Yowo se movía por las calles de Rava como una serpiente de agua. Aunque solo había estado un par de veces en la ciudad, había estudiado minuciosamente las calles en el mini mapa de la interfaz, y conocía cada recoveco y callejón, así como las calles principales y secundarias.
«Esto es un nido de ratas», pensó mientras caminaba entre los bazares abarrotados de seres de todas las razas imaginables, desde orcos hasta hombres lobo, tritones y hasta algún elfo de aspecto poco confiable. «Más vale conocer todas las salidas, aunque estoy segura de que ninguno de los que me he cruzado podría conmigo. Pero siempre están los guardianes de la ciudad, con sus pesados hechizos de ralentización. Más vale hacer pronto lo que he venido a hacer en este pulguero, y marcharme de nuevo a la selva».
A pesar de todo, se sentía cómoda. Se movía por las calles empedradas envuelta en una túnica verde, común entre los lugareños, lo que le habría dado algo de sigilo de no ser por su belleza. Aunque los tipos con los que se cruzaba no alcanzaban a ver su rostro, sí podían notar sus curvas debajo de la seda.
Se dirigió con prisa al mercado principal, donde un goblin de aspecto aburrido y barba larga atendía a los comensales en un kiosco de madera.
—Dame veinte pociones de maná y una cota de malla con daño mágico adicional.
La pequeña criatura verde silbó en cuanto vio las monedas de oro sobre la barra.
—Parece que eso de saquear mazmorras resulta bastante rentable —le dijo mientras le pasaba una armadura gruesa de color rojizo, con espinas metálicas en el peto y las hombreras—. No vendía un objeto de nivel tres desde el año pasado.
Yowo se limitó a encogerse de hombros mientras guardaba en su mochila las pociones de maná y miraba con asombro la armadura.
—Es mejor estar preparada —.
Se dirigió a una tienda de sastre y se atavió con la cota. Luego leyó las estadísticas en la interfaz de color azul frente a sus ojos.
Cota de malla del Herrero Profano: 800 puntos de vida. Corta curaciones: 300 puntos.
Pasiva adicional: por cada segundo en combate cuerpo a cuerpo, el contrincante recibe daño mágico verdadero.
«Música para mis ojos».
Tras beber dos pociones y aumentar su maná al máximo, se dirigió a la parte baja de la ciudad por unos escalones empinados.
Un grupo de orcos fornidos se quedó mirándola por un buen rato mientras pasaba por un callejón oscuro.
«Adelante, chiquillos. No me caerían nada mal aumentar mi experiencia. Solo denme un motivo», pensó mientras sostenía la mirada del líder, una bestia de dos metros con la piel roja como la sangre.
Aunque su nueva cota era ideal para combatir con criaturas cuerpo a cuerpo como aquellas, se apiadó. Con sus estadísticas actuales, vencer a un grupo de altos orcos sería tan sencillo como acabar con una camada de cerdos.
Yowo había sido diseñada para adquirir habilidades de cuatro clases distintas, algo impensado para cualquier otro pj del servidor. Los más poderosos podían adquirir hasta dos clases, y la segunda con muchas limitaciones.
Aunque tuvo muchos errores iniciales, al final pudo tomar el papel de luchadora, asesina y maga. Todavía no había elegido la cuarta, pero era letal como el más poderoso de los guerreros.
La ciudad baja de Rava era un mundo subterráneo al que no llegaba la luz del sol. Mientras descendía por las oscuras calles empedradas, vio contrabandistas, ladrones y sicarios de todas las razas.
«Aquí se tienen que realizar todo tipo de transacciones. Ni siquiera los guardias de la ciudad llegan a este punto. Si fuera un npc o incluso un jugador no vendría ni de broma».
Encontró la posada con rapidez gracias al mini mapa de la interfaz, y se sentó en una mesa esquinera, donde la luz de las antorchas apenas llegaba. Su contacto llegó a la hora acordada.
Era un tritón de aspecto fornido y pantalones de cuero, en la transformación que le permitía habitar la superficie. Se dirigió a Yowo con un gesto despectivo a modo de saludo.
—Primero el oro, luego la información.
La chica puso la mitad de la cantidad acordada sobre la mesa.
—Qué desconfiados son los seres del mar. Me pregunto si allá abajo las cosas son la mitad de turbias que por aquí.
—Puedes apostar a que sí. Las patrullas del rey de Ixtul están en este momento custodiando las costas, temerosas de que tu gente los ataque también por mar. Apenas hay patrullas. Tus bandidos podrán hacer lo que quieran en Aguas Fronterizas.
Tras escuchar las noticias, Yowo le dio la otra mitad del dinero al tritón, que desapareció con su piel lisa y su ropa ridícula entre las sombras. Pidió una cerveza espumada, y mientras la bebía con parsimonia observó las estadísticas del núcleo que había dejado en lo profundo de la selva. «Mi nuevo huerto. Mi nueva granja de esclavos».
Núcleo de la Diosa Tlaloc.
Experiencia acumulada: 3600 puntos.
