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La Operación Suicida [español]
Capítulo 11 - Viejas Heridas

Capítulo 11 - Viejas Heridas

HOSPITAL - NORTE DE ÁFRICA.

Hace frío y los relojes dan las ocho en punto. La sala de hospital lleva paredes blancas de porcelana y cortinas tapan su visión hacia los lados. Su espalda sufre; mucho tiempo acostado en su cama… que da la ilusión de ser de hospital. No solo su espalda, sino su cabeza, cuya cervical duele como mil demonios. Joyth se da cuenta de que su vista tardará en enfocarse para ver con mayor claridad.

Aquellas voces resultan ser las de personas bastante conocidas.

— ¿Y cómo están tus costillas? —Pregunta un hombre, cuya voz le cae mal a Joyth, ya que le parece arrogante—. A no ser que quieras que te las pique

—Sé por qué lo dices. —Responde una mujer, su voz denota mucha extroversión y habla con un tono insinuante. Aquella voz hace sentir melancolía en Joyth. — Y no, no tengo las piernas rotas. Están que quieren estrangularte con ellas.

El hombre hace una risa insinuante.

— ¡Jujuy! Policía, ayuda; una belleza me está estrangulando —Responde con un tono ridículo y falto de comedia (según la percepción de Joyth) —. Tal vez debamos examinar más a fondo.

Son Mike y Petra, y por supuesto, Joyth no los puede ver; solo escucha el sonido de unas prendas rozando piel. Aunque dudoso de hablar, Joyth hace lo posible para gritarles.

—Miren. Si van a hacer algo indebido, quiero que por favor me inyecten cianuro. —Su voz suena débil.

La pareja pega un sobresalto antes de siquiera hacer algo más, y miran en dirección hacia Joyth. Tapado por las cortinas laterales. Con un sonido instintivo que revela su confusión, Mike se levanta de su camilla. Petra también intenta hacerlo, pero gruñe por el dolor y Mike evita que se levante. Acto seguido, Joyth finge seguir inconsciente y Mike se revela frente a él.

— ¿Hola? —Pregunta Mike, mirando al otro de hito en hito, como si hubiese visto a un fantasma. Su vestimenta es un gandora verde oscuro; túnica típica del norte de áfrica, su región de origen. Petra también la lleva y de color rojo claro… la hace ver más hermosa, por alguna razón.

Ocurre una inquietante pausa. Entre Mike con dudas en su rostro y Joyth con los ojos cerrados. El monitor cardiaco deja escapar pitidos más rápidos, donde Joyth y su mente detallista piensan que podría delatarlo; no obstante, Mike no lo nota.

— ¿Era Joyth o nos estamos volviendo locos? —Pregunta el otro, y se vuelve hacia Petra—. Bueno, sabrá Dios. Imagínate si nos hubiera escuchado…

Pero Joyth no se anda con juegos y le vocifera. Aquel momento donde había abierto la puerta antes de toparse con Ripper, fue tan espantoso —considerando la higiene de Petra — que la imagen parece una fotografía mental. No se lo quitará nunca de la cabeza y es probable que revolotee como una mosca por un buen tiempo.

—A tu puta madre acabo de escuchar, Mike.

Los ojos de Mike se abren como platos y retrocede como gesto involuntario ante la sorpresa. Joyth está despierto, a pesar de todo, y acaba de decir palabras que no parecen las de alguien que haya recibido daños en la cabeza. No puede creerlo. Mike cruza su mirada con la de Petra y le dice.

—Creo que tenemos a un espía.

Escuchando esto, Joyth siente un fuerte impulso por —volver a— romperle la cara y apoya su mano con la barra blanca de la camilla. Pero no; no lo hace. Solo vocifera, mientras aprieta la barra. Lo hace parecer enojado, pero en realidad está probando la fuerza de su brazo derecho; se siente débil.

— ¡QUE NO SOY UN ESPÍA! ¡MALDITO TIERRUDO! —Le habla Joyth en voz alta y resuena en toda la habitación.

