Parte 2 – La Sombra de un Hombre Callado
Ahí, entra en contacto con una de sus mayores pesadillas. Lastimosamente, un recuerdo sobre algo ya pasado.
Tras ser informado por Valbuena en aquella vez, enero del 2028, Joyth le informó a sus abuelos maternos sobre lo sucedido. Fueron con quienes él más solía hablar y les tenía un cariño, casi que pudieron convertirse en su punto débil. Joyth no fue prudente y su insensibilidad pensaba que sería buena idea informarles sobre su intención de participar en la misión. Resultado: La preocupación mató a sus abuelos, de un modo poco convencional, y al día siguiente. Su abuelo se cayó por las escaleras luego de tener un ataque de pánico, y su abuela falleció de un ataque al corazón por esto último.
Todo en la vida armoniza; este solo fue uno de tantos efectos mariposa que lo llevaron hasta aquí. Si hay algo que él tiene en cuenta, es lo verdaderamente hábil que es Mike para tocar los corazones de las personas y entender sus sentimientos; no obstante, en ese momento lo había hecho de un modo negativo para herirlo.
Joyth despierta, en una habitación húmeda y angosta. Están Mike y Petra; pero apuntando directamente al dúo conformado por Joyth y Thaniuska. Joyth se encuentra de rodillas y se da cuenta de que tiene los brazos esposados. No le funcionará el truco para liberarse de las esposas; menos si es delante de la gente. La voz de Petra se oye vociferándole a Thaniuska con todo volumen.
— ¡Vas a permanecer aquí por días y morirás de hambre, si no nos dices quién te mandó! —Con una ira forzada y expresando más desespero que energía, Petra se halla con el cañón apuntando a Thaniuska y con lágrimas brotando.
Una de las disciplinas importantes que te enseñan en el ejército y como norma universal, es la de nunca decirle la información al enemigo y esperar tu rescate; por lo tanto, Thaniuska no ofrece respuesta alguna y parece llevar así un gran rato: silenciosa, fijando una mirada impotente a Petra. Esta última lo nota, pero no tiene más remedio que propinarle una patada en el vientre. Thaniuska se encoge mientras deja soltar sangre a borbotones, dejando un charco preocupante. Joyth observa con ojos horrorizados y vocifera en súplicas.
— ¡Llamen a un doctor! —Grita Joyth, sintiendo el terror de estar a manos del enemigo y sin ningún plan de respaldo—. ¡Se está desangrando, por favor!
Pero Ripper, quien se halla sentado en una silla plegable y cerca de la salida, le interrumpe.
— ¡CALLATE! —Ripper le dice con palabras precisas y concisas— Quiero saber quién los mandó y por qué están aquí. Intentaron matarme más de una vez; entonces es por algo.
Esta habitación, se ve a simple vista que se ubica en el laboratorio inferior; no obstante, Joyth observa con dudas la presencia de Petra y Mike. Mike tiene su herida en los brazos, pero igualmente fue traído hasta acá; Joyth concluye que ese es el precio por haber hablado con ellos seguido. Ripper debió de haberlo sospechado; no obstante, parece no darse cuenta de la salida que Petra se encargó de cavar durante estos meses, con ayuda de Valbuena, para el caso de que las cosas se complicaran.
Joyth responde a Ripper.
— ¡Pero Ripper, ella no puede decirlo en ese estado! —Joyth todavía sigue con el corazón en la garganta y la adrenalina puesta al tope. Tanto como para tartamudear de los nervios— ¡L-LE CLAVASTE UN BOLÍGRAFO EN EL ESTÓMAGO!
Pero Ripper le hace una mirada que contrasta con la simpática de antes. Ya no da la sensación de ver al simpático jefe del laboratorio, sino a un ser cruel y despiadado. Sus ojos dan la impresión de carecer de pupilas y solo verse un iris plano; dando una auténtica aura retorcida. Luego, le responde.
