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Invasión.

—No puedo creer que esto sea considerado una mazmorra.— dijo Orec, mientras enfundaba su espada. Ya había masacrado a la mayoría de enemigos con su mandoble, a lomos de su jaguar. Los hombres harían el resto.— Los portales que surgen en este país son acorde a su nivel.

—Hay quienes dicen que precisamente así están diseñados.— dijo Yowo a su lado, como si fuera algo de lo más obvio. Últimamente se había vuelto más altanera. Orec sospechaba que era por su belleza. Todos los hombres de su escuadra babeaban por ella, pero por su puesto sólo él podía disfrutar de sus curvas y su ferocidad, aunque no pensaba tolerar que se volviera contra él.

—Pues me resulta de lo más aburrido. Ya quiero salir de esta finca.

Normalmente él y su grupo habrían esperado a que los agotados cazadores de Anen salieran del portal, para caer sobre ellos y robarles todo el botín. Pero esta vez el propio Orec arengó a sus hombres para que lo ocuparan antes de tiempo y atacar allí mismo.

El ritmo había resultado adecuado: sus feroces guerreros cayeron sobre la retaguardia enemiga justo cuando estaban en el momento más enconado del portal, luchando contra el mismísimo jefe de la mazmorra y su séquito. Unos orcos fornidos de piel verde en medio de un valle arenoso.

Los pobres no habían tenido oportunidad, con los escuadrones Eyen a su espalda y los feroces orcos, que para esas alturas ya estaban debilitados.

El propio Orec había entrado a la vanguardia con su espada diamante, y había aniquilado al jefe de la mazmorra, un musculoso arquero orco, tomando para sí la experiencia del monstruo. Luego había hecho lo propio con los guerreros anaitas más poderosos, lo que había triplicado su experiencia.

No necesitaba más, por lo que dejó a sus hombres y a la hermosa chica que ahora estaba a su lado aniquilar al resto de monstruos y cazadores por igual. También les dejaría repartirse el botín. No podía ser codicioso, o tarde o temprano sus hombres resolverían deponerlo de su cargo.

«Con un par de portales más que limpiemos, y unos cuantos indios más que derrotemos, seré el jefe más poderoso de todos los escuadrones Eyen. No pasará mucho antes de que me nombren Jefe intendente del Gremio, y podré salir de este nido de moscos.—pensó, mientras veía a sus hombres saqueando con saña los cadáveres de los orcos, cuya sangre verdosa había caído sobre sus tiendas de tela. —. Pero será mejor que no diga nada. La envidia se puede despertar entre mis hombres, y en especial en esta belleza que está a mi lado. Sus curvas y su piel blanca y perfecta no me engañan a mí: esta es tan ambiciosa - o incluso más- que yo. Será mejor que avance con cautela.»

Ser el líder de un escuadrón de mercenarios no era un asunto sencillo. En medio de un nido de pirañas, si uno quería abrirse paso, debía ser disimulado a la hora de obtener poder. Así, cuando los demás se dieran cuenta de tu poder, ya nada podrían hacer al respecto.

Se fijó en la chica a su lado, que desde su pantera color blanco observaba a los hombres leales a ella recoger el oro. Sus piernas descubiertas eran un incentivo más que suficiente para que todos los hombres quisieran destacar a la hora del combate. Yowo era bien consciente de ello, y mantenía oculto a los demás que se acostaba con Orec. Por él estaba bien. Disfrutaba de la ferocidad en la chica en la cama, pero no la valoraba como mujer. Era una aliada, pero sabía que era probable que los privilegios que obtenía de su belleza también eran disfrutados por otros hombres.

«Que así sea. Solo necesito sus habilidades con la espada corta para acumular un poco más de experiencia, y después la podré desechar como a los monstruos de esta mazmorra.»

—¡Dense prisa!—le gritó a sus hombres de improvisto, como si un extraño afán lo arengara desde su interior. Un presentimiento. —Faltan pocas horas para que el portal se cierre. Más les vale tomar tanto oro como puedan de estas criaturas, aunque no tiene mucha pinta. Pero será mejor que acaben pronto, si no quieren quedar atrapados en este portal de mala muerte.

