Neigail Kristoph salió al pasillo del hotel, bostezando. Como sospechaba, había tres habitaciones cuyo cartel emitía una luz morada, y lucían un texto en el que se podía leer EN MANTENIMIENTO. Los viajeros debían haber introducido sus tarjetas en la máquina para dejar libres las estancias. Era la forma correcta de utilizar aquellas instalaciones, aunque no todos se dignaban a hacerlo, y a veces había que esperar veinticuatro horas para poder entrar en una habitación que ya nadie estaba usando.
La mujer comenzó a bajar las escaleras, muerta de sueño. La noche anterior había estado escribiendo hasta tarde en la azotea, a pesar de la lluvia. Había un lugar resguardado que se mantenía seco a menos que soplara mucho viento, y la escritora no podía evitar dejarse llevar por los sentimientos que las gotas teñidas con la luz de los neones le transmitían.
Antes de llegar siquiera a la segunda planta se cruzó con Niv, que iba cargado con un montón de material de limpieza, justo lo que Neigail iba a buscar. Se miraron a los ojos al cruzarse.
—Buenos días, Niv. —La mujer esbozó una sonrisa amable—. ¿Ibas a limpiar las habitaciones que los huéspedes dejaron libres? —El hombre asintió—. Pensaba ocuparme yo. ¿Te importa cederme la tarea?
—Con gusto —respondió Niv—. Tener a Miyuki aquí es una bendición, pero sigue habiendo mucho trabajo por las mañanas. La verdad es que prefiero descansar. Eso sí, subiré todo esto a la planta del hotel, ya que he llegado hasta aquí.
—Te lo agradezco. —Neigail se dio la vuelta y volvió a subir el tramo de escaleras. Aceptó de Niv los cubos, utensilios y productos que utilizaban para limpiar y se arremangó para enfrentarse a las habitaciones.
Aquel tipo de limpieza era una de las tareas peor remuneradas en el Coin Block. Obtendría tres monedas por cada habitación que dejara en perfecto estado, lo que no era mucho, pero le evitaría depender tanto de sus propios ahorros. No se trataba de que Neigail realmente lo necesitara, pero siempre era mejor ser previsora. Por desgracia, eran tan pocos los visitantes ocasionales que tenía escaso trabajo en aquel sentido, y además el hombre de cabello blanco a veces se le adelantaba. Por supuesto, las habitaciones de Niv, Miyuki, Hotaru y la propia Neigail nunca quedaban libres, así que el Coin Block no recompensaba a sus ocupantes por dejarlas impolutas.
Cambió las sábanas, barrió y fregó los suelos, recolocó los muebles que se habían movido y luego dio una limpieza exhaustiva a la ducha y al baño. Le llevó poco tiempo, pero cuando acabó estaba cansada, ya que no estaba muy acostumbrada al trabajo físico. Tras aquello, Neigail se dio una ducha que sintió que necesitaba y se puso su vestido azul y su gorra de mariposas. Por último, metió su portátil en un enorme bolso y salió de su habitación.
Se dirigió a la de Hotaru y llamó a la puerta, pero como era de esperar, no había nadie allí. Tuvo que ir al salón recreativo para encontrarla.
—¿Cómo estás, Hotaru? —preguntó Neigail, al verla sentada sobre una moto mecánica que servía para controlar un juego de conducción arcade—. Sabes que no tiene mucho sentido gastar en las recreativas el mismo dinero que ganas arreglándolas, ¿no?
—No he pagado por esta carrera —replicó Hotaru, sin mirarla—. Es una sesión de testeo. Tengo que probar los juegos para asegurarme de que van bien, ¿no?
—Claro, estás testeando —repitió Neigail, con una risilla—. Verás, voy a salir a intentar encontrar algún punto al que llegue la cobertura de Internet —explicó la escritora—. Necesito buscar algunas referencias, y además va siendo hora de enviar un correo electrónico a mi editora, que a estas alturas pensará otra vez que he muerto. ¿Necesitas que busque algo para ti? ¿Algún tutorial, como la última vez?
—¡Hala, hala! —Hotaru introdujo una combinación de botones a toda velocidad, y la partida en la que estaba tan concentrada se detuvo. No salió una pantalla de pausa, sino un montón de texto blanco sobre fondo negro, similar al que aparecía al encender un ordenador—. Vale, tienes toda mi atención. Necesitaría una guía que hable de alternativas para borrar una EPROM cuando no tienes una lámpara ultravioleta a mano, y también un esquema de los pines de un conector JAMMA. Me los sabía de memoria, pero…
—Alto ahí, chiquilla. —Neigail detuvo la avalancha de peticiones—. Hagámoslo como la última vez, ¿vale? Tú escribes tus consultas en un documento en blanco y yo las paso por el buscador. Te traeré todos los resultados que pueda.