— ¿Y crees que a mí me importa?
(Hasta ahora, solo encontré desierto).
Junto con su mirada fulminante y cuyo lenguaje corporal refleja poder, Ripper hace a Joyth sentirse como un prisionero, esperando ser ejecutado, observando con impotencia y con los lagrimales acuosos. Luego, observa a Thaniuska, con quien cruza miradas impotentes.
(Rosher, el jefe del Laboratorio Oasis. No quisimos enfrentarnos a él; sería un suicidio, y mi país lo sabe).
Las palabras de Akihito, cobran tanto sentido que Joyth se arrepiente de no haber hecho caso. ¿Pero qué opción había? Probablemente, hayan existido muchas opciones mejores y planes elaborados; no obstante, este pensar es inútil. No pudo haber escogido una opción mejor y pudo haber pecado en la parálisis por análisis.
Ripper se levanta de su silla, y le ordena a Petra.
—Mátala, pero muy lentamente… Petra. —Ripper parece el demonio en persona. Se acerca a Thaniuska con paso lento y le jala de su corto cabello, obligando a la pobre mujer a erguirse aún con la herida que lleva en su vientre —. Y procura romperle la cabeza con la culata.
Como flecha en el corazón, Petra se fulmina con estas palabras y no puede aguantar las lágrimas. Joyth sigue observando anonadado, viendo cómo su compañera está por cometer algo atroz. Como cualquier infiltrado, debes estar preparado para matar a tus propios compañeros si algo sale mal; no obstante, estamos hablando de Petra. La persona que más demostró cariño por Thaniuska.
Volviendo al presente. Petra le responde a Ripper con sollozos.
— ¡No me gusta torturar gente! ¡No vine para esto!
—Y a mí no me gustan los traidores —Dice Ripper, mientras observa a Joyth con decepción. Luego, suelta a Thaniuska, dejándola nuevamente encogerse—. Sus gritos no se van a escuchar y las paredes absorben bien el sonido. Por eso los conduje a este lugar especial ¡Veré que no la mates rápido, o tú serás la próxima!
Efectivamente, están en una sala de interrogatorios especial, y ubicada en el laboratorio inferior. Aquellas tres puertas que se ubican cerca de la esquina, deberían ser unas celdas donde encerrarían a los sospechosos. Es bien sabido, porque Valbuena estuvo aquí. Joyth profiere un grito y se arrima con sus rodillas para intentar recibir el primer golpe que Petra estaría por darle a Thaniuska. Pero Ripper se lo evita, asestándole una patada por debajo de la mandíbula. El hombre cae de espaldas y recibe presión por el brazo. Esposado y ahora boca arriba. Ripper pone su pie por encima del pecho de un Joyth impotente, y desenfunda una pistola de extraño aspecto que, Joyth observa su cañón apuntando hacia él.
—Ripper… por favor. Mátenme a mí, pero a Thaniuska no.
Empatía, la palabra que Joyth ha oído con malas voces. Se cree que personas como él no siente empatía y hasta carecen de emociones; pero no es así. Simplemente, hay situaciones que no entiende y, no puedes sentir empatía si no sabes qué está pasando realmente. Una vez entienden la situación y la viven en carne propia, sienten esa llamada empatía;si no, la fingen. En este momento, Joyth recibiría una probada amarga de la empatía. Ripper con su pistola apuntando en la frente de Joyth, le musita unas palabras con una cálida frialdad.
—Me duele, Joyth. Pero tienes que saber que esto no lo hago por mí, sino por mi país.
—Por favor… —Responde Joyth, con un sentimiento parecido al llanto. No deja escapar lágrimas, pero su nivel de estrés es tanto que podría compararse con el momento donde le dio la golpiza a Mike.
