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El páramo siniestro.

—Será mejor que nos demos prisa —la voz de Naya sonaba segura, pero sus ojos mostraban temor—. Los escuadrones enemigos pueden caer sobre nosotros en cualquier momento.

El terreno estaba cubierto de neblina. Los tres compañeros iban cubiertos con mantas pardas de lana, pero el frío penetraba hasta los huesos. Después de entrar en el portal de nivel dos, llevaban varios minutos caminando entre frailejones, en un páramo desolado donde solo se escuchaba el rumor de manantiales lejanos.

—No tenemos que preocuparnos, a menos que los monstruos hagan que los combates se extiendan. Hemos hecho trabajos de exploración y no había enemigos en varias leguas a la redonda. Tenemos varias horas —dijo Nilu, intentando sonar seguro para tranquilizar a sus compañeros, aunque en realidad se sentía inseguro. El portal parecía sencillo, pero siempre podían llevarse sorpresas.

Siguieron subiendo por la pendiente hasta que divisaron el primer grupo de monstruos. Eran humanos. Vestían túnicas de lana de colores oscuros, similares al del terreno. El grupo, de al menos veinte individuos, se acercaba de forma disimulada entre los setos, y Naya alcanzaba a distinguir las lanzas y los arcos que portaban. También había jinetes sobre llamas de cuello largo y pelaje amarillo.

—Son de nivel bajo, pero sus números pueden ser un problema —dijo Vidul, después de analizar su nivel con una de sus habilidades, que hacía que sus ojos brillaran mientras la activaba—. No creo que sea buena idea confrontarlos de manera directa.

—En ese caso, haremos la formación Colmillo Doble, y usaremos los frailejones como barrera para evitar sus flechas y atacarlos por emboscada —dijo Nilu, decidido.

Como tres comadrejas, los compañeros comenzaron a fingir una huida entre las plantas que abundaban en la colina.

Los monstruos del portal comenzaron a perseguirlos, tal como pensaban. Los jinetes iban primero, seguidos por los lanceros y arqueros, que corrían casi a la misma velocidad que las monturas.

«Son demasiado veloces», pensó Naya, con su arco listo, mientras calculaba sus movimientos detrás de uno de los enormes setos para empezar a disparar. A pesar de sus dudas, pronto hirió al primero en un hombro, aunque sin derribarlo. «Si no logro acabar con suficientes, nos rodearán en un parpadeo».

Sabía que sus compañeros dependían de ella para completar esta mazmorra. Si bien Leye les enviaba más maná y habilidades desde la mazmorra en la selva, seguía siendo difícil completarla solo entre tres héroes, sin tropas auxiliares. El rango de su arma era la diferencia entre la vida y la muerte. Decidida, comenzó a disparar usando el frailejón como escudo, mientras acertaba en las extremidades de los enemigos, que empezaron a gritar en un idioma extraño a medida que se acercaban.

«Un canto de guerra».

Mientras esquivaba las flechas enemigas, consiguió derribar a uno de los lanceros, pero para entonces los enemigos se habían acercado demasiado. Sin duda conocían el terreno como la palma de su mano y descendían por la pendiente ligera con la habilidad de los felinos.

La guerrera silbó en código, y Vidul respondió de inmediato, creando varias ilusiones de sí mismo y de Nilu para hacer frente a los jinetes de llamas que casi estaban sobre ellos.

El grupo de monstruos o “mobs”, como solían llamarlos, enfocó toda su atención en las ilusiones, convencidos de que estaban peleando con los guerreros. Naya aprovechó esos segundos valiosos para derribar a varios enemigos, acertando en sus cuellos y estómagos, antes de que se dieran cuenta de la treta. Los puntos de experiencia en su interfaz no paraban de subir.

Uno de los jinetes, un furioso espadachín de piel cobriza y ojos rasgados, esquivó sus dardos con una habilidad sobrenatural.

—Ese sin duda es el jefe de la mazmorra —dijo Nilu en voz alta, mientras una bocanada de aire neblinoso salía de su boca—. No le dispares a él, lo dejaremos para el final.

La arquera olvidó el miedo que sentía al entrar en el portal y alcanzó el estado de flujo en combate, algo que le costaba mucho cuando era novata.

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A pesar de sus bajas, al menos diez monstruos del portal llegaron hasta ellos.

—¡Es hora de que usen sus habilidades definitivas, mientras yo combato cuerpo a cuerpo con el jefe! —Tras decir esto, Nilu se abalanzó sobre el jinete de aspecto feroz, que corría hacia ellos con fuego en los ojos.

Vidul esperó a que los otros lanceros y jinetes se acercaran lo suficiente junto a sus perros de caza e invocó su habilidad definitiva en la interfaz frente a sus ojos:

“Corazón del bosque viviente”. Costo de maná: 20 puntos.

Después de que sus ojos se tornaran metálicos y gritara unas palabras en la lengua de su tribu, los frailejones a su alrededor empezaron a despegarse del suelo y a caminar como enormes guerreros, protegiéndolo a él y a Naya de los sorprendidos enemigos.