—Sí, supongo que será lo mejor. —Sin levantarse de la moto, Hotaru puso el portátil apoyado contra el manillar y comenzó a escribir. Echó un vistazo de reojo a Neigail—. Más vale que seas capaz de volver al Coin Block.
—Si no lo consigo, simplemente significará que mi época aquí tenía que terminar —repuso Neigail, tranquila—. No me haría mucha gracia, porque todavía tengo demasiado que escribir, pero… —Se encogió de hombros—. De todos modos, no me preocupa. Siempre he logrado volver.
—Para mí es diferente. —La adolescente cerró los ojos y dejó de teclear un momento—. No tengo ni idea de cómo llegué hasta aquí, y es un golpe de suerte que temo que no se vuelva a repetir. Niv no comprende que no me atreva a alejarme de este sitio, pero… es que no tengo ningún otro al que…
A Neigail le dieron ganas de abrazar a la chiquilla para confortarla, pero intuía que no se lo tomaría bien. Se limitó a dar unas palmadas en el asiento de aquella especie de moto de juguete.
—A veces, tengo la sensación de que Niv saldría a buscarte y te traería de vuelta incluso si no encontraras el camino, Hotaru. Nadie más podría mantener esta planta en marcha. —Había admiración en la voz de Neigail.
—Pues ya podrías venir a jugar un poco, de vez en cuando —murmuró Hotaru—. En todo caso, estas son las búsquedas que se me ocurren ahora mismo —añadió, hablando más alto, y devolviéndole el portátil—. Hasta pronto, Neigail. ¡No te pierdas!
Ni siquiera había que alejarse demasiado del Coin Block para recuperar la conectividad a Internet. A la escritora le bastó con girar un par de esquinas para encontrarse en una calle llena de bicicletas aparcadas y cubos de basura, un lugar silencioso a pesar de poder oír el tráfico a lo lejos. Allí tenía varias barras de cobertura, así que se sentó sobre unas discretas escaleras negras semiocultas tras el muro de uno de los edificios. Se disculparía si alguien trataba de entrar o salir en él, pero a juzgar por la capa de polvo acumulada en los escalones, a aquel edificio no accedía demasiada gente. Además, dado que la segunda planta sobresalía por encima del muro que daba a la calle, estaría bajo techo si la lluvia regresaba.
Neigail pasó casi cuatro horas allí. Tenía mucho correo que leer y muchas noticias con las que ponerse al día. Tras guardar una razonable cantidad de resultados relacionados con las extrañas búsquedas de Hotaru, devolvió el portátil al bolso.
Cuando regresó a la calle llena de bicicletas, se dio cuenta de que no recordaba por dónde había venido. No se sorprendió, porque le ocurría siempre lo mismo, como si le borraran la memoria. Era consciente también de que, a pesar de lo poco que se había alejado, no encontraría ningún edificio similar al Coin Block en las inmediaciones si lo comprobaba en su GPS. Lo mejor que podía hacer era pensar en las máquinas expendedoras llenas de comida deliciosa que la aguardaban y echar a caminar sin fijarse mucho en por dónde iba.
Anduvo casi tres horas. Hacía ya un buen rato que había anochecido, y Neigail comenzaba a preocuparse. ¿Y si esta vez realmente no encontraba el camino de vuelta? A pesar de la confianza que había exhibido frente a Hotaru, no le apetecía en absoluto tener que regresar a su vida cotidiana. Caminaría toda la noche si hacía falta, y solo entonces se resignaría. No era una perspectiva apetecible, pero rendirse pronto no era algo que encajase en la personalidad de la mujer.
Caminar sin rumbo tenía una ventaja. Podía pensar en la situación actual de cada uno de sus personajes, calcular cómo se desarrollarían las situaciones que Neigail pronto escribiría. Su protagonista principal llevaba unos cuantos capítulos sin aparecer, y quería que su retorno tuviese el impacto que merecía. ¿Qué dirían los asistentes al baile cuando la vieran presentarse, bajando la escalera dramáticamente al apagarse las luces? Necesitaba dividir el capítulo en varias escenas, mostrando diversas conversaciones en las que los personajes mostraran su reacción al evento. Pero también necesitaba que fuera ágil, así que debía pensar muy bien en el diálogo de cada uno, para no sobrecargar el…
Neigail se detuvo. Llevaba un buen rato inmersa en la planificación mental de su novela, pero algo la devolvió a la realidad de golpe. Había una muchacha tirada en la calle, encima de un charco, con la espalda apoyada en un puesto cerrado de dulces de arroz. Llevaba una falda negra, larga hasta las rodillas, que no cubría completamente sus medias rotas. La corbata que colgaba sobre su camisa blanca estaba medio desanudada, y se abrazaba a una chaqueta arrugada repleta de manchas de vómito.