Mike continúa mirándolo con recelo; un hombre que había perdido parte del cerebro, no diría palabras. Es un suceso tan sorprendente y Mike no cree en Dios como para pensar en la existencia de los milagros; no obstante, toma en cuenta que Joyth simplemente acaba de despertar, y levanta su mano hasta su frente, paralelo al suelo, para hacerle un saludo militar.

— ¿Qué es eso que haces con la mano? —Pregunta Joyth, confundido.

—Te estoy dando mis respectos, ¿acaso quieres pelear? —Responde Mike, más confundido que receloso.

—No, me refiero… ¿Qué significa?

Las alarmas de Mike se activan y baja su mano. Joyth nota la confusión de Mike y cómo lo observa de hito en hito. Un momento incómodo de cierne entre los dos, y Mike aparta la cortina para que Joyth vea a Petra.

— ¿Por qué la pausa? —Pregunta Joyth.

— ¿Sabes quién soy, Joyth? —Mike le pregunta con un tono interpelante.

—Sí, sé quién eres… ¿Por qué? —Joyth con sinceridad en su respuesta.

Petra los interrumpe a los dos. Joyth se siente incapaz de siquiera darse cuenta de su contexto y es como si él no viese; su cerebro está ignorando su vista y parece como si viese una aguja con los ojos separados.

— ¿Qué diablos pasa allí? —Pregunta Petra en voz alta—. No creo que ese sea Joyth, ¡Tiene una fea voz y aparte que le volaron medio cerebro!

— ¡Es que esto no lo entiendo! —Mike rompe en incredulidad.

Todo esto se escucha por un sujeto en bata; particularmente el doctor, quien lleva un documento en la mano que indica una tomografía. Joyth no entiende sus palabras, pero logra captar cómo el doctor profiere una sorpresa en idioma marroquí. El doctor mira a Joyth con aires de saber algo más; no obstante, no es suficiente para evitar que se sorprenda.

—Conque despertaste.

El pulso de Joyth aumenta y se siente desorientado de su alrededor. Había sucedido su problema con Ripper y sabe que pasó algo más. Un hueco en sus recuerdos que se siente incapaz de comprender; presque vu, Joyth sabe que sucedió algo, pero no qué sucedió.

— ¿Qué es esto? —Pregunta Joyth, mientras voltea hacia la pareja y subraya cada una de sus palabras—. ¿Dónde estoy? ¿Por qué ellos me miran así?

El doctor le hace señas para calmarlo, luego cruza miradas con Mike y Petra.

— Mike, ¿qué fue eso? —Pregunta el doctor, con mirada de desaprobación—. Tu reciente comportamiento con esa mujer, fue inapropiado. ¿Qué no te enseñaron valores de pequeño?

Joyth entiende el contexto del país donde se encuentra, y las costumbres opresoras a las mujeres que provocaron esa atrofia en las capacidades intuitivas de Mike. ¿Qué él no lo entiende? Joyth lo sabía desde el momento en que lo vio contárselo a casi todo el mundo antes de la misión, pretendiendo ser genial.

Esa cultura que tanto ha atosigado a Mike y lo costoso que fue integrarse a la sociedad de occidente, revolotean en su mente como mosquitos. Recuerdos traumáticos.

—Sí —Responde Mike, con aire distante—. Lo siento, papá. Sabes que ya soy sudamericano y mis costumbres cambiaron.

Su papá pone los ojos en blanco.

—No aclare, que oscurece —Responde—. Permítenos un poco de privacidad, por favor. —Luego se vuelve a Petra—. También…

Joyth lo interrumpe, sabiendo el resto de su diálogo.

—No, deja que Petra se quede aquí, por favor.

El doctor levanta una ceja y lo mira con recelo.

— ¿Estás seguro? Te contaré algo extraoficial y esa mujer te puede meter en problemas. Solo tú debes conocerlo.

—No me importa —responde Joyth, sacudiendo la cabeza. Se vuelve hacia Petra con ojos comprensivos—. La verdad, ella merece más un abrazo que una discriminación.

Los ojos de Petra centellean y luego se hunden en lágrimas; lo que acaba de decir Joyth, le está tocando una parte importante de su corazón. Aunque le parece asquerosa e inmadura, sigue siendo alguien de confianza al que le tiene cariño. El doctor sacude la cabeza.

