Aquella calurosa mañana del día 24 de julio, Houston acababa de ser golpeado sin piedad por uno de los criminales. Ese hombre delgado con barba que conocemos como Houston se encontraba inconsciente, tirado en el piso, debido a los consecutivos golpes y patadas que recibió.
Debieron haber pasado unas horas antes de que pudiera tener la capacidad de despertar y levantarse. Sin embargo, no tardó más de dos minutos en abrir sus cansados ojos.
Eso solo significaba que algo pasaba; algo no estaba bien.
Un agotador frío contactó con la piel del cuerpo de Houston. Además, el día pareció hacerse noche. El cielo se tiñó de negro.
En esos momentos, parecía tratarse de un sueño.
Houston sentía una extraña pesadez en sus dos hombros. Con dificultad se levantó del suelo, observando como ya no era tierra, sino una piedra lisa. De manera inesperada, un pitido resonó en sus oídos y toda su cabeza. El miedo, extrañamente, poseyó a Houston.
Fue cuando se dio cuenta que no se encontraba en el bosque. El cielo negro, el suelo de piedra solo lo hacía sentir que estaba en la nada.
—¿Dónde carajos estoy? —se preguntó así mismo.
Al voltear a sus lados, algo llamó su atención. Siluetas que asimilaban personas y que, hasta ahora, eran desconocidas. Era como si fueran hombres apoderados por la oscuridad, quizá para no revelar su identidad.
Sin entender dónde estaba, de quienes eran esas siluetas, un escalofrío recorrió toda su espalda. Experimentaba una sensación de peligro, como si su cuerpo le estuviera rogando que se alejara de allí lo más pronto posible. —Qué extraña sensación—frotó sus manos para generar calor y después las cruzó—¿Por qué me siento así? Tengo miedo—comentó.
Luego de voltear a todos lados para averiguar su ubicación, planeó caminar, no obstante, sus piernas se lo impedían. —¿Qué mierda está pasando? —comenzó a angustiarse—¿Acaso esto será el presentimiento en un mal augu...? —fue sorprendido. El rostro de Houston cambió por completo y, por segunda ocasión, escuchó un pitido.
—Un gusto el conocerlos—una misteriosa voz, proveniente de un hombre, sonó. Su voz era grave y bastante serena.
La razón de que el rostro de Houston cambiara, fue qué, el hombre que habló se encontraba justo al frente suyo. La oscuridad del lugar hizo que aquel hombre fuera difícil de ver, sin embargo, se podía notar su increíble altura, casi como el triple de Houston. Y, como la mayoría, llevaba un elegante traje encima.
El cuerpo de Houston trataba de huir, pero simplemente no podía. Es como si una extraña fuerza sobrenatural lo hubiera poseído. Entre más tiempo veía al hombre, más temblaba. Ese colosal e impresionante hombre que estaba al frente de él, emanaba terror y poder; era el terror hecho persona.
—Mi nombre es... Aedus—sus ojos no se veían mucho. —Justo ahora estamos en medio de un vacío infinito. Lo que están pisando es la isla central. Al rededor hay siete islas pequeñas—comentó. Cada palabra que expulsaba incrementaba el terror en Houston.
Aedus sonrió. —Gozo de alegría. Ustedes son tan afortunados—caminó a los lados mientras hablaba—¿Y cómo no ser afortunados? Ustedes han sido elegidos para jugar
Por otro lado, Houston intentó agarrar coraje para poder oír bien el monólogo, el miedo lo desconcentraba.
—No lo entienden ahora, así que explicaré. Partimos por el hecho de que yo soy un Dios; soy poderoso. Y cuando uno tiene tanto poder se aburre. No encontrar oponentes dignos es tedioso y estresante. Así que cada cierto tiempo escojo a personas como ustedes para que intenten matarme—Aedus caminó hacia Houston—Y tú—colocó su dedo en la frente de Houston—eres el líder. ¡Guiarás a esta gente para tratar de aniquilarme! Tú y William, John, Casey y Justin tendrán que superar tres pruebas mortales antes de enfrentarse a alguien tan fuerte como yo—explicó.
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En ese instante, las siluetas se iluminaron, así revelando sus identidades. Allí estaba William con un rostro serio y sereno, el chico que lo había golpeado, el cual se veía aterrado, la mujer de la cabaña con un rostro aburrido y el otro chico también sereno. En resumen, el dios había escogido a la accidental banda criminal de Houston para jugar.
Aedus continuó hablando. —Ustedes cinco deberán pasar tres pruebas para ganar este juego y así enfrentarse a mí—explicó y prosiguió—La primera prueba es Aiden: un maniático psicópata que no teme matar ni mancharse de sangre. Él será su primera prueba. Tienen que matarlo para pasar a la segunda, quién es Igor: Alguien inteligente pero sanguinario y que a veces se emociona de más. Si tiene que matar lo hará. Ellos dos son peligrosos, así que deben tener cuidado y planear bien su ataque para no morir—se detuvo un rato y paró en medio de todos.