Pero sus plegarias no se escuchan. Petra toma de modo violento el corto cabello de Thaniuska y la obliga a mirarla a los ojos. Joyth vislumbra su intercambio de miradas, y siente que está pidiéndole perdón a través de ella. No comprende ciertos gestos, simplemente lo sabe.
Y luego, ocurre lo que ocurre.
Petra toma su pistola en sentido opuesto y golpea a Thaniuska con la parte más angulosa de la culata (también llamado culatazo). Joyth solo se limita a observar el momento donde Petra le muele la cabeza con cada golpe. Fuertes como si sintiese ira, como si descargara su furia hacia la persona equivocada. Tan salvaje, que los sesos de Thaniuska salen dispersados en el suelo. Junto con los fragmentos de cráneo, sangre de rojo intenso que tendría cualquier persona joven, y con parte del cráneo visible. Irreconocible, la pobre mujer yace con la cabeza deforme y sin vida.
Con la cabeza baja, Petra le lanza una mirada destrozada a Joyth. Ripper continúa apuntándole con su pistola, y presiona el gatillo de modo suave.
No obstante, su mano tiembla y desvía la pistola.
—Bien. —Dice Ripper, quien luego le acerca a la salida—. Ahora mata al otro de un tiro. Necesitaba darle una lección. Mike, siento que tengas que ver gesto, te daré unas vacaciones para que te recuperes de los brazos. Y Petra, mañana tienes el día libre. Iré a verificar algo.
Ripper pone su mano en el pomo de la puerta y la abre; la única puerta no secreta del laboratorio inferior. Le lanza una mirada penetrante a Petra, quien le saca el seguro a su pistola y apunta a Joyth. Atónita por el reciente suceso, y con claro signo de haber inhibido sus sentimientos. Ripper se va y da un portazo.
La vista de Joyth está nublada. Hundido en sus pensamientos sobre lo que se pudo haber hecho para evitarlo. Se acomoda debido al dolor de su incómoda posición y hace el esfuerzo para levantarse. Tiene las manos en la espalda e intercambia su mirada con Petra. Desesperación versus Desesperación y con la espalda encorvada hacia ella.
Sin esperárselo, Joyth le asesta un cabezazo y provoca que Petra se caiga de glúteo al suelo. La nariz de la mujer duele como mil demonios, y con su mano, respondiendo al dolor, reacciona con confusión.
— ¡AY! ¿¡Qué fue eso!?
Pero el mismo Joyth no logra entender su propia acción. No por el hecho de haber matado a Thaniuska; solo una ira ciega. Una ira llameante que ansía dirigirla hacia Ripper y destrozarle su cara; no obstante, no fue suficiente contenerse y la dirigió hacia Petra de modo accidental.
—Solo fue el estupor, nada más —Le aclara Joyth, con una mirada que oscurece las perturbadas líneas de su rostro—. No entiendo, lo planeé muy bien… Naguara. —Por supuesto, al nivel de dejar salir su acento natal para expresar sorpresa.
Petra no responde. Mike interrumpe a Joyth con una mirada de corrección.
— ¿Esperabas un plan perfecto que saliera bien? —Le dice, pero no puede evitar caer de espaldas a la pared y poner su mano a la altura de su cabeza, angustiado por lo sucedido. — ¡Me cago en todo! ¡Thaniuska está muerta! ¡JODER!
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—No entiendo qué pasó. Ripper no debió darse cuenta y Thaniuska estaba lejos. —Replica Joyth, con una mirada abstraída—. ¿Acaso se teletransporta como en las fantasías medievales?
El siguiente detalle le viene a la mente: Ripper no se acercó a Thaniuska del todo, y solo se limitó a lanzarle un bolígrafo en el estómago. El sombrero cayó, pero su ropa sigue intacta. Y por último, pareció no tener el valor para matar a Joyth; una acción muy rara para un androide que mata a sangre fría. Estos detalles serían cruciales para descifrar qué tiene.
—Será una ciencia ficción con huecos argumentales —Le responde Mike—. Esto es una mierda, ¿ahora qué vamos a hacer?