—De donde vengo, no confiamos mucho en las mujeres —explica el doctor, con aire despectivo, cuya mirada de reojo cae sobre Petra—. Pueden arrancarte los ojos si les das tu confianza, y atentan contra el autocontrol del hombre.

—Pues de donde yo vengo, no generalizamos así —responde Joyth, mirando al doctor con ojos desafiantes—. Así que déjeme vivir mis creencias, y deje a Petra aquí.

—Pues está bien —asiente el doctor, encogiéndose de hombros—. Ya te lo advertí.

Mike se interpone entre los dos para acercarse a Joyth, con una mirada cargada de responsabilidad.

—Cuando te recuperes del todo, ten en cuenta que yo estaré listo para cobrártelas todas —Le dice Mike, y luego lo señala mientras da varios pasos hacia la entrada. Sin mover su cuerpo, y solo retrocediendo con los pies. —. Tampoco es la única cosa que te debo. Una por lo que me hiciste, y otra porque sin ti esta misión no hubiese durado. Por ahora, confórmate conque mantendré la boca cerrada y los demás también.

Joyth deja escapar un resoplido arrogante.

—No fui el que te jodió los brazos, Mike. —Responde Joyth mientras se recuesta en su camilla, y le habla en tono de superioridad—. Pero me reiré, porque es posible que hayas aprendido técnicas de autoplacer con la lengua, ¿o no? Simba. ¿O Sim-bra?

Mike se siente ofendido y aparta la mirada para darle la espalda, donde procede a irse de la sala. El doctor cierra la puerta, y se sienta en un taburete que queda al lado de la camilla de Joyth. El doctor intenta cubrir las cortinas para que Petra no los vea, pero Joyth no se lo permite.

—Bien… —Profiere el doctor mientras acomoda sus documentos—. Primero que nada, estás en zona de reclamación occidental. Segundo, no estás en un hospital ordinario, sino uno que mi hijo escogió.

Joyth siente como sus dos neuronas chispean y el recuerdo le llega de forma vivida.

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—Sí, comprendo. ¡Dios! ¡Creí haberlo planeado todo! —Le ofende que algo no le salga como él lo ha previsto. Pero al menos está vivo, ¿no? Thaniuska es lo de menos; ese error costó una vida.

—Ahora a lo principal. —Responde el doctor, y le señala a Joyth su sien izquierda—. Recibiste una perforación craneoencefálica y un daño importante al hemisferio izquierdo. Encargado de la lógica, la formulación de palabras, y el movimiento de tu lado derecho del cuerpo; por lo tanto, es imposible que reconocieras palabras… y a eso llegamos. Los antecedentes.

El doctor le cuenta la historia sobre cómo fueron sus primeros días: Fue transferido al norte de áfrica y tratado por unos doctores privados; familiares de Mike. Estuvo a punto de morir, pero los signos vitales se estabilizaron como si de un milagro se tratase. Habría sufrido un paro cardiaco por veinte minutos y su cerebro debió morir en diez —o quedar loco con ocho, pero sobrevivir—; algo oxigenó su cerebro, y el doctor se motivó a investigarlo. Según le cuenta, solía despertarse sonámbulo para estrangularlo, mientras pronunciaba unas palabras que él no comprendía: Rosher debe morir, seguido de resonantes gritos de ayuda donde también gritaba el nombre del sujeto. Parecía aterrado. Petra y Mike lo visitaban cada día y esto hizo que ellos se encargaran de vigilarlo en algunos días —coincidencia, que les había tocado la labor en este mismo día. Petra había venido para analizarse su fractura de costilla— Con las investigaciones en proceso, el doctor descubrió algo que le obligó a encargarse de todos los procedimientos; algo tan sorprendente, que querría evitar que saliera a la luz. Joyth escucha todo esto y asiente en cada frase que le suelta el doctor. Cabe recalcar que hay algunos detalles: Monitores cardiacos inalámbricos y hubo poca necesidad de colocarle un respirador artificial.

