Ese dúo de idiotas, el amargado deprimido y el molestoso medio gay, son únicos en su clase. Ambos estaban fuera de la casa para empezar su misión que Max nombró cómo: La misión épica de Houston y Max para poder evitar que Houston tenga futuro.
—¿Y bien? —preguntó Houston mientras penetraba con su intimidante mirada a Max
—¿Qué cosa?—dijo con sumisión
—¿¡Dónde tenemos que ir!?—gritó
—Ah, eso hubieses dicho—puso su mano en la barbilla, símbolo de que estaba pensando—se me olvidó—Sacó su teléfono del bolsillo—Pues... según estos mensajes es cerca de acá. Deja abro la ubicación—picó con su dedo la pantalla del teléfono por unos 20 segundos
—¿Y entonces?
—Ya vi. Es en la cabaña abandonada en el bosque cruzando el sendero. Ya sabes, ese lugar donde a veces te drogas
—Ahh. Bien, vamos—se picó la nariz y estiró su espalda, empezando así su viaje.
De esa forma, los dos embarcaron su rumbo a la cabaña. Por unos momentos, todo se sintió diferente y algo emocionante para Houston, pero por supuesto que sentía miedo; no era cualquier tipo de gente con la que iría a hablar.
Los indigentes de la miserable colonia donde vivía Houston se le quedaban viendo. ¿La razón?... su traje. —¡Aléjense de él, es solo mío y solo yo se la puedo chupar! —exclamó Max. Houston no dijo nada del asqueroso comentario por parte de Max ya que logró ahuyentarlos. Pese a que su rostro mostraba seriedad, en realidad se cagaba de miedo de que lo asaltaran. En sus bolsillos había 60 dólares.
—Ey, Max. ¿A qué hora los citaste?
—Realmente los citaste tú. Y respondiendo a eso... a las nueve—sacó su teléfono y se fijó en la hora—Justo ahora son las nueve con quince minutos.
—¡No puede ser, hay que correr! —sorprendido, Houston corrió. Max hizo lo mismo, con la única diferencia que él daba piruetas y saltos mientras trotaba.
Así pues, el par se apresuró para ir al sendero que los llevaría a la cabaña. Tan solo les costó 4 minutos a paso veloz, llegar a la entrada del sendero del bosque.
El inicio del camino estaba vallado. Al cruzarlo, empezó a verse un inmenso bosque. En la ciudad de Houston, Texas; que era donde Houston vivía, encontró un lugar donde podía consumir sin que la policía lo llevara preso. Bien ahora, ese mismo sitio era donde citó a los criminales y donde iba justo ahora. —Mierda, ya me cansé—se quejó Houston.
El bosque era denso; una atmosfera misteriosa evocaba. Las hojas caían. Los pasos rápidos de la bina hacían que las hojas del suelo crujieran con rudeza. Eventualmente los dos se agotaron. Entre sudor y jadeos pararon; el calor esa mañana del 24 de Julio era insoportable. Incluso si Houston tenía marcado sus músculos, era porque estaba algo desnutrido. El par de estúpidos se sentó en una gran roca.
—Ah, mierda. Puta madre, no puedo más—Houston soltó un gran respiro
—¿Estás estresado? Si quieres yo...
—¡¡¡Ni una palabra más!!!
—¿Po qué?
—Porque dirás algo como... “Shi quieresh te presto mis nalguitas para que te relajes un ratito, bebé”. Solo guarda silencio y deja de decir tonterías
Max puso una cara de tristeza algo forzada y trató de poner una de perrito triste. Sin embargo, solo se vio raro. —Pe-pero
—Pero nada, Max—Inhaló y exhaló—Vamos, hay que seguir
Se levantaron y continuaron con su camino. Una pequeña brisa de aire se hizo presente; un poco de calma antes de llegar. La caminata ya se estaba extendiendo mucho, Max y Houston estaban agotados, aburridos y abrumados; tanto que su mirada estaba perdida en el suelo. En un pequeño instante, el bello sonido lejano de hojas siendo pisadas llegó a los oídos de ambos, logrando alzar su mirada de manera casi inmediata. Alguien, a lo lejos, caminaba por el mismo sendero. Solo veían su espalda.
Desde la perspectiva de Houston y Max, observaron a alguien con traje y cabello largo y castaño. El desnutrido pensaba en cómo hablarle al tipo, pues, aunque el barbudo fuera alguien grosero y mal hablado, sorprendentemente también era penoso. Por pensar tanto, no se fijó en que Max ya estaba platicando con el hombre. En menos de 3 segundos Max y el desconocido ya se estaban riendo. Y en dos segundos se estaba acercando para hablar con Houston. El líder de la banda estaba sonrojado por la vergüenza de hablar con alguien que no conocía.
—Un gustito, Houston. Soy William—Ojos azules, una amplia sonrisa y un largo cabello castaño. Portaba un traje mucho mejor, por la única diferencia que era la corbata roja que él llevaba puesta.
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Houston estaba temblando y por la misma vergüenza empezó a tartamudear—Ho-Hola, soy Houston
—Sipi, eso ya lo sé. Max me dijo—señaló a Max, quien estaba a lado suyo—Entonces... ¿nos citaste acá por accidente?
—¡¿Cómo sabes eso!?
—Max también me dijo—
De manera infantil, Max comenzó a silbar mientras desviaba su mirada a todos lados menos a Houston. No obstante, terminó haciendo contacto visual con Houston; pudo ver una mirada de odio. Luego habló—¿Qué? ¿Por qué me ves así? —Houston seguía viendo con una mirada asesina.
