Justo ahora, John estaba caminando con tranquilidad a quien-sabe-donde, sin percatarse de que William, el hombre con el que estaba molesto a muerte, lo seguía a él. Uno caminaba con calma y el otro solo lo acechaba.
Mientras William seguía a John, algo llamó su atención, algo que le recordó a la discusión que había tenido con John media hora antes. —Sé que miente, sé que a él le gustan esos libros... los libros de romance—dijo. Una enorme y extravagante biblioteca ubicada en frente suyo, hizo que ingeniera una idea. La biblioteca era grande, su puerta de cristal y las columnas estilo romanas la hacía ver hermosa.
—Definitivamente si algún día tenemos una cita de amigos, debo llevarlo aquí—expresó William con mucha felicidad. Olvidó que estaba con el objetivo de ver a donde iba John—¡Debo ir rápido, que lo perderé! —exclamó. Sin embargo, desde allí vio como John se metía a una pequeña papelería. —Creo que se quedará allí por un rato. De mientras... —observó con malicia la entrada de la biblioteca—tengo otros planes—agregó.
Postrado frente a la puerta y con una mano en la manija, se preparó para la absurda cantidad de títulos que miraría para realizar su plan. Abrió y un misterioso viento sopló en su cara, olía a... libros.
¡Era muy grande! Un laberinto de libro lo esperaba, también había una escalera que llevaba a, obvio, ¡más libros! Se sentía como un mar repleto de gloriosas páginas; mar donde se estaba ahogando.
Dio los primeros pasos con temor—Entonces, el plan es: Uno, buscar un libro que sea del agrado de John, dos, ir con John, tres, regalárselo y pedirle disculpas, cuatro, darnos un abrazo, cinco, ser mejores amigos, ¡estoy seguro de que funcionará! —con entusiasmo se adentró más a los inmensos pasillos. Se dio cuenta que cada pasillo contaba con un género diferente. —¡Ajá! Aquí están, libritos de romance, de mí no se van a escapar. Ohh, y hay muchos, ji, ji—encontró el pasillo destinado al romance—Empecemos—dijo mientras extraía el primero de la monstruosa estantería.
Ya extraído se fijó en la portada, presentaba un título raro. Leyó la sinopsis y se percató de su contenido: un nerd que enamoró a la chica más popular de su instituto—¿Nerd y popular? No, el merece algo mucho mejor—lo botó al suelo y extrajo el segundo libro.
Volvió a examinar con cuidado el contenido, resultando ser en algo diferente: Una nerd que enamoró al chico más popular de su instituto—¡¡Es lo mismo!! —exclamó William. Sacó un tercer libro y leyó con atención la contraportada, siendo un libro raro: Un nerd que enamoró a una nerd—¿Esto es en serio? —preguntó William con suma decepción. Finalmente, extrajo el cuarto libro, se fijó en la sinopsis de nuevo y encontró algo raro de verdad: una chica popular enamora a un chico popular—¡¡¡Esto debe ser una bromita!! —exclamó con enojo.
Duró un buen rato extrayendo libros, leyendo contraportadas y botando varios, ¡ninguno lo convencía!
Entre los cientos libros que botó, encontró de tipo secuestro, mafia, acosador, acosadora, bully y muchos otros, no obstante, ninguno llamó el interés de William para regalarle a John. —¡No puede ser que no haya ningún libro para mi amiguito! Waaahh—fingiendo llorar, extrajo un libro más. Incluso si ya en el piso había más de 150 libros, no se rindió. Vio una portada con dos hombres, con el título de “una boda de dos trajes”, luego, con detenimiento, leyó la atractiva sinopsis—Esto es... —terminó de leer—¡esto es genial! —El libro contenía una trama cliché pero atractiva. Dos hombres, uno que odiaba al otro, y el otro que quería al primero—Aunque es romance gay, no sé si le importe—puso su mano en su barbilla y lo decidió—¡lo llevaré! Espero le guste—dijo.
Salió radiando alegría de la librería, pensando en cómo él y John podrían ser amigos y vivir muchas aventuras juntos—El me odia... pero yo lo quiero, ¡Quiero que podamos ser los mejores amigos! —sus pequeños pasos hicieron que se acercara más a la papelería.
—¿Y sí no le gusta? —Estaba sobrepensando— ¿y si me odia más?... me da miedo—pensó con tristeza. Miró detenidamente el libro, suspiró y dijo—Por favor, haz que John ya no esté tan molesto conmigo—seguido de un besito lleno de dulzura, porque eso era William: dulzura. Sonrió y se llenó de seguridad.
A continuación, su destino, la papelería, estaba frente a sus azules ojos. Inundado de temor, trató de respirar y armarse de valor para enfrentar lo que sea que pasara. Abrió la puerta de dicha papelería y se embarcó en la búsqueda de John.