Cuando estuvo seguro de que no habría mucho más por monitorear, salió del portal, volviendo al paisaje selvático de Anen, en cuyo territorio apenas habían valles por los qué caminar.

—Mi intuición femenina no falla.— dijo Yowo, cabalgando en su pantera a su lado, cuando estaban cerca al campamento.—Debimos haber ido al portal del norte. En este no hemos encontrado nada de valor, salvo la escasa experiencia de los bichos. Y tú te la has quedado toda.

Era verdad. Sin embargo, el otro portal estaba en un lugar en medio de la selva. De algún modo, Orec no se sentía a gusto en un territorio tan denso, aunque su pantera podía recorrerlo sin dificultad.

—Era una oportunidad que no podía desaprovechar. —dijo con un encogimiento de hombros.—Prometo que en el próximo portal te dejaré a todos los monstruos grandes.

A esas alturas la chica era casi tan poderosa en puntos de experiencia y armas como el propio Orec, un privilegio que el líder de escuadrón le había dejado a la mujer a cambio de otros beneficios… pero no tenía oportunidad con él en combate abierto, por lo que podía dejarla acumular poder hasta cierto punto.

Entonces, cuando faltaba poco para llegar al campamento principal, lo sintió. Una oleada de energía como no había sentido en aquel país. Sólo en los portales más grandes de Ixtal había sentido una energía mágica de ese nivel.

Llegó como una ráfaga de olores placenteros que de pronto llegan a la nariz, con una oleada de recuerdos.

—¿Sientes eso?—le dijo a la chica, que sin duda también lo había sentido.

—Sí.—respondió ella en voz baja, como si alguno de los hombres que en ese momento los flanqueaban pudiera escucharlos. —. parece que proviene de lo profundo de la selva, del lugar donde hace unas noches cayó un proyectil del cielo.

Orec miró en dirección hacia el lugar, donde un bosque denso como la oscuridad de la noche se alzaba ante ellos.

«Rayos como odio la maldita selva. —pensó, mientras la codicia se acrecentaba en su cuerpo.—Pero es demasiada energía mágica. Simplemente no puedo dejar pasar esta oportunidad.»

Se limitó a guardar silencio, y a hacer como si no pasara nada.

Esa noche, mientras sus hombres se embriagaban en el campamento, celebrando la matanza perpetrada en el portal de los orcos, él bebió lo necesario, y cuando sus deseos se lo exigieron, llevó a su carpa a Yowo, y embriagado por su belleza le quitó las prendas cortas que llevaba para la batalla, y la hizo suya con el mismo fervor con el que había aniquilado a sus enemigos unas horas antes.

En cuanto terminó el combate amoroso, la abrazó mientras acariciaba su hombro. A las afueras de la barraca podía escuchar las voces de sus hombres ebrios.

—Todavía puedo sentir la energía mágica del lugar por el que pasamos. —le dijo a Yowo, que en ese momento seguía recuperando el aliento del fervor de su encuentro.—Sin ninguna duda tendremos que ir. Pero será mejor que lo hagamos solos. Pensé en no decirte nada, pero creo que necesitaré tu ayuda.

Ella se limitó a suspirar.

—De acuerdo, pero será mejor que lo hagamos en la madrugada, cuando los hombres no sospechen nada. Sólo espero que seas un poco más generoso con la experiencia que encontremos allí.

Orec estuvo de acuerdo. Si resultaba ser una mazmorra complicada, siempre podría replegarse. Y algo le decía que el botín que podían obtener les ahorraría muchos meses de trabajo en otras mazmorras, combatiendo contra los indígenas locales.

«Debo obtener mi objetivo al menor costo, y parece que esta es la oportunidad perfecta.»

No se sentía muy feliz de tener que compartir la experiencia con Yowo, aunque era consciente que su ayuda aseguraría la victoria. En cualquier caso, con el poder obtenido allí, él seguiría siendo más fuerte que ella, y era probable que no la volviera a ver después de aquella misión.

Lleno de emoción, volteó a la chica y volvió a poseerla, para sellar su alianza. Ella pareció estar más dispuesta que nunca.

Nilu se sentía exhausto, pero feliz. Se había pasado buena parte del día como un campesino: usando su espada de combate para cortar las plantas y los árboles innecesarios alrededor del núcleo.