—¡Oye! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —Neigail se arrodilló junto a ella sin pensárselo un segundo.
—¿Qué passa…? —La escritora solo necesitó esas palabras para detectar la ebriedad en la voz de la otra mujer—. Perdona… ¿este puessto ess tuyo…? Pensaba irme antess de que abrierass…
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—No es mío. —Neigail arrugó la nariz. Le costaba aguantar el olor que desprendía aquella mujer sin marearse ella misma—. Escucha, ¿alguien te ha hecho daño? ¿Te han atacado?
—Qué va… Ssolo me he perdido… —La desconocida soltó una risita—. O puede que me hayan abandonado, ¡essos PUTOSS GILIPOLLASS!
Cuando levantó la voz de aquella manera, la escritora miró a su alrededor, alarmada. Ella sabía moverse por aquellas calles con relativa seguridad, pero no cabía duda de que eran peligrosas, y de que no era conveniente llamar tanto la atención.
—Escucha, ¿puedes levantarte? —preguntó Neigail, con urgencia—. No debemos quedarnos aquí. Podrían aparecer monstruos.
—Monsstruoss… ¿de qué hablass? —La mujer ebria se echó a reír—. El único monsstruo que he visto ess el portero de aquella disscoteca, ¿te acuerdass de él? Esse gorila ssobón. Me dijo que yo sseguro que había… —Se detuvo, y sus ojos vidriosos parecieron recuperar la lucidez por un momento—. Era un guarro. Un guarro cabrón. ¿Te acuerdass? ¿Eh? —Miró a Neigail, frunciendo el ceño.
—No, yo no… —empezó a decir Neigail, y luego suspiró—. Sí, me acuerdo. Y a lo mejor ese guarro cabrón vive por aquí, ¿sabes? Es mejor que nos movamos. Insisto, ¿puedes incorporarte?
—¡Puess claro, joder, si yo apenass he…! —Se le escapó un eructo—. Perdón. Apenass bebí nada —afirmó, esbozando una sonrisa temblorosa y secándose el sudor con su chaqueta manchada de vómito.
Neigail la ayudó a levantarse. Se abrazó a su costado y ambas echaron a andar, tropezando constantemente, lastradas por la falta de coordinación motriz de la desconocida. Afortunadamente, el Coin Block estaba oculto tras la esquina siguiente, así que no tuvo que cargar mucho tiempo con ella. Mientras la mujer la insultaba por obligarla a caminar tanto tiempo seguido, la escritora suspiró aliviada al entrar a la habitación llena de máquinas expendedoras.
—Vale, ¿tienes monedas? —preguntó Neigail.
—Monedass… —La mujer ebria ladeó la cabeza, como si acabase de escuchar una palabra extranjera—. Ah. Mi cartera está en… —Parpadeó y comenzó a sacudir su chaqueta. Luego, se dedicó a palparse toda la ropa tratando de averiguar dónde la había guardado, incluyendo los lugares improbables. De forma inesperada, los ojos se le llenaron de lágrimas—. Creo que… la perdí… Lo ssiento…
—Vale, vale, ¡no pienses en eso ahora! —Neigail la agarró por los hombros, indecisa entre si tratar de calmarla o zarandearla—. Venga, yo invito. Te compraré una bebida isotónica.
—¡Mejor una cerveza!
—¿Qué? —Neigail no dio crédito a sus oídos—. Pero…
—Una cervecita… —Rogó la mujer—. Para que no me de vueltass la cabeza. Porfa…
—Lo siento, ninguna de estas máquinas dispensa bebidas alcohólicas —dijo Niv, sobresaltando a ambas mujeres—. Sería contraproducente.
No le habían visto ni oído llegar, pero estaba de pie junto al banco, cruzado de brazos.
—¿Contraprudente para qué? —protestó la desconocida—. Solo quiero…
—Lo que quieras es irrelevante. Neigail, compra la bebida isotónica. Y también un ramen de pollo y huevo —ordenó Niv—. Te devolveré las monedas que gastes. No te preocupes por eso.