No era grande, pero lo suficiente como para tener un cuarto lleno de papeles de muchos colores, cartulinas, etc. Su instinto no servía de mucho, no encontró a John en los pocos pasillos de allí. Sin embargo, vio algo que lo hizo sospechar que aún andaba allí. Un paquete de colores abierto postrado en una mesa sin algunos colores, es decir, alguien tomó unos cuantos colores.
William notó una puerta que llevaba al patio trasero de la papelería que también parecía ser una casa. —No, no está aquí—miró el pequeño patio cercado y no, nadie andaba allí. De pronto, una voz habló—¿Qué mierda haces aquí? —sonaba idéntica a John.
Giró su cabeza para ver de dónde vino la reconocible voz, pero siguió sin ver a nadie. Miró un poco a la derecha y vio una escalera que llevaba al no muy alto techo, allí miró a John sentado en el borde del techo, poseía una libreta y diversos colores. —¿Qué dibujas, John? —Preguntó William temeroso.
—¿Acaso vienes a molestarme otra vez? —se lanzó del techo y cayó con facilidad—No sé si me oíste hace rato, pero te he dicho que me dejes en paz y que... ¡en tu maldita vida me vuelvas a hablar! Te detesto, William. Eres un maldito maricón. Con razón mi padre odiaba a las personas como tú... —mencionó con extrañeza y suspiró.
Los ojos de William aguantaban las enormes y para nada agradables ganas de llorar—Yo sé que no quieres verme ni hablarme, pero tengo que decirte algo. Escúchame, porfis—Pidió
—¡No, no quiero escuchar nada de ti! Lárgate—exclamó John furioso
—No me iré a menos que me escuches
—¿¡Si te escucho te largas de aquí!?
—Sipi, lo prometo
—¡Tienes tres minutos!
William suspiró, tragándose las ganas de llorar—Bueno... —se le quebró la voz—Só-sólo quería decir que... lo siento. No haré eso de nuevo, no volveré a darte ningún beso, lo siento mucho. Entiendo que estés molesto y sé que no quieres hablarme pero... —tenía los brazos escondidos atrás para ocultar el regalo. Mostró el libro—...te traje un regalo. Espero te guste, John—Se lo entregó.
John lo tomó y lo analizó para decir—¿¡Qué te dije sobre los libros de romance, William!?
—¡Lo sé! Pero algo en mí me dice que tengo razón; que tú mientes
—¡No, no la tienes! Y nunca la tendrás... No quiero esta mierda de regalo—lo tiró al césped
William miró esto con lágrimas en sus ojos—Auch, ¿de verdad? —preguntó llorando
—¡¡Que no!!
—Oh... está bien—se dirigió a la puerta—Mejor te dejo en paz—abrió la puerta con rapidez y salió.
John mantenía sus respiraciones agitadas; seguía molesto. No obstante, un sentimiento lo hizo correr para tratar de que William no se sintiera tan mal. Ese sentimiento era culpa. Tomó el libro y fue a por William —¡William, espera! —no tuvo respuesta. Fue a toda prisa para poder alcanzar a William, logrando tomarlo del hombro. Al tomarlo del hombro, realizó un pequeño jalón que tumbó de rodillas a William. —William, por favor. Quiero ayudarte—Dijo John.
William... explotó. Se puso a llorar entre gritos y quejidos, lamentándose de haberle regalado aquel libro. El miembro más positivo de la banda, estaba hecho trizas.
John comenzó a decir muchas cosas para así evitar que siguiera llorando—Oye, lo siento. Perdón por haber dicho cosas tan feas. Leeré el libro, ¿sí? —no tenía ni la mínima idea de cómo ayudar.
—¡Claro que no! ¡No lo vas a leer porque no te gustó!
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—William, yo...
—¡Tú no quieres ser mi amiguito! Yo quería que fuéramos amigos—incrementó su llanto, sintiéndose peor
—Escúchame, yo leeré el libro, te lo prometo
—¡No, no te gusta el género!
—William... —suspiró—Por supuesto que me gusta el romance... —John se sentía igual de triste
William se calmó un poco—No es cierto, tú... ¡mientes!
—Si hago algo que nunca he hecho en mi vida, ¿me prometes que dejarás de llorar?
—No lo sé...
Sorprendentemente, en un acto de bondad, John abrazó con toda su fuerza a William. Era un horrible abrazo, pues John nunca abrazó a alguien. El llorón, aceptó el abrazo, aunque lloró más. Entre lágrimas mencionó—No prometí nada—Refiriéndose a lo que dijo John segundos antes.
—Tranquilo, está bien, todo está bien, ¿sí? —Dijo John con incomodidad. Así continuaron por siete minutos hasta que William detuvo su llanto.
William se sintió mejor y John desbloqueó nuevas emociones y acciones que nunca había sentido ni hecho.