Cada vez que se quedaba sin energía, colocaba su mano en el huevo rocoso, y este le proveía más. Para cuando terminó el trabajo, sin embargo, se arrojó sobre el suelo al lado del huevo, y observó con entusiasmo el terreno a su alrededor, listo para colocar las piedras que el núcleo le había pedido.

Al cabo de un rato volvieron sus compañeros, Vidul y Naya. Llevaban consigo varios pendientes que sin duda les habían otorgado la energía para volver allí tan rápido. Las gemas mágicas incrustadas en las joyas brillaban en lo profundo de la selva.

—¿Y bien? Qué tal ha estado la misión.—les preguntó, mientras ambos descargaban sus armas cerca de la pequeña casa de piedra que habían creado en poco menos que un día.

—Más sencilla de lo que creíamos.— dijo el hombre, sentándose al lado de su jefe. Aunque no parecía agotado, Nilu percibió la falta de energía de su compañero sólo cuando éste estuvo cerca. —Nunca pensé que entre dos personas pudieramos llegar a limpiar un portal nivel tres. Esto es increíble, aunque debo aceptar que la mayoría del trabajo sucio lo hizo Naya con sus flechas mágicas. Los troles de la mazmorra eran más listos de lo que nos habría gustado, pero nuestra hábil guerrera se posicionó en lo alto de una colina, y los exterminó sin mayor problema. Mi trabajo ha consistido en la minería y el saqueo.

Nilu sabía que su amigo estaba dando una falsa modestia. Si bien era cierto todo lo referente a la habilidad de la arquera, una mazmorra nivel tres no se limpiaba sólo con la habilidad de un guerrero. Sin duda habrían hecho falta los ataques mágicos y de ralentización del hombretón. A eso debía explicarse su bajo nivel de maná, que estaba recuperando a un ritmo trepidante desde que se había sentado al lado de Leye, como la chica les había dicho que se llamaba el núcleo.

—Por lo que veo tú tampoco has estado nada ocioso, mi señor.—dijo ella, después de salir de la pequeña casa en la que había dejado las joyas y las gemas de maná. A medida que los días habían pasado, sus compañeros habían limpiado las mazmorras cercanas, que gracias a la magia del núcleo, podían rastrear con más facilidad, al tiempo que permanecían ocultos de los peligrosos escuadrones Eyen.— Ya tenemos el espacio necesario para ponernos manos a la obra.

«Es cierto. — pensó Nilu con satisfacción, mientras observaba el pequeño espacio en el que había estado quitando la maleza. Al lado de la casa y otros pilares con rostros de serpiente que el núcleo había creado para homenaje de su diosa, una pequeña muralla del tamaño de un toro se había alzado alrededor del huevo rocoso, lo que le daba una protección simbólica. Con las gemas de maná que sus compañeros habían obtenido, muy pronto dicho muro sería lo suficientemente alto para proteger del todo al núcleo.

—Descansen lo suficiente, deben estar agotados. La selva nos ha proporcionado unos conejos para alimentarnos. Pronto empezará el verdadero trabajo.

Sus compañeros suspiraron, pero hicieron como él decía. Comenzaron a preparar una fogata, y en poco tiempo empezaron a asar la carne, cuyo aroma perforó el olfato de Nilu.

—No me había dado cuenta de lo viejo que me estoy volviendo hasta que disfruté más quedarme aquí, preparando el campamento, que saliendo a derrotar portales en el valle con ustedes. ¿Hay algún cambio notorio que hayan visto en estos?

—No señor.—dijo Vidul. —Los monstruos son igual de feroces, y algunos, los de más nivel, tienen terrenos complejos y difíciles de sortear. Hay que hacer una evaluación previa, antes de lanzarnos como fieras salvajes. Por lo demás, los monstruos caen ante nuestros hechizos, y nos dan tanto maná y botín como siempre.

Nilu asintió, mirando a su alrededor con curiosidad. En ese momento el lugar que ahora llamaban campamento parecía una pocilga llena de charcos y piedras a medio terminar. Pero el líder del pequeño escuadrón anaita veía todo con otros ojos, los ojos del futuro: pronto aquel lugar sería una auténtica fortaleza: un laberinto por el que sería imposible llegar hasta el propio núcleo. Sólo necesitarían las suficientes gemas de maná, así como esfuerzo y trabajo duro.

