Petra no llega a vislumbrar a Joyth, porque la torre de agua pierde el equilibrio y el piso se inclina. Había colocado C4 (Explosivos Adhesivos) en uno de los soportes, antes de ahuyentar a Ripper con su subfusil, y los acaba de detonar.
Quiere comprobarlo.
— ¡VOY A MATARTE A TI! —Rosher lo dice con el mismo tono (y diálogo) exacto que el dicho antes de la muerte de Thaniuska. Efectivamente, no es humano y es evidente que repite frases.
Soy Petra, y también tengo mis fortalezas. Seré despistada, pero no estúpida.
Luego de este pensamiento, Rosher se impulsa de un pie y esprinta en dirección hacia la otra. Petra sostiene su peso en un pie y levanta su mano para apuntar con su subfusil; no obstante, ocurre algo.
Esto no me lo esperaba.
Logra ver el instante en que Rosher jala el gatillo de su Reznov-28 y la bala sale a una velocidad extraordinaria. Petra puede sentir cómo la bala penetra un lateral del cañón de su subfusil y lo vuelve añicos conforme avanza su trayecto. Otra vez con ese atisbo de cámara lenta… una extraña habilidad que adquirió desde niña. La habilidad no le sirve para nada; no puede moverse a esa velocidad, y solo le permitiría decir sus últimas palabras… en caso de una bala acercarse a su frente.
Los fragmentos del subfusil de Petra se vuelven metralla y alcanzan a rayar el traje que esta lleva. El trayecto de la bala habría ido por encima de su hombro.
Asustada por lo reciente y con Rosher a pocos metros cerca, Petra se arriesga y se lanza de espaldas al vacío. Sus botas tácticas se adhieren con su tecnología a la pared perpendicular de la torre y Rosher se desliza, tropezándose por el bordillo.
Sus miradas se cruzan mutuamente, pero Rosher se niega a caer a su perdición.
Ripper detiene el tiempo antes de tocar el suelo con sus pies.
Debo alcanzarla.
No puede mover la Reznov-28 y disparar a la desconocida del traje; saldría volando debido a la extrema velocidad con la cual se mueve. El androide la deja en el aire y hace lo posible para alcanzar a la desconocida en los diez segundos que se sienten insufribles.
— ¡Te tengo!
Ripper logra tocar la mano de la mujer, con su brazo extendido y hasta estirado a la fuerza; no obstante, el tiempo vuelve a su curso, antes de siquiera jalarla consigo.
Petra ya lo tenía pensado, para desgracia, de Ripper. De inmediato desenfunda uno de sus cuatro cuchillos y se lo ensarta en la muñeca del brazo cercano de Rosher. Luego, toma el antebrazo y lo lanza con fuerza por los aires. La pistola se empuja por las botas de Rosher y comienza a caer a su perdición.
Bingo, Petra acaba de descubrir su secreto. Hubiese usado la Reznov-28, pero en vez de eso, lo dejó flotando. Dos minutos exactos tuvo que Ripper esperar para usar ese tan temible poder no tan desconocido.
Detiene el tiempo, así que tengo dos minutos para acabarlo, piensa Petra.
Encaminándose al suelo, Petra pega un salto cuyas botas se sueltan de la pared y maniobra para girar con su torso apuntando al suelo. Extiende unas alas de su traje, del mismo mecanismo de las ardillas voladoras; de la parte superior del brazo a las piernas, digno de un traje especial. Petra se suspende y planea en dirección al desierto.
Sin embargo, Rosher la divisa y toma su pistola que aún está en el aire. Apunta hacia ella con tiro impreciso, y dispara. Le atina por debajo del hombro y atraviesa el ala. No llega a los órganos vitales, pero si es lo suficiente para sabotearle su vuelo y hacerla desequilibrar; por supuesto, lo hace. Rosher y Petra pegan una fuerte caída al suelo arenoso, y el estruendo del impacto de la torre de agua se llega a escuchar en todo el lugar.