Aedus miró a cada uno. —Es injusto y mucho. Y por eso les he otorgado unos poderes especiales. Hasta ahora uno de ustedes ya ha sido capaz de despertarlos. Y también le otorgué a uno de los cinco el poder de la curación y regeneración. Esa persona que posea el poder de curar será capaz de ayudar a regenerar partes del cuerpo o eliminar el cansancio y, aparte, será capaz de regenerarse y revivirse, aunque revivirse solo puede ser una vez. Obvio tiene un límite y es que si se usa demasiado el poder, puede desmayarse o incluso morir; ya aprenderán—dio un respiro—Si pasan las dos pruebas, me comunicaré con ustedes para hablar sobre la tercera prueba; la más peligrosa, ¡qué empiecen los juegos! —exclamó.
Al final, Houston logró escuchar bien. Pero fue en un parpadeo que, de manera inesperada, se encontraba de nuevo en el bosque.
Houston se encontraba en el suelo, tirado en el piso como todo un borracho que es. Se levantó de golpe, como si de una pesadilla se tratase.
Los gritos se escuchaban en todo el bosque, aunque solo eran gritos provenientes de una sola persona, y ese era... el tipo del suéter. Mientras Houston se levantaba, el chico de suéter se acercó violentamente a él. Sus pasos, su forma de caminar y sus respiraciones lo decían todo. —¿¡Qué puta mierda fue eso, Houston!?—obvio estaba furioso—no sé si esto sea una puta broma, pero más te vale explicar todo esto o te juro por dios que te mato—exclamó molesto.
El barbudo suspiró y decidió no decir nada. Estaba agotado. Apenas se estaba levantando y ya le andaban gritando.
No obstante, William habló por él—¡Tranquilo! Hay que estar tranquilitos. ¡Chicos, hay que presentarnos todos y discutir después! ¿Les parece? —anunció.
Nadie dijo nada, por ello se animó a empezar él—Empiezo yo. Mi nombre es William, hubo un tiempo que solía apodarme como "Apolo", así que pueden referirse a mí como quieran, obvis—todo lo dijo sonriente y radiando felicidad. Después observó a uno de los chicos, esperando a que se presentara, cosa que no hizo. —Te toca a ti—dejó de tirarle indirectas con la mirada de que se presentara y le dijo que le tocaba. Señaló al otro hombre aparte del chico del suéter.
Ahora el hombre sí hizo caso. —John, ese es mi nombre—dijo. Saco negro, pantalones negros, zapatos negros y una sola camisa blanca. Sus ojos parecían cansados y traían ojeras exageradas, también estaba peinado de lado. Hasta ahora demostró ser alguien reservado y callado.
—Bien, te toca a ti—dijo William y señaló a la mujer
—Soy Juxs. No soy Justin, detesto ese nombre. Y, por cierto, soy hombre—Un coqueto cabello castaño y unos exquisitos ojos verdes, tan bellos como la vida. Llevaba puesto ropa algo holgada, pero sin dejar de ser un traje. Llevaba unos clásicos Converse y una camisa morada debajo del saco. Se percibía como alguien aburrido.
—Ahora vash tú, jiji—señaló al famoso chico del suéter
El tipo suspiró—Bien... soy Casey. Lamento la primera mala impresión—había demostrado ser alguien con un carácter agresivo, pero temeroso por dentro, pues fue visto asustado en las islas de piedra donde Aedus se presentó.
—¡Ahora le toca al que ya todos conocemos bien! ¡Nuestro líder! —anunció feliz, señalando de una forma rara a Houston.
El barbudo finalmente se puso de pie y suspiró. —Ya saben mi nombre. Soy Houston
—¡¡¡Y yo soy Max, su esposo!!!—a lo lejos, un estúpido idiota pendejo rarito corría. Ese era Max, pero a su lado se encontraba alguien más. —¡Chicos, chicos! Encontré un doctor—frenó.
El rostro de Houston no fue necesariamente de alegría, pues no andaba de humor para aguantar a Max (por ahora). Entonces notó algo raro. —¿Un doctor en medio del bosque? ¡Eres idiota, Max!—dijo Houston. Seguido de eso, le dirigió la palabra al hombre que Max trajo. —Disculpe, señor, mi amigo es un idiota. Perdónelo—dijo.
Ese hombre no respondió, solo sonrió, aunque se veía escalofriante.
—Disculpe, ¿me podría decir quién es usted? —preguntó Houston. Era raro, ya que siempre le daba pena.
Aquel sujeto traía una cicatriz en su ojo derecho, que estaba cerrado. Aparte, tenía una extraña sonrisa. —¿Mi nombre?
—Sí, su nombre—dijo Houston
—Mi nombre es Aiden
Todos quedaron impactados al escuchar ese nombre.