—¡¡Ya no puedo más!! Creí que aguantaría, pero... no puedo—El dolor de piernas se apoderaba de Houston. Él y Steve corrían en busca de Aiden con el objetivo de vencerlo.
Houston se moría de un paro cardíaco; su condición física era deplorable, deprimente y nada buena. Y por el lado contrario, Steve era alguien ágil, veloz, con un cuerpo delgado. La diferencia era abrumante. Steve mantenía el paso de Houston.
—¡¡Vamos, vamos!! Debemos entrenar pantorrillas, señor—puso una cara de duda, preguntándose algo—Oiga, señor, ¿cuál es su nombre? —preguntó
—¿No te lo dije en el puesto de periódicos? Creí que sí
—Creo que no. La verdad no recuerdo. Quizás sí, quizás no. De todas formas, dime, amigazo
—Houston
—¿Eso es un nombre o un apodo? Me suena a un apodo
—Es un apodo
—¿Debido a...? —Steve esperaba una respuesta
—Debido a que no recuerdo mi nombre—Respondió Houston
—Pues vaya mente de diarrea debes de tener para no recordar tu propio nombre, Houston
—¡Tú tampoco recordabas si te dije o no mi nombre! —Exclamó Houston
Steve aceleró su paso de manera exponencial—¿¡Qué dijiste!? ¡No te escucho! —a propósito, se alejó de Houston para evadir su comentario.
—¡Eres un maldito, Steveee!
Aquel recorrido se hacía infinito para Houston, llegando a su límite. No obstante, su esperanza de completar el extenso camino al gran edificio, revivieron. La razón era que Houston observó a Steve parado al lado de una puerta en un edificio. Alzó su aburrida mirada, viendo su destino, ¡el edificio! Llegó.
Había un gran espacio vacío en los alrededores de la dicha construcción. Sí el edificio caía, no afectaría a los otros, incluso con su gran altura. Houston sabía eso ya que era la ciudad en la que él vivía.
Houston cayó a los pies de Steve cuando llegó al mismo lugar donde él estaba parado.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Steve, burlándose. La respuesta de Houston fue mostrar el dedo en el medio con la cara en el suelo—Te odio, Steve—dijo Houston. Por un largo período de tiempo, Steve continuaba riéndose. —Bien, bien, ya paro... —se contuvo las lágrimas para detonar su risa de nuevo. En resumen, estuvieron 6 minutos allí.
Con sus débiles brazos, Houston se paró luego de esos seis minutos de risas incontroladas de Steve. Entró al edificio. Ya analizado, se notaba que eso era un hotel, un increíble hotel. —¿Quieres ir por las escaleras o por el elevador? —preguntó Steve. Entró cuando vio a Houston entrar.
—¿Por qué? ¿Aiden está en el techo? —respondió Houston con otra pregunta
—¿No viste afuera que hay marcas de que Aiden escaló con sus tentáculos?
—No—Houston salió para confirmar. Y sí, había un rastro de que Aiden escaló, regresó y respondió a la principal cuestión que Steve le había hecho—Estás loco si crees que iré por las escaleras, ¿De verdad crees que soy capaz de subir todo el maldito edificio?
—No, obviamente no—respondió Steve—Tú subes por el ascensor y yo por las escaleras. Lleguemos al techo del edificio. El que llegue primero gana.
Houston miró a Steve con un fuerte deseo de ganar. Rápidamente, corrieron para tratar de ganar. Lo que era una misión para vencer a Aiden, se convirtió en una mísera competencia de quien llegaba primero a la azotea.
Entrando al ascensor, apretó el botón del último piso. Una estúpida música empezó a retumbar en los oídos de Houston. Se sentó en lo que llegaba—Por fin, el descanso que merezco. Ya necesitaba un buen descanso—Cerró los ojos.
Por otra parte, en menos de medio minuto, Steve fue capaz de subir cuatro pisos, algo imposible para un humano común. De todas formas, se estaba cansando. —Nah, mejor para mí, estoy entrenando mis piernotas—Si con piernotas se refería a sus esqueléticas piernas, entonces estaba en lo correcto. —¡Barbudo, no me ganarás—exclamó Steve con un evidente desgaste.
La musiquita infernal de elevador aturdía al barbudo—Al menos así no me duermo—sonrió con una notoria falsedad. La música seguía en bucle, en eso una vena de la frente se altera, luego otra y otra—¡¡¡Puta música de mierda!!!
Tuvieron que pasar 12 minutos para subir 40 pisos, al menos para Houston—¡Dios, al fin llegué! —Dijo en lo que se abría el elevador. Para su ingrata sorpresa, Steve estaba ahí, burlándose de él. No duraron mucho sus burlas, pues colapsó por el cansancio. —Te lo mereces, ojitos pequeños—dijo Houston. A Steve le costaba levantarse. Temblaban sus piernas y todo su cuerpo—Me tienes envidia—le mencionó a Houston.
