Esa noche, los vientos se azotaron en la ciudad. El mal clima rondaba por los cielos.
Mientras tanto, Houston, acostado en su cama, veía el techo. —No puedo dormir—Fueron las palabras pronunciadas por nuestro protagonista.—Esta cama es demasiado dura—comentó.
Molesto y con un toque de indignación se levantó de la cama. Anteriormente había puesto su saco y pantalones en el piso, esto para dormir más cómodo, sin embargo no le funcionó.
Parecía haber planeado algo. Volvió a vestirse con su ropa elegante: Saco y pantalones. Después salió de la habitación—Por fin tengo en que gastar este dinerito—Dijo recorriendo el pasillo de las diez habitaciones.
El lugar se veía apagado, a excepción de la zona de recepción. Allí, en la zona alumbrada, se encontraba (por fin) la recepcionista despierta y acomodando su zona de trabajo.
A Houston no le importó y pasó de largo. Y la mujer solo lo ignoró.
Cruzando las puertas del hotel pudo observar a la amarillenta luna apoderarse de los oscuros cielos. —Tan bella como siempre—comentó Houston un tanto amargado. —Mierda, hace un poco de frío—Y era de esperarse, los vientos empeoraron aquella noche.
Algo que caracterizaba a Houston es su cara de amargado y drogadicto. Casi nunca sonreía, él no es de sentirse feliz.
Caminando por las calles notó lo vacía que estaban, no parecía haber vida en la ciudad. Sin señales de vida en la ciudad, Houston se cuestionó algo sobre la cena—¿Pues a qué hora acabó la cena? Es más, ¿Qué hora serán?—se preguntó. Sin la menor idea sobre la hora, decidió seguir su camino.
Las calles, además de estar en un completo silencio, eran apoderadas por la oscuridad. Había alguna que otra lámpara por el camino, pero era la oscuridad lo que predominaba.
También, aparte de notar la poca vida de la ciudad, el silencio y la oscuridad de la misma, Houston se percató de la gran cantidad de basura regada por doquier. —Es mucho mejor vivir en la colonia más insegura de la ciudad, donde tiran muertos, que vivir aquí donde tiran basura—comentó asqueado.
Hasta después de un rato caminando y opinando sobre la ciudad, pareció haber llegado a aquel lugar donde quería llegar.
Los ojos muertos de Houston se iluminaron al observar una tienda brillante. El local tenía un aspecto muy lúgubre, pero al menos tenía una muy buena iluminación. "Abierto las 24Hrs" aseguraba el cartel del lugar.
—Este lugar huele a tierra húmeda—. Houston miró a un vagabundo inyectando en su vena del brazo lo que podía ser fentanilo. —Al menos no es como esa ciudad de zombies—Dijo riéndose.
Entrando a la tienda, vió a un hombre de unos, aproximadamente, diecinueve años trabajando en dicho lugar. —¡Wow! Usted es el único cliente que viene a las...—Animado y con mucha energía checó su reloj—¡Dos con treinta! Usted está loco—Dijo.
—Solo dame unos cigarrillos—Pidió. Houston dejó la paga sobre el mostrador.
—¡Claro! Tenga, aquí están—El hombre agarró unos cigarros de una repisa y se los entregó a Houston.—Que tenga una muy linda noche—se despidió.
Houston solo lo ignoró, yéndose de la tienda. Ahora debía recorrer el mismo camino que había tomado. Él no quiso fumar hasta que llegara.
Entonces, durante su interminable caminata recordó algo. En específico, las petición de Steve sobre que mejorara llegó a su mente, cosa que le importó un carajo. —Beberé, fumaré y seré una mala persona hasta el día de mi maldita e insignificante muerte—Comentó.
Pasaron varios minutos para lograr volver a ver el hotel, cosa que lo alegró... Hasta que recordó que no tenía ni había comprado un mechero. —Mierda—Dijo muy molesto. —¿Será que la recepcionista tenga alguno por allí?—Se preguntó.
Entró al hotel un poco molesto y enojado consigo mismo. —¿Ahora dónde está esa mujer?—La recepción, donde se supone que debía estar la mujer, se encontraba vacía. Exploró primero el pasillo de los cuarto, pero no parecía haber nadie.
—No tengo más opciones, debe estar dentro de la puerta esa—Se refería al lugar donde solo entraban los trabajadores.
Sin temor alguno de que le llamaran la atención, entró, ya que solo quería fumar tranquilamente. No obstante, los llantos de una mujer o algo parecido, parecían escucharse.
