entrar en la pradera.

A pesar de ser un espacio abierto, con el cual en muchas ocasiones habían tenido problemas, desde hacía algunos días las bestias habían dejado de atacar. Aunque el grupo regresó con huecos en sus filas, pudo regresar sin mayores contratiempos a la base.

Cuando Min-ho le preguntó a Andrés al respecto, este solo respondió que era una coincidencia.

Caminaban en formación como de costumbre; ese día no habían encontrado sobrevivientes, por lo que volvían más confiados que antes.

Todo fue así hasta que, a lo lejos, divisaron a Anastasia. Caminaba de manera torpe, sujetándose el brazo. El grupo notó de inmediato que estaba herida.

Se acercaron y comenzaron a tratar sus heridas. Al principio, pensaron que había sido atacada por una bestia, pero al revisarla quedó claro que había sido obra de otra persona.

—¿Qué pasó? —preguntó Andrés con su clásica mirada vacía.

—Han tomado el fuerte —jadeó—. ...Eun-ji está con ellos. ¡La han secuestrado!

—¿A qué te refieres? —preguntó Min-ho, visiblemente asustado.

—Los estadounidenses tomaron la base, mataron a todos los soldados, y los civiles se convirtieron en rehenes.

—¿Y Adom? —inquirió Andrés.

—Se lanzó contra los soldados para que yo pudiera escapar… desconozco si sigue con vida...

—¡Debemos ir rápido! —gritó Min-ho.

Los soldados se tensaron. El hecho de que los estadounidenses hubieran tomado el fuerte significaba que tenían acceso a las armas y los suministros. Mientras tanto, ellos solo contaban con lo que llevaban encima. Las balas y la comida ahora eran historia; estaban desamparados.

Pero lo que más los inquietaba era Andrés. El hombre que hasta entonces parecía una máquina sin emociones ahora emanaba una enorme presión. Junto a él, se sentían como presas ante un depredador.

—No podemos ir —respondió Andrés, mirando a lo lejos—. Ellos tienen armas y rehenes. Si vamos, estaremos en desventaja.

—¿Qué hacemos entonces? ¡Tienen a Eun-ji! —insistió Min-ho.

—Sé que eres su pariente y entiendo tu preocupación. Pero no podemos ir... aún...

Todos miraron a Andrés, desconcertados, al escuchar ese "aún". Claramente, tenía un plan.

—Escuchen, hay algo que puedo hacer, pero… no será agradable... —los miró en silencio por un momento—. Aunque, la verdad, tampoco me importa lo que piensen. Esa escoria ha tocado algo que no debían, y lo pagarán caro... Tengo que ir a un lugar —Andrés cargó a Anastasia sobre sus hombros—. Pueden venir si quieren; lo tomaré como señal de que estamos del mismo lado y les daré protección. O pueden seguir su propio camino, ustedes eligen.

—¿Lo que harás ayudará a rescatar a Eun-ji? —preguntó Min-ho, decidido.

—Lo haré por ella, aunque es seguro que se enfadará después.

—Entonces, voy contigo.

Los soldados, aunque confundidos, sabían que no tenían otra opción viable. Conocían las capacidades de Andrés y decidieron seguirlo.

Andrés condujo al grupo por una ruta nueva. Desde que habían comenzado las incursiones, nunca habían pasado por ahí. El paisaje se veía curiosamente más bello. Los enormes árboles formaban un sendero que parecía sacado de un cuento de hadas. Mientras caminaban, veían flores de diversos colores que le daban al lugar un aire mágico.

Caminaron hasta llegar a una pequeña laguna en medio de una llanura. A los lados había enormes rocas que formaban una especie de triángulo. Tan pronto como salieron del sendero, un puma de pelaje negro los interceptó.

—¿Qué quieren aquí? —rugió.

El puma reconoció de inmediato a Andrés.

—Pero si es el demonio de dos patas. Al ver a tu grupo, pensaría que estás por romper tu palabra —habló el puma en un tono seductor, con voz femenina.

—No soy tan estúpido como para hacer eso. ¿Está tu jefe? Tengo un negocio que proponerle.

El puma se mantuvo en silencio, observando al grupo.

