—Mamá, despierta —Aquella voz balbucea con mucha lentitud. Petra está tan aterrada que no puede reconocerla y solo piensa en el peligro; sus latidos aumentan y siente ganas de soltar a Joyth para irse—. Si esto es para castigarme, prometo tomar los medicamentos que me recetaste. Papá quiere que te levantes y nos hagas la cena. Por favor, no me dejes.
Petra se calma, y se da cuenta del aún más sorprendente origen de aquellas palabras: Joyth.
No tan calmada, Petra no puede evitar hacerse la pregunta… ¿Por qué dijo eso?
No lo que dijo, sino ¿en qué condiciones? Petra suspira con alivio y también murmura.
—Al menos prueba que está vivo.
Pero esto no evita que siga sintiéndose inquietada. Si todo sale bien y como debería ser, Petra debería llegar a través de aquella salida secreta y saldrá corriendo como loca a través del desierto. En el peor de los casos, Rosher puede encontrarlos y asesinarla en ese mismo instante, así como hizo con Tovar o como hirió a Joyth. Petra se jura así misma ser más responsable y atenta; como primer paso: Mentalizarse de que peleará, sin importar las circunstancias. Evitarlas es mejor, pero es mejor estar preparado.
Petra se topa con una puerta abierta, que brilla a lo incandescente. Las paredes deben de estar hechas con algún tipo de material fluorescente, porque la habitación, que es angosta, está iluminada sin focos. Hay una gran mesa donde se ve un desorden de gasas y tiritas por doquier; alguien se curó aquí, y estaba muy apurado.
A pesar de ser despistada, Petra tiene su gracia. Aparta todo y deja a Joyth encima de la mesa con suma delicadeza. Petra hace el ademán de buscar el túnel secreto que se debería hallar entre las losas (según la nota), pero siente que debe hacer algo. Se vuelve hacia Joyth y coloca sus brazos por encima de su abdomen y entrecruzados. Los ojos de Petra centellean en una risa forzada.
Así parece que le cayó mal una comida. Dios mío, Petra, ¿qué te está pasando?
Luego de este pensamiento, Petra se agacha hasta gatear. Palpa cada una de las losas en busca de algo; no obstante, no encuentra nada. Una losa debería hacer un sonido hueco, pero ya recorre casi todas las esquinas, el centro y todo desordenado y no logra captar ninguno.
Era mentira. No hay ninguna salida secreta. Debo volver a recorrer todo y pasar por el túnel que improvisé… ¿Dónde estará Rosher ahora mismo? Dios mío, otra vez, esta crisis de ansiedad.
Pero hay un rayo de esperanza, porque su esfuerzo agotador da frutos: Una de las losas contiguas hace un sonido hueco. Petra lo levanta con todas sus fuerzas y la coloca a un lado suyo, revelando un profundo túnel de tierra donde una escalera metálica recorre hasta la negrura del fondo
Petra se baja con cuidado, y pasa a través de las escaleras. Las telarañas predominan. Se ve con claridad que las escaleras fueron colocadas con mucha anterioridad y alguien también estuvo planeando un escape. Los pies de Petra alcanzan una escalera plegable de pata de goma y lo baja con más cautela; nunca subió una escalera plegable y le da la sensación de que se va a caer.
Pisa el suelo, y está de cara a un túnel oscurísimo. Hay unas antorchas que dan la ilusión de ser muy recientes. ¿Quién las colocó? Solo la persona que le dio aquella nota ahí, y supo la existencia del termostato-entrada. Petra avanza hacia el otro extremo con la incertidumbre sobre si tendrá que encontrarse con el promotor del túnel. Por supuesto, si esa nota estaba en el bolsillo de Joyth, entonces probablemente sea un aliado; Petra se calma.
Petra se caga en sus muertos porque, si bien encuentra el final del camino, las escaleras están muy arriba. ¿Cómo podría cargar a Joyth con tanto problema? Primero debe verificar que no haya nadie.
Petra se devuelve y desplaza la escalera hasta el final del camino. Sube a través de ella, y asoma su cabeza.