Número de edificaciones: 20.
Héroes vinculados: 4.
Criaturas bajo control:
* 35 primates.
* 28 guacamayas.
* 1 arpía (criatura heroína) Actual jefa de la mazmorra.
La última notificación llamó la atención de Yowo, y amplió la información en la interfaz.
Nava’rel: La sombra alada del bosque. Nivel: 2.
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Observó el dibujo de la criatura con detenimiento.
«Es hermosa, como yo. No, su naturaleza la hace más bella». Bebió un trago de cerveza mientras observaba las curvas y el cabello largo de la mujer ave. «Tengo que ir a verla ahora mismo».
Antes de salir de la ciudad baja se dirigió a una tienda de monturas y compró un tigre con el oro que le había sobrado de la última mazmorra, un portal tipo tres infestado de vampiros.
Montó al felino descomunal por las escaleras de los suburbios y pronto alcanzó la muralla exterior. Con el aspecto de la fiera, no le costó mucho abrirse paso por las calles. Era hora de volver a la selva.
******
El delfín devoraba las sardinas con afán evidente en el fondo marino, mientras Kulad lo acariciaba suavemente en el lomo.
—Vamos, cariño, no tenemos mucho tiempo.
El otro tritón a su lado se burló. A pesar de las mofas, lo descubrió mirando en todas las direcciones con nerviosismo.
—Relájate, hermano. Hoy es lunes en mi mundo, no muchos pjs se conectan para venir a la zona prohibida —le dijo CazadordeAletas para tranquilizarlo.
Kulad lo intentó, pero no podía dejar de pensar en la última vez que había estado tan alejado de Ciudad Coralina. La misión había salido mal, y un grupo de bandidos submarinos los había atrapado, robando todo su equipo y matándolos de forma lenta y dolorosa. Él no solo había perdido tres niveles, sino que había tardado una semana en reaparecer en Nautiloria, la lejana capital de los arrecifes.
—Es probable que muchos otros piensen como tú, y precisamente este sea el día en el que quieren recolectar peces… y novatos.
—No somos novatos, Kulad —dijo su líder de caza, mientras le daba un poco de alga marina a su propio delfín, que ya había completado su carga—. Hace más de quince años que me conecto a este juego.
—Ya, pero tenemos equipo de novatos, y poco o nada de experiencia en el pvp. Es lo mismo que ser noobs.
Su delfín completó la carga de doscientas sardinas, y nadaron de vuelta a la zona coralina más cercana, otra de las tantas pequeñas islas habitables en la inmensidad del suelo oceánico.
«Definitivamente no me gustaría quedarme sin montura en un lugar como este». Pensó, mirando la inmensidad del suelo marino.
Salieron del “Vacío” en menos de dos horas y llegaron a Valle Celeste, la isla de Kulad, un lugar lleno de casas y edificios creados con corales de muchos colores.
Estas ciudades submarinas estaban habitadas por tritones en su mayoría, así como otras clases anfibias.
Les tomó un buen rato atravesar el tráfico y llegar a la pequeña mazmorra de CazadordeAletas, si es que a una bodega con de sardinas y percebes en la fachada se le podía llamar así.
Los delfines descargaron el setenta por ciento de la carga y absorbieron el resto como combustible. Aquel era el tercer viaje que hacían ese día, y según había dicho Cazador, aún faltaban dos más.
«Entre más tiempo pase, más jugadores se van a conectar y mayor será el riesgo», pensó Kulad, temeroso, pero poco o nada podía hacer al respecto. Aunque no era un esclavo de su compañero, necesitaba el oro que la peligrosa labor de “farmear” en el Vacío le daba. Era el único sustento de sus padres y hermanos. Para un tritón de baja casta, aquel era uno de los pocos trabajos donde podía recibir suficiente paga para subsistir.
Los dos tritones nadaron sobre los delfines a través de varios edificios coralinos, hasta que poco a poco volvieron a moverse sobre las algas altas que imperaban en la selva submarina.
Entre más se alejaban de la isla coralina, más alta y oscura se volvía la vegetación, y pronto dejaron de ver las patrullas de tritones oficiales a lomos de dragones jóvenes marinos, encargados de regular las leyes de farmeo y el saqueo entre bandas. Esta sería la zona soñada de Kulad, pero el botín era barato, y por ende a su jefe no le gustaba.
«Además le parece aburrido porque no hay riesgo de escurrirse de bandas enemigas».
Cuando faltaba poco para llegar al banco de peces al que solían ir, el npc decidió preguntar a su amo una duda que le corroía la mente desde hacía varias semanas.
—¿Por qué no has pensado en ampliar nuestro grupo de caza? —le dijo, olvidando toda prudencia—. Si traes más jugadores, ya sea que los manejes tú o un amigo de tu mundo, podríamos hacer más con menos esfuerzo… y sobre todo con menos peligro.
Por suerte, CazadordeAletas no pareció tomárselo a mal y respondió a su impertinencia con indiferencia.