Ahora, Juxs y Casey corrían juntos entre bellas risas en un callejón húmedo. En este había una cantidad impresionante de carteles pegados, todos ellos ya rotos o borrosos. Aunque nada importaba para ellos dos, su alegría era más.
Pararon una vez salieron del callejón, viendo así una sección de la ciudad donde la gente vendía sinfines de cosas. —¿¡Acaso ese de allá es un barrio chino!? —preguntó Juxs emocionado. —Sí, lo es—Respondió Casey. Apresurado, Juxs corrió al barrio. Volteó para exclamarle a Casey—¿¡A qué esperas!? ¡Ven! —dijo con alegría.
Ambos muy felices, exploraron el barrio chino. —¿Cómo me veo? —Juxs salió de un probador de ropa. Ingresaron a una tienda llena de ropa oriental; vestimenta típica. Juxs salió de un vestidor con un lindo kimono que llevaba una combinación de rojo y blanco. —Luces bien—Respondió Casey.
Juxs miró dudoso, pues no le agradaba el kimono—Nah, no me gusta. Mejor vayamos a ver otra cosa—mencionó. Casey, sentado en un banco con decoraciones chinas, esperó paciente a su amigo.
—Bien, vámonos—Juxs salió con su saco y sus tenis.
Casey se levantó y salió junto a Juxs, analizando el barrio para ver cuál sería su siguiente aventura. Inspirados, caminaron juntos, radiando de alegría.
En el camino algo llamó su atención—¿¡Un maldito salón de karaoke!? —exclamó Juxs. —Sí, lo es—respondió Casey. —¿Alguna vez dices otra cosa? —preguntó Juxs. Casey solo soltó una risita. Se acercaron a un cartel gigante que decía:
¡Salón de karaoke bajando las escaleras!
En el cartel aparecía una flecha que indicaba una puerta pequeña, la cual llevaba a unas escaleras que iban abajo. Tranquilamente bajaron las escaleras, tenían cuadros de cerezos y lámparas orientales—Qué... elegante—Dijo Juxs. —Sí, lo es—respondió Casey. Juxs miró feo a Casey, debido a sus palabras. —Llevas repitiendo lo mismo desde hace rato
—Sí, lo sé
—Te pegaré si dices eso otra vez, maldito
—Sí, lo sé
—¡Ya, para!
—Ja, lo siento. ¿Qué vamos a cantar?
Bajaron por completo las escaleras, viendo un pequeño escenario con una máquina de karaoke. También había mesas y sillas.
Aquel salón era de calidad un tanto dudosa. —No sé, pero ya veremos que canciones nos ofrece—respondió Juxs a la cuestión anterior de Casey.
—¿Entonces? ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Casey
—¿Eres tonto? ¡Obvio, cantar!
—Ah, cierto. Vamos al escenario
—Irás al escenario tú, no yo
—¿¡Qué!? ¡Pensé que cantaríamos los dos!
—Pero yo quiero oírte cantar, Cas
—¿Cas? Qué curioso apodo—se puso un poco feliz, pero luego recordó—¡A mí me da vergüenza cantar!
—Agh—disgustado, Juxs agarró del suéter a Casey, jalándolo al escenario
—¿Qué harás? —dijo nervioso y con ganas de llorar
—¡Eres tonto, ahora me doy cuenta! ¡¡Vamos a cantar juntos!!
Casey se sorprendió. Antes, hace como cuarenta minutos, demostró ser alguien agresivo, despiadado, que no tenía compasión por los demás. Sin embargo, ahora era todo lo contrario. Casey estaba siendo un amor de persona. Ante las palabras de Juxs, se sintió extrañamente... querido; sonrió al escucharlas.
—Deja escojo la música—Dijo Juxs mientras revisaba la máquina de karaoke y tratando de comprender su funcionamiento. Por otro lado, su compañero estaba perdido en sus pensamientos.
—Listo, ya escogí—mencionó Juxs, dándole un micrófono a Casey y él quedándose con otro. —Gracias—Dijo Casey.
La máquina empezó con una ligera melodía, que poco a poco se volvió más insana.
Finalmente, la letra de la canción apareció. Ni la letra sabían y allí se encontraba el apuesto muchacho de ojos verdes tratando de cantar. Al principio solo era él quien cantaba, pues Casey, avergonzado, estaba callado. Unas palabras lo animaron—¡Anda, Casey, canta! —exclamó Juxs. Dichas palabras fueron suficientes para llenar de seguridad a Casey, quien empezó a cantar. Y así, cantaron por diez minutos.
Para sorpresa de nadie, cantaban horroroso. No obstante, nada de eso importaba, ambos disfrutaban el momento y eso era lo que los ponía felices.
Diez minutos de mal canto tuvieron que pasar para darse un descanso.