La luz de la luna se derrama sobre su rostro y un desierto de aspecto azulado que contrasta con aquel amarillento del día. Hay una gran torre de agua a un lado, y una pared con alambres de púas que deberían de servir de pasillo hacia la torre de agua. Delante de ellos, baches que pueden ser por cuestiones de construcción —tomando en cuenta el cerco que fue colocado hace poco, ¿causa? Intromisión de Tovar & Valbuena—. Petra se ríe en el bajo presupuesto del alambre de púas porque bien, pueden colocar un cerco eléctrico de esos modernos que paralizan a cualquiera.
—Libertad, esta es la libertad.
Petra musita estas palabras mientras camina hacia el frente, por precaución. Pero sus temores se hacen realidad.
Hay un hombre en el fondo, observando el horizonte y de espaldas a Petra. Estando de espaldas a una bajada de terreno y proyectando una gran sombra de luna, no puede verse a simple vista. La luz intensa de los faroles, impide a Petra ver algo.
Suponiendo lo peor, Petra se retira con delicadeza y sin hacer ruido con sus botas; le invade una sensación de ansiedad que recorre toda su columna hasta envolverse por su cervical. No obstante, su pie se topa con un bache y Petra profiere un grito, amén de pisar fuerte el suelo e intentar recuperar el equilibrio sosteniendo el cerco de púas. La situación solo le hace producir mucho más ruido, y aquel hombre mueve brevemente su cabeza.
Preparada para lo peor, Petra desenfunda un subfusil —que venía con el traje— y lo acerca paralelo a su ojo para observar a través del punto rojo de la mira réflex. Aquel hombre da una media vuelta para ver el origen del ruido y provoca que a Petra se le congele la sangre.
Es Rosher, alias Ripper
El sensor infrarrojo de temperatura de los visores de Petra, muestran cómo los niveles de Rosher pasan de colores morados a rojos. 35 grados…37 grados… 39 grados… 45 grados. A Petra le parece imposible que sea humano. Rosher se acerca a paso lento y Petra se siente incapaz de jalar el gatillo; el miedo paraliza sus dedos y teme a que Rosher esté preparándose para hacer lo que significa que es…
— ¿Quién eres tú? —Pregunta Ripper en voz alta, lo suficiente para que se perciba por los sensores auditivos del traje.
Ya Petra lo capta todo. Rosher fue quien había colocado las antorchas y de alguna manera, supo sobre la salida secreta. Lo más probable es que a Joyth le hayan querido tender una cruel trampa.
Esto es una ratonera, piensa Petra, asustada e impotente. Está frente al hombre que la obligó a torturar y matar a Thaniuska; el hombre que, con descaro, dejó a su mejor amigo al borde de la muerte, y el principal obstáculo que había retrasado toda la misión.
Petra retrocede varios pasos, y habla con tono sobrecogedor.
— Rip… digo ¡Rosher! ¿¡Cómo estás!?
—Solo Jorge sabía de ese atajo y no le conté de eso a nadie más. ¿Me puedes decir cómo lo sabías? —Responde Rosher, con tono de perturbadora solemnidad.
Ripper se acerca con mayor rapidez y con intenciones asesinas, dejando a Petra entre la vida y la muerte. Considera abalanzarse contra Rosher y jalar el gatillo a lo ciego, con la esperanza de matarlo, ¿pero qué lo garantiza? Thaniuska falló en matarlo y Joyth también. ¿Entonces qué debe hacer? Petra no lo sabe, y retrocede mientras su mano, que sostiene el arma, vibra con temeridad.
Otro bache, y esta vez Petra sí se tropieza. Cae de espaldas y su subfusil cae a un lado. Tan asustada que el corazón se le sale, se acomoda con destreza y toma su rifle; procediendo a apuntarle a Rosher mientras está sentada con la mano aferrándose al suelo.
Pero ocurre algo repentino. Aparecen cuatro sujetos desde el fondo; sus temperaturas muestran niveles normales y se parecen mucho a los orientales de aquella vez. Detalle que Petra memorizó de modo accidental.