—Vaya, son muy precavidos, como si esos juguetes pudieran hacerles daño —Andrés se burló y luego miró al grupo—. Bajen las armas —ordenó. Siguiendo sus palabras, aunque sin entender lo que sucedía, todos bajaron sus armas—. ¿Feliz?

El puma sonrió.

—Así está mejor.

El cuerpo del puma comenzó a brillar intensamente, su forma se distorsionó, y ante los ojos del grupo, los músculos y huesos del animal se reconfiguraron hasta que, en su lugar, apareció una mujer, una muy hermosa mujer de largo cabello negro. La transformación fue tan fluida como irreal, dejando al grupo perplejo.

Después de transformarse, la mujer se paró en medio del triángulo de rocas y desapareció.

—¿Quién es ella? —susurró Anastasia, aún sobre los hombros de Andrés.

—Ella es la segunda, después del gobernante de la pradera. Y antes de que pregunten cómo se transformó en persona, déjenme decirles que tampoco lo sé. Ellos son seres antiguos, y es inútil tratar de descubrir sus secretos.

—¿Cómo la conoces? —preguntó Min-ho, nervioso.

—La encontré herida hace tiempo, en su forma humana, y pensé en ayudarla. Estaba inconsciente, así que la cuidé por algunos días hasta que despertó. Después de hablar, descubrimos que teníamos intereses similares, y nos volvimos "aliados". Le pedí como favor que dejaran de atacar el fuerte, y como no interfería con sus planes, aceptaron. Contrario a lo que uno esperaría de una bestia, ella y el gobernante de la pradera están bastante abiertos al diálogo.

—¿Entonces estamos a salvo? —Min-ho miraba desconfiado—. ¿No nos atacarán, verdad?

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—Lo dudo, a menos que ustedes hagan algo primero.

Mientras hablaban, el triángulo de rocas volvió a brillar.

De él emergió nuevamente el puma, pero esta vez, a su lado apareció una mujer de cabello blanco. Su piel blanca como la nieve, y sus ojos, con pupilas de reptil, analizaban al grupo mientras avanzaba con movimientos cautivadores, casi hipnóticos.

—Ha pasado un tiempo, Demonio —dijo la mujer de cabello blanco.

El grupo observó algo que pensaban imposible: Andrés estaba haciendo una reverencia, mostrando respeto a esta mujer. Inconscientemente, todos lo imitaron.

—¿Y? —preguntó la mujer, sin decir más.

—Tengo un negocio que proponerte —respondió Andrés con calma.

—¿De qué se trata? —preguntó la mujer, sentándose de manera elegante sobre una roca.

—¿Recuerdas la base que pedí que no atacaran? —la mujer asintió—. Planeo destruirla, pero necesito tu apoyo.

La mujer sonrió con malicia.

—¿Qué gano al ayudarte?

—Excepto por tres personas, los demás son tuyos —respondió Andrés con total serenidad, como si fuera algo trivial.

—Supongo que sabes lo que sucederá si me mientes.

—Lo sé.

—¿Cuándo atacarás?

—Mañana al amanecer.

La mujer supo que hablaba en serio. Bastaba con ver su rostro lleno de intención asesina. Aunque no tenía motivos para entrar en este conflicto, sabía que no era un mal negocio. Aun así, le resultaba demasiado tedioso participar personalmente.

—Nefertari —dijo la mujer, en voz suave.

—Señora —respondió el puma de inmediato.

—Lleva a Tiaa y Tiye contigo, acompaña al Demonio y trae el botín de regreso.

—Como ordene, señora —respondió Nefertari con firmeza.

—Pueden quedarse aquí a pasar la noche —indicó la mujer de cabello blanco, antes de desaparecer en el triángulo de rocas, seguida por Nefertari.

El grupo se quedó en silencio, aún sin poder procesar lo que estaban presenciando.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Anastasia.

—No —suspiró Andrés con voz baja.

—¿Qué… qué quieres decir con que no…? —tartamudeó Min-ho.

—Eso mismo, no estoy seguro —respondió directamente Andrés—. Min-ho —suspiró—. ¿Conoces la jerarquía de las bestias?

—No, no la conozco —dijo mientras negaba con la cabeza.

