Martin constantemente divagaba en sus pensamientos, imaginando cómo habrían sido las civilizaciones, sus costumbres, sus ropas, su música, mientras el viento susurraba entre los árboles. Sentía nostalgia hacia una realidad que él no conocía más que por leyendas contadas de generación en generación, pero que no sería nunca igual. Está nostalgia lo invadía y le provocaba un fuerte sentimiento de angustia, deseaba ver algún día un cielo claro sin las sombras de la destrucción.
Cuando recorría los campos, observaba a los peones de cultivo, más de una vez juró que sus movimientos eran automáticos como los de una máquina que hablan en las leyendas. Sus risas y conversaciones no podían engañarlo, él podía ver en sus ojos, la misma angustia. Ojos que sabían que sus destinos estaban sellados entre estos muros.
Mientras su mente seguía absorta con estos pensamientos, la voz de Ginai emergió de la multitud, con su característica voz aguda y fuerte. '¿Otra vez perdiendo el tiempo, jefe?' dijo con una sonrisa burlona, que hizo que Martin se sintiera aún más sumido en sus pensamientos. Martin se detuvo un momento, mirando a Ginai con una expresión seria.
Ginai, me alegra verte por aquí, estuve pensando en una nueva técnica de control que te ayudará a dominar el Khra'gixx de tierra más rápido. Podemos iniciar mañana a primera hora. Cuando dijo esto Martin, la sonrisa de Ginai se desvaneció. Un nudo se formó en el estómago de Martin mientras notaba el cambio en su expresión.
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Antes de que pudiera agregar algo, el cuerno que anunciaba el final de la jornada resonó en toda la comunidad. Ginai aprovechó para despedirse de su maestro antes de que él dijera algo. El vio la silueta de Ginai desaparecer a toda velocidad. Entendió, aunque no quiso aceptarlo. Ya lo sabía, y ahora puede que ella también. No podría superar su límite, no podría avanzar más en su entrenamiento.
Martin decidió dirigirse al establo principal antes de volver al centro de líderes para descansar. La conversación con Ginai había dejado a Martin con más preguntas que respuestas, y su angustia había aumentado. Al llegar al establo, el olor a heno y sudor de los animales lo envolvió, y extrañamente esto lo tranquilizó por un momento.
Pronto vio a Shika, un joven de 17 años con el cabello despeinado y la mirada ansiosa, que ingresaba con signos de agitación y sudor, con la respiración entrecortada. Ey, Shika, has estado corriendo de nuevo por todos lados? Dijo tratando de tranquilizar al muchacho, pero el rostro del joven era oscuro y parecía perdido.
Maestro, estuve buscándolo por todas partes... necesito hablar con usted, me lo ordenaron... Ey, tranquilo, ¿qué pasa? Respira, muchacho... Fue interrumpido de golpe por Shika. Maestro, es Bruno... Bruno ha fallecido.
La noticia recorrió el cuerpo de Martin desde sus pies hasta su cabeza, como un frío extremo. De repente, su visión se volvió borrosa, y no podía entender. Y de nuevo, su mente divagaba a otras realidades. Se imaginó un mundo claro y el cielo azul.