—Dicen que el que quiere, busca la forma; posiblemente fue por mi fuerza de voluntad, que fui bendecido o una mierda, así —Le responde Joyth, esto no se lo cree, ni él mismo.

—Creo en la ciencia y estás hablando con un doctor, no con un teólogo, cerebrito. Vamos a ver cómo te sientes.

Joyth hace un esfuerzo para sentarse en la camilla y lo primero que nota, es que su lado derecho está débil. Se siente mareado por llevar mucho tiempo en la cama y sus músculos se han debilitado por la falta de ejercicio. Cuando se sienta en la camilla, el doctor lo evalúa en función a: La fuerza motriz; la capacidad matemática; la asociación de símbolos y lenguaje y reconocimiento de rostros.

Los resultados que arroja, son negativos.

Joyth es incapaz de ver la vida a color (también llamado Acromatopsia); no reconoce los gestos no verbales; no mide sus palabras y padece de debilidad del lado derecho de su cuerpo. Aun así, no todo es negativo: Puede hacer chistes y expresiones, como también, tener empatía como acaba de tener con Petra. Joyth sigue sin creer lo que está pasando, o cómo había sobrevivido. La última vez que tenía consciencia, fue en el mismo momento donde había visto a Ripper por última vez.

Por cierto, ¿qué pasó con Ripper?

—Ni Mike, ni los demás… a excepción de esa mujer, podrán descubrir ese secreto —Prosigue el doctor—. Deberán pagarme toda la deuda externa.

Pero aun así, sigue sin entender si en verdad debe pagarle la deuda externa, o solo es un chiste sin sentido. Ya ese problema lo tuvo desde que nació, y se lamenta de no haberlo visto atenuarse después de la ‘Lobotomía Rosher’.

—Ajá, ¿y el secretito pa’ cuando? —Responde Joyth, mientras se inclina. El doctor vacila tanto que incluso al otro le provoca preguntárselo a gritos. De nuevo su acento original, sale a la luz.

Pero le dice algo que le hace arrepentirse de haberlo preguntado.

—Tienes una formación de hifas en el agujero de tu cabeza; complejas redes hechas con micelio que parecen haber reemplazado las neuronas destruidas de tu cerebro. En pocas palabras, tienes un implante de hongo en tu cabeza.

— ¿Y eso es bueno, o malo? —Pregunta Joyth, quien quita sus manos de sus piernas y se echa hacia atrás.

— Bueno. —El doctor se inclina hacia Joyth—. ¿Sabes su origen?

El Ente Fungus es un ser hongo, ¿tendrá algo que ver? Joyth intenta no pensar en ello, pero aquella duda le carcome el cerebro y hace que su nuca duela. Como algunas veces, Joyth habla con sus dos voces.

—Es… asunto extraoficial. — (El Ente Fungus no puede sobrevivir; yo lo maté. Si está libre, ¿qué será de la misión? ¿Qué hará, ahora que está libre?).

—Para la neurología, sería un excelente estudio, ¿permitirías que publiquemos esto?

—No, tú mismo me dijiste cómo me tratarán: Como a los extraterrestres que llegan y se topan con los humanos. Quédese con la duda hasta mi muerte, y haga conmigo lo que quiera cuando eso, pase — (Me duele la cabeza, no quiero siquiera pensarlo).

Esto hace reír a Petra, quien luego gime por el dolor de su costilla.

— ¡JA, JA, JA! ¡ESO SE ESCUCHÓ RARO! ¡YO TAMBIÉN QUIERO HACER LO QUE SEA CON ESE CEREBRO HUECO PARA VER SI TIENE ALGO, DOCTOR!—Por supuesto, Joyth también recordaría los chistes de doble sentido que hacía con Akihito. Le produce cierta lástima aquel hombre; aun así, era su familia o la de él. Aquella broma le resulta extraña a Joyth y se siente incapaz de dar una respuesta adecuada; no entiende el doble sentido. Así que, aunque sabiendo que ES una broma, dice lo primero que se le ocurre.

— Hueca la tumba de mi puta madre, Petra —La ironía se fue demasiado lejos.