—Sabes que me gusta mantener las cosas simples, Kulad. ¿Qué tiene de malo hacer entre dos una labor que suelen realizar siete u ocho tritones? Es cierto que el botín no es muy grande, pero nos da suficiente para tu paga y para hacer mejoras a la bodega. Un par de años más de farmeo juicioso, y pronto tendremos suficiente para contratar a otros mercenarios que hagan el trabajo sucio. Así, nos podremos dedicar a despachar el pescado en lo seguro de la cuaderna. Por ahora, debemos preocuparnos por el día a día.
«Seguro que para él “un par de años más” es otra década».
El tiempo era el enemigo de Kulad si permanecía en ese oficio, ya que no le quedaban muchas vidas. Sin él, su familia moriría de hambre con toda seguridad. Por su parte, CazadordeAletas podría simplemente contratar a otro NPC de la ciudad, o directamente crear otro personaje.
Decidió concentrarse en la navegación hacia la zona de farmeo para despejar su ansiedad. Sabía que para su jefe aquella actividad era una diversión que lo hacía olvidarse de su "aburrida vida allá afuera”, como le había mencionado en más de una ocasión. Solo debía ayudarle a disfrutar de aquella fantasía si quería mantener el trabajo.
«Para Cazador esto no es más que un juego, literalmente. Un juego que le permite crear una empresa ficticia en la que siente adrenalina y el riesgo de hacerse con un botín decente, aunque pueda perder el equipo y las monturas que tanto le ha costado obtener. Para mí, es la vida misma».
Ignorando su situación, comenzó a azuzar a su delfín mientras absorbía a las desprevenidas sardinas en cuanto llegaron al pozo.
Faltaba poco para que ambos animales completaran sus cargas, cuando Kulad observó con sus ojos metálicos un movimiento poco usual en el horizonte submarino.
«No puede ser».
Abrió a toda prisa el minimapa azulado en la interfaz, y observó que, en efecto, un grupo de al menos doce seres se movía en su dirección.
Agudizó su visión y vio que se trataba de arponeros sobre orcas, una banda especializada en depredar novatos en el Vacío.
—¡Señor, nos han divisado! ¡Tenemos que irnos ahora!
El jugador lucía tan asustado como él, pero en sus ojos brillaba la ambición.
—Ya falta poco para que terminen de cargar. Entonces los podremos despistar entre las algas.
Los delfines llenaron sus puntos de carga en lo que a Kulad le pareció una eternidad, pero en cuanto estuvieron listos, nadaron con la velocidad del trueno.
De vez en cuando, Kulad miraba hacia atrás para comprobar que los cazadores cada vez estaban más cerca.
«Tienen apariencias prestigiosas en las monturas. Si así son los cosméticos, no quiero ni imaginar sus estadísticas».
Kulad y su líder solo contaban con cotas ligeras y una lanza de plata, lo que no les daba la menor oportunidad.
El primer arpón pasó rozando su espalda, pero lo esquivó por poco. Con la velocidad de las orcas, los alcanzarían mucho antes de llegar a la cuaderna. Las ballenas asesinas eran casi el doble de veloces que los delfines, y más inteligentes. Podían hacer formaciones y emboscadas más sofisticadas que los pequeños cetáceos.
—¡No podremos meternos entre las algas, o nos alcanzarán en un santiamén! ¡Cambio de planes, ahora iremos a la superficie, solo sígueme! —le gritó Cazador, mirando con preocupación a los jugadores enemigos cada vez más cerca.
«¿Cómo puede disfrutar esto? Yo me estoy orinando», pensó Kulad, después de que otra astilla casi se clavara en su piel lisa.
La experiencia de años le daba la pericia para moverse sobre el delfín con fintas impredecibles, pero sabía que era cuestión de tiempo para que los arponeros apuntaran con más precisión.
«Deben tener todos los pergaminos de balística al máximo, lo que les da puntería autodirigida».
Cuando estaban cerca de la superficie, comenzaron a aparecer trampas de redes arrojadas por naves pesqueras.
CazadordeAletas comenzó a esquivarlas con facilidad, lo que pronto Kulad pudo imitar, pero esto recortaba la distancia con sus perseguidores.
Con un vistazo rápido, el tritón comprobó que uno de los enemigos había caído en una trampa. Sin embargo, seguían siendo demasiados. Ya los podía ver encima.
Entonces, la desgracia que tanto lo había acechado cayó sobre él. En un rápido intento por esquivar uno de los arpones, no consiguió ver a tiempo una de las trampas, y quedó atrapado junto a su delfín en la red.
Antes de que los arponeros llegaran a él con sus orcas hambrientas, la malla subió a la superficie. Todo se había acabado. Ahora era presa de los piratas, y si no lo ataban, no podría reaparecer en la capital del reino. Sus días habían quedado reducidos a la esclavitud. Ahora su familia quedaba a merced de la pobreza en Valle Celeste.
Tres rufianes lo ataron de pies y manos al mástil sobre cubierta.
—¡Mire, capitán! El tercer tritón de la semana, y viene con un pescadito para la cena. Ahora sí la hemos sacado.