—Las bestias miden su fuerza según el color de su pelaje. El rango comienza con gris, seguido por azul, verde, púrpura, naranja, rojo, negro y finalmente blanco. Como pudieron ver, Nefertari es una bestia de pelaje negro, mientras que su líder, Wadjet, es de pelaje blanco —dijo Andrés, dirigiéndose a Min-ho, quien asintió en señal de entendimiento—. Nos clasifican según esa misma escala. Si peleara con todas mis fuerzas, tendría un cincuenta por ciento de posibilidades contra una bestia de pelaje naranja. Por eso, para ellas, soy el equivalente a una bestia de pelaje naranja. En cuanto a Eun-ji, ella podría enfrentarse a una de pelaje púrpura.

Los demás se quedaron sorprendidos al escuchar esto. Nunca imaginaron que Eun-ji fuera tan fuerte, lo que les dejó una inquietud en el aire.

—No sabía que Eun-ji era tan poderosa —comentó Min-ho—. Pero entonces, ¿cómo pudieron capturarla?

—Es su personalidad —respondió Andrés, cruzándose de brazos—. Es fuerte, sí, pero duda en lastimar a otros. Si no fuera por eso, ni siquiera las armas serían un problema para ella.

—¿Y para ti? —preguntó Min-ho con curiosidad.

—Si peleara en serio, tampoco serían oponentes.

—Entonces, ¿por qué pides ayuda a las bestias si no confías en ellas?

—Si lo hiciera yo mismo, tendría que matarlos rápidamente, y no quiero eso. Pagaran lo que hicieron sintiendo el verdadero terror…

El grupo tragó saliva. Estaba claro que no querían convertirse en enemigos de Andrés. Aunque mantenía su habitual expresión vacía, había algo más oscuro en sus ojos, una furia contenida que pocas veces dejaba ver. Sus palabras habían cargado el ambiente de tensión, y todos entendieron que el plan de Andrés era mucho más profundo de lo que mostraba.

Esa noche, acamparon cerca de una laguna. Aunque los soldados estaban cerca de Andrés, ninguno se atrevió a hacer más preguntas. Anastasia, herida, intentaba comprender lo que ocurría, pero sabía que Andrés siempre tenía una razón para todo. Vivir junto a él le había enseñado que su mente funcionaba en niveles que otros no podían alcanzar.

Min-ho, por otro lado, continuaba procesando la información sobre la jerarquía de las bestias. La escala de poder, la relación con los humanos... Sabía que, a pesar de la abrumadora fuerza de Eun-ji y Andrés, había más en juego que la simple fuerza física. Pero aún no lograba descifrar el verdadero plan de Andrés.

Al caer la noche, Nefertari regresó, acompañada de dos figuras más. Ambas mujeres compartían el aire salvaje de Nefertari, pero mientras ella emanaba una seducción peligrosa, las otras dos irradiaban pura letalidad, como depredadoras en la oscuridad.

—Estamos listas —dijo Nefertari sin rodeos.

Andrés asintió, sabiendo que ese pequeño grupo sería suficiente. Las bestias no eran numerosas, pero su precisión y ferocidad superaban cualquier expectativa que los estadounidenses pudieran tener. Para su plan, la cantidad no importaba.

Al amanecer, el grupo comenzó su marcha hacia el fuerte. El silencio era opresivo, roto solo por el crujido de las hojas bajo sus pies.

Finalmente, llegaron a una colina desde donde podían ver el fuerte. Estaba completamente tomado. Soldados estadounidenses patrullaban los alrededores, y varios civiles estaban retenidos en el centro del campamento.

Nefertari avistó a Eun-ji a la distancia, atada junto a los demás.

—Tu hembra parece estar bien —comentó con indiferencia mientras evaluaba el área—. ¿Cómo quieres proceder?

—No hay mucho que pensar, solo ataquen, nosotros iremos detrás. Pero recuerden dejar vivo a esa persona —Señalo desde donde estaban al coronel William.

Las tres bestias sonrieron, anticipando el destino que le esperaba a ese hombre.

Nefertari y sus acompañantes avanzaron hacia el fuerte. A unos metros de la muralla, Tiaa se transformó en una enorme leona de pelaje negro. Los soldados estadounidenses, aterrorizados, no entendían lo que estaba ocurriendo. Dispararon frenéticamente, pero las balas no le hicieron ni un rasguño a la bestia.