—Tengo un plan.
Pero Petra no puede evitar responder con shock.
— ¿¡Cuál plan!? ¡Ese tipo es un sádico! ¡No creo que haya sido coincidencia que JUSTO HAYAMOS SIDO NOSOTROS!
—Créeme, socio —Le dice Mike a Joyth, haciendo caso omiso a los gritos de Petra—. Habíamos hecho el túnel, pero no esperábamos que viniera hacia nosotros. No lo puedo creer, estuvo muy cerca…
—Quizás porque eran los más cercanos a mí, y quiso salir de dudas. —Responde Joyth, quien luego señala dos puertas metálicas que se ubican las paredes opuestas a la salida. —Esta debe de ser una sala de interrogatorio, así que tienen celdas. Desátenme y entren ahí… no garantizo cosas buenas.
Por supuesto, Joyth piensa otra cosa: En evitar que caigan bajo la lupa burocrática de la revisión de Ripper. Debieron de ganarse su confianza tras matar a Thaniuska y no se pondrán en duda.
Sin escucharlo, Petra sigue sollozando mientras cae de rodillas. Envuelta en lágrimas. La pobre mujer sigue mirando la sangre y restos de cerebro en culata.
—Maté a uno de los míos, ¿qué hubiese pasado si él se quedara a ver cómo te mato?
Joyth comprende esta acción. Con melancolía, recuerda la voz de Thaniuska y los tiempos que pasaron juntos. Una mujer hosca y antipática que, probablemente los poquitos momentos que pasó juntos con el grupo, se volvieron especiales sin querer. Mike le tiende la mano y la levanta con el temblor en su brazo herido. El rostro de Petra sigue demostrando shock.
—Vamos, Petra —Le dice Mike, con una mirada punzante hacia el otro. Su sinceridad se hace notar. —. No sé qué planea Joyth, pero no quiero que me involucre.
(Sobrevive, Joyth. Una vez me recupere, te las voy a devolver todas…) —resulta ser el mensaje transmitido a través de aquella mirada punzante.
De modo inesperado, Petra envuelve a Mike con sus brazos. Fuerte como un oso; con su cabeza hundida al duro pecho de aquel hombre. Murmura una cosa que daría pena ajena, si no fuesen en este estresante contexto.
—Quiero ir a casa.
Mike recibe el abrazo con sorpresa, luego se mete a la pequeña sala junto a ella, cerrando la puerta.
En la mía, no estoy seguro si deba volver, piensa Joyth. Roba un teléfono de aspecto grueso del pantalón de Thaniuska y se va de la sala de interrogatorio. De cara al pasillo, oye voces que lo condenan, recuerdos felices y una enorme sensación de incertidumbre.
Debe de continuar la misión, con Ripper vivo. Esto lo hace mentalizarse en que, sin importar cuando, va a morir.
Hasta ahora, solo encontré desierto.
Un recuerdo le llega como punzada en el estómago.
En su sala de estar de aspecto inglés. Sentado en un mueble y viendo su Smartphone. Al lado, se encontraba su esposa. Aparentando los 50 años y de físico esbelto a pesar de su edad. Su mujer descubrió las crueles acciones que Joyth cometió durante sus batallas, siendo el asesinato a sangre fría lo que más se hablaba de él. Se sintió insegura de tener a un hombre así como esposo y temió que Joyth algún día… explotara. Nunca les pegó a sus hijos o esposa, pero algo de él perturbaba su sexto sentido; una sensación le carcomía el alma, como si supieras que estás conviviendo con un psicópata. En ese mismo momento, se lo comunicó con palabras atenuantes, pero Joyth ya captó todo el contexto detrás. Se levantó con una furia incontrolable y dio pasos agresivos hacia el mesón de la cocina. Se rio como loco, perturbándola y haciéndole retroceder hasta su teléfono; acción que la preparó para llamar al número de la policía.
