Novels2Search

Capítulo 8: Un Pequeño Empujoncito

image [https://i.imgur.com/znRQ2Ti.png]

CAPÍTULO 8

UN PEQUEÑO EMPUJONCITO

Huntington Beach, CA

Día Presente

Consuelo

----------------------------------------

La panadería susurra con la quietud de un día bien aprovechado, el aire espeso con el calor de la canela y los últimos rastros de harina. Mis huesos duelen de esa manera familiar que me dice que me he ganado el descanso. Pero, por supuesto, el universo tiene otros planes.

Un agudo ping de mi teléfono corta la quietud.

"¿Y ahora qué?" murmuro, limpiándome las manos en el delantal antes de alcanzar mi laptop. El resplandor de la pantalla se derrama sobre el mostrador de madera cuando abro mi bandeja de entrada. Un E-vite, enterrado entre boletines que nunca leo. Mis labios se curvan en una sonrisa antes siquiera de registrar el nombre.

Ken. Mi querido amigo por correspondencia. Mi casi-nieto, si la vida hubiera tomado otro rumbo.

"Querida Consuelo, te envío esta invitación con el más cálido de los saludos. Hice lo que me dijiste… Y sorprendentemente, sucedió justo como tú y Mamá predijeron. No solo estoy comprometido, sino que también espero a mi primer hijo."

"Coño," susurro, sintiendo cómo el pecho se me aprieta y el corazón se me expande demasiado rápido para contenerlo.

Mis dedos flotan sobre las teclas, como si pudiera estabilizar las emociones que se arremolinan dentro de mí.

"Sé que estamos a mundos de distancia, pero aún así quiero invitarte a ti y a tu familia a la boda… Además, me gustaría pedir tu permiso para nombrar a mi hija, Alessandra, en honor a tu difunta hija."

El aire se me atora en la garganta. Mi mano se presiona contra mis labios, conteniendo el sollozo que amenaza con liberarse. Alessandra. Mi niña dulce. Se fue demasiado pronto, pero aún sigue aquí, llevada hacia el futuro de formas que nunca esperé.

Parpadeo con fuerza, me obligo a seguir leyendo.

"Sé que tú y la Abuela son dos gotas de agua, espíritus afines, así que para este punto probablemente están luchando contra las lágrimas. Lo siento, pero no lo siento. Aquí tienes una idea: ¿por qué no le buscas esposa a Carlito? Así tendrías una excusa para traerlo a mi boda."

Suelto una risa húmeda. Ese diablillo. Me conoce demasiado bien.

Antes de que pueda absorber completamente la idea, una voz corta la quietud.

Ensure your favorite authors get the support they deserve. Read this novel on the original website.

—Eso es una buena idea.

Pego un brinco, casi derramando mi cafecito.

—¡Ay, Dios mío! ¿Quieren darme un infarto? —Mi corazón se tamborilea contra mis costillas—no por miedo, sino por la emboscada.

¿Cuándo me volví tan fácil de sorprender? ¿O es simplemente el don de mi familia—aparecer precisamente cuando menos los espero?

Me giro para encontrar a Margarita de pie detrás de mí, brazos cruzados, con esa sonrisa de mujer con un plan. Esa mirada nunca significa nada bueno para mi paz mental.

—Abuela —dice, con un destello travieso en los ojos—, ¿por qué no encontramos una buena mujer para Carlos? Es demasiado guapo para estar solo.

Gimo, frotándome las sienes.

—Mija, por favor—

Antes de que pueda terminar, Marisol aparece como un buitre, deslizándome la laptop justo de debajo de las manos.

—¿Qué haces, mijita? —pregunto, aunque ya lo sé.

Los dedos de Marisol vuelan sobre el teclado.

—Creando un perfil de citas para Carlos.

Mi mandíbula se descuelga.

—¿Que qué?

—¿Tienes fotos de él? —pregunta, ya demasiado inmersa en su plan para detenerse.

Margarita suelta una carcajada a su lado.

—Nos lo vas a agradecer después.

¿Agradecerles? Dios mío, han perdido la cabeza.

Balbuceo, buscando una protesta adecuada, pero la energía en la habitación cambia—juguetona, eléctrica. La risa crece, burbujeante, escapándose de mis nietas mientras conspiran para trastocar la vida de Carlos.

Debería detenerlas. De verdad, debería.

En cambio, observo. Observo cómo las viejas fotos de mi nieto aparecen en la pantalla, cómo Marisol llena cada detalle de su vida como si fuera ella quien la hubiera vivido. Mis dedos se contraen con la urgencia de arrebatarles la laptop, pero… ¿qué daño puede hacer?

El pensamiento se cuela, se instala bajo mis costillas, se anida profundo.

Carlos ha estado solo demasiado tiempo.

Tal vez—solo tal vez—mis nietas entrometidas tienen razón.

Suspiro, sacudiendo la cabeza.

—Dios nos ayude.

Margarita me codea.

—Entonces… ¿ponemos ‘debe amar el pan dulce’ en su perfil?

Suelto un resoplido.

—Por lo menos.

La risa se funde con el aire cálido, perfumado con canela, envolviéndome, asentándose en mis huesos. Esta familia mía—caótica, amorosa, imposible.

Tal vez así es como deben ser las cosas. Inesperadas. Un poco fuera de mi control.

Pero llenas de amor.

Después de todo.

Es solo un pequeño empujoncito.

¿Verdad?