«No. Esto será mucho más que una fortaleza. Será una ciudad. Una ciudad imperial cubierta y protegida por la selva.»

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En cuanto terminaron de cenar, efectuaron la rutina de los últimos días. Naya, que era la única que podía comunicarse con Leye, colocó su mano sobre la roca, y al cabo de un momento comenzó a dibujar con carboncillo en una roca plana el mapa que el núcleo le sugirió para comenzar a construir a su alrededor.

—No parece muy complejo, aunque nos demandará más trabajo del que hemos hecho hasta ahora. Será mejor que aprovechemos lo que queda de día. Algo me dice que tenemos que tener esa muralla lista cuanto antes.

—Sí, señor. Al parecer Leye también tiene un mal presentimiento. Dice que espera que completemos estos muros, para que en la mañana empecemos con el segundo nivel.

—Muy bien, en marcha.

Durante el resto del día se dedicaron a levantar los muros que el núcleo les había exigido. Aunque en apariencia era un ejercicio sencillo, cada cuánto tenían que descansar. Los tres cazadores canalizaban su energía con las manos extendidas, hasta que poco a poco se empezaban a materializar los pequeños bloques de piedra, que se superponían entre sí a medida que aparecían.

No habían llegado ni a la mitad, cuando la noche los cubrió.

—Será mejor que descansemos un poco. Ha llegado el momento de recobrar energía de forma natural. Estoy seguro que hasta estas alturas hasta el núcleo necesita descansar. —le dijo Nilu a sus hombres. —. Yo haré la primera guardia. En unas horas te despertaré, Vidul.

Eso hicieron. La noche llegó con fuertes lluvias, por lo que el líder también se alejó del núcleo para ponerse a resguardo de la casa que ya habían levantado.

De pronto el presentimiento que había sentido se manifestó en una oleada de energía tangible. Algo o alguien, visiblemente poderoso, iba hacia ellos. Tomó de manera inconsciente su espada. Se venía un combate. Tendrían que pasar por encima de su cadáver y del de sus compañeros antes de arrebatarles el núcleo.

Leye rebosaba de felicidad. Sus puntos de maná, o aguaenergía, como aparecía en su interfaz, no paraban de aumentar.

Ahora que tenía tres humanos vinculados a su centro de gravedad, su maná aumentaba el doble por minuto. Además, las constantes lluvias seguían otorgándole buenas oleadas de experiencia, que destinaba a los tres cazadores.

«Espero que no me traicionen, y hagan los muros que me salven de otros aventureros.»

Era lo más profundo de la noche, y el líder de los héroes humanos se había ido a dormir a la pequeña casa de piedra que habían creado, y que ahora usaban como armería.

En su lugar, Naya se había sentado al lado del suelo rocoso de Leye, para hacer la guardia de la noche. De los tres forasteros que ahora componían su grupo de guerreros, ella era la que mejor le caía. Era obvio, ya que era la única con la que se podía comunicar, indicándole cómo levantar los muros a su alrededor, de modo que resultaran más efectivos a la hora de una eventual defensa.

Leye comenzó a estremecerse. La chica supo que cada vez que el núcleo hacía esto quería comunicarse con ella. Entonces colocó la mano sobre él para entrar en el plano telepático. Aunque Leye comprendía algunas palabras del idioma de los cazadores, todavía tenía muchas lagunas, lo que lo frustraba.

—¿Has estado en otras mazmorras?— Le preguntó a la mujer, mientras observaba los pequeños muros de piedra a medio levantar a su alrededor.— Entiendo que son cazadores. Supongo que aunque sean de nivel bajo, tienen que haber saqueado varias. Y seguro que alguna te ha impresionado.

La chica pareció divertida ante la pregunta de Leye.

—Puedes apostar a que hemos estado en varios portales. Últimamente nuestro nivel ha subido un montón, pero las que hemos saqueado hasta ahora han sido de nivel promedio bajo. No pasan de tres. Algunas son deslumbrantes…y aterradoras.

—¿O sea que en este momento yo qué nivel soy?