Pero no. Joyth solo se había reído por una imagen graciosa que vio en su Smartphone. Se le hizo increíble que su esposa piense así de él, considerando que nunca hizo nada malo a su familia. Peor aún: Llevaba muy poco que sus abuelos maternos fallecieron, y culpándose por ello. ¿Qué haría él en una situación así? ¿Gritarle a su esposa y empeorarlo todo?
…
Su esposa no se calmó en lo absoluto. A Joyth no le importó nada, y le dijo con palabras concisas.
—Soy la peor escoria del planeta, amor. Haría lo que fuera por la seguridad de mis hijos y la tuya. Incluso matar, torturar y robarle a un hospital de niños enfermos… o eso último no porque sería muy grave. —Joyth se acercó para darle un beso en la nariz—. ¿O quieres que nos divorciemos? Yo colaboro con el presupuesto.
Por supuesto, a su mujer le pareció tan repentino que lo negó. ¿Por qué? No pudo contenerse de la risa. Con el paso de los días, el mismo Joyth se dio cuenta de lo insensible que fue su gesto; pero su esposa lo tomó con tanta naturalidad, que se sabe que es típico de él.
En el fondo, Joyth desea divorciarse de su propia esposa y alejarse de sus hijos, con el único motivo de estar solo; este trayecto en la Provincia Ibérica, había sido como comenzar de nuevo y una experiencia liberadora. Pero hay algo que odia de sí mismo, y desea arrancárselo con todas sus fuerzas hasta no dejar nada de él…
Algo con el que ha luchado durante toda su vida, y si bien, ha ganado unas batallas…, había perdido muchas.
Y, este recuerdo, le vuelve a despertar el deseo de enfrentarse a aquello que siempre lo molesta: Su insidiosa brújula moral.
(Haría lo que fuera).
Toda la simiente de incertidumbre, se desvanece. Joyth vuelve al presente y se decide a aprovechar todas sus cartas para cumplir la misión.
—Valbuena, ¿estás aquí?
En una acción casi automática, Joyth usa el teléfono cuya contraseña se la sabía de confianza por Thaniuska. La voz de Valbuena llega a escucharse.
— ¡Dios! ¡Dime que lo lograste! —Dice Valbuena, cuya voz suena entrecortada; de lo tan hermético el laboratorio, que la señal difícilmente pasa.
—No. Thaniuska murió y el plan se fue al carajo. Nos ocurrió lo mismo que a ti, Valbuena… y estoy necesitado de refuerzos.
— ¡Vete a la mierda!
Joyth pone los ojos en blanco.
— ¡Pero espera! Necesito que me pases a los orientales. ¿No les hiciste nada?
—Hice lo que me habías pedido para matar el tiempo. Están ahí atados y no tengo agua para hidratarlos… no quería quedarme solo, ¿sí?
—Que bueno, porque voy a hablar con ellos. Pásamelos.
Valbuena hace una pausa larga, que se traduce en quedarse perplejo. Algo traquetea, y suena la voz de Akihito.
— ¿Ah? —Con cierto acento japonés, casi como un Jah— ¿Diga?
—Sé que no nos fue bien cuando nos revolcábamos, Akihito. —Le expone Joyth, mientras se ríe por el doble sentido—. Lo siento, ese nombre de mierda me suena a Mijito. ¿Sale una tregua?
— ¿Después de haberme cagado la misión y mi vida? ¡JAJ! ¡NO!
Joyth arquea una ceja y luego suspira con una sonrisita confiada. Luego dice.
—El plan se me fue a la mierda, así que pensé... tú y yo, tenemos algo en común. Queremos proteger a nuestras familias, y nos conviene negociar.
Akihito hace una pausa breve.
