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Capítulo 13: Ascuas del Jardín, Llamas del Futuro

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Capítulo 13

Ascuas del Jardín, Llamas del Futuro

Sala de Estar de Menami

Día Actual

Yuka

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Yuka se gira hacia su madre, su mirada firme a pesar del brillo en sus ojos. “Gracias, mamá. Por siempre ser su ancla—y la mía.”

Los dedos de Manami se aprietan alrededor de la mano de Yuka, una promesa silenciosa en la calidez de su toque. Sus ojos se desvían hacia la fotografía familiar en la estantería—Akina a mitad de risa, su alegría sin guardias. A su lado, Ruri, más callada, con un orgullo más contenido. Y Yuka, de pie detrás de ellas, compuesta, feroz, la mayor tanto en edad como en responsabilidad.

Un suspiro escapa de Manami, ligero y lleno de recuerdos. Se ríe—bajo, sabiendo.

Yuka inclina la cabeza. “¿Algo en mente?”

La mirada de Manami se desplaza hacia la foto más pequeña junto a las tazas de té. Akina a los seis años, sujetando un micrófono de juguete como si el mundo dependiera de ello. Ruri, apenas con cuatro, aferrando un certificado académico de gran tamaño, sus pequeños dedos perdidos en su amplitud. Su alegría irradia desde la imagen, sin el peso de la expectativa.

“¿Recuerdas cuando eran pequeñas?” La voz de Manami es más suave de lo que pretende.

Yuka sigue su mirada, sonriendo. “Por supuesto. Convertían el jardín en un escenario—cantando, bailando, recitando poesía… a veces todo a la vez.”

Manami ríe, rica en nostalgia. “Los vecinos pensaban que estábamos criando prodigios.”

El recuerdo se despliega, delicado pero inquebrantable. Toma la foto, pasando los dedos por los bordes, como si todavía pudiera sostener su risa. “¿Y esos disfraces?” murmura, sacudiendo la cabeza. “Tu vieja bufanda, cortada por la mitad, atada alrededor de sus cinturas. Zapatos desparejos. Colores salvajes por todas partes. Los llamaban sus ‘trajes de la suerte’.”

Todavía lo ve—el jardín bañado por el sol, cajas y tablones formando un escenario improvisado. Akina, cantando canciones de festival que solo ella conocía. Ruri, deletreando palabras con una certeza inquebrantable. El miedo no existía para ellas en ese entonces. El mundo más allá de su pequeño pueblo estaba demasiado lejos para importar.

“Tenían chispa,” susurra Manami, trazando el borde de la fotografía. “Incluso entonces, brillaban con fuerza.”

Yuka se recuesta, rodeando su taza de té con los dedos. “Todavía brillan, mamá. Pero ahora es bajo los reflectores—y en las salas de los tribunales. El mundo no es tan amable como un escenario en el jardín.”

El silencio se instala, espeso pero no pronunciado. Manami exhala, dejando la foto sobre la mesa. El cristal capta la luz, brillando suavemente en la habitación tenue.

“¿Y Ruri?” pregunta. “¿Crees que se siente opacada?”

La frente de Yuka se frunce. “Ruri no necesita el escenario. Es más callada, más introspectiva. Quiere entender el mundo, no actuar para él.”

Un orgullo se hincha en el pecho de Manami. “Ella ve lo que otros no ven. Ese tipo de brillantez—es un regalo.”

Yuka la observa cuidadosamente. “¿Crees que Akina recuerda esa alegría? Antes de las cámaras. Antes de los contratos.”

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Manami duda, rodeando su taza de té con los dedos. El calor penetra en su piel, anclándola pero amarga.

“La fama complica todo,” dice finalmente. “Pero espero que lo recuerde. El jardín. Su hermana. La forma en que aplaudíamos, incluso cuando no estaban afinadas.”

La sonrisa de Yuka es tenue. “¿Y Ruri? ¿También encontrará su camino?”

Manami la mira fijamente. “Ya lo ha encontrado. No necesita un foco para brillar.” Una pausa, luego, con una sonrisa irónica, “Aunque, escuché que la llaman ‘Pitbull’ en el tribunal.”