Los dos descansaban en las sillas con las mesas que se ubicaban allí. Casey, caminó en busca de bebidas—¿¡Cuál es tu refresco favorito!? —Preguntó Casey. La respuesta de Juxs fue toronja; él llevó de limón. —¿Tú de que trajiste? —preguntó Juxs con curiosidad. —Limón—respondió. Destaparon sus bebidas y chocaron las botellas para después darle un trago.
—Fue increíble. Jamás me había divertido tanto, ¿qué más deberíamos hacer? —Juxs se veía impaciente por salir. Sus ojos, abiertos como platos, confirmaban que estaba muy feliz
—Podríamos seguir caminando por la ciudad, es suficiente de barrio chino. Ya veremos que hacer después—contestó
—No es mala idea, ¡Vamos! —bruscamente se levantó de la mesa y corrió a las escaleras. Casey no tuvo más remedio que seguirle el paso. Ambos dejaron sus refrescos en la mesa.
La bina, salió del salón y ahora se encontraba en un pequeño parque; pequeñísimo. Se sentaron en unos columpios, disfrutando del ambiente tan fresco.
—Oye, Casey
—Dime, Juxs
—Eres alguien inseguro, ¿cierto?
—¿Por qué preguntas?
—Cuando vimos hoy al estúpido líder, Houston, lo golpeaste. Parecías uno de esos imbéciles con ataques de ira, ¿sabes?
—Oh, es verdad. Me disculpo por ello. Ni si quiera estaba molesto, solo quería... —Casey se quedó callado por un momento, parecía arrepentido de lo que diría
—¿Qué cosa? Puedes decirme—puso con suavidad su mano en el hombro de Casey
—¿Prometes no burlarte? —puso el meñique, esperando la respuesta de Juxs
—Lo prometo—hicieron la promesa del meñique
—Si no cumples tu promesa tendré que cortarte el meñique, ja, ja. Bueno, siguiendo con lo otro, es que... —suspiró—no quería que me vieran como alguien débil
—¿Tienes miedo de verte débil porque piensas que se aprovecharan de ti porque sabes que tienes un corazón de pollo?
—¡Lo dedujiste rápido!
—Tengo la habilidad de entender a la gente
—Por cierto, no encontramos nada más interesante que este parque de mierda—dijo Casey, cambiando el tema. Juxs se percató de esto, así que le dijo—Casey, no te preocupes. No tiene nada de malo ser como realmente eres. Y si con los demás no puedes ser tú mismo, al menos trata conmigo—de forma inesperada, puso su mano en la mano de Casey, sonriéndole—Prometo no burlarme, lo prometo por el meñique.
—Gracias, Juxs
Una extraña paz inundó el ambiente. Ellos no sabían que estaban algo cerca de Houston, que por cierto, se encontraba en una extraña situación. Parecía que se encontró con alguien...
—¿¡Quién anda ahí!? —Houston se acercó con cautela al puesto de periódicos. Una vez cerca y de una manera muy extraña, salió un hombre con traje y moño, un peinado para atrás, dejando ver su frente, sus chicos ojos y su gran boca. Recordaba a una serpiente.
Con dos periódicos en la mano, el hombre habló —¡¡Llévele, llévele!! Hay periódicos a mitad de precio, ¿se te ofrece uno? ¡Recuerda que a mitad de precio! —ofreció un periódico a Houston, quien solo lo veía con extrañeza. Antes de que dijera algo, el hombre dejó caer los periódicos y se presentó—Un gusto, soy Steve—tomó de la muñeca a Houston e hizo que se dieran un forzado apretón de manos.
Segundos después, Houston reaccionó—Espera, ¿quién eres tú?
—Ya te lo he dicho, bobito. Soy Steve, me llamo Steve
—¿Y qué se supone que haces dentro en este portal? Nadie de mis chicos te conoce
—Se enfrentan con un chico llamado Aiden, ¿verdad? Ese loco me atrapó aquí hace unos cuantos años. Aedus me eligió a mí como líder de unos compañeros
—¿¡Conoces a Aedus y a Aiden!? —esto tomó por sorpresa a Houston, aunque claramente estuvieran en el portal de Aiden
—Eres un poco bobo, sí, conozco a Aedus. Y también luché contra Aiden hace un tiempo, así que puedo ayudar a ti y a tus amigos
—Te acabo de conocer, no creas que soy tonto
—Sé dónde está Aiden justo ahora. Lo vi pasar hace un ratote
—¿Dónde?
—Allá—Steve señaló un enorme edificio a lo lejos—está en ese edificio, el más alto de toda la ciudad. ¿Quieres que vayamos a vencerlo? Soy fuerte
—¡Vamos! —Bien sabía Houston que a Aiden no le haría nada, así que, sin pensarlo, aprovechó la ayuda.
Y, de una forma muy pero muy estúpida, Houston fue junto a Steve a dicho edificio, lugar donde Max estaba.