— ¿Sería capaz de negociar con un occidental? —Responde Akihito, mientras su suspiro hace un ruido ‘pop’ ensordecedor en el pequeño altavoz del teléfono—. No lo creo. Sé que ofreces algo de portada, al igual que tu propia región. No caeré tan bajo.
Sí, caerás, Akihito, piensa aquella vocecita que hace eco en la cabeza de Joyth.
—Mijito, Akihito. Primero… crecí en una dictadura parecida a la tuya; segundo, tú podrías salvar a tu familia mientras me ayudas. Créeme, esta bioarma puede causar el apocalipsis y tu familia cagará de igual forma.
Después de eso, solo hay una larga pausa entre los dos. Finalmente, Akihito se medió convence.
— ¿Escucho?
—Rosher está ahí merodeando. Quiero que entren y lo distraigan. Si todo tiene éxito, podrán llevarse la muestra. No solo eso, también habrán salvado el mundo.
— ¿Tengo opción?
—Si solo quieres alargar tu vida por unos meses, claro, sí.
Joyth no sabe lo que hace. No tiene un plan y sabe que, enfrentarse a Ripper, es una misión suicida sin precedentes. Nunca fue bueno para improvisar; tenía todas sus cosas ordenadas y el mínimo cambio le provocaba ataques de estrés. Ahora que está en una situación de vida o muerte, tampoco puede permitirse el lujo de arrancarse el cabello por el estrés… solo actuar. Akihito da su respuesta definitiva.
—Entonces bien.
Joyth se echa de espaldas a la pared, suspirando de alivio.
—Habla con Valbuena. Debes entrar al laboratorio inferior…
Pero antes de siquiera decirle el código del ascensor, Akihito cuelga la llamada. Es lógico, Akihito y grupo llevan tiempo más avanzados y ya deberán saberla. O si no… ¿De dónde Valbuena consiguió las notas de todos los cuartos del laboratorio inferior?
Haría lo que fuera.
Con esa frase repitiéndose en su mente, Joyth guarda el teléfono en su bolsillo lumbar (ubicado en un costado de la espalda). El teléfono es de uso militar, tan duro como el Kevlar y Ripper debió de haberlo revisado. Pero no lo hizo, porque Joyth lleva consigo su pistola. Joyth se formula muchas teorías al respecto y qué clase de súper poder tiene Ripper.
¿Teletransportación? ¿Viaje en el tiempo? ¿Coffee with Milk, please? Too.
Todavía le sigue pareciendo graciosa aquella vez donde se vio obligado a aprender inglés. Joyth deja de pensar en nimiedades y se pone un objetivo en mente: Destruir los fósiles, mientras Akihito llega.
Esto lo lleva a correr a través de los pasillos. Con la sangre de Thaniuska en sus rodillas y portando una pistola para emergencias. Cada esquina del pasillo, enciende sus alarmas de forma irracional; la presencia de Ripper se siente tan profunda en el ambiente que convierte en su sexto sentido como enemigo a enfrentar. Los lugares cerrados nunca habían sido tan aterradores… solo que no se tratarían de lúgubres pasillos cotidianos con oscuras habitaciones, sino de un lúgubre pasillo con oscuras puertas secretas, metálicas y cada una con diferentes combinaciones. A la espera de un ser dispuesto a matarlo, y un cerebro engañoso que le da ese impulso de retroceder del miedo.
(Joyth versus su propio cerebro, la batalla más épica del año. Jijiji… ¿De qué me estoy riendo?).
Esta ridícula oración se produce por su mente y le hace sonreír un poco. Joyth alcanza un lugar cerrado cuyas notas de Akihito dictan que ese es el almacén secreto de los fósiles. Existe la posibilidad de que, una vez destruido el Ente Fungus, volverán a producir el arma con las muestras de ADN que llevan los fósiles del mismo. Hasta hace poco, Joyth solo tenía en cuenta la existencia del arma pero no de lo otro.