—Ji, ji, ji.

Petra deja escapar una risa contenida mientras presiona su mano en su costilla rota. El doctor se decepciona y emite un profundo suspiro, para luego levantarse.

—Le permitiré que hable con ella.

Joyth asiente, por lo que el doctor se va, no sin antes cruzar miradas con el mismo Joyth y cerrar la puerta. Ahora los dos están solos, ante el frío de los aires acondicionados y la radiante luz del sol.

—Y bien…

Joyth siente profundas ganas por disculparse con Petra. Tiene intenciones de hacerlo: es su tercera necesidad, sobre defecar y orinar. Sin embargo, sus palabras fluyen en su mente, pero su lengua se hace un nudo; no puede expresar el sentimiento. No es timidez —hablamos de alguien que incluso se enfrentó a un androide que detiene el tiempo—, y probablemente sea otro síntoma de su daño cerebral. Incapaz de expresar sus sentimientos, Joyth se levanta de la cama; las lágrimas quieren salir y eso lo obliga a mirar al horizonte para aguantarlas.

— ¿Qué? —Ahí es donde Petra lo nota, y también se levanta (con dificultad). Petra se acerca a un Joyth que hace el esfuerzo por no llorar, hasta que lo rodea con sus brazos; se siente cálido y suave. A Joyth no le gustan los abrazos, pero para él siempre existe excepciones. Recordando el último abrazo que les había dado a sus abuelos a los que él mismo provocó su muerte, y cómo ese sentimiento de culpabilidad pudo haberse transmitido a Petra.

—Estaba tan seguro de que iba a morir —Solloza Joyth, conservando su voz normal, mientras entrecruza sus brazos para intensificar el abrazo. No pierde suavidad—. Que nunca iba a despertar; que nunca iba a verlos a ustedes.

—Lo supuse… —Comenta Petra con voz baja.

—Debo pedir disculpas por todo lo que hice. Gritarte no fue mala opción…, insultarte, sí fue. A Mike le debo más que una disculpa.

—La verdad, yo también debería. La cagué muchas veces, y la vida de Thaniuska no se puede recuperar. —Petra mete su rostro por debajo del hombro de Joyth para dejar escapar sus lágrimas—. ¿Acaso qué les diré a sus hijos? ¿Qué la maté yo y le desfiguré su cara?

Joyth suspira con melancolía.

—Ambos la cagamos, pero hay que mirar hacia adelante: Tenemos que hacernos responsables de nuestros errores —Sin que Petra lo supiese, Joyth suelta lágrimas como loco; sin que Joyth lo supiese en ese momento, los ojos Petra centellean y sus rojas mejillas se ruborizan más—. Todos cumplimos un rol; yo traicioné y maté a un hombre que confiaba en mí. Pero eso no nos hace máquinas de matar; fuese peor que no nos doliera.

—Gracias, Joyth. —Petra lo continúa abrazando, con una sonrisita juguetona.

—A ti también, gracias —Luego, capta la fragancia de su perfume. Su olor recuerda al café con vainilla—. Hueles mejor que la última vez, doña.

—Ja, ja, ja… eso —Petra suspira por un momento, luego se retuerce en el dolor de su costado—. Me tomé muy en serio tu frase y… como que ya prefiero verme bien y oler bien. ¿O será mi estadía aquí?

Efectivamente, algo había cambiado durante su ausencia. Pero ya no le importa eso; es una pregunta persuasiva. Joyth procede soltarse de ella y enseriarse.

—Por cierto, ¿qué pasó con Ripper?

Petra mira de hito en hito. A Joyth se le hace más fácil mirarla, pero ya no puede ver el color de sus ojos. Tal vez su vida haya perdido color desde hace mucho tiempo.

—Lo enviaron al norte de occidente —Responde Petra— Les di las instrucciones para que no se volviera a liberar.

—Ese cabrón sigue vivo —Joyth suelta ese pensamiento en un murmullo, mientras baja la mirada al suelo. Su monitor cardiaco enloquece; porque su corazón palpita hasta salírsele de la boca.