— ¡Ahí está ese maldito! ¡Venguemos a Akihito! —Vociferan los orientales, que Petra reconoce con facilidad. No comprende el qué hacen ahí y eso le da una fugaz incertidumbre sobre el estado de Valbuena — ¡FUEGO A COBERTURA…!
Rosher voltea hacia ellos y entrecierra sus ojos en señal de desprecio. Su mirada penetrante se percibe tan sobrecogedora que incluso Petra la capta desde la larga distancia que ella guarda. Sin ella saber el porqué, vislumbra una distorsión del área y un sonido horripilante como de un petardo cuyo sonido supera los centenares de decibelios. Aquellos orientales, situados en una línea, no se dan cuenta del tenue brillo que los atraviesa.
La boca de Petra se abre tanto que desgarra sus comisuras y sus ojos se le salen de sus órbitas; observa algo que hace que su rostro entre en un horroroso visaje.
Rosher, alias Ripper.
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Una extraña fuerza se produce en el soldado más cercano al origen de aquel brillo, de tal forma que Petra percibe todo en una viva imagen cámara lenta. Su cerebro capta algo tan traumático que su relativa percepción del tiempo se reduce a milisegundos. Observa cómo las costillas de los otros se desprenden, junto con sus entrañas y órganos que se hacen puré. Lo mismo con los otros soldados, cuyos restos salen disparados en un sangrero que atraviesa la pared del edificio en una extrema presión. Debe de viajar a una velocidad casi infinita, tanto para que pueda percibirse como un parpadeo. El edificio se desestabiliza, dando a entender que la excesiva cantidad de sangre también acaba de atinar a los soportes.
De donde había soldados dispuestos a vengar a alguien, solo hay polvo sangriento. Petra siente un horror que no se compara al de ningún ser humano; ni siquiera Joyth. Ojos contraídos hasta parecer solo iris, amén de un rostro arrugado en shock y con las comisuras de su boca inflamadas por el desgarro causado por la sensación de extremo terror. Petra observa aquel polvo sangriento y luego, cómo aquel hombre no humano se vuelve hacia ella.
Rosher, alias Ripper…
Petra reacciona y ametralla a fuego ciego en dirección a Rosher. Se levanta de su posición y continúa corriendo mientras Rosher evade los disparos como una persona normal. Petra corre a través de la pared alambrada que los separa ambos, y su mente hiperactiva comienza a unir las piezas sobre lo que es Rosher.
Ripper = Destripador en inglés, ¿cómo no pude percatarme de ese estúpido detalle?
Le clavó un bolígrafo a Thaniuska; perforó la cabeza de Joyth, destrozó a los orientales en un solo parpadeo y…
Otro detalle inesperado.
Luego de esto, su temperatura había aumentado hasta los 300° que deberían a freír a cualquiera. Si Joyth logró enfrentarse a él, quiere decir que descubrió sus limitaciones durante su calvario. Podría pensar que cierto umbral de temperatura es clave para predecir cuando volverá a activar su superpoder; no obstante, la temperatura baja con mucha rapidez y eso significa que no puede predecir cuándo lo hará. Desesperada y deseando irse a casa, Petra se repite lo mismo una y otra vez.
¿Cuáles? ¿¡CUÁLES!?
Y entre esta desesperación interior, se le ocurre una idea brillante: Subir a la torre de agua y aprovecharla desde el tejado para obligar a Rosher a actuar rápido. Si todo sale bien, Petra habría descubierto el secreto detrás de su poder y su debilidad. Comienza a musitar un conteo ascendente.
1… 2… 3… 4 segundos.
Petra divisa la torre de agua desde cerca. Tiene un tamaño considerable y observarla desde abajo propicia efecto de ojo de pez curioso. Rosher se acerca con su pistola y dispara hacia Petra. La pistola lleva un calibre poderoso hasta un nivel imposible, y cuyo retroceso no podría soportar un humano; porque perfora las dos barras que sostienen la torre de agua. Agradeciéndolo por fallar, Petra dispara a Ripper y arroja una granada de aspecto piña. Rosher se intenta poner a cubierto y la granada explota en un centello cegador. Petra aprovecha para subir las oxidadas escaleras.
