Cuando la banda cruzaba la inmensa ciudad para ir a la granja, que estaba a las afueras de la misma ciudad, dos personajes importantes mantendrían una conversación más relevante de lo que alguien creería. Aedus, el dios responsable de poner a la banda contra varios enemigos como Aiden e Igor, se encontraba en una de las pequeñas islas piedras. Sentado y con las piernas y brazos cruzados, su mirada se enfocaba en uno de sus hijos.
—Entonces, señor, ¿De qué quiere hablar? —preguntó el hijo de Aedus. No era Anthony ni Pest, de hecho, nunca mencionaron su nombre. Traía un característico suéter color verde. De igual forma portaba aretes negros y un piercing en la nariz del mismo color.
—Creo que lo sabes—dijo Aedus.
—Quizá tengo una idea—supuso su hijo—Aunque dígame bien, señor.
—Los jinetes han aparecido y están cerca de los cinco elegidos: Houston, William, John, Justin y Casey.
—¿Ellos? Nunca luché contra esos
—No, porque aún no te había incluido a mis fuerzas
—Recuerdo que un tipo muy esquelético me mandó contigo, pero eso fue en otro universo. En fin, con respecto a los jinetes, los he visto. Gracias a mi poder puedo verlos—sus ojos miraban al suelo, pareciendo estar deprimido—Arthur, Joel... Isabela y Henry, los he visto a todos y me interesan, en especial uno de ellos—comentó el hijo de Aedus.
—Sí, igual los he visto y Anthony no tardará mucho en verlos, pero ¿crees que sea buena idea permitir que tengan contacto con los cinco elegidos? —preguntó Aedus.
—Señor, ¿me llamó para pedirme mi opinión? Usted debe decidir eso, no yo. Aparte, ¿por qué usted me preguntaría a mí? Solo soy un subordinado
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—Aiden, Igor, Anthony y Pest, de todos ellos, tú eres el más inteligente y razonable, Ashley—respondió Aedus.
—Es raro que me hable por mi nombre, usualmente no lo dice—dijo Ashley. Luego se levantó. —No obstante, usted podría dejarlos, no importará porque la única forma de que usted pierda es porque por fin "él" ha aparecido.
—Es raro que me diga por mi nombre—dijo Ashley—No obstante, usted podría hacerlo, de todas formas, no importará. La única forma de que usted pierda es porque por fin el rival ha aparecido.
—Eso sería contraproducente. Sí yo muriese, vendrá demasiada violencia y sangre con el resurgimiento de los sonrientes—comentó Aedus bastante serio.
—Es cierto, señor—Ashley realizó un suave movimiento con uno de sus dedos, abriendo un portal—Ya lo pensé. Deje vivos a los jinetes—dijo Ashley. Él se adentró al portal.
—¿Sí?—preguntó Aedus para confirmar.
—Sí, porque si ganan la batalla contra Igor se enfrentarán contra Anthony, yo y Pest. Y eso solo significa una cosa: NO TODOS SOBREVIVIRÁN—comenzó a cerrar el portal—me retiro—dijo antes de que se cerrara por completo.
Aedus, con la mirada fija al suelo, reflexionó. Hasta que unas extrañas palabras lo sorprendieron.
—¿¡Usted me está siendo infiel con Ashley!? ¡No tiene piedad, mi hombre! —gritó Pest a lo lejos. Su grito vino acompañado de un pequeño gallo.
Aedus miró a su subordinado más fuerte con codicia—Pest—le habló.
—¿Sí? ¿Me pedirás disculpas?
—Te propondré algo interesante
—Si no es un beso suyo no quiero nada, lo advierto.
—Lo es
Boquiabierto, Pest casi se desmayaba de la emoción—¡¡¡Dígame!!! Haré lo que sea
—Debes cazar a Arthur. Estará posiblemente en la tercera prueba. Si lo matas te daré un beso
—¡¡Lo haré!!—gritó Pest en una pose de guerrero. Luego cayó al suelo y, extrañamente, dio más de veinte vueltas.
—Bien, porque si él hace todo por los elegidos, entonces nunca sabremos sobre la existencia del único ser capaz de vencer al hombre que me mencionó el tercer sonriente... Lux—comentó Aedus.
—¿Y quién es ese o qué? Ya me puse celosa—dijo Pest haciendo un puchero extraño.
Al mismo instante en que Pest y Aedus platicaban, Houston y Steve, guiando a toda la banda (aunque en realidad los guiaba Steve), cruzaron toda la ciudad. Caminaron bastantes kilómetros. Lo que nadie de ellos sabía es que cuatro poderosas presencias, además de Igor, los seguían.