Los lloriqueos provenían desde la puerta derecha, lugar que era una zona de descanso para trabajadores. Dudoso de si entrar o no, giró la perilla de la puerta.
Entró.
Esa mujer...
Ella parecía tener un cuchillo en sus manos.
Poseía varios cortes en su brazo.
Sorprendida por la aparición de Houston ocultó su brazo de manera rápida y tiró el cuchillo.
Por otro lado, Houston no sabía que decir. Tartamudeando, dijo—¿Ti-Tienes un mechero?—Preguntó. Sí, eso dijo Houston.
—¡Claro!—La mujer limpió sus lágrimas con su corbata morada. Buscó en el puff donde estaba sentada y de allí sacó un mechero. —Tenga, señor—Se lo entregó.
—Gracias—Houston caminó a la puerta complacido. La cruzaría de no ser porque, por segunda ocasión, recordó aquellas palabras de Steve. —¿Yo? ¿Volverme un mejor hombre? Eso no pasaría ni en mil años—Se dijo así mismo. —Esto no es asunto mío, no debo involucrarme...—Pensó. Sin embargo, las palabras de Steve lo hacían sentir culpable.
No era asunto suyo y que se fuera de allí, pensaba. Pero, para sorpresa de él, su cuerpo reaccionó y lo hizo voltear y ver a la mujer—No... Yo no puedo cambiar, soy una mala persona y siempre lo seré—se repitió. Algo muy dentro de él salió a la luz, ¿Compasión quizás? Ni él lo sabía. Lo que importaba, es que no era capaz de dejar a aquella mujer sola en un momento así.
Tal vez el no lo sabía, pero muy dentro de él, Houston era una buena persona.
—¿Estás bien?—Houston atacó con su primer pregunta.
La mujer, sorprendinda de su pregunta, tartamudeó. —¿Eh? ¡Claro que estoy bien! ¿Por qué no lo estaría?
—Repetiré, ¿Estás bien?—Se acercó más a la mujer, incandose. Allí, al lado de la mujer, observó el gafete de esta tirado. —¿Estás bien, Lola?—Volvió a preguntar.
—¡Sí, lo estoy! ¿Por qué sigues preguntando?—Se notaba nerviosa. Lola seguía ocultando su brazo.
—¿Y por qué te cortas? No creas que no ví tu brazo
—¿¡Qué!? ¡Yo no hago eso! ¿Además qué haces aquí? Esta habitación es para personal autorizado
—He visto tu brazo, no puedes ocultarme nada. Dime, ¿Qué está sucediendo en tu vida que te hace hacer eso?
—¡Nada!
Ese hombre que, repentinamente, abrazó a la recepcionista no era Houston. ¡Era imposible! Houston acababa de abrazar a alguien.
La mujer quedó sorprendida—¿Qué haces?—preguntó. Su voz se rompía. Hasta que era inevitable controlar esas lágrimas contenidas.
—Todo está bien, Lola—Houston le dio pequeñas palmadas en su espalda. —Dime, ¿Qué pasa?—Un extraña sensación se apoderaba de Houston. Le daba paz ser alguien bueno por una vez.
—Es mi novio
—¿Qué tiene tu novio?
—Él... Abusa de mí cada día. Y si se llega a enterar que abracé a alguien más me va a matar, lo sé.
Aquella extraña sonrisa en Houston desapareció al escuchar esas palabras. —Mierda—Dijo con frialdad.
—Lo sé, es una mierda—Lola moqueaba sobre la ropa de Houston
—Cuéntame todo lo que ese bastardo te ha hecho
—¿Por qué? ¿Qué harás?—Lola deseaba que lo separaran de su pareja, pero a la vez tenía miedo.
—Yo me encargaré de tu "novio"
—Oh... No podría involucrarme en un crimen así
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—No te preocupes, dime, ¿Cuál es su nombre?
Hubo un silencio por parte de Lola, hasta que contestó la pregunta—Andy. Su nombre es Andy
—Bien, prometo separarte de ese imbécil
—¿Qué harás?
—Eso no importa, cuéntame dónde puedo encontrarlo
—Se supone que debe estar durmiendo en nuestra pequeña casa
—Dime la colonia y cómo se ve la casa
—¡No tiene nombre! Pero es conocida por ser la más insegura de la ciudad
—Ya sé donde es
—La casa es blanca y tiene varios arbustos secos por fuera
—Ya sé quién es ese tal Andy. Iré a hablar con él
—Bien...