— ¡Pero tranquilo, no es una amenaza!

Joyth toma a Petra de los hombros y acerca su rostro para hablarle con mirada preocupada.

— ¿¡Qué tanto aseguraron todo!? ¿¡Qué hicieron para evitar que se liberara!? —Interpela Joyth—. ¡Es un demonio, Petra! ¡Es un maldito demonio!

Petra le despeina con cariño y no hace caso a sus interpelaciones.

—Sí, sí. No fue nada bonito —Le dice Petra, y Joyth se da cuenta de su rostro lleno de cicatrices en los costados—. Pero tranquilo, yo ya me hice cargo de él.

Esto deja a Joyth anonadado, pero decide no tomarle importancia. Relaja sus brazos y suelta a Petra, donde va al grano.

—Debo hacerle unas preguntas.

— ¿Cuáles…? —Petra mira de hito en hito.

Pero Joyth no se la responde. En su lugar, murmura con la cabeza baja.

—Extraoficial.

Ripper sigue vivo, y debe de saber qué tengo yo, piensa Joyth.

Ignora a Petra y se mete al pequeño cuarto de baño. Angosto y maloliente, donde se baja los pantalones para orinar. En ese mismo momento, se observa así mismo al espejo; pero no se reconoce. Ese hombre detrás, por más que su lado consciente, se convenza de que es él, siente que es otra persona. Puede tratarse de otro síntoma más; hecho que hará imposible hacer algo cien por ciento racional mientras se recupere. Terminando de orinar —y habiéndose olvidado de lavarse las manos—, Joyth se tumba a la cama y le pide a Petra que se vaya. La mujer hace caso, y Joyth permanece acostado, divagando.

Solo él lo sabe. Debo saber el porqué del hongo que tengo en mi cabeza.

UN MES DESPUÉS. NOVIEMBRE DEL 2029

Sintiéndose recuperado y pudiendo reconocer los rostros de las personas, además de otras cuestiones lógicas que su cerebro antes no podía, Joyth viaja hacia el norte, en una ciudad templada que está pasando por su otoño. Podría jurar que se está olvidando de algo… ¿Alguien a quien debió visitar antes? No lo puede recordar.

¿Tuvo familia alguna vez? ¿O solo son espejismos suyos? Joyth vivió una vida normal con su familia, y su madre vivió con él hasta sus 15 años. Conoció a Petra y gracias a ella, había aprendido a controlar su temperamento. Todos fueron felices… ¿Pero por qué se siente tan extraño?

¿Por qué entró a la Operación Oasis? Tal vez haya sido por su heroísmo, o porque lo ha hecho por alguien. ¿Pero por quién? ¿A quién Joyth le dedicaría su vida entera e intentaría darle su bienestar? No lo sabe… ya no sabe nada. Siente como si todo el viaje y trayecto, haya sido en un abrir y cerrar de ojos; como si hubiese saltado en el tiempo.

Son las seis y media, y está comenzando a nevar. Joyth usa un gorro, lentes de sol y un bastón de cuatro patas para sostener su lado débil. La gente parece vivir mejor que en su país natal; están mejor vestidos aunque no puede ver el color. Padres jugando con sus hijos, que le dan una extraña sensación a Joyth. ¿Acaso tiene hijos?

Cuando Joyth no entiende algo, tampoco le importa. Sabe que está fuera de su comprensión. Se encamina a través de una colina, cuyo viento sopla con fuerza y revolotea las hojas de los árboles. Podría jugar haber comido aquí, con Petra y… tres sujetos más. Una mujer y dos niños. ¿Quiénes son esos tres?

Joyth continúa caminando, ignorando las voces que le piden responder a aquellas preguntas. Joyth no solo se está encaminando hacia la sala de interrogatorios secreta, sino al completo olvido.

Viendo una nota que le indica lo que debe de hacer, Joyth entra en una cabaña abandonada y cuyas tablas llevan años podridas. Da dos patadas al suelo con la suela de su zapato, pero no obtiene respuesta.

—Qué fastidio.