—¿Ramen de pollo y huevo? ¿En serio? —preguntó Neigail, aunque ya había comenzado a seguir las instrucciones.
—Es un viejo truco, popular por estos lares. —Niv frunció el ceño—. Aunque no funciona con todo el mundo.
—¿No lo vomitará?
—Por lo que veo, ya ha estado vomitando cuanto tenía dentro. —El hombre de pelo blanco sonrió con cansancio—. Creo que lo retendrá. Y si no lo hace, simplemente tendremos algo más que limpiar.
—Ramen… —La desconocida bizqueó al tratar de mirar a ambos a la vez—. Ssí. Hace mucho que nadie me invita…
Niv se arrodilló frente a ella.
—Escucha, ¿cómo te llamas?
—Makino Kurogawa.
—Ya veo. ¿Sueles salir de fiesta, Makino?
—No… —La mujer negó con fuerza con la cabeza, y eso hizo que se tambaleara y empezase a caer hacia un lado en el banco. Niv lo evitó poniendo una mano en su hombro para sostenerla—. No ssuelo beber. Loss gilipollass de miss compañeros me… inssisstieron… desspuéss del trabajo. Acabábamoss de cerrar un proyecto, assí que fuimoss a cenar y luego… a una disscoteca…
—Y te separaste de ellos, ¿verdad?
—¡SSE FUERON SSIN MÍ! —Makino se levantó tan rápido que sobresaltó a Niv. Estuvo a punto de caer sobre él—. ¡SSE FUERON A FOLLAR! ¡LESS DIO IGUAL QUE YO NO TUVIERA CÓMO VOLVER! ¡ME DEJARON CON UN TÍO RARO Y…! —estalló en sollozos—. Y me tuve que ir —gimió, hablando muy bajito.
—¿Te hizo algo ese tío raro? —Neigail, que ya traía la comida y la bebida, miró a la mujer con aprensión.
—N-no… Pero me lo acababan de pressentar… No quería esstar ssola con él… —Se limpió las lágrimas con lo primero que encontró, que resultó ser la camiseta de Niv—. Ssoy tonta, ¿verdad?
—No eres tonta. —Niv se registró los bolsillos, posiblemente en busca de un pañuelo que no encontró, así que pareció resignarse a perder la camiseta—. Si no estabas cómoda con él, hiciste bien en no quedarte. Pero seguramente deberías haber llamado a un taxi. Ten, tómate esto. Te sentirás mejor.
Sorbo a sorbo, Makino se bebió el refresco, y luego se tomó el ramen caliente con una lentitud y torpeza exasperantes. Aun así, aquello pareció hacerle algún bien, ya que un color más natural adornó sus mejillas y comenzó a hablar con una claridad razonable. Ahora también parecía mantener la mirada fija más tiempo y sin aquel extraño temblor en los párpados.
—Muchas gracias por la comida —dijo con educación. El extraño deje en su voz indicaba claramente que la ebriedad no se había desvanecido por completo—. Y gracias por… traerme —añadió, mirando a Neigail—. Te confundí con una compañera del trabajo, creo. ¿Quiénes sois?
—Yo me llamo Niv —se adelantó el hombre de pelo blanco—. Y esta es mi buena amiga, Neigail Kristoph.
—Sois más raros que el tipo que me presentaron —admitió Makino, con una sonrisa desigual—. Pero de vosotros sí me fío. No sé por qué.
—Me alegra oír eso. —Niv se incorporó—. Hay un hotel en la tercera planta. Ya que perdiste tu cartera, alquilaremos una habitación para ti. Lo mejor ahora mismo es que duermas.
—¿Tercera planta…? —La mujer ebria bajó la vista, avergonzada—. No, creo que dormiré aquí. No sé si estoy como para subir muchas escaleras.
—Te ayudaremos —resopló Neigail, que estaba perdiendo la paciencia—. No hay tanto que subir. Ven, vamos. Agárrate a nosotros.
Entre los tres lograron culminar el lento ascenso al hotel, aunque la escritora temió varias veces que la desdichada visitante volviera a vomitar. No fue así, y no tardaron tanto en conseguir una habitación y sentarla en la cama.
—Podríamos dejar que se durmiera directamente, pero en el estado en el que tiene la ropa… —Niv desvió la mirada—. Es mejor que se desnude y que se limpie un poco, de lo contrario se le irritará la piel, hasta podrían salirle heridas en zonas sensibles. ¿Puedes ayudarla a ducharse? Siento pedirte algo así, y asegúrate de que ella esté de acuerdo, pero…
—No te preocupes por nada, Niv. —Neigail le palmeó el hombro—. Haré que se duche y luego me ducharé yo, que a mí también me ha puesto perdida. Nos quedaremos en la habitación toda la noche, y te avisaré si pasa algo.