Petra yace con una contusión. Su cabeza duele, sus músculos también y tiene un agujero de entrada-salida por debajo de su hombro. Observa cómo Ripper se pone de pie; está ileso gracias a un arbusto que amortigua su caída. La mujer se levanta vacilando y usa las pocas fuerzas que le quedan.
— ¡ROSHER! ¡MIRA AQUÍ, HIJO DE PUTA! —Joe’puta
Petra corre hacia Rosher como un toro. Rosher se da cuenta y apunta con su Reznov-28 a la dirección de la cabeza de la mujer.
Petra esquiva con la cabeza antes de la pistola, pegar un fuerte estallido que le hace sangrar uno de sus oídos. Luego, se impulsa con los pies y envuelve al androide con sus brazos, embistiéndolo. Su adrenalina está al tope, y no siente ningún tipo de dolor.
Ambos salen disparados al vacío del desierto. Caen hasta rodar a través de la arena, donde Petra blande su puño contra el otro. Él lo recibe, pero le asesta un rodillazo en el estómago de Petra. Está tan decidida, que el dolor no la parará y todavía le guarda rencor a aquel hombre… no, androide. Continúa intercambiándose golpes con él, hasta el momento donde se acercan a la meseta.
Ambos pegan con la arenisca y eso los hace rebotar al aire.
De nuevo, el tiempo parece detenido para Petra. De los 3 cuchillos que le quedan, Petra toma dos y sus brazos se mueven con gracia; ensartándole uno por debajo del hombro. Se apoya del cuchillo recién clavado y, como si fuese a escalar una montaña, le ensarta otro por debajo del hombro de Rosher. El androide pega un aullido de dolor que más parece de preocupación, aunque no se sepa si los androides sientan dolor. Petra lo patea y hunde sus dedos en la arena para no seguir cayéndose.
Rosher sigue rodando, hasta toparse con el suelo. Petra observa de hito en hito, solo para darse cuenta de lo dolorosa que es su hiperventilación; se le acaba de romper una costilla, en el impacto decisivo.
Rosher continúa en el suelo, sin moverse. Ocurre una inquietante pausa que perturba el ambiente. ¿Lo venció? ¿Todo terminó, al fin? Petra acabaría de derrotar al hombre más temido de todo el mundo. No sabía que lo lograría; fue tan tonta, que se le había olvidado su gran poder de observación e inteligencia. A pesar de todo, no puede tomarse el lujo de regocijarse en su victoria.
Rosher se levanta, debilitado y con los cuchillos incrustados en su pierna y hombro. Topa su mirada con la otra, y vocifera.
— ¡Vaya! ¡Qué oponente digna! —Dice con avidez y solemnidad. Hace el ademán de sacar los cuchillos, pero no lo cree conveniente—. ¿Me puedes decir tu nombre?
—Jódete
Rosher pone los ojos en blanco.
—No puedo hacerlo de nuevo; mi cuerpo sufrió daños a los que debe dedicar procesamiento, o como para evitar que haga mi habilidad. —Encoge su espalda—. ¿Entonces?
—Que bueno
— ¡Oye, pero no me lo hagas más difícil! —Replica Rosher—. Yo solo quiero saber, ¿sí?
Petra hace caso omiso. Ve la Reznov-28 cerca de ella y la alcanza de un tirón, luego se desliza sobre la arena. Petra lo comprueba: Rosher apenas se puede mantener de pie y tambalea. Petra no titubea y le apunta para hacerle el tiro de gracia.
Sabe que el retroceso del arma puede llegar a matarla si no lo utiliza bien; las pistolas, así, son problemáticas para quien no sabe usarlas. Pero eso no evitará que su tiro sea preciso; no hay viento fuerte y la luna alumbra bien.
…
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Pero la sombra de la personalidad, es inevitable de esconder. El rasgo despistado de Petra, sale a la luz. La pistola explota en un destello aturdidor y Rosher aprovecha para acercarse.