William al ver la molestia de Houston, interrumpió—Pero tranquilo, Houston, no pasa nada. Es normal cometer errores, yo ayer me comí un burrito gigante y hoy pagué el precio en la mañana... eso si fue un error.
—Eso es repugnante. Aunque, ¿de verdad no estás molesto?
—Sipi, de veritas
Houston soltó un suspiro—Me alegra ver que eres un ser humano. Pensé que me golpearías o algo así
William soltó una pequeña risa—De todas formas tienes que ir a avisarle a los demás, ¿no? —Preguntó dudoso—Que yo recuerden éramos una banda de cinco, incluyéndote. Y no sé si tu amigo Max también sea parte
—No, no lo soy, guapo—Dijo Max
—Sí, debo ir a decirles a los demás que todo fue un error. Oye, William. ¿Te molestaría acompañarnos a hablar con las personas que cité? —Preguntó Houston
—No, de hecho iba a acompañarlos, jijiji
—Gracias—Dijo Houston
El equipo aumentó de uno a dos sin contar a Max. Los tres ya iban 22 minutos tarde, pero no les faltaba mucho para poder llegar a la cabaña en el bosque. Se desviaron un poquito del sendero, pues la cabaña estaba un poco oculta. —Bien, hemos llegado—anunció Houston.
La cabaña estaba a la vista de ellos. Era chica y sus puertas y ventas no eran más que huecos vacíos donde podía entrar cualquiera. Olía a viejo. Perfecto para indigentes, el único problema que podrías tener es que te atacara un animal salvaje. Tres personas estaban cerca de la cabaña; los criminales estaban ya allí y no se veían nada contentos.
—Finalmente llegas, imbécil—Un hombre que portaba un suéter gris, pantalones de mezclilla y tenis rojos hizo aparición. Se veía molesto. Su rostro presentaba facciones delgadas. Él era la única persona que no llevaba un traje, todos los demás sí. Estaba ligeramente rapado del lado derecho de su cabeza y el copete peinado al lado izquierdo. No usaba gel.
—Hola... soy... Houston—tragó saliva—soy su líder
—Sí, imbécil, eso ya lo sabemos, nos lo dijiste por mensaje. Pero queremos saber la razón de porqué llegas más de veinte minutos tarde. Líder mis pelotas
Houston, cagado de miedo, pensó en que respuesta podía darle al tipo. Sin embargo, no se aguantó las lágrimas y salieron solas. Cayó de rodillas y abrazó las piernas del sujeto—¡¡¡¡¡Fue todo un error, lo siento mucho!!!!! Todo pasó cuando estaba borracho, perdónenme—Nadie esperaba ver al “líder” llorando y rogando como estúpido.
Lo que todos esperaban pasó. El tipo que estaba abrazando lo miró con asco. —No quiero tus putas disculpas de mierda—acto seguido, dicho sujeto apretó su puño y tensó su cuerpo por la ira que sentía—te voy a matar, puto idiota. Espero hayas disfrutado tu borrachera—alzó su puño y golpeó a Houston en la cara con todas sus fuerzas. No le fracturó nada pero su nariz escurría sangre.
William se quedó plasmado, estaba presenciando algo horrible, a él no le gustaba la sangre, a menos que fuera por defensa personal. Y Max... él solo se aguantaba las risas.
Houston seguía consciente, por lo que el chico del suéter golpeó múltiples veces su cara, tumbándolo ahora sí. No paró ahí, continuo pateando sus costillas en el suelo. El dolor era tanto que Houston quedó desmayado. Incluso con eso, el tipo no paró. —¡¡Eres un maldito inútil de mierda, Houston!!! Ojalá mueras—exclamó. Sorprendentemente, alguien lo tomó del hombro—Déjalo—aquel hombre era William; había intervenido.
—¿¡Y tú que quieres, puto idiota!?
—He dicho que lo dejes—la mirada alegre de William desapareció
—¿¿¿Eh??? ¿Y por qué mierda yo debería hacer eso?
—¿No lo harás?
—Déjame, ¿o acaso quieres que también te mate a ti? ¿Eso quie...?
William interrumpió lo que estaba diciendo con un fuerte cabezazo en toda su cara. En consecuencia, la sangre no tardó en aparecer. Pero algo curioso pasó... el chico de suéter gris, que ya estaba en el suelo por el cabezazo, sangraba de la nariz, ojos, boca y oreja. Toda su cara estaba repleta del líquido rojo. La naturaleza amable de William lo hizo preocuparse—¡Nooo, perdón, amiguito! —se agachó para intentar ayudarlo. No obstante, de forma repentina, le pasó lo mismo. Ojos, nariz, boca y orejas expulsaron sangre; no tardó en quedar desmayado.
Mientras todo eso pasaba, Houston, que ya estaba inconsciente, brotaba sangre de los mismos lugares. Max estaba sorprendido, abrió la boca de manera muy exagerada. Una mujer, que era uno de los criminales que citaron (y estaba recargada en la cabaña), no tuvo reacción alguna al ver a todos quedar inconscientes llenos de sangre. Y otro hombre que también había citado, tampoco tuvo reacción. Unos malditos sin sentimientos.
Segundos después, ambos experimentaron lo mismo. La sangre derramó de todos los huecos de su rostro, quedando de igual forma inconscientes.
Toda la banda estaba en el piso con sus rostros llenos de sangre. Aunque hubo una excepción, pues a Max no le pasó nada, así que corrió en busca de ayuda. ¿Qué estaba pasando?