Joyth usa una de las notas, toma su pistola y pega su cañón a la pared, pareciendo como si quisiera dispararla. La puerta se abre —por el cañón de la pistola— y revela una sala más oscura y de tonalidades azuladas. Olores fuertes como el azufre y penetrantes como eructar bebidas carbonatadas con la nariz. El ambiente es más frío conforme Joyth se adentra, y tiene cuidado con las enormes cajas metálicas que hacen de pasillos. El silencio se hace más notorio y activan el engorroso tínnitus cuyo zumbido resuena en los oídos de Joyth, hasta producirle una explosión en sus tímpanos que le hacen proferir una maldición en su mente.
Vislumbra a Ripper, quien está ahí parado, de espaldas y a veinte metros de distancia. Hay un gavetero azul y revestido de polímeros que tiene abierto; aquello enciende su expresión de la más pura decepción que Ripper siente.
Joyth retrocede para hacer como si no estuviese ahí, pero Ripper se voltea sin vacilar. Lo descubre con las manos en la masa y le dice algo.
—Me roban los fósiles y huyes de tu ejecución. —Ripper le lanza una mirada fulminante, mientras se acerca con pasos que se aceleran gradualmente.
En esa milésima de segundo, Joyth echa mano a todos sus procesos cerebrales para saber qué decisión tomar. Miles de opciones se entrecruzan entre sí, obteniendo un panorama completo. Parece como detener el tiempo… ¿no? Solo que no puedes pensar en nada racional, sino echar de mano a todo lo que tu instinto aprendió con el tiempo. ¿Qué haría un siervo cuando ve a un guepardo acercársele?
Por supuesto, correr.
Joyth vocifera una maldición y se impulsa de un pie hacia la salida. Corre lo más rápido posible, pero una fuerza invisible —de la mano con un ensordecedor sonido parecido al petardo— empuja las cajas metálicas hasta derrumbarse sobre Joyth. Salta hacia adelante para esquivarlas y rueda por el suelo.
Aquella estrategia resulta ser parte del plan de Ripper. Desenfunda su pistola y dispara en dirección hacia donde debería estar Joyth. La pistola se escucha tan fuerte que Joyth predice el demoniaco calibre que tiene. No por el sonido, sino por las cajas que atraviesa. Un tiro llega y atraviesa los gemelos de la pierna de Joyth. Sin darse cuenta del disparo, Joyth continúa corriendo y está de cara al pasillo. Debe ingeniárselas para huir de Ripper, pero tampoco sabe a dónde huir. No inspeccionó el terreno antes… y aunque haya sido estúpido de su parte, tampoco tuvo opción.
De pronto, un dolor horripilante se siente en su pierna y esta sangra en borbotones. Dándose cuenta de ello, Joyth no puede evitar repetirse una frase en su mente y con todo pavor.
(Es un demonio).
No es posible hallar una pizca de raciocinio en Joyth, excepto en los desgarradores gritos que brotan de su instinto de supervivencia. Se enfila a través del pasillo y desesperado saca las notas de Akihito. Lo saca tan rápido que todo el montón de papel se dispersa y todo el contenido queda atrás; no obstante, Joyth percibe en esa milésima de segundo, la hoja que indica la entrada al almacén. Lo toma y lo lee.
Ripper se aparece y comienza a correr hacia Joyth con una velocidad mucho mayor. La carrera hace que Joyth doble una esquina y golpee su palma en una pared; sin embargo, no ocurre nada. Joyth desesperadamente intenta activarla nuevamente, pero nada sirve.
Ripper se aparece en la esquina y al asecho de Joyth. Quien usa su pistola y dispara a Ripper, forzándolo a cubrirse por detrás de la esquina. Joyth no tiene más remedio que cagarse en sus muertos y otra vez golpear la palma con más fuerza. Sus esperanzas florecen; la puerta se abre.
