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Presagios del Fin [Español / Spanish]
XXIX - Defendiendo Gratidia

XXIX - Defendiendo Gratidia

Después de la salida del grupo de incursión hacia el nido de los insectos, el pueblo entró en alerta máxima, la mayoría de los aldeanos estaban escondidos en un pequeño almacén, había menos espacio y todos se sentían algo apretados, pero era mucho más fácil de defender que la gran iglesia, sin contar que una de sus paredes había sido destruida.

Fuera del almacén se encontraba el grupo que se encargaría de defender a todos en caso de un ataque, los tres aprendices de guerreros se habían dividido uniformemente para proteger el almacén y a las custodias y sus aprendices, quienes gracias al gran número de flechas que tenían estaban listas para hacer llover muerte sobre quien se atreviera avanzar con malas direcciones, finalmente estaba un grupo muy improbable, los nigromantes quienes eran resguardados por el sacerdote, que apretaba firmemente la maza de guerra en sus manos, mientras los nigromantes estaban sentados con los ojos cerrados, controlando cada uno de ellos a dos grandes insectos blancos, en los cuales ardía una llama verde que era visible en los espacios de su exoesqueleto mientras patrullaban alrededor del pueblo.

Sin embargo los que más resaltaban entre todos era un grupo de cinco hombres que estaba parado al lado de una ballesta relativamente grande y cada uno de ellos tenía un arpón en la espalda, estos hombres se habían ofrecido por encima de muchos jóvenes enérgicos para cualquier acción de alto riesgo que se necesitara, y finalmente obtuvieron un rol muy importante, ellos se encargaron de usar la ballesta y arpones para capturar insectos gigantes en solitario y asi los nigromantes puedan cargar algo de su energía manteniendo al menos a un par de profesionales relativamente en perfecto estado durante el tiempo que dure la incursión.

Pese a las estrictas medidas todos aun se mantenían tranquilos, pues sabían que tendrían tiempo de sobra antes que el equipo de incursión siquiera llegue al nido, tiempo que fue aprovechado por algunos aldeanos para hacer algunos pequeños preparativos y por los profesionales para dividirse la vigilancia y poder descansar.

De entre ellos el que estaba más feliz por todo esto era sin duda Tomas que en el preciso instante en que salió el primer grupo al nido, este decidió comer y dormir, para así poder estar en las mejores condiciones que pudiera para cuando empiece la verdadera pelea.

Pese a lo dicho por el Nigromante antes de salir que su ataque al nido empezaria en la tarde, o en la mañana del dia siguiente si tenían suerte, ninguno de ellos creía que poseyera suficiente suerte después de todo lo que habían pasado, teniendo siempre a alguien vigilando los alrededores para poder disparar la alarma lo antes posible, este ambiente se empezó a volver pesado poco a poco hasta llegar a la noche, momento en el que los aldeanos rápidamente se dividieron en grupos y formaron fogatas que podrían arder durante toda la noche e iluminar los alrededores de la zona segura permitiendo así a los profesionales observar a una mayor distancia y tener más tiempo para reaccionar a la llegada de los insectos, en medio de toda esta actividad uno de los aprendices de guerrero habló.

—Mi padre diría que es un completo desperdicio de leña el hacer esas fogatas, y que deberíamos aguantar el frío como hombres de verdad.

—No creo que tu padre piense lo mismo si supiera que es para ver a insectos que pueden comerse a alguien en pocos minutos.

—Aún no vimos a ninguno de ellos hacer algo parecido— Uno de ellos objeto mientras revisaba una vez más el filo y la resistencia de su lanza —Sólo las palabras de Richard.

—Tal vez puedan, cuando entraron a la iglesia y empezaron sus ataques, arrancaron grandes trozos con sus mordidas— Los ojos del aprendiz parecieron vacíos mientras miraba al cielo antes de que soltara un estallido de aura de batalla —Las marcas que dejaron en los cuerpos fueron grandes, ni siquiera los lobos dejan marcas de ese tamaño, sus cabezas serán un gran trofeo.

Los aprendices se quedaron en silencio mientras recordaba su primer encuentro con esos insectos y su voracidad, sus cuerpos temblaron casi de manera instintiva cuando recordaron que Richard les dijo que habría aquellos que serían del tamaño de edificios.

—Si se permite guardar tanto miedo en sus corazones, serán sus cuerpos quienes los traicionen al momento de enfrentar al enemigo— La voz de Tomás sacó a los aprendices de su estado de aturdimiento —Habría pensado que individuos cuyo sueño yace en la gloria de ser un héroe que haya salvado el mundo no tendrían miedo de simples insectos rastreros.

—Como puede llamarlos simples insectos, acaso…

—Si eres de corazón tan débil, despójate de tus armas y tu sueño— Tomas había tomado al aprendiz de la ropa y lo había acercado a su rostro mientras sus ojos verdes parecían brillar en la noche —Si a pesar de nuestros esfuerzos creíste que este sería un paseo de fragantes flores, fuimos muy suaves o eres muy estupido, asi que decide si viviras a la sombra de esos meros insectos por lo que queda de tu penosa vida, o encenderás el coraje en tu pecho para luchar contra ellos, pero lo harás aquí y ahora, asi que manifiesta tu decicion, mendigo pusilánime.

