Sentada cerca del borde de la azotea, Neigail escribía sin parar, con el portátil sobre sus rodillas. Tenía los pies apoyados contra la alambrada. Comenzaba a ver cada vez más cerca el final de su historia, y se le ocurrían múltiples formas de conectarlo con sus tramas actuales. Aquella novela descomunal, que posiblemente tendría que dividir en cuatro partes, estaba al fin a pocas semanas de su conclusión.
Aquello no pondría fin al trabajo, por supuesto. Niv le había señalado muchos errores, y últimamente Miyuki también empezaba a aportar, pero tendría que hacer una corrección completa de todo ella misma. Y luego vendrían las revisiones… No quería ni pensarlo. Casi le parecía una crueldad la idea de enviar semejante mamotreto a su pobre editora…
Sonrió, releyendo el diálogo que acababa de escribir. Nada de aquello importaba ahora. Una de sus cosas favoritas de la escritura es que podía subdividir un trabajo titánico en tareas asequibles para una noche tranquila. No necesitaba preocuparse ahora de que todo fuera perfecto, solo de que el capítulo lo fuese. Pensó un momento, indecisa sobre qué frase sería mejor para cerrarlo, y guardó el documento.
Quizá no habría sido muy elegante decirlo en voz alta, pero sentía que había hecho un buen trabajo.
—Así que te escondes aquí. —Una voz la sobresaltó—. Eso explica muchas cosas.
Neigail se dio la vuelta. Niv la observaba con los brazos cruzados, apoyado contra la pared del mausoleo blanco. Un tejado recubría aquella elegante tumba del cementerio por monedas, y la escritora se ocultaba a menudo bajo su alero, disfrutando de las vistas nocturnas y de la sensación de soledad.
—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó Neigail—. No estoy enfadada, pero no es bueno quedarte en silencio mirando a la gente que está concentrada. Lo sabes, ¿verdad?
—No quería interrumpirte mientras escribías —se justificó Niv, y se sentó junto a ella—. La verdad es que a mí no me gusta mucho este cementerio, así que nunca se me ocurrió buscarte aquí.
—A mí me encanta —susurró Neigail. Le miró de reojo—. No la azotea en si misma, sino las vistas. Mira esos edificios a lo lejos. Mira aquella torre. Mira las luces. Está todo lleno de vidas, todas diferentes, algunas inimaginables para nosotros. ¿No te parece evocador? A veces tengo la sensación de que la propia ciudad se transforma ante mis ojos.
—Creo que lo entiendo. —Niv se encogió de hombros—. Pero no imagino nada bueno cuando miro a lo lejos, la verdad. Prefiero quedarme abajo, a pie de calle. Me siento más en mi elemento. Además, la comida está más a mano.
—¡Eso es verdad! —admitió Neigail, riendo—. A veces subo comida, pero se me enfría por el camino. ¡Son cinco plantas hasta aquí!
—¿Has terminado el capítulo, entonces? —Niv se inclinó hacia la pantalla del portátil, pero Neigail la apartó casi instintivamente.
—¿Tan impaciente estás? Eso sí que es halagador. Pero tengo que darle una relectura antes de poder enseñarlo —advirtió la escritora.
—Está bien. Seré paciente. —Niv se incorporó—. Por cierto, esta noche llegan visitantes. Mira ahí abajo.
Con las piernas un poco entumecidas, Neigail se levantó tambaleándose y se agarró a la alambrada. Abajo, caminando sobre el asfalto iluminado por los neones, dos sombras se acercaban. La mujer entrecerró los ojos, tratando de distinguirlas mejor. Eran un chico y una chica, jóvenes a juzgar por la ropa, y ambos cargaban con bolsas de viaje.
—Parecen en problemas, ¿no? —murmuró ella.
—Tú también lo crees. —El hombre de blancos cabellos se rascó la nariz—. ¿Qué te parecería encargarte de ellos? Pregúntales qué les pasa, enséñales usar las instalaciones, ya sabes…
—Lo que tú haces normalmente, quieres decir. —Neigail examinó detenidamente a Niv. Era raro que le pidiera aquello, pero debía tener sus motivos. Y fueran cuales fueran, su rostro no dejaba traslucir ni uno de ellos—. Está bien. No me vendrá mal hablar con más gente. Supongo que a eso es a lo que realmente has venido, entonces. Ya sabías que vendrían.
—¿Y cómo iba a saberlo? —protestó Niv—. Acabo de verles, casi al mismo tiempo que tú.
—Ya, qué casualidad —se burló Neigail.
—La gente no para de atribuirme poderes que no tengo —gruñó el hombre canoso—. No es el fin del mundo, pero empieza a irritarme un poco. En cualquier caso… Gracias, Neigail.
Aunque se hubiese comprometido, aquello no era tan fácil como Niv siempre lo hacía parecer. La escritora bajó despacio las escaleras, acercándose a los adolescentes (ahora los veía con claridad) que cuchicheaban examinando las máquinas expendedoras.