Antes de Joyth meterse Ripper hace algo. Imperceptible como extraño. A Joyth en ese mismo instante, le da la ilusión de haber sido apuntado por la pistola de Ripper y que haya hecho el ademán de dispararle. Pero no ocurre; Ripper parece ‘teletransportarse’ de su esquina y dispara a Joyth. Nuevamente le dispara con tiro impreciso, y atraviesa la parte trasera del muslo de Joyth. El dolor no puede con la incontrolable cantidad de adrenalina que Joyth está sintiendo, y continúa corriendo hasta saltar de una baranda metálica. Hay por debajo hay varios metros de profundidad y una oscuridad azulada.
Ripper nuevamente dispara, pero su tiro es impreciso. Ya esto le enciende cierta duda sobre por qué duda en dispararle; no obstante, el mismo Ripper parece también captarlo, porque dispara con intención de atravesar a Joyth con las esquirlas de bala. Todas las esquirlas caen por los brazos de Joyth y rozan sus pómulos.
Ahí, es donde Joyth impacta en el vacío contra un montón de cajas no tan suaves. Ripper se aproxima desde arriba y observa a Joyth con una mirada fulminante, luego se desaparece del lugar.
Joyth nunca suspiró tanto por alivio. La sensación de haber logrado escapar exitosamente de alguien peligroso, es tan parecida al orgasmo que podría incluso superarla en placer. Joyth continúa boca arriba y, con ese alivio jugándole en contra, sintiendo el dolor en sus gemelos y muslos (cada herida en una pierna diferente). Joyth se sienta en una de las cajas, angustiado por el dolor y a sabiendas de que no puede huir nuevamente. Divisa el mismo maletín que él había puesto en la cinta, y había bajado hasta esta habitación del almacen. Lo abre, saca unas gasas, esparadrapo (también llamada tirita) y agua oxigenada. Suspira de alivio debido a que la bala no se quedó dentro de su pierna y lo venda tan fuerte como un torniquete. Luego, toma el agua oxigenada, la destapa y se la derrama en todo el rostro mientras cierra sus ojos y tapa sus fosas nasales con una mueca. Otra vez, una crisis. Un trance, una búsqueda de sensación de que tu alrededor es real.
No puede evitar decir lo mismo, una y otra vez, como una obsesión: Es un demonio, es un demonio, es un demonio. Es un demonio… coño.
Joyth deja el agua oxigenada a un cuarto de cantidad y la pone en un lado. Luego, se topa con los dos trajes especiales que lleva el maletín. Los trajes deberían hacerlo inmune a las balas y permitirle mayor movilidad… pero a estas alturas, siente que no puede. Es inútil contra alguien como Ripper. Joyth mete el agua oxigenada dentro del maletín junto con los objetos. Luego observa un transportador que se ubica en una pared, y puede abrirse para meter un objeto. En teoría, debería llevarlo a una de las celdas de la sala de interrogatorios. Joyth escribe una carta que les perseguirá a sus familiares por el resto de su vida, la pone dentro del maletín y cierra la corredera del transportador. El maletín es enviado, y un sonido hueco se escucha a través de la pared.
Joyth se mentaliza en lo siguiente: Va a morir, y todos los saben. Nunca permaneció en alto perfil y acostumbró a estar solo. Nadie lo quería; él tampoco extrañaba a sus compañeros de clase cuando se graduaba. Vivió —hasta conocer a su esposa— con un odio hacia la humanidad que le impedía actuar como él quisiera; causado por tener una forma diferente de funcionar en su cerebro. Esto y su inmadura actitud que tuvo en la adolescencia, lo llevó a… la muerte de su madre.
Sus pensamientos son interrumpidos de forma repentina y una luz se derrama a través del almacén. Las pupilas de Joyth se dilatan y se sobresalta del susto, mentalizándose que este es su fin. Un sujeto se aparece en frente de aquella luz, y Joyth lo vislumbra como una silueta muy familiar.
—Conque te encuentro aquí…