—No llegas ni a uno, pero creo que solo faltan unos pocos cientos de puntos de experiencia para que alcances el primero.

Leye no había sido consciente de lo vulnerable que era hasta ese momento. Estos tipos lo podrían haber doblegado, pero por alguna extraña razón lo habían dejado en paz, y ahora lo estaban ayudando a crecer. ¿Esa clase de suerte sería puro azar, o su madre estaría detrás de ello? Se preguntó qué tanto poder ostentaba una diosa como aquella.

—No puedo evitar preguntar por qué me ayudaste a convencer a tus compañeros para que me ayudaran… en vez de venderme en algún mercado humano.

Ella suspiró antes de responder.

—No sabes lo engorroso que puede llegar a ser mover una roca de tu tamaño en un lugar como la selva. Aunque los habitantes de Anen nos destacamos por nuestra habilidad para movernos grandes distancias en la jungla, no deja de ser complicado mover una roca de tu tamaño, y menos con tantos escuadrones de cazadores enemigos en los alrededores. Por otro lado, la perspectiva de crear una mazmorra nunca cae mal. ¿Quien sabe? podríamos crear una auténtica ciudad de murallas a tu alrededor, que a su vez podría controlar muchas ciudades a su alrededor. Creo que hacer parte de algo así entusiasma a mis compañeros tanto como a mí.

—Tienes sentido. Supongo que levantar ciudades del modo tradicional, sin la ayuda de un núcleo, no resulta tan divertido.

—Puedes apostar a que no.

—Supongo que tiene sentido querer crear un portal después de haber saqueado varios. Háblame de uno que te haya costado saquear junto a tus amigos, y que a su vez te haya impresionado. Quiero ideas para la mazmorra.

Ella pensó por un momento, mientras sus ojos brillaban ante la roca.

—Hace poco estuvimos en un portal enorme, un bosque antiguo en el que los dinosaurios eran los monstruos principales, aunque también había algunos naga y dragones azules, que resultaron ser más difícil de vencer de lo que esperábamos.

—¿Un bosque? ¿No tenía estructuras que protegieran el núcleo?

—No. Solo la espesura de la selva. En este caso, el núcleo era una criatura, un tiranosaurio rojo del tamaño de un castillo. Estuvo a punto de devorarnos el cabrón. Es lo que conocemos como una mazmorra salvaje. Esta era de nivel bajo, ya que las que cuentan con monstruos inteligentes que levantan edificios suelen requerir grupos más grandes de cazadores para ser limpiadas.

—O cazadores más poderosos.

—En efecto. Aunque ya entiendo por dónde va tu pregunta. Quieres saber qué tipos de edificios podríamos crear a tu alrededor. Algo llamativo.

—Llamativo, pero sobre todo seguro. No me importaría que tuviera el aspecto de una cueva vieja o de un suburbio de alguna ciudad humana, desde que sea una pesadilla de transitar para los aventureros. Aunque sí puede aniquilar a los intrusos con eficacia, y además luce con estilo, mejor que mejor.

La chica pensó por un buen rato mirando al suelo.

—Estuvimos en una mazmorra en una montaña helada. El edificio en el que se encontraba el jefe, un mago de tecnología a vapor, contaba con cinco niveles, cuya dificultad aumentaba a medida que ascendíamos. Como te puedes imaginar, en el último estaba el propio mago rodeado de trampas mortales. Aún así, nuestra experiencia previa y los hechizos reveladores de Vidul nos permitieron salir airosos, con una buena cantidad de gemas de maná.

Aquello parecía una buena idea.

—Creo que eso suena bastante bien. Un edificio con varios pisos, conmigo a la cabeza.

—Eso va a ser un poco difícil, ya que estás anclado al suelo. Pero podríamos crear una pirámide, en la que los pisos más altos sean los niveles más sencillos, y a medida que descienden, se vuelvan más complejos.

Leye estuvo de acuerdo con la idea. Después de todo, no quería perder la conexión con las raíces que perforaban su interior, y que en ese punto le permitían controlar a cada vez más árboles. Los mismos árboles que en ese preciso instante sintieron una presencia poderosa acercándose al lugar.