Estaban despeinados y con la ropa manchada, y el agotamiento se reflejaba en sus voces. Neigail no dudaba que lo hubieran pasado mal antes de llegar así, pero… ¿Quién era ella para hablarles, aun así? Una simple desconocida entrometiéndose. Quizá aquello era un error. Quería ofrecerles ayuda, pero no lograba reunir el valor para dirigirse a ellos. No tenía ni idea de qué decir.
Escribir diálogos en sus libros era mucho más fácil. Le resultaba natural imaginar lo que dirían otros, pero no tanto dar con lo que el mundo esperaba que ella dijera. En realidad, no podía aceptar aquella tarea. Seguramente espantaría o enfadaría a aquellos chicos y se marcharían. No valía la pena fingir que podía encargarse de aquello.
Pero claro, Niv se lo había pedido. Neigail suspiró.
—Buenas noches, jóvenes. —La escritora se acercó a la pareja, imitando el tono y las maneras del albino, intentando encontrar la forma de mostrarse amigable y misteriosa al mismo tiempo—. ¿Buscáis alguna recomendación? ¿Qué tipo de comida os gusta? Si buscáis algo ligero y nutritivo, las brochetas son excelentes.
Los jóvenes se volvieron para mirarla con timidez. Él tenía el pelo peinado hacia atrás, era bastante moreno y vestía una sudadera blanca abierta y una camiseta a rayas amarillas debajo. Ella tenía el pelo corto, pendientes y vestía ropa negra de deporte.
—Eh… —Agarrándose al brazo de su acompañante, la chica trató de responder—. No hace falta, gracias…
—Estamos bien —intervino el chico, a la defensiva—. ¿Quién narices eres tú?
—Excelente pregunta —dijo Neigail, sin saber por qué—. Me llamo Neigail, ¿y vosotros?
—Yo soy Shin Kasahara. Y esta es mi novia, Yu…
—¡Aaaaah! —La novia debió dejar sorda a Shin al chillar y colgarse de su brazo de esa manera—. ¿¡Eres Neigail Kristoph!?
Vale. Aquello haría las cosas más fáciles. Aquella reacción solo podía significar una cosa.
—¿Quién? —preguntó Shin, desconcertado por la reacción.
—¡La autora de Cat Calendar, tonto! —La chica se adelantó y le tendió la mano—. ¡Yo soy Yumi Yanagi, encantada!
Neigail estrechó la mano que le tendían, complacida pero un poco aturdida. No le venía mal, pero no esperaba que alguien reconociera su nombre. Era la primera vez que se encontraba con una lectora en persona. Demasiada casualidad. ¿Aquello también era cosa de Niv?
—Así que esta es una de las escritoras que te gustan. —Shin parecía sentirse un poco fuera de lugar—. Es una lástima que no hayas podido traerte tus libros.
—¡Y que lo digas! —Yumi hinchó las mejillas—. Pero había que priorizar. Si fuese por ahí cargando con media biblioteca, la bolsa de viaje pesaría el doble.
—¿Estáis de viaje? —preguntó Neigail, inocentemente—. Parece que lo habéis pasado mal para llegar aquí.
—Nos atacaron monstruos. —Shin suspiró. Parecía haber relajado su desconfianza inicial hacia Neigail—. Intentamos enfrentarnos a ellos, ya que queremos ser aventureros… Pero no salió muy bien. Íbamos desarmados.
—Me alegro de que escaparais de una pieza —dijo la escritora, de corazón.
—Pero, ¿y tú? —preguntó Yumi—. ¿Qué haces en un lugar como este?
—Puede sonar un poco raro, pero de momento estoy viviendo aquí. —Neigail se preguntó si era pronto para mencionar el hotel—. Es como una especie de… retiro espiritual.
—¡Ah, entiendo! Con toda polémica que hubo con el último libro… —Yumi se tapó la boca—. Bueno, aunque no creo que quieras hablar de eso. Perdón.
—No te preocupes. —Neigail descartó la idea con una mano—. Ni siquiera lo considero una polémica. Simplemente, había mucha gente descontenta con lo que ocurría con la protagonista al final de la última novela. Y decidió hacérmelo saber. Todos los días. Durante meses. —Suspiró—. Por suerte se les ha ido olvidando. Aquí no llega Internet, así que mi desconexión de las redes es casi total. Pero esa historia no es muy interesante, en realidad. ¿Me contáis qué os ha ocurrido a vosotros?
—Un momento, compraré un poco de comida y te lo contaré mientras cenamos. —Yumi parpadeó—. Mencionaste las brochetas, ¿verdad?
Sentada entre Neigail y Shin, y con un palillo lleno de carne y verdura ensartada en cada mano, Yumi se sintió lo bastante cómoda y relajada para hablar.
—Verás, nuestra historia es casi como una de tus novelas —dijo la joven—. Shin y yo nos conocemos desde pequeños. En realidad, siempre nos hemos gustado. Lo malo es que yo nunca fui muy del agrado de su familia. Tienen sus propias ideas sobre con quién y con quién no deberían relacionarse.
