Mientras caminaba por los campos de cultivo, Martín sintió el aroma a tierra húmeda y vegetación. Su día a día era una rutina monótona pero precisa y efectiva. El era el líder de cultivo de su comunidad, pero su mente siempre vagaba al exterior de las murallas. Todo lo que no conoció con sus 31 años, le resulta atractivo, aún cuando era tabú querer salir afuera. Esa era tarea de los Vanguardistas, y el no calificaba para ser uno de ellos. Además de ser el líder, daba clases en el salón educativo, enseñaba a sus alumnos el control del Khra'gixx, con la esperanza de que algunos de ellos superen sus habilidades.
La vida en esta comunidad no era mala, en realidad en ninguna comunidad del régimen, lo que le molestaba era la selección, cada individuo en base a su nivel de Apoq'ra y Khra'gixx era seleccionado para vivir en una comunidad específica donde sus las habilidades podrían ser aprovechadas al máximo. Nadie se quejaba, ni siquiera el, al menos no expresamente. El peligro del exterior, era suficiente para que cada persona atesore su vida dentro. Pero, el, sufriría. Sufría por tener estos sueños de libertad, de conocer aquello que jamás vió. Cuando era niño, se imaginaba saltando los muros y evadiendo a la defensa. Creía que podría llegar a ser un aventurero y que derrotaría a todas las aberraciones del exterior, sería como un héroe. Quizás incluso encontraría una joven que se enamoraría de él. Pero al crecer, entendió cómo funciona el régimen, vio de su mejor amiga a otra comunidad cuando ella perfeccionó su Khra'gixx. Desde que paso eso, decidió que el también lograría evolucionar su Khra'gixx, para volver a estar juntos. Sin embargo, cuando lo hizo, el régimen decidió que sería el nuevo líder de la comunidad donde nació y que siempre quiso dejar.
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Desde entonces, no pasó ninguna noche sin imaginarse en el exterior, antes de quedar dormido con una angustia que le parecía injusta. Sus sueños de libertad, le habían dado tantas alegrías en su imaginación, pero también mucho dolor en su interior.