Naya retiró su mano de la superficie rocosa de Leye y se levantó para mirar hacia el este, como un lobo cuando siente que una manada enemiga se acerca.

«Por todos los cielos, es una fuerza realmente poderosa.» Pensó el núcleo, mientras empezaba a sentir temor, un terror que no sentía desde que aquellos cazadores que ahora eran sus aliados habían llegado a su territorio por primera vez.

—Será mejor que despierte a los demás. —dijo la chica, y de un portazo abrió la puerta de madera de la casa. —¡Será mejor que tomen sus armas, tenemos visitas!

Los tres guerreros se acomodaron detrás de los pocos muros que habían creado hasta ese momento alrededor de Leye, esperando lo que fuera que se acercara en ese momento.

Al cabo de unos minutos surgieron de los arbustos dos intrusos montando panteras de pelaje naranja.

—Escuadrones de Eyen.— dijo Nilu en su idioma en voz baja. Leye comprendió por el tono que no representaban nada bueno.

Un hombre fornido y cabello hasta los hombros con una espada en cada brazo, y una chica de piel blanca y hermosa a su lado. Su mirada era más ambiciosa que la de la fiera que montaba, y sus dos espadas cortas con filo curvo que no parecía tener intención de guardar.

—Sabemos que están ahí.— dijo el tipo con voz tranquila.— Muéstrense ahora y tal vez no les vaya tan mal.

Nilu fue el primero en salir de su escondite detrás de uno de los muros de roca. Sus compañeros lo siguieron, dejando sus armas bien visibles ante los intrusos.

—Cazadores anaitas. —dijo la chica, mirando a los defensores con curiosidad.—Aunque no tienen mucha pinta de ser la fuente de tanta energía.

—Somos más poderosos de lo que puedan creer, ixtalitas.—dijo Nilu con voz de pocos amigos. —. Será mejor que se vayan de aquí. Créanme: no les conviene pelear con nosotros. No en medio de la selva.

La mujer se deshizo en carcajadas.

—Será mejor que cuides tus palabras, alimaña.—respondió, mientras miraba divertida al tipo de las dos espadas. —. Un cazador de un nivel tan bajo como el tuyo no duraría ni tres minutos en combate contra nosotros.

—Tal vez no en un terreno común, pero en nuestra mazmorra, no es mucho lo que puedan hacer con nuestro poder.

—¿Mazmorra?

Los dos intrusos se rieron al unísono ante este último comentario.

—¿Llamas a estos tres muros descompuestos una mazmorra? Creo que están más desesperados de lo que aparentan. Hoy me siento generosa, así que les haré una oferta que estoy segura que no rechazarán: desaparezcan entre la maleza como los roedores de bosque que son. Tienen un minuto, si quieren seguir con su miserable vida por unos días, hasta que los volvamos a encontrar.

Por un momento, Leye temió lo peor. A pesar de sus limitados poderes, podía intuir que aquellos tipos eran mucho más fuertes que sus aliados, que les hacían frente llenos de temor.

Mientras el núcleo analizaba el evidente poder de los intrusos, el minuto de gracia que la guerrera enemiga les había dado pasó más pronto de lo deseado.

—Muy bien, nos inspiraban tanta lástima que decidimos darles una oportunidad, pero ya que institen, nos quedaremos con esa misteriosa roca, y con la insignificante experiencia que sus cadáveres nos otorguen. —dijo el hombre, y se arrojó sobre Nilu sin vacilar.

Leye pudo percibir los ojos de sorpresa al ver que el enemigo hizo al ver que el espadachín se defendía de sus tajos con solvencia, aunque esforzado.

De pronto, una voz resonó en la mente de Leye, mientras sus otros aliados se las arreglaban para sobrevivir ante la agresividad de la cazadora de cabello castaño rojizo.

«¿Puedes escucharme hijo? Soy Tlaloc, diosa voladora de los truenos.»

Leye sintió una alegría indescriptible al escuchar por primera vez la voz de su madre, así como una oleada de energía penetrando en su ser.

«¿Madre? Que alegría poder hablar contigo. Unas palabras de aliento no me caerían nada mal. Como ves, estoy en una situación algo comprometida.»