No le hacían falta dos dedos de frente para trucar la pistola luego de sus heridas, y dejarla como única arma disponible para la desconocida.
Rosher le asesta varios puñetazos alrededor del rostro, uno en el estómago, otro en la entrepierna por precaución, dos por debajo del mentón y el último más fuerte que la manda volando hasta caer con fuerza. Petra hace el esfuerzo para aterrizar sobre sus brazos y no sobre su costilla rota o cabeza.
— ¡SÍ TÚ TIENES TRUCOS, YO TAMBIÉN! —Vocifera Rosher.
La mujer toma su último cuchillo y tiene intenciones de seguir luchando, pero el androide le aplasta su hombro. Suena un traqueteo; se acaba de dislocar a la perfección. La mujer profiere un gemido y utiliza su otro brazo; no obstante, sufre el mismo destino y siente más dolor que en el otro. Acaba de hacer enojar a Rosher; nadie se salva cuando eso pasa.
El androide se tira encima de Petra y le sigue propinando golpes en el casco, destrozándolo hasta hacerle añicos con cada uno. Petra se halla casi inconsciente, y su cabello sobresale del casco roto. Rosher se lo quita con violencia, cortando los pómulos de la mujer; descubre su identidad.
El androide deja escapar un suspiro, y sigue observando atónito.
—Así que, todo este tiempo, fuiste tú. Eso significa que Mike y todos los que andaban contigo, son cómplices, ¿verdad? —Rosher solo llega a escuchar un profundo silencio, y la falta de respuesta le parece suficiente—. ¡Vaya! ¡Eso lo explica todo! Más un sabio le debe tener miedo a la ira de un hombre bueno, y tú lo cagaste.
No obtiene respuesta; Petra sigue con las contusiones que le impiden siquiera hablar. Su rostro está enrojecido, sangra en varias partes del rostro y es seguro que sus moretones parecerán de esposa de hombre borracho. Rosher se enfurece y la toma de su pelirrojo cabello, que comienza a jalar con la intención de arrastrarla hasta otro lugar. Petra entorna sus ojos para responder al dolor.
— ¿Cómo se siente, Petra? —Pregunta Ripper, mientras sigue arrastrándola—. ¿Cómo se siente recibir tu lección por haber cagado la patria de otro país?
Petra intenta hablar, pero solo balbucea. Está muy debilitada… pero, al menos, puede hablar.
—Los golpes… eso fue a lo que me acostumbré de pequeña. Viví angustiada toda mi vida y no había siquiera refugio donde pudiera desahogarme — Responde Petra, mientras le viene una viva imagen en su cabeza sobre lo que está contando, y otra, donde solía practicar golpes con sacos de box para canalizar toda ansiedad y nerviosismo que solía sufrir, durante su estadía en el ejército—. Gracias al cielo que existieron, Joyth. Mike, Thaniuska…, los demás. Las únicas personas que fueron capaces de soportar mi personalidad hiperactiva. No me arrepiento nada; solo sé que eres escoria, Ripper.
Rosher, recién llamado Ripper, observa con recelo.
—Puras chorradas infantiles…
Petra prosigue.
—Tienes un defecto de androide: No puedes comprender por qué me opongo a lo que quieres. Por eso, es que llegamos a esto. Tú mismo lo cagaste todo.
Esto enciende una chispa de duda en Ripper; es información que su mente no había procesado antes. Petra prosigue.
—Porque al menos, nosotros, los humanos, pensamos más allá; más allá de tu asqueroso patriotismo robótico. Nosotros somos capaces de reprogramarnos a nosotros mismos. Algo que TÚ no tienes.
Estas palabras llegan al imaginario corazón de Ripper; sin embargo, no puede procesarlo, porque su mente está bloqueada.