—Me prohibieron salir con ella —apuntó Shin, con la boca llena.
—¡Exacto! —exclamó Yumi, agitando un puño con indignación—. Seguíamos viéndonos en secreto, por supuesto, pero al final nos descubrieron. El pobre Shin tuvo una gran discusión con su madre. Le hizo elegir entre su familia o yo. Y me eligió a mí. —Parpadeó, ruborizada. Neigail casi podía ver corazoncitos brotando de su cabeza—. Mi familia le acogió en casa, pero entonces las cosas se pusieron violentas…
—Mi familia no es trigo limpio —admitió Shin—. Y mi padre estaba furioso.
—Unos hombres de negro atacaron a mi padre. —Yumi agachó la cabeza—. En ese momento, Shin decidió que debíamos separarnos. No quería que yo y mi familia estuviéramos en peligro, pero entonces yo pensé…
—Pensaste que si os fugabais, dejarían a tu familia en paz y volveríais a estar juntos sin que pudieran evitarlo —adivinó Neigail. Pese a lo que había dicho Yumi, a ella no le parecía que esa fuese la clase de historia sobre la que ella hubiera escrito.
—Pero no funcionaría si mi familia no nos veía fugarnos —añadió Shin—. Tuvimos que pasar por el territorio de mi padre. Me aseguré de que uno de sus hombres de confianza nos viera… y le derribé de una patada cuando trató de detenernos. —Sonaba muy orgulloso de aquello último—. Después, un montón de matones de mi padre nos persiguió… y cuando por fin les perdimos de vista…
—¡Aparecieron los monstruos! —Yumi volvió a tomar el control de la narración—. Eran pequeños, pero solo teníamos las armas improvisadas que nos encontrábamos, y no pudimos acabar con ninguno. La primera noche, dormimos en un autobús abandonado, pero al amanecer estaba todo rodeado de monstruos. Era como si hubiesen planeado cerrarnos. Aun así, el autobús tenía gasolina y logré hacerle un puente. Lo movimos cien metros, atropellando monstruos por el camino. Algunos saltaron al interior por las ventanas, pero Shin los rechazó mientras yo conducía… Y finalmente tuvimos que irnos corriendo. —La adolescente suspiró—. La segunda noche no nos atrevimos a dormir, así que al día siguiente estábamos agotados. Parecía que los monstruos ya no nos perseguían, pero…
—Pero eso era porque nos habíamos adentrado en el territorio de uno más peligroso. —Shin arrancó el último trozo de carne del palillo que tenía en la mano—. Hay quien dice que los monstruos no son tan distintos de nosotros, pero creo que se nos parecen solo en las peores cosas. Ni siquiera intentamos pelear contra aquel bicho enorme, nos limitamos a escapar y acabamos llegando aquí.
Yumi miró hacia la entrada de reojo.
—Espero que no nos haya seguido —susurró la chica—. De ser así, tú tampoco estás a salvo.
—Oh, estamos seguros aquí. —Neigail trató de sonar tan tranquilizadora como pudo—. Llevo muchísimo tiempo en este lugar, y nunca he visto un monstruo. No se acercan. No sé por qué, creo que alguna clase de poder los mantiene a raya.
—¿En serio? —Yumi la miró con escepticismo—. ¿Existe un sitio así? No sé…
—Yumi, es perfecto. —Shin no la miraba. Tenía la vista al frente y parecía concentrado en sus reflexiones—. ¿Y si nos quedamos aquí también? Si vamos a ser aventureros, necesitaremos un refugio seguro.
Yumi puso mala cara.
—No lo sé, Shin… —Se volvió a mirar a Neigail—. ¿Cómo lo haces tú? ¿Duermes en un banco o…?
—Hay un hotel por monedas en la tercera planta —explicó Neigail, sorprendida por lo fácilmente que estaba fluyendo todo—. La habitaciones no tienen nada de especial, pero son acogedoras.
—En ese caso, está bien… —La joven pareció un poco más convencida—. Podríamos alquilar un par de habitaciones.
—¿Un par? —Shin rio por lo bajo y la envolvió con su brazo—. Nos sobra con una, ¿no? —susurró, aunque su voz seguía siendo perfectamente audible—. Tenemos que… ahorrar y eso…
—Ay, cómo eres —Yumi soltó una risita y levantó la cabeza para besarle.
Neigail apartó un poco la mirada, sorprendida. En su experiencia, los jóvenes de aquella ciudad no eran muy dados a manifestar su afecto en público. Aquellos dos debían ser una excepción.
Así fue como Shin y Yumi se unieron a la vida diaria del Coin Block. El siguiente domingo, por consejo de Niv, pasaron el día charlando con otros aventureros e intercambiaron buena parte de sus pertenencias por armas y protecciones. No tardaron en marcharse para realizar su primera misión, de la que afortunadamente volvieron de una pieza. Les costó varios días encontrar el camino de regreso al Coin Block, eso sí. Neigail tuvo que bloquear preventivamente la puerta de su habitación, para que ningún otro viajero la alquilara.