Con la frustración que lo lleva a arrugar su entrecejo con su mano, Joyth da cuatro patadas al suelo. Siente mucho dolor de cabeza, y constantemente parece ver a aquellos desconocidos en los agujeros de la cabaña. Por instantes y de reojo, a una madre y dos hijos que él no reconoce.

El suelo comienza a dividirse y se convierte en un ascensor que lleva a Joyth hasta abajo. El ascensor se siente estremecedor, pero también placentero. Joyth es fan de viajar en ascensores; no obstante, una vez había viajado con Ripper.

Y Ripper, es el sujeto a quien quiere ver. Se abre la puerta, y se topa con un lugar parecido al laboratorio Oasis; paredes metálicas aunque la temperatura está tibia. Le vienen nuevos recuerdos, pero son muy borrosos los momentos donde él había pasado en aquel laboratorio inferior.

—Hola, vengo a ver a Rosher, alias Ripper —Le dice Joyth a un guardia, a quien luego le da su identificación. Joyth sale tan inexpresivo y confundido que cualquiera sabría que tiene una condición.

— ¿Qué, Joyth? —Pregunta el guardia, quien mira a Joyth de hito en hito. Aquel sujeto es alguien quien lo conoce desde hace veinte años—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué quiere hablar con él?

— ¿Qué usted no quiere que hable, William?

Y se produce una pausa entre los dos. La mirada de Joyth es pesada e inexpresiva; la de William, es más expresiva y confundida. La diferencia entre un hombre con daños cerebrales (y un trastorno de nacimiento), y un hombre que parece nunca haber visto un cadáver.

—Ajá… —El guardia se rasca detrás de su oreja, mientras observa al inexpresivo Joyth con cierto recelo— Está bien. Su sala es magnética y no podrá hacerle nada. Le doy diez minutos.

—Entendido.

La puerta corrediza se abre, dejando escapar el sonido de la fricción de las cintas que lo mueven. Hay una larga caminata, y el bastón de Joyth golpea el suelo con fuerza. Hay otras personas por detrás de las ventanillas de color oscuro, y parecen estar interrogando a alguien. No suena nada desde adentro, por lo que todo lo que hable con Ripper, no será escuchado desde afuera.

Ahí, es donde se abre otra puerta corrediza automática que revela a Ripper en el fondo de la salita. Sentado en un cubo metálico y atado con grilletes que cubren su cuello. De las manos a la espalda pero no pegadas a ella.

Joyth se mete, y la puerta se cierra. Los dos están solos y se observan cara a cara.

—Hola, Ripper —Saluda Joyth.

Ripper… ¿O Rosher? Observa con recelo y con una pausa perturbadora. A Joyth no le afecta.

—Los polos opuestos se atraen, como materia y antimateria. Qué curioso, ¿no? Ambos somos esos opuestos, y terminamos jodidos.

Joyth no entiende el doble sentido y se impacienta. Da dos golpes con su bastón al suelo.

—Me vale verga, señor robot. Vine aquí para algo de lo que posiblemente tienes respuesta. A menos… de que se trate del Ente Fungus.

—No podría contártelo todo a la ligera; ni aunque me cortes las piernas.

—Entonces lo suponía.

Dejando escapar un suspiro de melancolía, Joyth levanta su mano izquierda para apuntar a Ripper con una pistola, la cual siempre lleva enfundada. ¿Cuando se la había puesto consigo? Tampoco lo sabe.

Lo tiene controlado; el gatillo está por pulsarse. A Joyth no le temblaría la mano en asesinar a alguien si la situación lo requiere, recordando a los infortunados amordazados que le habían robado el maletín, y a los orientales que él mató.

Pero luego, le viene una pizca de duda: ¿Es necesario? Ripper ya está amordazado y todo acaba de terminar. Ahí es donde baja el arma, y lo comprende.

—Debo decirte que te respeto, Rosher; cambiaste mi vida para siempre, y de manera bilateral —Declara Joyth, con una sonrisa simpática que nunca antes había tenido—. En otra realidad alterna, estaríamos tomando unas cervezas, aunque te confieso algo…, y es que yo no tomo mucho.