La leona avanzaba lentamente, disfrutando del miedo de sus presas. Mientras tanto, Tiye, la segunda acompañante, se transformó en una tigresa de pelaje negro, aún más imponente que Tiaa. Los ojos de la tigresa miraban a los soldados como si fueran presas listas para ser devoradas. Entonces, algo inesperado ocurrió. De las fauces de Tiye surgió una esfera carmesí de varios metros de diámetro que se disparó hacia el muro, destruyéndolo por completo.

El estruendo resonó en todo el fuerte, y entre el humo y el polvo se pudieron ver los cuerpos destrozados de los soldados. Aquellos que sobrevivieron a la explosión estaban desorientados, algunos intentaron huir, pero pronto fueron rodeados por bestias de pelaje verde que emergieron de la tierra.

El asalto terminó tan rápido como había comenzado.

—Listo —dijo Nefertari, de pie sobre los escombros.

Andrés avanzando y, junto a Min-ho y Anastasia, entraron en busca de Eun-ji. Aunque el fuerte había sido devastado, la explosión no dañó la zona donde estaban los civiles. Buscaron entre ellos, pero Eun-ji y Adom no estaban allí.

Avanzaron hacia la tienda del coronel estadounidense. Dentro, William, con el rostro ensangrentado, sujetaba un cuchillo cerca del cuello de Eun-ji.

—¡Malditos traidores! ¡Se aliaron con bestias! ¡Los mataré a todos! —gritó William con furia.

—¿Qué haces? —preguntó Andrés con una calma perturbadora.

—¡Si te mueves, la mato! —amenazó William.

—Euni, deja de jugar y vámonos —dijo Andrés, ignorando por completa la gravedad de la situación.

Eun-ji estaba visiblemente molesta, pero se mantenía en su papel de rehén por capricho. Andrés susspiró antes de lanzar un cuchillo que se incrustó en el hombro de William, haciendo caer de espaldas. Min-ho corrió para liberar a Eun-ji, quien, furiosa, miró a Andrés.

—¿Por qué? —Fue lo único que dijo.

Andrés la miro en silencio por unos segundos y como si nunca hubiera dicho nada, paso de largo, pateo el rostro del adolorido William noqueándolo y se agacho para atarlo con una soga.

—¡¿De verdad no piensas responder!?

— ¿Qué quieres que diga? —dijo mientras continuaba atando a William sin levantar la mirada—. ¿Perdón por venir a rescatarte? ¿Lamento haber sacrificado tanta gente? —Andrés comenzó a sonar irritado—. Esto no hubiera pasado si dejaras de jugar y actuaras por primera vez… ¿Quieres culpar a alguien? —se giró hacia Eun-ji—. Cúlpate a ti —dijo con una mirada vacía.

—¡Andrés! —gritó Min-ho para evitar que dijeran cosas de las cuales podrían arrepentirse después.

Una vez que Andrés terminó de atar a William, se levantó y salió de la tienda para buscar a Adom. Entro en la tienda de al lado y ahí lo encontré, recostado sobre una mesa improvisada, inconsciente y con claros rastros de tortura. Al mirar más de cerca noto como no tenía el ojo derecho, habían cortado su lengua y extirpado las uñas de sus manos. Tenía rastros de múltiples cortes en sus piernas y faltaba el dedo anular de su mano derecha.

Al mirarlo no puedo evitar pensar ¿Cómo sigue vivo? Sonrió, aunque su estado estaba en muy malas condiciones, al menos seguía vivo. Lo cubró con una sábana que estaba tirada ahí y lo carga en sus hombros. Salió de la tienda y regreso a donde estaba Eun-ji y los demás.

—Min-ho, lleva a William. Aún tengo asuntos pendientes con él.

Mientras regresaban al centro del campamento, fueron rodeados por las bestias.

Min-ho obedeció y carga al inconsciente William. Todos regresaron a la parte central donde estaban los civiles. Nefertari y las bestias ya tenían controlado la situación y estaban hablando sobre cómo llevarse su botón de regreso.

Pero en cuanto Andrés y su grupo salieron fueron rodeados por las bestias.