—Bien, tendrás razón —Murmura Ripper mientras se arranca un cuchillo de su pierna; su cuerpo le advierte por herida abierta—. Pero aun así, las cosas no cambiarán. Como alguien me dijo hace tiempo… Las cosas son mejores cuando son breves. Adiós, Petra.
Ripper lleva el mismo problema; sin embargo, engaña su mente para hacerle pensar que es una situación de vida o muerte. Coloca el cuchillo cuya punta se direcciona hasta el cuello de Petra y se prepara para martillarlo contra su tráquea. Casi tan seguro que ve la expresión de Petra, como la de alguien que está viendo su vida delante sus ojos (o deseando no estar aquí).
Ripper no va a temblar; lo hará, porque su situación no es como con Joyth. Su programación le impide matar a alguien al que le había ofrecido suma confianza, aunque aquella persona lo traicione. Petra no le ha ofrecido esa confianza auténtica, solo había pasado desapercibida.
…
Pero de pronto, escucha un estallido desde atrás. Ripper da media vuelta con su torso y un poco sus piernas, y se entera de que alguien le acaba de disparar en la espalda.
Se trata de Joyth. Con un traje del mismo aspecto de Petra con excepción del casco que pudo habérselo quitado. Encorvado y a paso cojo, con su brazo extendido mientras porta una pistola de aspecto común. Este hecho resulta insólito para Ripper; el hecho de que alguien haya tan solo haber cobrado consciencia, tras tener agujereado el cerebro. No puede ser posible, ni siquiera un androide podría hacer eso.
— ¡JOYTH! ¡QUÉ ALEGRÍA! —De la misma manera solemne, y repitiendo el diálogo que dijo cuando lo había visto en el laboratorio, Rosher expresa su saludo.
Ripper suelta a Petra y avanza hacia Joyth con paso rápido, pero este último se deja caer sobre su lado derecho y se desvanece al suelo. Su cuerpo le acaba de fallar, y lo suficiente para perder la consciencia en definitiva.
Petra lo observa por última vez con los ojos entornados, antes de perder también la consciencia.
—Esto es tan inhumano, como la decisión que voy a tomar ahora. —Anuncia Ripper, y se vuelve hacia Petra sin acercarse—. Te voy a dejar viva, Petra; a cambio, mato a este tipo y te dejo el resto de tu puta vida encerrada en ese agujero. Perderás el contacto de la realidad, y ahí, será el momento perfecto para que te libere y te arrepientas de todo lo que hiciste. ¿Qué me importa si esto es una obsesión o un error de programación?
A pesar de sus sentimientos de androide, le duele la traición de ambos y lo expresa a través de sus ojos consternados, que cruzan miradas con la pareja de traidores.
—Solo quiero comprender por qué se oponen a mí… joder —Luego, se agacha para robarle la pistola a Joyth y le apunta con ella—. Solo intento salvar a mi país y no quería hacerle daño a nadie. ¡Me cago en mis muertos!
Pero sin esperárselo, una lanza de un metro de longitud le atraviesa el pecho y otra atraviesa su abdomen. Ante este hecho tan sobrecogedor, Ripper intenta voltearse para ver el causante: Resulta ser el Ente Fungus, su mayor creación que todavía sigue viva. Siente fascinación, pero al mismo tiempo, una sensación que le hace saber que todo va mal.
Otra lanza penetra su columna vertebral y le hace perder movilidad de sus piernas. Ripper profiere una maldición, y apunta por detrás de su espalda para dispararle al otro. Varios disparos le atinan al Ente Fungus, pero este logra arrebatarle la pistola con unas extremidades porosas y llenas de hongos. Las lanzas se desvanecen en polvo, y Ripper cae a la arena.
El Ente Fungus desaparece sin dejar rastro; posiblemente las heridas de la pistola lo acaban de ahuyentar. Ripper está demasiado débil; su cuerpo dedica todos sus esfuerzos por estabilizar las heridas. Intenta comprender lo que pasa a su alrededor, pero ya es demasiado tarde.