No se trataba solo de ellos. El famoso trío legendario, al que Neigail ya había visto alguna que otra vez también estaba pasando mucho tiempo en el Coin Block últimamente. Ahora tenían un cuarto miembro, aunque parecía más una aprendiza que otra cosa, y se mantenía un poco al margen. Tanto aquella chica como Yumi solían ir a charlar con Hotaru a las recreativas.
A veces, cuando Yumi y Shin no conseguían misiones, ayudaban a Niv y a Miyuki a reponer las máquinas expendedoras. En una ocasión, Yumi también ayudó a Neigail a limpiar las habitaciones del hotel que el trío legendario había dejado libres.
—Esto no es nada —dijo Yumi, ayudando a la escritora a subir los productos de limpieza desde el sótano—. Cuando viajo con Shin, llevamos encima casi veinte kilos entre las armas, el equipo y todo lo demás. ¡Y tenemos que poder movernos bien! Como me he especializado en luchar con cadenas, debo empaquetarlas con mucho cuidado para que no hagan ruido si quiero moverme sigilosamente. El otro día, Shin me regañó porque alerté a unas bestias de Tauro…
Había comenzado a contarlo como si fuese una anécdota graciosa, pero Yumi se detuvo a media frase. Neigail la miró, preocupada. Aquella chica se lo contaba todo últimamente. Tenía la sensación de que la había elegido como una especie de figura materna sustituta, quizá por haberle dado la bienvenida en la noche de su llegada.
Aunque no sentía que pudiera ocupar ese rol, Neigail tampoco podía ignorarla.
—¿Qué ocurrió, Yumi? ¿Va todo bien?
—No sé si servimos para esto, Neigail —dijo, con voz llorosa—. Shin huye en cuanto nos enfrentamos a cualquier enemigo mínimamente grande. Solo se atreve a matarlos si están dormidos. A mí se me da un poco mejor, pero a veces cometo fallos, y me da miedo morir si él no me cubre las espaldas. Me prohibió contarlo. Dice que nadie querrá contratarnos si arruino nuestra imagen…
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—Vuestra imagen la está arruinando él. —Neigail suspiró—. Mira, yo no entiendo gran cosa de monstruos y aventureros, pero… ¿No podríais encontrar un trabajo más normal?
—Los trabajos del Coin Block están bien, a mí me gustan… —admitió Yumi—. Pero Shin los odia. Le propuse trabajar en un combini, y dijo que es demasiado peligroso, que su familia nos encontraría. Además, no podríamos quedarnos aquí…
—En ese caso, tendrá que empezar a echarle valor y a protegerte como es debido —expresó Neigail—. Y si no es capaz… bueno, entonces significará que no está a tu altura.
Yumi le lanzó una mirada muy extraña.
—¿Qué estás insinuando? —preguntó—. Tú eres la única en la que puedo confiar, Neigail. Pero si hablas mal de Shin…
No acabó la frase, ni volvió a dirigirle la palabra en lo que quedaba de día.
El asunto podría haber quedado olvidado ahí. Pero un par de semanas después, Neigail fue testigo de una discusión que no le gustó nada. Acababa de despertar con hambre a media noche, y estaba pensando en bajar a buscar comida a las máquinas expendedoras y de paso saludar a Niv. Sin embargo, en cuanto abrió un palmo la puerta, escuchó un alarido de Yumi que la hizo quedarse congelada.
—¿¡De qué narices vas, Shin!? —chilló la muchacha—. ¿Es que se te ha ido la pinza?
—Yumi, cálmate. —La voz de Shin estaba relajada. Casi tenía un deje bromista—. Lo estás malinterpretando.
—¿Qué he malinterpretado? Estabas intentando camelarte a Zenobia como un perro baboso. ¡Le propusiste subir a su cuarto! ¡Le dijiste textualmente que teníais que aprovechar ahora que yo no andaba cerca! ¿¡Qué querías hacer con ella, jugar a las cartas!?
—Quería hacerme su amigo para ver si así nos aceptan en el grupo de Mahiru.
—¡JA! —La voz de Yumi podría haber derribado a alguien que rondara por allí cerca—. ¿¡No podemos con las misiones para principiantes y quieres meternos en el trío legendario que está buscando por todas partes a ese bicho súper poderoso!? Invéntate algo mejor, porque…
—¡Quería entrar yo! —La voz de Shin se transformó completamente—. ¡Si no fueras una inútil, no necesitaría recurrir a esto! ¡Tengo que hacerme un nombre como aventurero, y si eso implica jugar un rato bajo las sábanas de Zenobia Drownhill, que así sea! ¡Podrás vivir con ello!
Yumi se quedó helada. Neigail no podía verla, pero no le hacía falta. Tardó un buen rato en articular palabra.