— ¡CHÚPATE ESA! ¡JA, JA, JA! —Petra se burla y le saca el dedo medio, luego sigue subiendo—. ¡EL TRUCO DE LA CEGADORA DISFRAZADA, SIEMPRE FUNCIONA! ¿¡CREISTE QUE IBA A ARRIESGARME CON LA METRALLA DE UNA ORDINARIA!?
Petra alcanza la cima y se arrima sobre sí misma para levantarse. Luego esprinta hasta el bordillo de la torre; su corazón salta y su vista se fija en lo muy lejos que está el suelo. El traje podría salvarle, pero un movimiento en falso y caerá rebotando al suelo.
Podría también escaparse ella misma, pero no. Tiene que enfrentarse a Rosher. La única forma de que Joyth esté vivo, es matando al sujeto que él no pudo matar.
Si fuese por Mike, Thaniuska o Valbuena, lo hubiesen dejado muerto. Sería la opción más racional… pero esa opción es para mujeres psicopáticas. Yo no soy ninguna; solo quiero proteger a mis seres queridos.
100… 101… 102… 103 segundos.
Ese temor es el menor que los que va a sentir; Rosher también sube desde el otro extremo y se acerca hacia Petra. La mujer no puede retroceder más, por hallarse en el borde. Rosher le analiza.
—A juzgar por tu voz detrás de ese traje, quiere decir que eres una mujer —Reconoce Rosher, deteniéndose y señalándola—. Es tu última oportunidad, porque… —desenfunda su pistola, revelando un arma de color negro y cañón largo. Aquel estallido que anteriormente hizo la pistola, es tan alto que nadie debería soportar el retroceso (ni modo de los gases que salen del arma y dañan al tirador que sostenga mal el arma) — Te hallarás ante mi Reznov-28.
Reznov-28, una pistola peculiar. Petra tiene tanta afición por las armas y lo habría estudiado antes. Una pistola de calibre demoniaco que se inventó en el año 2027; su origen es del sur de áfrica. Quien sepa dominarla, podrá atravesar doce capas de Kevlar y tres... No, treinta tanques de guerra con un solo tiro. El arma está prohibida en todo el mundo y nadie la usa debido a su gran retroceso.
Petra se limita a estar en silencio, sin decirle ni una sola palabra. En su lugar, se halla agarrando valor para hacer lo que debe de hacer. Esperar supondría su muerte y no sabe si lanzarse a la batalla también. Rosher rompe el silencio.
—Eso (el silencio) fue un chiste gracioso; lástima que tenga que ahorrar memoria para mis respuestas —Replica Rosher.
105 segundos.
Mientras tanto, en el océano más profundo y peligroso que corresponde la consciencia de Joyth, le resuenan unas voces que repiten una misma frase sin cesar.
Hacen eco, mientras adquieren más aspereza conforme se repiten cada una.
Rosher debe morir
No es la única frase que Joyth escucha, sino un licuado de montones de frases que ha ido memorizando a lo largo de su trayecto.
Busqué agua y solo encontré desierto.
Eres una puta imprudente.
Cínico de mierda.
Debemos hacernos responsables de nuestros actos.
¿Cómo les darías un buen futuro a tus hijos?
¿¡QUÉ, PETRA!? ¿¡QUÉ!?
¡TRAIDOR DE MIERDA HASTA EL FINAL!
Joyth se confunde.
—Quiénes son… —Pregunta Joyth, pero sé pronto se le olvida, siquiera, decir la palabra ustedes.
Las mismas voces siguen repitiendo lo mismo, confundiéndolo más. La primera frase se repite una y otra vez, como mantra religioso se tratase. Representa un deseo profundo que se halla dentro de su comprometida consciencia, cuyo hemisferio izquierdo —que debería encargarse de la lógica, razonamiento, uso de palabras y movimiento del lado derecho del cuerpo— lleva una parte importante destruida.
Rosher debe morir, para que la misión siga. Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir Rosher debe morir.
Y una voz, tan áspera como el carraspeo de los pacientes con cáncer pulmonar terminal, resuena por última vez en un tono casi imperceptible
Es momento, Joyth. Es nuestra hora.