—¿Estás consciente que lo voy a matar?
—Sí
—No te preocupes, tengo una banda criminal a la que puedes unirte. Ven con nosotros, te libraremos de esa mierda
—Eso suena... Bien. Me gustaría
—¡Pues mañana vendrás con nosotros! No te arrepentirás, será divertido
—Ja—Logró sacarle una sonrisa—Gracias
Ambos se despegaron del abrazo.
—Antes de irme, ¿Qué otra cosa debo saber sobre él? Para ver que tanto lo hago sufrir
—Pues, es algo fuerte.
—No importa—Dijo Houston
—Me ha obligado a abortar varias veces, me ha golpeado y ha quemado cigarros en mí—Lola alzó su camisa, dejando ver su abdomen. Su suave y blanca piel parecía haberse dañado. Un moretón morado y verde se presentaba en un extremo de su abdomen.
—Es suficiente, iré a hablar con él—Anunció Houston.—Te diré lo que pasó cuando vuelva—Antes de que saliera, Lola le habló.
—¡Oye! Pero, ¿Cuándo vuelvas me podrías... Abrazar?—Preguntó
—Yo...—Houston dudó, pero después se notó decidido en su respuesta. —Sí, te abrazaré.
—Gracias
—Y mañana irás con nosotros y te librarás de ese malnacido—Houston le dió una cálida sonrisa a Lola, quién se la devolvió—Por ahora buenas noches, Lola. Regresaré, te lo prometo—se despidió.
—Adiós, y gracias—la puerta fue cerrada y Lola solo se quedó viendo, agradecida. Se veía más feliz.
Por otra parte, Houston había salido con una sonrisa en su rostro. Caminaba con tranquilidad a la salida del hotel y, al salir, en ese momento, todo su rostro presentó un brusco cambio; pasando de felicidad a ira.
En su rostro se marcaron sus venas. También apretaba con fuerza sus dientes. En esos momentos, la sangre de Houston hervía en ira, deseando matar a Andy. Con su puño cerrado y apretándolo con fuerza, se dirigió a la colonia dónde él también vivía.
—Ese hijo de perra lo va a pagar—Mencionó lleno de impotencia y furia.
Caminaba en dirección a la colonia más insegura de la ciudad. Fue allí donde Houston se enteró por primera vez que había creado, accidentalmente, una banda criminal.
El hogar de Houston se ubicaba en esa misma colonia. Se rumoreaba que allí habían negocios de drogas y asesinos. Pero a Houston nunca le importó. Sin embargo, si algo no quería en su colonia era un puto violador de mierda.
Continúo su camino. Llegó a pasar unos veinte minutos para que se llegara a acercar a su colonia. Sin embargo, antes de llegar, vio como un hombre pasó a su lado, yendo a la dirección contrario—Buenas noches—Le dijo. Ese hombre parecía traer un parche.
Houston no dijo nada por su ira.
Algo interesante de ver, es como Houston no parecía ser el mismo desinteresado que siempre solía ser. Por primera vez, un sentimiento se apoderaba muy fuerte de él. Se veía asquerosamente enojado, tanto que sus respiraciones se agitaron.
Tenía un solo objetivo en mente: Matar a Andy.
Los vientos seguían empeorando, pero no parecía importarle el frío.
Finalmente pisó su colonia—Andy... Aquí no se permite gente como tú—Dijo siguiendo su camino.
La gente de allí era la más viva de toda la ciudad. Esos drogadictos veían a Houston caminar, no obstante, nadie se atrevía a decirle algo. Tenían miedo de que Houston les hiciera algo, ya que se veía súper molesto y determinado.
Su determinación era tanta, que llegó a pasar enfrente de su hogar sin siquiera mirarlo. No tenía en mente otra cosa más que arrebatarle la vida a ese monstruo.
—Una cuadra... Falta una cuadra—.
Por fin. Houston acababa de detener su paso justo al frente de una casa blanca. Frente a la misma casa había arbustos secos. Hecha de concreto y pintada en blanco, Houston se la observó enojado.
Alrededor de la casa había una varilla tirada, objeto que tomó Houston. —Esto es perfecto—Dijo.
Era un hogar pequeño que poseía forma de una "L". Con sutileza tocó la puerta.
Toc, toc.
Nadie abrió por obvias razones. Houston, en un abrir y cerrar de ojos, pateó la puerta con fuerza. La derribó. —Bastardo, hoy es tu fin—.