—Pues parece que eres tan malo consiguiendo camas como consiguiendo misiones, Shin, cariño. Ella se ha reído en tu cara y se ha ido a jugar al Yay Sukiú con Hotaru. Si pretendes vivir de tus habilidades bajo las sábanas, no necesitas quedarte aquí. Tu padre tiene un bar en el que…
—¡CÁLLATE! —bramó Shin—. ¡VETE A TOMAR POR CULO, YUMI! ¡JODER!
Debió entrar en su habitación, porque a continuación sonó un sonoro portazo. Hubo otro momento de tenso silencio, y entonces Neigail oyó un sollozo. La escritora salió a buscar a Yumi. Estaba sentada sobre sus rodillas en medio del pasillo, y se tapaba la cara con las manos.
—No, no, no. —La mujer se agachó junto a ella—. Así no, pequeña. Venga, no pasa nada. No pasa nada. Puedes quedarte en mi habitación.
—¿L-lo has oído todo? —La adolescente se dejó conducir al cuarto que Neigail había dejado abierto—. S-shin no es así. Él no… Lo que pasa es que el d-dinero va mal… Él estaba acostumbrado a…
—A que sus padres se lo pagaran todo, sí. —Neigail abrazó a la chiquilla—. Escucha, ahora tienes que pensar muy bien lo que vas a hacer. Ya has visto que a Shin no le importa hacerte daño. ¿De verdad quieres seguir viviendo aquí? ¿Vivir así por él?
—Abandoné todo lo tenía por él —sollozó Yumi—. Todo lo que soy. Él era… mi escudo. Estar con él hacía que las cosas malas que me pasaban no tuvieran importancia. Creía que, si estábamos juntos… nunca me sentiría así.
Se había sentado sobre la cama de Neigail. Agarró la almohada y la abrazó con fuerza, enterrando la cara en ella. La escritora no hizo nada por evitarlo, pero se anotó mentalmente que tenía que lavar la funda al día siguiente.
—Escucha, todos hemos tenido alguna vez alguien que nos ha hecho pensar eso —dijo Neigail—. Pero se llama dependencia. No puedes usar a otra persona como un muro con el que escudar tus emociones, porque las personas a veces se derrumban. Todas. Y entonces te quedas desnuda ante el mundo. A veces se desmoronan sobre ti y te aplastan. O a veces, simplemente, ya no les interesa protegerte y se alejan. Necesitas muchas más cosas sobre las que sustentar tu vida, no solo el amor.
—Pero no es así en tus novelas —protestó Yumi—. ¿Por qué no puede ser como en Cat Calendar? —dijo, tratando de forzar la complicidad bajo su voz llorosa—. Los chicos de verdad deberían ser así, no intentar… —No pudo acabar la frase. Se echó a llorar con más fuerza.
Aquello tocó las narices a Neigail.
—Yumi, no sé si de verdad has leído mis libros, pero si es así no los has entendido —dijo con voz severa—. Quizá soy peor escritora de lo que esperaba, así que te lo diré directamente: el amor romántico será muy bonito, pero es un infierno para la gente sin amor propio. ¿Cuáles son los personajes que acaban peor en mi historia? Precisamente los que dependen enteramente de sus relaciones para ser felices. En cambio, la protagonista de Cat Calendar pasa cuatrocientas cincuenta páginas aprendiendo a quererse a si misma, antes de poder aceptar el amor del chico de su calendario. ¿Cuándo vas a empezar tú a amarte, Yumi?
No hubo una respuesta. La joven había dejado de llorar, seguramente conmocionaba al llevarse una reprimenda cuando solo esperaba recibir consuelo, pero no dijo nada. Las dos se quedaron allí, en silencio, hasta que finalmente Yumi se quedó dormida.
La escritora aprovechó para marcharse al vestíbulo, pensando solo en poner al día a Niv de lo que acababa de pasar. Aunque pensándolo bien, no es que hubiera mucho que él pudiera hacer.
Si las cosas se hubiesen mantenido igual, quizá la relación entre aquellos dos se habría ido degradando progresivamente hasta terminar en una anticlimática despedida. Aquella comenzaba a ser la esperanza de Neigail, pero no duró mucho. Las cosas casi nunca eran tan sencillas.
—Neigail, tengo que contarte algo —dijo Yumi casi un mes más tarde, mientras la ayudaba a limpiar una de las habitaciones del hotel—. Es algo muy bonito, pero que da un poco de miedo. Eres la primera aparte de nosotros en saberlo. Verás… Estoy embarazada.
—¿Qué? —A Neigail se le cayó la bolsa de plástico que tenía en la mano.
—¡Estoy embarazada, Neigail! —Yumi sonrió como nunca antes y sus mejillas se sonrosaron.
—Yumi. Hay unas máquinas expendedoras especiales en los baños de cada planta del Coin Block. ¿Alguna vez te has preguntado para qué están ahí? —Neigail apenas podía evitar que la frialdad trasluciera en su voz.
La sonrisa de Yumi se esfumó.