—Está bien, muchas gracias. Y también por traerla. —Niv la estudió un segundo—. ¿Dónde la encontraste?
—Sentada en el suelo de la calle, apoyada contra un puesto callejero. No había nadie más a la vista. —Neigail parpadeó—. Temí que la atacaran los monstruos si me iba sin ayudarla. Eso, o malas personas.
—Sí, podría haberse dado el caso. —El hombre canoso asintió—. Hay monstruos capaces de oler las emociones mejor que cualquier rastro físico… y las suyas no eran precisamente discretas. Pero incluso sin todo eso, al dormir en la calle así vestida, podría haber muerto de hipotermia. Hiciste bien en ayudarla. Excelente trabajo, Neigail. Me alegro de tenerte en el Coin Block.
La escritora casi se sonrojó. Casi. Sonrió con satisfacción y memorizó aquella sensación. Le vendría de maravilla para cierta situación entre dos personajes del siguiente capítulo. Una bastante más romántica que aquella, por descontado.
A la mañana siguiente, a Makino le dolía la cabeza, pero había recuperado por completo el raciocinio y su equilibrio volvía a ser funcional. Neigail había lavado y secado su ropa, así que estaba presentable. Al ser más consciente de la situación, se empeñó en marcharse temprano.
Se despidió de Neigail y Niv en la entrada del edificio.
—Siento que tuvierais que verme así anoche —se disculpó, claramente avergonzada—. Por supuesto, volveré para pagar todo lo que debo. Con suerte, alguien habrá encontrado y entregado mi cartera en la discoteca. En cualquier caso, lamento profundamente haberos puesto en semejante apuro. —Hizo una reverencia con la que bajó la cabeza por debajo de la cintura. Su pelo prácticamente acarició las baldosas del suelo—. Muchísimas gracias por cuidar de mí. De verdad.
—No te preocupes por las monedas —replicó Niv, relajado—. No tienes que devolvernos nada. A cambio, prométeme una cosa: no volverás a beber en contra de tu voluntad. Nadie tiene derecho a presionarte para que tomes nada, y menos si se trata de algo que puede afectar a tus facultades. Siéntete libre de decir que no siempre que quieras, incluso aunque estés en un compromiso laboral o en otra situación social por el estilo.
—Bueno… —Makino se agarró un brazo con el otro y miró al suelo, incómoda—. Tampoco diría que me presionaron…
—Anoche lo dijiste —la interrumpió Niv, implacable—. Y también que no sueles hacer cosas así. Seguramente no quisiste estropear el ambiente siendo la única que no bebía o alguna majadería por el estilo, ¿verdad? —La señaló con un dedo acusador, y Makino simplemente apretó los labios—. Insisto: la palabra no está para usarla. Hazlo a conveniencia. De lo contrario, tu vida la escribirán otros… y quizá su final también.
—C-creo que estás exagerando. —Makino miró al hombre de pelo blanco, intimidada. Entonces, tras un momento de silencio, apretó los puños—. Pero… entiendo un poco lo que intentas decir. Seré más resolutiva. ¡Y me aseguraré de pagaros! ¡Hasta pronto!
Repitió su reverencia y se marchó a paso rápido, sin mirar atrás.
—¡Cuidate! —gritó Neigail, agitando la mano y sonriendo con alivio. Sentía que habían manejado bien la situación. Se sentó en un banco con un suspiro y miró a su alrededor—. Por fin. Pensaba escribir cuando esto terminara, pero creo que todavía tengo trabajo por hacer. Debo prestar el portátil a Hotaru y… Oye, ¿por qué las máquinas están casi vacías?
—Porque Niv y yo todavía no hemos tenido tiempo de empezar a reponer. —Miyuki, que había estado sentado observando desde un banco cercano, intervino—. Pero si buscas algo para desayunar, creo que todavía encontrarás cosas apetecibles.
—Sí, diría que me lo he ganado. —Neigail se levantó y comenzó a curiosear el contenido de las máquinas—. Vale, ¡esto servirá! —exclamó, al dar con unos sandwiches de fresa y crema—. A comenzar bien otro día en el Coin Block. Ahora que lo pienso —murmuró—, me alegro de haber logrado volver.
Como si la hubiera escuchado, Niv sonrió.