Bastó de una sola patada para que lograra derribar la puerta, ya que no era de la mejor calidad.
Dio unos pequeños pasos que sonaron secos. No dudó en gritar—¿¡DÓNDE ESTÁS, HIJO DE PERRA!?—Gritó con todo su pulmón. También preparó su varilla para atacar a Andy
Houston escuchó a alguien saltar de la cama desde una habitación que se encontraba a la izquierda. Rápidamente, corrió en dirección a la puerta y la abrió casi de inmediato.
Allí había un hombre muy músculos de espaldas. Traía un boxer negro. Houston corrió rápido a él para darle en la cabeza con ayuda de su varilla.
Logró darse cuenta que había abierto un cajón, dónde había un arma. Si la llegaba a agarrar, significaba la inminente muerte de Houston.
Antes de que la tomara, Houston le asestó un poderoso golpe en la cabeza. El sonido que emanó el golpe sonó muy... ¿Carnoso?
Sangre fue salpicada por ese golpe. El hombre cayó al suelo. Su nariz estaba muy torcida y traía un piercing en este.
Con la visión borrosa y distorsionada, el hombre vió como Houston se acercaba a él para volverlo a golpear. Así qué, antes de que se acercara por completo, lo embistió y consiguió quitarle la varilla. —¿¡Quién mierda eres, puto imbécil idiota!?—Preguntó Andy furioso y molesto. —¿¡Quién carajos eres!?—Volvió a preguntar al no escuchar una respuesta de Houston.
Sin embargo, en vez de que respondiera, Houston hizo una importante pregunta. —. Escuchame, ¿Tú eres novio de Lola?—Preguntó con una mirada de asco.
—¿¡Todo eso es por esa puta perra!? ¿Qué si lo soy?
—¡Hice una maldita pregunta! ¿¡Eres novio de Lola!? ¿Sí o no, imbécil?
Andy tiró la varilla que traía en manos—Quédate con la zorra de mierda si eso quieres, aparte necesito una mejor vagina que la suya. La de ella ya se hechó a perder de tanto que la usé, ¡Ja!
Houston se mostró sereno, pero moría por arrancarle el corazón. —Ja—soltó una pequeña risita que fue por impotencia. —Entonces tú eres Andy, ¿Cierto?
—¿Para qué te interesa, puto pendejo?
—Tú... Eres el abusador de Lola
—¿Ah?
—Andy, el día de hoy... Tú vas a morir—Dijo Houston viéndolo con una mirada asesina.
—¿Y qué si la violé? Lo haría una y mil veces más, hasta que se muera. Esa puta es lo que es, una puta. Solo servía para succionarmela y darme su culo de mierda
—Juro que te arrancaré el corazón. De aquí no sales con vi...—Un repentino golpe de parte de Andy fue recibido por el rostro de Houston. El golpe fue capaz de romperle la nariz a Houston. Después, lo pateó con fuerza en los testículos. —¡Agh!—Se quejó Houston.
Andy no paró, porque remató con un último golpe en la cabeza de Houston. Usaría solo el filo de su mano. Sin embargo, Houston logró esquivarlo. Saltó encima de la cama, ya que la pelea transcurría en un cuarto, y corrió en busca de la varilla. Al verla en el suelo, la agarró con rapidez.
Houston no se percató de que Andy ya estaba atrás de él, a punto de agarrarlo por la espalda. —¡Oh, vamos! ¡Eres un puto marica que necesita de un arma para defenderse, no eres capaz de hacer nada sin eso!—Exclamó Andy.
Al tratar de agarrar por la espalda a Houston, este último dio un giró rápido y le impactó la varilla, por segunda ocasión, en la cara.
Corriendo, Houston se largó de allí, para luego dirigirse a otra habitación. No tenía idea de que era, pero la abrió rápido. —Una cocina—Dijo Houston al ver que, el lugar al que había entrado, era una cocina. Apresurado fue a buscar otra arma, quizás un cuchillo.
Andy no tardó en entrar a la cocina. Se veía muy molesto por los golpes que recibió en la cabeza. Houston seguía buscando en un cajón cuchillos. Andy se acercó a él para golpearlo, sin embargo, Houston le volvió a aplicar la misma. Dio un giro y, en ese mismo instante, le rajó parte de la cara. Su cachete fue cortado. —¡Hijo de puta!—Se quejó Andy por el corte.
Los intensos pasos de Andy lo llevaron para atrás. Disminuía su intensidad por el ataque de Houston que rebanó su cachete.