—¡Creía que te alegrarías por mí! ¡Eres una mujer horrible! —la acusó—. Seguro que tienes envidia. Tú no tienes a nadie en tu vida.
Neigail descartó el intento de la chica de herirla. Era casi infantil.
—Yumi, no estás en posición de quedarte embarazada. ¿Te das cuenta de dónde vives? ¿Crees que un niño puede nacer en el Coin Block? ¿Que puede vivir aquí? Shin te insultó e intentó tirarse a otra hace tan poco tiempo que yo creía que seguíais peleados. ¿Crees que sería un buen padre? ¿Crees que serías tú una buena madre, con tu edad y sin dinero?
—Shin será un buen padre. —Yumi habló con una fe inquebrantable en su amado—. He hablado de esto con él. La noticia le ha hecho muy feliz. Ha dicho que a partir de ahora trabajará en serio. Se acabó intentar ser aventureros. No va con nosotros. Trabajará en cualquier cosa que nos permita seguir adelante y ser una familia. Los dos lo haremos.
—Es un paso en la buena dirección, supongo —tuvo que admitir Neigail. Aquella fijación con ganarse la vida matando monstruos siempre la había desconcertado—. Pero un diminuto paso hacia la madurez no te cualifica para la paternidad.
—Lo haremos bien, Neigail. —Olvidando que estaba enfadado con ella, Yumi la cogió de las manos—. Nos queremos a nosotros mismos, los dos, y también querremos al bebé. Ya lo verás. Estarás orgullosa de nosotros.
La escritora se sentía como si observara un tren enorme acercándose a un tramo destrozado de las vías. No podía hacer nada para pararlo, era demasiado grande y llevaba demasiada inercia. El conductor no parecía escuchar sus advertencias, y si se ponía en medio para intentar evitar la desgracia, se la llevaría por delante. Solo podía sentarse y verlo descarrilar.
En realidad, al principio parecía que Yumi llevaba algo de razón. Shin vendió sus armas y comenzó a trabajar como el que más todos los días. No solo se ocupaba de tareas en el Coin Block, sino que salía al exterior en busca de más trabajos, y eso implicaba que a veces pasaba muchos días fuera. Cuando regresaba, solo tenía ojos para Yumi y la colmaba de atenciones, más de lo que lo había hecho en todo su noviazgo.
Niv parecía bastante enfadado con aquella situación. Había hablado varias veces con la pareja desde que se había enterado de la noticia, siempre para recordarles que no tenía intención de tolerar la presencia de un niño en el Coin Block, y que les devolvería a ambos a sus padres si no encontraban un lugar al que marcharse antes. Según él, lo habría hecho de inmediato de no ser por la complicada relación que tenían con sus familias.
Así que ahorraban. Ahorraban para salir de la ciudad, marcharse muy lejos y encontrar un lugar en el que pudieran llevar una vida humilde y tranquila. Era una perspectiva entrañable, pero Neigail no confiaba en la pareja, y en especial recelaba de Shin. Seguía escuchando en su cabeza el traqueteo del tren a punto de descarrillar.
Sucedió una noche sin luna. Niv y Miyuki estaban leyendo el penúltimo capítulo de la novela de Neigail. Al final, tras un sprint milagroso, el ex oficinista había logrado ponerse al día a tiempo para leer el arco final recién salido del horno. A veces, la escritora había tenido que arrancarle el portátil de las manos para poder seguir con su trabajo.
Yumi también estaba en la entrada, hablando en voz baja con Hotaru. Todavía no se le notaba la barriga, pero Neigail se daba cuenta de que había cogido la costumbre de frotársela constantemente. Estaba obsesionada con el futuro niño, aunque la escritora suponía que no podía culparla por ello.
Cuando Shin entró por la puerta, la muchacha cegó a los presentes con su sonrisa y fui corriendo a saludarle.
—¿Pero qué haces, idiota? —Yumi soltó una carcajada al ver que Shin la esquivaba. Creía que el chico lo hacía de broma.
—Yumi. Quédate quieta un momento —pidió él, con voz severa—. No, en serio, déjame que… Yumi, oye… ¡No me toques!
Su grito sobresaltó a todos los presentes. Yumi retrocedió lentamente, con los ojos muy abiertos.
—¿Pero qué…? —La muchacha estaba completamente descolocada. Neigail entornaba los ojos, adivinando lo que estaba a punto de presenciar.
—He hablado con mi madre, Yumi.
—¿Qué…? —El horror inundó los ojos de la joven novia—. Shin. No. No.
—Hemos… hemos hecho las paces. —Shin sonrió sin motivo—. ¿No crees que hemos estado actuando como críos? Nos matamos a trabajar, ¿y para qué? Ya teníamos unas buenas vidas.
—¡Queríamos una vida juntos!
—No siempre podemos tener lo que queremos. Es parte de madurar. —Era como si Shin recitara un texto que se hubiera aprendido—. Es mejor que nuestros caminos se separen aquí, Yumi. Yo me vuelvo a casa. Conseguí que mis padres prometieran dejar a tu familia en paz. Puedes quedarte en el Coin Block o regresar. En ambos casos estarás a salvo.