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—Lo que digas, ojitos pequeños—Luego Houston cambió de tema—Ajá, ajá. Oye, ¿Y cómo venceremos a Aiden? No me contaste nada en el camino por la estúpida competencia
—No sé cómo derrotarlo
—¿¡Qué!? Pero si ya lo has enfrentado antes, ¿no?
—Sí, pero fueron mis amigos los que lo derrotaron. Cuando eso pasó yo andaba lejos. ¡Hay que averiguar cómo matarlo? No debe ser tan fácil
—¡No me jodas, Steve! Hijo de perra
De pronto, una muy reconocible voz llegó a oídos de ambos—¿Amor? ¿Eres tú? —esas preguntas solo podían venir de una persona... aquella persona era... Max.
—¿Quién es él? —preguntó Steve
—Cierto, lo había olvidado. Te presento a Max, el causante de mis problemas. Aiden lo secuestró, olvidé decirte
—Holi, volviste por mí, pitudote—Dijo Max
—Te recomiendo ignorarlo, suele ser muy raro a veces
—Ya lo note. De todas formas es chistoso, pitudo— Steve golpeó un par de veces con el codo a Houston, riéndose de él.
Max estaba de pie; se libró de alguna extraña manera—Amor, deberías tener cuidado. El doctor Aiden está por aquí. Trató de amarrarme pero logré zafarme.
Inesperadamente, unos escandalosos ruidos de destrucción invadieron los oídos de los tres, dirigiendo su mirada al punto de origen de aquel ruido. Houston fue a revisar que provocaba este sonido acercándose al balcón. Postró sus manos y revisó con cuidado para ver que causaba el ruido, el cual se detuvo segundos antes. Al colocar su mirada para abajo, toda su piel se transformó en piel de gallina. Temeroso, asustado, casi llorando, debido a que observó un espeluznante rostro, haciendo contacto visual con el mismo. —¿Me extrañaste? —Aiden apareció otra vez.
Con uno de sus icónicos tentáculos tomó a Houston del brazo y lo lanzó al aire. Aiden se impulsó con sus extremidades y dio un pequeño salto, cayendo sin problemas en la azotea.
Houston gritaba agitando sus brazos. Aiden tomó de nuevo el brazo de Houston y lo azotó contra el piso para luego patearlo. El cuerpo atacado de Houston rodó hasta los pies de sus amigos: Max y Steve. —Creo que Aiden volvió, barbudo—mencionó Steve, Houston le respondió con un horrible sarcasmo
—No me digas—dijo con insoportable dolor.
—Pene—dijo Max de la nada.
—¿Y tú como carajos te libraste de la puta soga? —preguntó Aiden a Max. Dio otro paso, acercándose sin miedo a los tres. ¿Cómo saldrían vivos de allí si solo Steve estaba “capacitado” para darle pelea a Aiden? —Vaya, vaya. Creo que a ti ya te había visto—miró a Steve
—Sí, soy Steve y luché junto a mi equipo contra ti hace mucho
—De todas formas no me importa. ¡Morirás aquí y ahora, Steve! —exclamó Aiden
—Claro que no. Tú bien sabes que soy poderoso. Y tanto tiempo atrapado en este estúpido portal me hicieron un poco más poderoso
—¿Poco? —Aiden rió—¡Para eso mejor nada, inútil!
Steve se acercó a Aiden sin ningún tipo de miedo y con la valentía al tope; estaba a punto de luchar contra él. Los latidos de su corazón latían a toda velocidad, Steve cerró sus ojos, y de estos brotó aquel líquido... como si fuera una rosa brotando de la tierra, de sus ojos brotaba sangre.
La cara de Aiden cambió por completo a una de preocupación al ver esa escena, ya que tenía dos cosas de las que preocuparse: Primero, William con sus ojos estrellas, quien ya en una ocasión estuvo a punto de destrozarle la cabeza si no hubiese sido por Aedus. Y segundo... Steve. Este último mencionado abrió suavemente sus pequeños ojos. Su sonrisa llena de dulzura y determinación aparecieron. Y sus cálidos ojos encarnecieron una estrella...
¡Steve era usuario de ojos estrella! Más velocidad, más fuerza.
Sin pensarlo y sereno, se impulsó para atacar a Aiden y tratar de tirarlo del edificio para aunque sea causarle daño. No obstante, cometió un error fatal. Antes de poder asestar un golpe, vio los ojos de Aiden... esto causó que misteriosamente Steve se quedara congelado.
Mirando la extraña escena desde el suelo, Houston se preocupó ya que Steve no haría eso ni mucho menos sería capaz de traicionarlo (ignorando el hecho de que lo conoce desde hace como 10 minutos).
Como si fuera un robot, caminó con anormalidad a los bordes del edificio. Un paso en falso y caería. Pero de la nada, Steve solo... se lanzó. Esto sorprendió a Houston, pensando que era el fin para él y Max.
Y como si fuera una broma, Aiden empezó a reír para después decir unas importantes palabras—¡Tendrás tus ojos de estrella, pero yo tengo el ojo... —el ojo de la cicatriz se veía abierto—el ojo que controla a las personas! ... —reveló.
El ojo con cicatriz de Aiden estaba abierto. Un nuevo poder florecía.