Joyth pega un sobresalto.
— ¡PETRA! —Profiere en un balbuceo.
Su cabeza tiene un dolor horrible como ramas creciendo en su cabeza y la oscuridad invade su campo visual. Su lado derecho del cuerpo duele, como si se hubiese sobre ejercitado. Por supuesto, los nervios de su lado derecho no se están oxigenando bien; una suerte de dolor neuropático.
Con la vista nublada y con una sensación de llevar una prensa hidráulica presionando su cabeza, se voltea sobre su cuello para ver su alrededor. Sala pequeña, angosta y con muchos objetos de… ¿Medicina? Que fácilmente podrían…
¿Ser de quién?
Joyth lo olvida, pero casi siente una punzada de revelación. Alguien se curó aquí, y no necesariamente yo, dice en su mente, pero de manera instintiva y sin uso de palabras.
Se sienta arrima hasta sentarse en la mesa, pero ocurre algo repentino.
Un pulso hace que pierda la sensibilidad y movilidad del lado derecho de su cuerpo. La oscuridad nubla su vista, el dolor de cabeza se amplifica como ACV se tratase, su oído se hunde en chillidos y oye sus latidos cardiacos que se aceleran en el momento. Joyth se desploma de la mesa hasta caer de costado al suelo, a lo que divisa una pistola que se halla a su lado.
Oye una voz conocida y, por alguna razón, le causa rencor.
— ¡JOYTH ESTÁ MUERTO, JODER!
Pero la última voz que oye, le causa tanta inquietud que enciende sus alarmas. Hay menos pizca de raciocinio en Joyth, pero lleva lo suficiente para reconocer lo que su cerebro tacha de peligroso.
Buenas noches.
Joyth mueve su mano con debilidad y alcanza la pistola. No sabe qué es; solo sabe que jalas el gatillo y luchas con eso. Luego se vuelve a sentar y lleva una mano hasta su herida de la cabeza. Se siente algo suave, poroso y de textura como si fuese… ¿Una planta? ¿Por qué tendría una planta en su cabeza? Ni modo, tampoco reconocería la textura carnosa de su cerebro.
No le toma importancia y se levanta. Su cuerpo falla de nuevo, y esto lo lleva a tumbarse hasta impactar de espaldas a la pared. Joyth se siente tan débil que no puede continuar y su visión está obstruida. Su consciencia le falla y esto le lleva a experimentar parte de su vida frente a sus ojos. Imágenes melancólicas llenas de rostros que deberían ser sus hij… ¿Quiénes son?
Constantes avistamientos de luces al final del túnel y una sensación de tener su cuerpo en otro lugar. Su cerebro está tan confuso que siquiera sabe si ubicarse en el cuerpo de Joyth, o en un lugar más arriba.
Sus ojos se topan con un túnel; cierta región de su cerebro se activa, y hace que su inconsciente sienta una necesidad casi primordial en bajar por ahí. Joyth balbucea unas palabras que denotan intención de gritar.
— ¡PETRA, PETRA!
¿Quién es Petra? Él no lo sabe; solo el sentimiento. Ese estímulo ‘Petra’ representa algo que él desea salvar de una situación riesgosa. ¿Cuál? No lo sabe.
Joyth intenta bajar despacio por el túnel, primero metiendo su cuerpo y luego sosteniéndose de la escalera.
Pero su cuerpo vuelve a fallarle.
Joyth pierde movilidad en un lado y su visión se nubla; cae de espaldas al suelo de tierra. El impacto es tan fuerte que le produce un golpe en la nuca que lo deja inmovilizado por varios segundos. Para un hombre que se vio obligado a vencer sus miedos y luchar contra el hombre al que consideró peligroso, seguir caminando no supone más que una fuerza de voluntad que él puede superar.
Petra, Petra, Petra.
Joyth se incorpora y se tumba hasta la pared; es incapaz de mantenerse de pie, con el dolor que le produce caminar. La luz de las antorchas le amplifica el dolor de cabeza y está ante un caso de fotofobia que le obliga a taparse los ojos. El brillo es tan fuerte que preferiría prender un foco en sus ojos acostumbrados a la oscuridad.