Las criaturas herbáceas golpeaban con sus enormes ramas a los lanceros de la mazmorra, ralentizándolos, mientras Naya seguía disparando sus flechas sin piedad, agregando fuego mágico a las puntas, lo que las hacía el doble de mortíferas, aunque drenaba su maná a un ritmo abismal.

Su barra casi se había agotado cuando aniquilaron a los enemigos en lo que a la chica le pareció una eternidad. Sin tiempo para pensar, corrieron hacia el jefe del portal, que parecía estar doblegando a Nilu. Su aliado aguantaba las estocadas del rival, pero retrocedía con cada golpe.

«Sin duda los jinetes siempre tendrán ventaja sobre la infantería, no importa el nivel», pensó Naya, mientras colocaba su flecha especial en el arco y mentalmente seleccionaba su habilidad definitiva en la interfaz: “Extracción de vida”. «Hasta nunca, pesado».

La flecha acertó en el pecho del enemigo, perforando su manto pardo. Aunque no lo mató al instante, el enemigo se debilitó poco a poco, y cada espadazo que propinaba a Nilu era más débil. Con cada segundo que pasaba, el maná de Naya se recuperaba, drenándolo del cuerpo del jefe del portal. Al final, el jinete cayó de la bestia, y Nilu le cortó la cabeza de un tajo, haciendo que su cuerpo se evaporara, perdiéndose en la niebla.

—Vaya —dijo Vidul, después de silbar aliviado—. Eso estuvo cerca.

La interfaz de los tres héroes se llenó de notificaciones:

Has derrotado al jefe de la mazmorra. Tus puntos de experiencia han aumentado en 50.

Puntos para tu mazmorra principal: 30.

—Han hecho un buen trabajo —dijo Nilu, mientras recuperaba el aliento y envainaba su espada—. Nos ha tomado menos de lo que pensaba. Creo que tenemos tiempo suficiente para explorar el portal. Aún podemos hacernos con un buen botín.

Naya no estaba del todo de acuerdo con permanecer allí. Aquello implicaba alejarse más de la entrada, lo que aumentaba el riesgo de que algún escuadrón eyen cayera sobre ellos por la retaguardia. En todo caso, Nilu era el líder, y cuando daba una orden, no había más que decir.

Los cadáveres de los insignificantes goblins yacían alrededor de él y sus hombres como un grupo de roedores, con su sangre verdosa esparcida por toda la mazmorra, un túnel cavernoso entre las montañas. Hunn, el enorme guerrero de cabello al ras y armadura de oro, limpió su espada mientras contaba los ridículos puntos de experiencia que había obtenido tras la batalla en la sala final.

—Estos portales son una basura. Si no encontramos suficiente experiencia para el emperador, me lanzaré contra la próxima ciudad aneita que se cruce en nuestro camino.

Heag, el mago de fuego a su lado, siempre era quien de un modo u otro conseguía calmar al líder del escuadrón con palabras prácticas.

—Mi señor, estoy seguro de que todos sus hombres, incluyéndome, queremos lo mismo; pero no es prudente, al menos por el momento. El emperador ha sido claro en cuanto a la orden exclusiva de limpiar las mazmorras de los salvajes. Si bien somos el escuadrón de avanzada más poderoso desde que Orec desapareció, incluso las ciudades bárbaras cuentan con muchas defensas que nos pueden sorprender. —Mientras hablaba, el mago comenzó a carbonizar los cadáveres de los monstruos mientras el maná fluía hacia él—. Si bien es poco probable que una ciudad bárbara pueda resistir su implacable fuerza, nunca es buena idea contrariar al emperador.

«Tiene razón.»

—Es cierto —dijo el hombretón, reorganizando sus ideas—. Pero me estoy aburriendo como un demonio. —Envainó su espada mientras se dirigía al mago—. ¿Qué has podido averiguar sobre la muerte de Orec?

—Lo último que escuché es que había desaparecido del campamento, sin más, aunque algunos hechiceros aseguran que se internó en la selva con Yowo, una de sus prostitutas guerreras. —El mago tenía el cuello torcido y la piel arrugada; era feo como el más espantoso de los orcos, pero su poder era muy útil para Hunn, y tenía algunos poderes psíquicos que le permitían reunir información valiosa—. Parece que la mujer sigue con vida y se ha reincorporado al grupo, tomando el control de él.

El guerrero bufó. ¿Una mujer a cargo de uno de los escuadrones eyen más poderosos? Eso era ridículo.

—En ese caso, los capturaremos e incorporaremos a nuestra fuerza especial. Yo mismo me encargaré de violar y usar a esa mujer a mi voluntad. ¿Puedes determinar la posición de dicho grupo?

—Sí, mi señor, pero solo cuando recupere el suficiente maná.

—Muy bien, toma todas las pociones que necesites, y los puntos de estas criaturas insignificantes. ¡Diablos, por fin algo de diversión! Estoy seguro de que el emperador no se enterará de esto, y con dos grupos así unidos, pronto limpiaremos las mazmorras más difíciles de este país, si es que se le puede llamar así a esta finca. Después averiguaremos qué ocurrió con el tal Orec. Presiento que hay un botín oculto detrás de todo eso.

—Sí, mi señor.