Alguien se aproxima y le dispara un electrochoque. Ripper pierde la consciencia y sus ojos se tornan color negro.
Valbuena, quien acaba de llegar justo a tiempo con el helicóptero encendido, se acerca al par.
— ¡AQUÍ ESTÁN, MIKE!
Mike se aproxima con lentitud, Petra abre un poco sus ojos y percibe a ambos como unas siluetas a contra luz. La luz se siente tan fuerte que no los reconoce.
—Esos son… ¿¡Petra y Joyth!? —Pregunta Mike.
Valbuena se acerca y se agacha para tomarle el pulso a Petra. Sus ojos centellean.
—Está bien, pero se ve muy golpeada —Declara Valbuena—. Si lo que me dijiste de Joyth es cierto, no podemos dejar que sufra.
Con la sensación de tener una injusticia a punto de ocurrir, Petra dedica sus esfuerzos para hacer un grito ahogado.
—Joyth vino y me salvó… por favor, llévense a… Rosh...
Petra no logra terminar su oración y pierde la consciencia.
— ¿Qué dices, Petra? —Pregunta Mike, y luego se vuelve hacia Valbuena—. Mierda, debió de ser fuerte lo que pasó… Una torre de agua cayó y su casco está hecho añicos. Creo que también se volvió loca; Joyth no puede…
Esto lo lleva a cruzar sus ojos con el cuerpo del otro hombre, y lo observa perplejo.
— ¿Cómo mierda llegó hasta acá? —Pregunta Mike, quien luego se acerca a Joyth y se agacha para verlo—. Aquí pasa algo raro, puede que Petra tenga razón.
—Puede ser Joyth, ¿¡Pero Rosher!? —Responde Valbuena, y sacude la cabeza mientras subraya las siguientes palabras—. ¡No! ¡Ya dije que no quiero riesgos!
Mike se vuelve agresivamente hacia Valbuena y lo mira con desaprobación. Él cree en Petra, y cree que ella tiene razón. Por cómo acaba de encontrar la situación, no puede evitar pensar en el sufrimiento que ella pudo haber sentido.
—Como tu comandante, te ordeno a cargar a Rosher y Joyth hasta el helicóptero. Si no quieres que te tache de cobarde y con tendencias a desertar, haz lo que te digo y cállate la boca.
Valbuena recibe estas palabras claras y directas. Vacila tanto que se siente incapaz de hacerlo.
— ¿Algún problema? —Pregunta Mike, rompiendo el silencio.
—… No, señor.
A regañadientes, Mike carga a Petra sobre sus hombros; es muy pesada y parece tocar más carne que hueso. La acuesta en el helicóptero y luego hace lo mismo con Joyth, cuyo tacto se siente muy suave para un hombre fornido, no sin antes toparse con algo extraño que lleva en la herida de su cabeza.
Valbuena lo mira de hito en hito, pero luego no le toma importancia. Carga a Rosher con más peso y lo acuesta el helicóptero; siente un temor tal que el corazón podría salírsele del pecho. Toma varias esposas y ata las manos de Rosher junto a sus piernas con unos grilletes, y le encarga a Mike de vigilar para darle de nuevo el electrochoque y así no reaccione.
Valbuena se pone del piloto y el helicóptero parte, levantando la arena y con el suelo alejándose conforme se eleva. Mike no puede evitar pensar en aquellas palabras dichas por Petra, en respuesta al temor que Mike estaba expresando.
Si vas a hablar mierda, solo cállate.
Ya comprende todo. Fue un egocéntrico que se jactaba de ser el mejor; no obstante, su verdadera cara se revelaba cuando se le ponía a prueba. Ganó méritos y logros por pura suerte y gracias a los demás, no a él. No es el hombre valiente que se dijo así mismo ser; solo es un charlatán que no hizo más que restar a su equipo.