Joyth sigue caminando a paso renco y arrastrándose a través de la pared. Su ropa, de desconocida procedencia, hace un sonido de fricción desagradable para sus oídos. No se da cuenta de sus pantalones orinados, aunque no se defecó por haber hecho la misión con intestino despejado.
Soy la peor escoria del planeta, amor.
Luego de esta voz, su cuerpo vuelve a fallarle.
Su mano no debilitada se aferra a la antorcha y comienza a arder tras tocar la llama. El temor de tener una extremidad quemándose, activa su adrenalina y lo aprovecha para andar más rápido. No le importa nada, solo le importa hacer eso. Llegar a Petra.
Al final del camino, se topa con unas escaleras… ¿Plegables? Con su mente olvidando cada cosa que ve, Joyth se aferra a ellas y las sube con dolor. La sensación de entumecimiento en su parte derecha y el dolor que produce moverla, se acentúa mucho más por la fuerza que hace subiendo la escalera. Casi llega a la luz al final del túnel y está por sacar la mano; pero su cuerpo vuelve a fallarle.
Habiendo aprendido con la situación de la antorcha, su lado no debilitado se aferra con fuerza a la escalera y se engancha. Así, evitando que se caiga y aprendiendo a lidiar con su dolor.
Joyth sigue subiendo y saca su cabeza del túnel, luego sale serpenteando a través de la tierra. Había llevado la pistola consigo todo este tiempo. Está muy iluminado y la fuente de luz (¿lunar?) hace que sus ojos ardan. Joyth hace esfuerzo por levantarse y, de pie, trastabilla desde los lados. Tiene el equilibrio recuperado, solo diferenciando su posición encorvada.
Un desierto, una torre y una pared, ¿qué más? ¿Qué acaba de pensar Joyth? Se le acaba de olvidar.
Pero hay más problemas. Aparecen unos sujetos de la… ¿EMI? ¿Con uniformes… peligrosos? Con unos objetos que producen la misma sensación que su pistola, pero más largos y de apariencia de… ¿Fusiles?
Su cerebro olvida todo lo que ve.
Los sujetos, de apariencia borrosa, pero de sentimiento peligroso, espetan algo que los demás reaccionan mal. Apuntan con sus objetos hasta Joyth, y se preparan para… matarlo. Sintiendo como si estuviese al borde de la muerte, Joyth vuelve a gritar su nombre… antes de que su cuerpo falle.
— ¡Petra! ¡Petra!
Joyth cae de rodillas y con los codos a la tierra. Esta vez, este fallo es peor que los anteriores y su parte izquierda también sufre. Su vista se nubla hasta volverse como un túnel y siente somnolencia. Intenta reincorporarse, pero solo puede gatear con sus codos ante la extrema debilidad que está sintiendo. Sus músculos no le responden y tampoco sus sentidos. Joyth se carga de fuerza, de voluntad y determinación para decir lo siguiente.
—Haría lo que fuera… —Murmura, y luego vocifera en balbuceos—. ¡DIOS MÍO, DUELE MUCHO! ¡PETRA!
Joyth se pone de pie y trastabilla. Cuando recupera el equilibrio, se da cuenta de algo extraño: Esos sujetos, que antes estaban portando objetos peligrosos y espetando algo, ahora yacen en el suelo. Sangran en abundancia y sus cuerpos, junto con sus cabezas, están llenos de agujeros.
Este hecho debería sorprenderle, pero no lo hace. Su mente no le da para eso; en su lugar, se centra en su objeto más importante.
Tiene que hacer eso.
Y siente una fuerte vibración que proviene de una… ¿Explosión? Desde unos de los soportes del… ¿sitio gigantesco? (Torre). Vislumbra a alguien con un traje que posiblemente Joyth también lleva, arriba de aquel objeto que está por caerse. Se le hace familiar, y le produce una sensación de urgencia que… es indudable, que es eso llamado ‘Petra’ que él quiere defender.
Pero su cuerpo vuelve a fallar, y se desploma.