—Tendría su base, ¿por qué? No me refiero al hecho de que no tomes mucha cerveza—Responde Ripper, con un tono seco y cortante.

—Precisamente, porque me criaron para pensar que no debo temer a la muerte, sino a la ira de un hombre bueno. Tú, Rosher, eres ese hombre bueno. Defendiste a tu país hasta el final.

Ripper pone los ojos en blanco, en gran parte porque está derrotado. Aunque Joyth le hable y hable, no podría convencerse de nada. Solo piensa que se burlará de él, aunque Ripper no está programado para ofenderse.

—Solo es pura guilipollez.

— ¿Sabes por qué, Ripper? —Le pregunta Joyth, haciéndole caso omiso y avanzando dos pasos—. Porque el núcleo occidental no pudo hallar una muestra de evidencia para conquistar tu país. Ante este reciente suceso del que oriente también se enteró, nadie más tocará la Provincia Ibérica.

— ¿Cómo sé que no me estás mintiendo?

— ¡Porque Ripper, la muestra la perdí! —Le exclama Joyth, con emoción que está fuera de su forma de ser. Él tampoco sabe el porqué de su actuar. Luego señala el hongo que lleva en su sien izquierda—. Pero sé donde pudo haber estado: En mi cabeza, literalmente, y no se lo diré a nadie.

Ambos ganamos.

—Jajaja… ¿Sabes por qué ocurre eso, Joyth? —Ripper se abre más para hablarle a Joyth, con una risa falsa que más denota estar decepcionado—. ¡Porque lo liberaste! ¡El Ente Fungus, debe de estar vagando por ahí! ¡Pudo haber creído que lo salvaste y te hizo un favor! Irónico, ¿no?

Joyth se fija en los agujeros que lleva Ripper en su cuerpo, y se hace una idea de lo horrible que debía haber sido su pelea contra Petra.

—Bueno, mi hipótesis y teoría, es que me importa una puta mierda —Le responde Joyth, con chocancia y confianza en sí mismo—. Si eso amenaza la paz, nos vamos a enfrentar a ella.

La risa de Ripper se torna más afligida que fingida, denotando más su felicidad cubierta de dolor. Aunque haya cumplido su misión, no lo había hecho como quería. Ripper le devuelve la mirada a Joyth.

—Pues eso, es cosa de ustedes —Le responde, y luego baja la cabeza—. Joyth, cuídate. Quizás no te pueda matar, y solo me queda admitir que fuiste un soldado digno. Lo mismo con tu amiga y grupito de ojos achinados; debo decir que no existen héroes y villanos, sino aliados y enemigos.

Joyth se quita el gorro para revelar la pequeña protuberancia en su sien izquierda, cuya parte calva podría cubrirse con un cabello largo. Ripper lo observa con orgullo, y le murmura sus últimas palabras.

—Cuídate, Joyth. Buenas noches.

Desde Ripper, se produce una onda expansiva y estallido sonoro tan fuerte que lanza a Joyth hacia la puerta. Su bastón también sale disparado, junto con su gorro y lentes de sol que se rompen en el impacto. Ripper explota en múltiples pedazos utilizando su habilidad, pero ahora más allá por el límite de tiempo; un límite que su cuerpo no puede aguantar. Joyth yace en el suelo, atónito, y se reincorpora para tomar su bastón y demás cosas.

Luego sale de la sala de Ripper, con la mirada baja y cubierta de confusión. Nunca se había sentido tan extraño, como si todo fuese un sueño… y satisfactorio. Siente que muchas cosas se le olvidan y, al menos se da cuenta. Tiene que ir a un psicólogo y buscar ayuda para tratar sus problemas, de manera que sepa… ¿Quién son esas tres personas? ¿Por qué su feliz infancia se siente tan melancólica?

Con esto en mente, Joyth habla en voz alta.

— Hasta hace poco, solo encontré desierto… tú me ayudaste a encontrar el oasis. Nos vemos pronto, Ripper, si es que llegamos a encontrarnos en el otro mundo.

Me queda mucho por recordar; pero sé que estaré listo para enfrentarme al Ente Fungus…

FIN DE ARCO.