«Imposible. —pensó Leye, perplejo. —¿Cómo es posible que humanos hayan logrado infiltrarse a este lugar remoto tan pronto?».
El núcleo pudo observar a los tres hombres mucho antes que llegaran hasta él, a través de los árboles que cada vez controlaba en mayor número. Aún así, era poco lo que podía hacer.
«Dos hombres y una mujer. Guerreros. Madre, por favor sácame de ésta.»
Los tres hombres se acercaron con sus espadas y sus arcos en ristre. Como si alguien los fuera a atacar. Aunque sus puntos de energía habían aumentado, hasta ahora apenas podía controlar a un par de papagayos que se habían montado en su cuerpo. Ni siquiera controlaba a los simios que se acercaban. Pensó en atacar a los intrusos con las aves, pero era ínutil. La mujer del arco los mataría mucho antes de que llegaran hasta ella, y se quedaría sin visión de los alrededores.
—Acérquense con cuidado. —dijo uno de los hombres, que tenía aspecto de mandar a los otros.—siento que emana energía mágica de forma descomunal.
Los tres seres se acercaron y rodearon a Leye, observando con curiosidad las ramas que ahora salían del suelo que lo rodeaba.
Cuando vieron que no había peligro, guardaron sus armas y comenzaron a tocar su superficie escamada.
—Estoy seguro que más de un señor estaría dispuesto a darnos una fortuna por este…especimen. —dijo uno de los tipos, pero el otro no pareció estar tan de acuerdo.
—No hay ningún mineral del que se pueda sacar provecho, salvo por el hecho de que sin duda es una rareza. Además, ya me vas a contar tú cómo vamos a sacar esta cosa de lo profundo de la selva.
No hubo réplica. Leye no podía hacer nada salvo observar. Maldijo su suerte. Si habían llegado los primeros exploradores, era cuestión de tiempo para que un grupo aún más grande de humanos llegara para extraerlo con sus máquinas de madera.
«Terminaré en algún museo como trofeo, hasta aquí ha llegado mi historia.»
Sin embargo, la mujer que estaba con ellos habló al fin, después de un rato de dar vueltas alrededor del núcleo y estudiar su superficie áspera.
—Emana demasiada energía mágica para ser una roca lunar. Creo que se trata de un núcleo de poder. —dijo la chica, estudiando las ramas bajo la piedra.
—¿Núcleo de poder? ¿De qué rayos hablas, Naya?—dijo el tipo que había sugerido sacar a Leye de allí.
—Ya sabes, la fuente que da poder y recursos a los portales que saqueamos. Esta parece estar en un estado de gestación, pero los maestros hablan de núcleos incluso en algunas de las ciudades más poderosas de Ixtul, que bien podrían ser mazmorras en sí mismas muy poderosas.
«Maldición, sabe demasiado.»
—Suena interesante. Me pregunto si hay alguna forma de usarla a nuestro favor. Quiero decir, ahora que nadie más la ha encontrado, no veo necesidad de venderla a algún mercader, para que tarde o temprano caiga en manos de nuestros enemigos. —dijo el hombre con aspecto de líder.
—Estoy de acuerdo, mi señor. Además parece haberse adaptado muy bien al terreno. ¿Sabes si hay alguna forma de comunicarnos con esta cosa, Naya?
La chica se encogió de hombros, mientras le entregaba el arco al tipo de la capota verde.
—Lo intentaré.
La mujer puso una mano sobre el centro de la roca, y comenzó a decir unas palabras mágicas en una lengua que Leye no entendía. De pronto, este se sintió conectado con la humana, cuyos ojos empezaron a brillar como dos antorchas.
«¿Quién eres, y qué haces en nuestras tierras?»
«¿Qué soy? Es una buena pregunta, ya que ni yo estoy muy seguro de eso. Creo que soy el huevo de una diosa.»
Aunque la mujer seguía hablando en una lengua extraña, Leye parecía comprenderla…pero en otro plano.
«¿Hace cuánto estás aquí? Danos una buena razón para considerar algo como tú aliado… o de lo contrario nos encargaremos de ti.»
«No tengo bando alguno. Solo aparecí, sin más. Pero pueden apostar a que si me ayudan, usaré mis habilidades a su favor. Al principio no controlaba nada, pero ahora algunos árboles y criaturas pequeñas están a mi disposición. Estoy seguro que podré expandirme, lo que les podría beneficiar de algún modo.»