«Perdón hijo, no se nos permite hablar con nuestros núcleos hasta que superan los primeros niveles. Pero presentí que estabas en peligro, así que use unos puntos de bono que tenía para poder hablar contigo.—la voz se oía lejana y profunda, con eco. —. Escucha, te acabo de traspasar una buena cantidad de puntos de energía. Los aventureros son más poderosos que los héroes de tu bando, pero si los transfieres de inmediato quizá tus aliados tengan una posibilidad. Repártelos con sabiduría, o tal vez no consigas salir de esta. No tengo más puntos para seguir comunicándome, pero si logras llegar al nivel seis volveremos a vernos. Buena suerte hijo.»

La voz de su madre desapareció, pero de inmediato apareció un mensaje en su interfaz azulada.

Leye se fijó en las criaturas que controlaba en la interfaz. Unas representaban a los papagayos que había podido controlar con su energía, mientras otras los rostros de los héroes que ahora se esforzaban por sobrevivir ante los enemigos.

Aunque sabía que el espadachín fornido era el líder del grupo, algo le dijo que debía destinar una mayor cantidad a la arquera, quien en el fondo debía influir más en los demás.

Usando la interfaz, destinó setenta puntos para ella, y cuarenta para los otros guerreros.

Al instante pudo percibir un aura celeste que salía alrededor de sus aliados, y otro mensaje en su interfaz personal.

.

De pronto, el combate comenzó a decantarse a favor de sus aliados, que luchaban con más habilidad que la de los enemigos. Con un tajo rápido, Nilu aniquiló a la fiera que montaba la mujer, clavando la espada en uno de sus ojos.

La criatura murió con un rugido desgarrador, pero la aventurera descendió del animal con un salto rápido y siguió combatiendo.

Casi al mismo tiempo, una de las flechas de Naya acertó en la cara de la otra pantera, matándola al instante. Leye recibió una oleada de maná y experiencia de las dos criaturas muertas.

Sin embargo los enemigos parecían combatir mejor, aunque ahora estaban a pie como los defensores. Un aura rojiza los empezó a rodear, y Leye pudo sentir cómo aumentaba su energía.

Estaban volviendo a recuperar el terreno que habían perdido, empujando a los tres héroes de la mazmorra hacia el propio núcleo.

«Maldición, lo único que los retiene son las molestas flechas de Naya. Si llegan hasta ella, todo habrá terminado.»

Los enemigos parecían percibir de forma inconsciente que la arquera era la más poderosa, y en efecto sus flechas los hacían combatir con menos rigor. Nilu y Vidul hacían lo posible para contener a los enemigos, pero estos combatían con un flujo que no habían mostrado hasta entonces.

El mago aliado se esforzaba por usar sus hechizos de obstrucción, usando las plantas del suelo para distraer a los invasores, pero su nivel era demasiado alto para siquiera percibirlas.

Entonces fue cuando sin previo aviso la aventurera enemiga dejó que su aliado se adelantara, motivado por la adrenalina del combate, y clavó una de sus espadas cortas en su espalda.

Este, sorprendido, se volteó hacia ella.

—¡¿Qué has hecho?! ¡Maldita zorra!

—¿Qué no es obvio? Deshacerme de ti, idiota.

Los héroes que defendían a Leye, no desaprovecharon la oportunidad. Atacaron al mismo tiempo con ataques potenciados al aventurero herido, que murió con un grito desgarrador.

El maná y la experiencia de Leye aumentaron de forma considerable mientras el cadáver del enemigo se evaporaba.

Los tres guerreros aliados parecían vigorizados por la muerte de uno de los enemigos, aunque el núcleo pudo percibir su fatiga. Su nivel de energía y maná estaban agotados.

La enemiga parecía estar dispuesta a seguir luchando, pero permanecía con sus espadas alzadas, mirando de manera socarrona a los tres guerreros, que también tenían sus armas dispuestas, pero sin atacar.

—Ni siquiera lo intenten, novatos.—dijo esta, mientras los miraba a todos sin inmutarse.—Aunque ahora estoy sola, no me costaría mucho acabar con ustedes. Me quedaría con su experiencia y ese núcleo que protegen con tanto ímpetu.

—No tienes oportunidad.— respondió Nilu, con la espada levantada.—Sólo te daremos una oportunidad de irte, hazlo ahora, o prepárate para morir en esta selva desolada.