Yuka ríe, sacando su teléfono. “Míralo tú misma.” Ella inclina la pantalla hacia Manami. Kyoto Pitbull Golpea de Nuevo. El encabezado salta, relatando la última victoria de Ruri—ganando un 90% de las ganancias de una actriz de Hollywood envejecida en un caso brutal contra un productor corrupto.

Manami golpea su rodilla, la risa brota. “Esa es mi Ruri.”

Su risa llena la habitación, cálida y familiar.

El reloj da las campanadas, suave, reverberando en el silencio. La luz de la luna se derrama a través de la ventana, plateando los muebles. Sin embargo, en medio del santuario de los recuerdos viejos, algo afilado se interpone. El portafolio negro y elegante sobre la mesa de café, con los bordes nítidos cortando la calidez.

Yuka se recuesta, los ojos brillando con determinación. “Hablando de transformaciones…” Su tono es ligero, pero hay peso debajo. “He estado pensando en expandir Enomoto.”

Manami levanta una ceja. “¿Expandir? ¿Fuera de Tokio?”

Yuka asiente, su sonrisa pequeña, sabia. “Abrimos una boutique en Milán el mes pasado. Ruri ha sido un salvavidas, navegando el caos legal.”

Manami aprieta con fuerza su taza de té. “¿Milán? ¿Te fuiste internacional sin decirme?”

Yuka se ríe, acercando el portafolio. “Quería que estuviera resuelto primero. Y ahora…” Ella lo abre. El nuevo logo de Enomoto la mira—caligrafía elegante entrelazada con tipografía moderna.

Manami inspira con fuerza. “Yuka… esto es…”

“¿Ambicioso?” Yuka ofrece una pequeña risa.

“Impresionante,” susurra Manami, trazando el diseño.

Por primera vez, Yuka duda. Una fisura en su confianza. “Hozuki no está de acuerdo.”

Manami deja la taza. “¿Hozuki? ¿Cuál es su problema?”

La mirada de Yuka parpadea hacia la ventana, los hombros rígidos bajo su compostura. “No sabe toda la magnitud. Pero está… consumido. Con la carrera de Akina. Y estoy empezando a creer que la está usando para algo más que orgullo familiar.”

Un escalofrío se desliza entre ellas. El estómago de Manami se aprieta. “¿Usándola?” Yuka exhala, sus hombros caen. “Creo que ha estado negociando a mis espaldas. Acuerdos con Shade Entertainment—contratos que atraparán a Akina de formas que ella no entiende completamente.”

La mandíbula de Manami se tensa. “¿Shade Entertainment? Eso no es una compañía—es una trampa.”

Yuka asiente. “Exactamente. Por eso necesito tu ayuda.”

El peso de sus siguientes palabras presiona el pecho de Manami antes de que sean pronunciadas.

“Quiero que Akina se vaya a Los Ángeles,” dice Yuka, clara, decisiva. “Para representar a Enomoto en EE. UU. Un nuevo comienzo, lejos del alcance de Hozuki. Mientras ella esté allí, Ruri y yo trabajaremos en cortar sus lazos con Shade legalmente.”

Manami se tensa. “¿Los Ángeles? ¿Quieres arrancarla completamente?”

Yuka la mira, firme. “Sí. Ella necesita espacio, mamá. De él, de todo lo que él ha construido a su alrededor. Tú eres la única en quien confío para protegerla mientras manejamos esto.”

Manami busca en el rostro de su hija alguna duda—pero no encuentra ninguna. Esto no es una petición. Es un plan de batalla.

“¿Y Hozuki?” La voz de Manami se afila.

Yuka se encoge de hombros, pero la tensión se adhiere a su figura. “Él luchará contra esto. Pero no me detendrá. No esta vez.”

El reloj da otra campanada. Las sombras se alargan a través de la habitación.

Manami exhala, su corazón pesado pero decidido.

“Si vamos a hacer esto,” dice, voz firme, “necesitamos prepararnos para las consecuencias.”

Los labios de Yuka se curvan en una sonrisa fría, decidida.

“Ya estamos preparados.”

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