Habiendo terminado con lo que tenía que decir, Shin se dio la vuelta y empezó a alejarse. Yumi corrió tras él y se agarró a la parte trasera de su chaqueta.
—Pero, ¿¡qué pasa con nuestro hijo, Shin!?
El joven se detuvo. Se dio la vuelta lentamente, desasiéndose. Su rostro reflejaba una profunda perplejidad.
—Querrás decir tu hijo —respondió—. Tú lo llevas dentro, no yo.
—¿¡Qué!? —Yumi chilló—. ¡Me suplicaste que lo tuviera! ¡Dijiste que le querrías…! Dijiste que…
—Puedes tener al niño, si quieres. —Shin la miró con tristeza—. Mis padres no le perseguirán, aunque supuestamente tenga mi sangre.
Yumi retrocedió como si hubiese recibido un latigazo.
—¿¡Supuestamente!? —repitió, incrédula—. ¡Eres el único padre posible, Shin! ¡Acepta tu responsabilidad! ¡Tu madre te ha lavado el cerebro, lo que tú quieres es…!
—¡NO! —gritó Shin. Neigail y Niv se levantaron y se acercaron a la entrada, temiendo que el chaval pasara a la violencia. Pero simplemente soltó una risotada y se tranquilizó—. No —repitió en voz más baja—. El niño no debería existir. Es culpa tuya. Pasó porque eres demasiado lasciva —sonrió, como si acabara de decir algo muy gracioso.
Yumi estalló, de hecho, en carcajadas. Pero era una risa rota, una risa escalofriante que llenó de temor los corazones de quienes la oyeron.
—¿En serio, Shin? —preguntó, y cayó al suelo sin poder dejar de reírse—. Claro, claro… Es culpa mía… Todo es culpa mía…
Una figura pasó volando por encima de Yumi. Un pequeño puño impactó en la cara de Shin, que cayó al suelo agarrándose la nariz rota mientras un montón de gotas de sangre volaban por los aires. El chico aterrizó en el suelo y se apartó de su agresora, arrastrándose.
—Pero, ¿qué narices…? —Al igual que todos, miró incrédulo a Hotaru, que tenía el dorso de la mano manchado de rojo y levantaba el puño de forma amenazante. Nadie había esperado que ella, de entre todas las personas, interviniera. Y menos de aquel modo.
—Vuelve con tu puta madre, Shin —ordenó Hotaru—. ¿Lasciva? Eres tú el que ha intentando llevarnos a todas a la cama. Eres asqueroso como hombre y como ser humano. Si vuelves a aparecer por el Coin Block, te arranco los huevos. ¿Lo captas?
Shin se incorporó, ensangrentado y con una mirada agria. Posiblemente pensaba en devolver el golpe a Hotaru, pero Niv ya estaba junto a su protegida y tenía una mano puesta en su hombro. El hombre de pelo blanco lucía una cara de muy pocos amigos.
Sin añadir nada más, el novio se alejó a paso vivo. No se le volvió a ver por allí.
Neigail volvía a estar bajo el alero del mausoleo. Tenía un documento en blanco abierto frente a ella, y se disponía a escribir el último capítulo. Pero no lograba concentrarse. La escena que había visto abajo se reproducía una y otra vez en su cabeza, arruinando su estado mental. Quizá sería mejor que desistiera, por el momento. Si escribía ahora, sus sentimientos se reflejarían en los párrafos y el capítulo final estaría lleno de connotaciones melancólicas. No era lo que pretendía.
—Neigail. —Una voz sonó tras ella. Su escondite cada vez era menos escondite. La escritora se dio la vuelta y se encontró a Yumi, lo cual la sorprendió. Había esperado que se pasara la noche entera en su habitación—. ¿Podemos hablar?
—Claro. —Neigail señaló el muro a su lado—. Siéntate. Sé que no es el lugar más cómodo del mundo, pero estaremos tranquilas.
—No sabía que había tumbas aquí arriba —dijo Yumi, tomando asiento—. ¿Crees que mi nombre estará algún día en una de ellas?
Neigail resopló.
—No digas burradas. No necesitas ponerte melodramática para que te preste mi atención, ¿sabes?
—Lo sé. Lo sé. Eres la única que siempre me escucha. —Yumi apoyó su mejilla en el hombro de Neigail—. Y eres la única que me advirtió sobre Shin. Todos los demás nos veían como una pareja a la que había que mantener unida. Hotaru se ha disculpado llorando por no atreverse a contarme antes que también fue a por ella. Aunque eso no cambia nada… —La joven se quedó un rato en silencio—. ¿Ahora qué hago, Neigail? Tengo que volver a casa. Llevabas razón, no puedo criar aquí al bebé. Necesito que mis padres me ayuden, pero… me van a matar cuando conozcan toda la historia.