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El aprendiz apretó los dientes mientras en su mente se reproducía nuevamente la escena en la que varios insectos entraron a través de la pared caída de la iglesia, de sus afiladas garras, de su dura coraza, de su engañosa agilidad, pero en medio del miedo que estaba en su corazón sintió algo de calor, era su energía de batalla, aún no había logrado tocar el primer paso, pero no podía negar que ahí estaba, esto le dio coraje y finalmente abrió sus ojos que se habían cerrado por el miedo.

—Me quedaré señor, me quedaré y lucharé.

Tomas lo soltó y fue hacia donde se encontraban las custodias, la única que estaba despierta tenían frente a ella dos arcos y los inspeccionaba con mucho cuidado, solo levantando su cabeza para saludar a Tomas por un segundo antes de volver su mirada esta vez a revisar todas sus flechas, Tomas noto que no podría hablar con ellas, así que volvió su rumbo hacia su integración más reciente, los nigromantes, de los cuales solo uno estaba despierto mientras controlaba a sus insectos de hueso, antes que pudiera acercarse fue interceptado por el sacerdote.

—No creo que sea buena idea interrumpir su concentración— la voz era muy baja mientras se acercaba a Tomas —Son los únicos que pueden vigilar los alrededores sin miedo, si necesitas algo dejamelo a mi.

—Ciertamente tienes razón, pero no tengo necesidad de nada en estos momentos, solo buscaba a alguien con quien dialogar para calmar mi espíritu inquieto por la posibilidad de un ataque nocturno.

—Entonces creo que yo podría ser de mucha más ayuda que el nigromante, una de mis principales funciones en este pueblo era la de reconfortar a los creyentes, además de algo de trabajo de campo.

—Admito estar sorprendido, suponía que los sacerdotes como ustedes no necesitarían de trabajar en el campo y su sustento se lo daría su orden o sus feligreses.

—Eso puede ser cierto en los grandes imperios, pero en las tierras malditas por lo salvaje los “inútiles” no son muy apreciados, debido a que con cada persona extra aumenta el peligro de ataques y desastres.

La conversación entre estos dos continuó, hablando sobre el funcionamiento de las órdenes clericales y de los cónclaves, mientras ambos empezaban a dejar de lado la tensa atmósfera que impregnaba el campamento, pero su amena plática terminó con un grito atronador, este grito provenía del nigromante que había estado controlando a sus insectos de hueso, y el grito no era otro que “ya vienen, a sus puestos” estas palabras hicieron que los aldeanos que aún estaban fuera del refugio entraran a este corriendo, que se despertaran a los protectores que aún estaban durmiendo y que todos entraran en alerta maxima, hecho que rápidamente demostró ser necesario cuando varios enjambres de insectos aparecieron alrededor del pueblo, había tanto insectos voladores como terrestres.

Las custodias fueron las primeras en actuar teniendo el rango de ataque más amplio entre todos, desatando una lluvia de flechas que cayó sobre los enjambres como una sombra de la muerte, sin embargo el número de estos era tan elevado que apenas si pudieron retrasar unos instantes su acercamiento.

—Oh no, seguro fueron descubiertos durante la noche.

—Todos tendrán tiempo para lamentar la suerte del equipo de incursión cuando termine esto, ahora tomen sus armas y acaben con tantos insectos como les sea posible.

El grito de Tomas hizo que todos se enfocarán nuevamente, y cuando los insectos empezaron a acercarse los aprendices de caballero se interpusieron en su camino como primera línea de defensa, pero rápidamente empezaron a ser abrumado por el gran número de insectos, para su fortuna en ese momento cuatro grandes figuras de hueso fueron en su ayuda, las marionetas de hueso de los nigromantes interceptaban los golpes mortales y daban a los aprendices el tiempo necesario para respirar y recuperarse antes de volver a defender, sin embargo seguían retrocediendo lentamente, esta situación obligó a Tomas a actuar antes de lo que había previsto, sacando una gran piedra rúnica y después de canalizar su energía en ella para activarla, gritó órdenes a las custodias quienes redirigieron toda su potencia de fuego hacia un lugar específico del enjambre, abriendo de esta manera una brecha en lo que parecía ser un torrente interminable, Tomas lanzó su piedra rúnica a esa brecha y poco después de escuchar una gran explocion liberando la presión por un tiempo, sin embargo esto no duró mucho, rápidamente el lugar se llenó con más insectos.

Tomas logró repetir esta acción dos veces más antes que los insectos aprendieran este patrón y evitaran las explosiones, ahora ya no podía causar tanto daño, pero al menos podría liberar la presión sobre los combatientes físicos por pequeños periodos de tiempo, rápidamente cambió de estrategia, cambiando sus constructos de runas hacia unos que paralizaran o ralentizarán a los enemigos.

Los nigromantes al ver esto se pusieron de acuerdo y dejaron un títere de hueso protegiendo a cada aprendiz de guerrero y enviando al último a asesinar a los insectos paralizados y ralentizados, y aunque recibía daño cada vez que lo hacía, estos daños no eran demasiado grandes debido a que después de la refinación de los nigromantes estos títeres de hueso estaban casi en el umbral del primer paso, además los hombres del pueblo que se habían quedado fuera cumplieron fielmente su papel, dirigían de manera precisa la ballesta apuntando a insectos relativamente solitarios y luego que fueran enganchados por el arpón los jalaban hacia los nigromantes para que absorbieron su energía vital y pudieran reparar a sus marionetas de hueso con sus exoesqueletos, manteniendo un delicado equilibrio en la lucha contra los insectos.