DOS MESES DESPUÉS. SEPTIEMBRE DEL 2029.
Érase en 2002. Joyth estaría en medio de una calle nublada. Despejada y llena de baches dignas de unos gobernantes inútiles que no le dan presupuesto.
El día que maduré.
Efectivos paramilitares movilizándose; hubo un disturbio alrededor y manifestaciones en contra de un político que recién se había lanzado al poder y nadie confiaba en él. El joven Joyth, quien tuvo 15 años de edad, se arrodilló frente a una mujer que lleva un agujero en su cabeza. No se mueve, por más que intenta sacudirla.
—Mamá, despierta.
Ocurrió tras un suceso que, aunque sabía que se arrepentiría después, no pensó que ocurriera de esta forma. Joyth había agredido a un joven por cuestiones banales y lo mandó a hospital. Su madre fue informada y tomó la iniciativa de retomar sus medicamentos; Joyth estaba tan inestable que era imposible controlarlo. No era un psicópata o sociópata, y su madre lo sabía. Quiso viajar hacia el psiquiatra más cercano para preguntar qué medicamentos serían efectivos para Joyth, y la dirección de un posible psicólogo que trate sus problemas. Ella se negaba a aceptar que él era (y es) neurodivergente, hasta el entonces reciente suceso que le hizo cambiar de parecer.
Grave error.
Una manifestación se complicó a su alrededor y fue asesinada en circunstancias poco convincentes. Joyth la había buscado para evitar eso mismo.
Este suceso lo marcó para siempre y le hizo saber, que no importa cuánto intente convencerse; causó un efecto mariposa que mató a su madre. Desde ahí, tomo su decisión de reservarse todos sus problemas y hacer cambios radicales en su actitud. Entre ellos, su inmadurez disfrazada de impulsividad y sus problemas de actitud. Pasaron diez largos años para que reuniera valor y tomara la iniciativa de unirse al ejército. Se puso el siguiente objetivo: Hallar al responsable.
Permaneció hasta el 2017, reuniendo evidencias mientras recibía su respectiva educación. Estuvo por incriminar al asesino e hizo el ademán de matarlo. Cosa que no hizo, y ninguna de ambas. Muy poco antes de hacerlo, comenzó una oleada de protestas en su país donde juzgaban al presidente de ese entonces. Su país se volvió mucho peor que en los oscuros principios del 2000.
Aunque hayan sido manifestaciones “pacíficas”, hubo muchos muertos y Joyth presenció los cadáveres con sus propios ojos. En ese momento, le hizo pensar en el paralelismo que tiene con la muerte de su madre.
¿Hubo justicia? No. ¿Al menos despidieron a los asesinos? Tampoco. Todos fueron ascendidos y con medallas de honor a escondidas de la prensa. Joyth se convenció de la corrupción detrás de su gobierno y se rindió.
Por perder valioso tiempo y viviendo con un objetivo perecedero, Joyth estuvo considerando el suicidio. Pero algo le hizo cambiar de parecer, y es el fruto de haberse unido al ejército. Una mujer diez años mayor, quien se enamoraría de él y le permitió desahogarse de todos sus problemas. Algo que a Joyth le faltaba en todo ese tiempo, era comprensión; nunca la tuvo, y cuando casi la tenía, perdió a alguien importante. La mujer lo reconfortó con unas palabras, que lo llevaron a vivir con esta filosofía.
Hay que hacernos responsables de nuestros errores. Yo haría lo que fuera por remediarlos, pero es imposible. Solo queda ir hacia adelante.
Después de todo, tener una pésima vida no justifica lo tóxico que es como persona; Thaniuska se lo demostró con su actitud reservada, quien haya sido hosca, no pretendía utilizar la violencia gratuita (como Joyth sí hizo) y aceptó su muerte.
Al final de este melancólico sueño, Joyth oye unas voces que hacen eco y dan la impresión de ser muy lejanas. Donde abre los ojos.