La chica se burló, pero envainó sus espadas, aunque no quitó los ojos de encima de los héroes aliados en ningún momento. Su aura rojiza también comenzó a desaparecer poco a poco.

—Ni tú mismo te crees tus palabras, anaita. En el estado que se encuentran, no podrían repeler ni a una banda de simios; pero es su día de suerte. Como me han ayudado a deshacerme de este idiota avaro, estoy dispuesta a negociar.

Leye quedó tan perplejo como los héroes. Aunque no se atrevió a interferir, se fijaba en las expresiones de sus aliados, que permanecían con sus armas listas.

—¿Negociar? No tenemos nada que pactar con sabandijas ixtalitas. Mientras hablamos, el territorio está recuperando poco a poco nuestra energía. Ya no tienes oportunidad. Menos aún con tu perro sabueso muerto. —Vidul intentaba parecer amenazador con sus palabras, pero Leye sabía que no conseguía engañarse ni siquiera a sí mismo.

—Apuesto a que sí.—dijo la mujer, sin alterarse. —. Escuchen, no soy ninguna tonta: sé lo que hay detrás de ustedes. Y la razón por la que la defienden con su propia vida. Se trata de un núcleo. Lo pude percibir desde el momento en que vi su forma. Ahora bien, estoy segura que mi experiencia y la de ustedes, nos permitiría convertir esta pequeña piedra en una mazmorra prometedora en muy poco tiempo.

—¿De qué diablos hablas? —respondió el mago aliado.—Esto no es más que un tesoro con algo de experiencia. Y puedes estar segura de que no lo vamos a compartir con una mercenaria como tú. Ahora piérdete por donde has venido…

—Espera. —lo interrumpió Nilu. —. Dices que nos puedes ayudar a expandir este núcleo. En caso de que de verdad fuera tal cosa, ¿cómo pretendes ayudarnos?

La cazadora suspiró, aunque sus ojos brillaban de ambición.

—¿Estás bromeando? Soy una cazadora poderosa, como estoy segura que ya se han dado cuenta. El idiota que acabo de aniquilar ante sus ojos no me llegaba ni a los tobillos, pero dado que tenía el apoyo de los demás miembros de mi escuadra, no me había podido encargar de él. Ahora puedo alegar que ha muerto en una emboscada. Si me permiten ligarme al núcleo, le aportaré más experiencia de la que ustedes, novatos. Sin mencionar que mi conocimiento les permitirá forjar unas defensas más sólidas. ¿Qué dicen? Es eso o irme y llegar mañana con un ejército para reclamar este núcleo como posesión del imperio ixtalita. Ustedes deciden.

Los tres héroes no quitaban la vista de la intrusa, que permanecía tranquila con su sonrisa burlona parada en medio de ellos con las manos en la cintura.

«Lo que dice es verdad. —pensó Leye, con una punzada de terror en las entrañas.— Aunque mis aliados han recuperado algo de energía, no podrían alcanzar a esta chica si decide irse ahora. No tenemos opción, y ellos también lo saben.»

—Lo que dices suena tentador. —dijo Nilu al fin. Parecía ser tan consciente de la situación en la que estaban como Leye. —¿Pero qué nos garantiza que no nos traicionarás, como al otro ixtalita? ¿Por qué estás tan interesada en hacer crecer éste núcleo?

—No tengo que garantizarles nada. Ustedes saben que podría matarlos ahora, y apropiarme del núcleo, sin más. Pero tardaría en hacer crecer la estructura, y tendría que quedarme aquí escondida por un buen tiempo, lo que tarde o temprano incitaría a mis colegas a investigar. —la mujer miraba en todas las direcciones, como estudiando el potencial del terreno. —. Con su ayuda, puedo ir y dedicarme a otros asuntos, mientras ustedes hacen crecer mi imperio. Tendría que compartirlo, pero definitivamente esto haría el pastel más grande.—la mujer se quitó un mechón del cabello. Leye pensó que era de verdad atractiva, aunque su mirada rebosaba ambición.— y en cuanto a por qué quiero hacer crecer el núcleo, creo que es obvio. ¿A quién rayos no le gusta jugar a ser un dios?