—¿De cuántas semanas estás? —preguntó Neigail—. Quizá estás a tiempo de…
—¡No! —La chiquilla se abrazó con fuerza a la escritora—. No. Sé que te pareceré una tonta, que me estoy arruinando la vida, pero quiero tenerlo.
—Siempre me pides consejos, pero nunca los escuchas —protestó la mujer, resignada. De todos modos, aquello no la sorprendía. Seguramente Yumi era víctima de una educación demasiado tradicional—. ¿Qué quieres que te diga, entonces? Si quieres, puedo escribir una carta en la que se lo explico todo a tu madre. No sé si haría las cosas más fáciles, pero…
—No es una mala idea —admitió Yumi—. Pero lo que realmente necesito es tiempo para mentalizarme, antes de decírselo. Quiero saber que me dejarás quedarme en el Coin Block, aunque sea un par de meses más. Quiero que me digas que sigues siendo mi amiga.
Neigail suspiró.
—Verás, Yumi, normalmente no dejo que los desconocidos vengan a mi lugar secreto, se sienten a mi lado y se agarren a mi hombro mientras yo intento escribir —explicó—. Así que sí, creo que decididamente somos amigas. En cuanto a dejar que te quedes… No es decisión mía. Pero todavía tienes un poco de tiempo, antes de marcharte. Vamos a aprovecharlo bien, ¿te parece?
Reconfortada, Yumi asintió.
No tardó mucho en volverse a la cama. Como había llegado a la conclusión de que no lograría continuar con el capítulo aquella noche, Neigail pensó en imitarla. Pero de repente, tuvo una extraña sensación. Se sintió observada. Frunció el ceño y decidió hacer una apuesta.
—¿Estás ahí, Niv? —preguntó, en voz bastante alta.
Se oyó una exclamación ahogada que venía del lateral del mausoleo.
—¿Cómo narices lo has sabido? —Niv apareció desde detrás de la esquina—. Menudo instinto. Los aventureros podrían contratarte para prevenir emboscadas.
—Menuda fijación con espiarme, últimamente —se burló Neigail—. ¿No será que al fin te estás enamorando de mí?
Niv resopló.
—Quizá no sea la mejor noche para bromear con esas cosas —replicó. La observó unos momentos en silencio—. ¿Necesitas hablar, Neigail?
La escritora volvió el rostro hacia él, como un resorte. En realidad, sí. Necesitaba hablar.
—¿Qué he hecho mal, Niv? —preguntó Neigail—. Dices que este es un lugar de curación, pero esa chica tiene heridas más profundas que las que llevaba cuando llegó. ¿Qué habrías hecho tú?
—¿Crees que las cosas habrían sido diferentes si les hubiera recibido yo, en lugar de pedírtelo? —Niv se arrodilló junto a ella y la miró con sus ojos verdes—. Te equivocas. Habría sido exactamente igual. Teníamos que acogerlos. Si no hubiesen dado con el Coin Block, seguramente los monstruos los habrían devorado aquella misma noche.
—Pero se quedaron después de eso. —Neigail escudriñó el rostro del hombre canoso, en busca de respuestas—. Quizá debería haberles alentado para que se marcharan, no permitirles aquella tontería de ser aventureros.
—¿Y quién eras tú para echarles o prohibirles nada? —Niv negó con la cabeza—. Escucha, estamos aquí para apoyarnos entre nosotros y para apoyar a quienes llegan. Pero ellos traían problemas potenciales que no estaba a nuestro alcance solucionar. Nosotros no arreglamos las vidas de la gente, Neigail. ¿Acaso yo he arreglado la tuya? ¿O la de Hotaru? ¿O la de Miyuki, o cualquiera de las decenas de personas hechas polvo que han pasado por aquí? La mayor parte de esas vidas siguen siendo un desastre, y quienes las han mejorado lo han hecho por si mismos. Tú y yo solo podemos… bueno, estar aquí.
—¿Es eso suficiente? —preguntó Neigail—. Yumi no para de tomar decisiones terribles, y nada de lo que digo sirve para cambiarlas. ¿Realmente es suficiente?
—Tiene que serlo —dijo Niv—. ¿Crees que mi recomendación para ti habría sido que te encerraras aquí durante años escribiendo como una ermitaña? ¿Qué te aconsejé yo que hicieras?
De repente, Neigail echó a reír como una chiquilla. Miró a Niv a los ojos, avergonzada pero resuelta.
—Vale, Niv, tú ganas. Sí, es suficiente. —Neigail se acercó a él—. ¿Me dejas quedarme abrazada a ti? Solo un ratito.
Niv puso los ojos en blanco.
—Sabes que no me gustan estas cosas —refunfuñó—. Pero supongo que un ratito no me matará.
—Gracias. —Neigail se acomodó junto a él y miró las estrellas—. Esto va a mejorar mucho mi humor para la próxima vez que me ponga a escribir, ¿sabes? Será un gran capítulo final.
—Más te vale —rio Niv, y alzó la vista a las estrellas también.