Houston respiró un rato, aprovechando que Andy cesó sus ataques. Y su enemigo hizo lo mismo.
—Tú eres un idiota, seguro has hecho cosas peores—Dijo Andy gimiendo de dolor
—No
—Mientes
—Quizá he tratado mal a muchas personas, insulto a mis amigos y seré un hijo de perra...
—¿¡Ves!? No eres diferente a mí
—No terminé.
—¿Eh?
—Seré una mala persona, pero jamás seré un monstruo como tú
—¡Oh, por favor! Imbécil
—La gente como tú me repugna. Me enfermas—Dijo Houston
—¿Y a mí qué carajos me importa?
—No quiero que te importe. Solo es un aviso de que... Te voy a matar—Dichas esas palabras, el barbudo se lanzó a Andy de nuevo con el cuchillo.
Andy, sorprendido, no se percató del ataque. No obstante, un intenso dolor en el pecho lo hizo abrir sus ojos.
—Te lo dije...—Houston le había enterrado el cuchillo en el pecho, para después cortar hacía abajo—Te dije que arrancaría...—Realizó un corte profundo y metió su mano sin piedad. Jugo un rato dentro del pecho de Andy, buscando algo—Tu...—Sacó del pecho de Andy algo—...Corazón—Dijo Houston con el corazón de Andy en la mano. —Un violador como tú jamás tendría ni merecería un corazón—exclamó lanzando el corazón al suelo.
Sin percatarse de que sucedía, Andy comenzó a morir. Houston se hizo para atrás, dejando caer a Andy.
A pesar de todo, Houston siguió apuñalando a Andy—¡TE LO DIJE! TE DIJE QUE TE IBA A MATAR, MALDITA ESCORIA—Gritó. Apuñaló el rostro de Andy tantas veces que ya era irreconocible.
—Si tengo que convertirme en un monstruo para matar a un monstruo como tú, entonces lo haré—Se había detenido. Tiró el cuchillo al suelo. —Nos veremos en el infierno, y allí también te volveré a matar—Después salió de la casa.
Suspiró con lentitud y sacó los cigarros que había comprado. Extrajo uno y lo encendió con el mechero de Lola.
Comenzó a fumar mientras se dirigía de nuevo al hotel.
Caminó por varios minutos sin ninguna distracción, solo tranquilidad. Sin embargo, pensaba en sí, lo que había hecho, era una buena acción.—¿Eso fue mejorar?—Reflexionaba todo lo que había hecho. Pensó en cómo se dejó llevar por un sentimiento tan fuerte, también en como ayudó a alguien. Pero si de algo se dio cuenta es que, a pesar d ser un hijo de perra, tenía corazón. —Quizás solo fue por una noche—Dijo Houston decepcionado de él mismo. —Seguro mañana seré el mismo hijo de perra—comentó.
Para sorpresa de nadie, la lluvia comenzó a caer, mojando a Houston. La sangre que tenía encima se lavó.
La noche seguía trascurriendo. Con una tormenta fuerte, Houston caminaba como si nada.
—Wow, luces como si hubieras matado a alguien—comentó un misterioso hombre delante suyo. —Qué coincidencia—Traía un parche en el ojo derechos.
Houston solo pasó de largo sin prestarle atención.
Hasta que llegó al hotel. Notificaría a Lola su victoria y como por fin sería libre. Caminó a la puerta de trabajadores para poder entrar a la zona de descanso. —¡Lola!—Gritó y abrió la puerta.
La escena que lo esperaba era Lola, pero partida a la mitad.
Sangre, había demasiada sangre regada. Sus intestinos, órganos y todo lo demás estaban fuera de su cuerpo.
La mitad del torso para arriba estaba colgado, como si se hubiera suicidado, aunque era claro que no fue así.
La otra mitad estaba en el suelo.
Houston quedó en shock al observar la repugnante escena. Lola estaba muerta. —Lola... No, yo... Ah, mierda—. No sabía que decir, tampoco qué sentir. Cayó de rodillas y se culpó a sí mismo por dejarla sola. —Si tan solo me hubiese quedado con ella—. Comenzó a llorar.
—¿De verdad estás llorando? Wow—Una misteriosa voz sonó detrás de él. Houston volteó rápido, viendo al hombre. —Un gusto, ¡soy Igor!—Dijo aquel hombre que se autoproclamaba como Igor. Su mayor característica es que...traía un parche
El asesino de Lola era Igor, su segunda prueba.