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La mujer quitó la mano de la superficie rocosa de Leye, que seguía incrustada en el suelo como el huevo de un dragón, con charcos de agua y raíces enormes a su alrededor.
—Ahora estoy segura que se trata de un núcleo de mazmorra. —le dijo a los otros, mientras sus ojos volvían a la normalidad. —. Mis puntos de maná han subido de manera estrepitosa mientras lo tocaba… así como mi energía.
Los hombres miraron a Leye con especial interés, mientras la chica ahora escudriñaba el terreno, del que las criaturas habían desaparecido con la presencia de los humanos, aunque Leye podía percibir algunos simios en los matorrales cercanos, observando con interés.
El líder de los tres se fijó de nuevo en la chica, mientras acariciaba su quijada cuadrada.
—Si es un núcleo.. podría comenzar a crear estructuras, salones y trampas, como las mazmorras que encontramos en los portales, ¿no es así?
—Creo que sí, señor. Aunque no estoy muy segura. Hay núcleos que no llegan a tanta capacidad, así como hay otros capaces de crear imperios si no se les detiene a tiempo.
—Interesante, querida Naya. Creo que podríamos sacar algo de nuestra pequeña incursión, siempre que consigamos mantener todo esto en secreto. Comunícate con él de nuevo. Dile si está dispuesto a cooperar, y sin duda haremos lo que esté a nuestro alcance para acelerar su crecimiento.
Eso hizo. Durante la siguiente media hora, la mujer habló con franqueza con Leye. Resultaron ser cazadores de mazmorras, cuyos portales habían comenzado a aparecer en su país unos años atrás, lo que había despertado la envidia y el interés de una poderosa potencia de la región, que por ello los había invadido.
«No sabía que las comunidades humanas que veía desde el vientre de mi madre eran tan complejas, pero parece que estos seres en ciernes me pueden resultar de lo más útiles.»
—Me ha explicado que el agua y la presencia de animales parecen aumentar sus puntos de energía.—dijo la chica a sus compañeros en cuanto se alejó de Leye.—Me ha pedido que hagamos la prueba de traer agua de algún afluente cercano, así como algunas criaturas vivas que podamos capturar, para ver si en efecto su poder aumenta.
—Muy bien, iré yo. —dijo el tipo de la capa. —. Llenaré mi cantimplora. Ustedes espérenme aquí. —desapareció entre los matorrales tras decir esto.
—¿No crees que si controla a los simios y las aves…podría llegar a controlarnos a nosotros, Naya?—el tipo de la espada parecía preocupado.
—Es probable, señor, aunque no al mismo nivel en que controla a los animales. Podría controlarnos para ser simpáticos con él, pero no para usar nuestra voluntad a su antojo. O al menos es así como los chamanes mencionan que funcionan los núcleos. Ya sabes que suelen ser celosos con sus cosas.
Al cabo de un rato volvió el tercer tipo con su recipiente llenó de agua.
Lo vertieron en el suelo alrededor de Leye.
«Tus puntos de aguaenergía han aumentado en cinco.» El mensaje salió en la pantalla azulada de la interfaz de Leye. Sintió un placer indescriptible al recibir dicho líquido, un bienestar que no sentía con el agua de la lluvia.
Un grupo de helechos y ramas creció de manera estrepitosa a su alrededor, una germinación instantánea.
La mujer de nuevo tocó la superficie, y después incitó a sus compañeros para que hicieran lo propio. Leye vio con satisfacción que sus rostros se iluminaban ante el maná que les proveía.
«Parece que después de todo no estoy tan perdido.»
—Esto es increíble.—dijo el tipo de la capota. —. Me siento con la energía de un sueño reparador, y todo por tocar la superficie de esta cosa por un momento. Esto sí que es magia.
—Yo me siento igual, Vidul. Y has visto cómo crecieron las plantas a su alrededor. Creo que esto se pone interesante.
El tipo de la capota siguió trayendo agua en trayectos que apenas le tomaban tiempo, mientras la mujer y el espadachín cortaban la maleza alrededor del núcleo. De algún modo, Leye supo que iban a necesitar rocas para empezar a preparar la expansión.
«Tráeme tantas como puedas.» Le dijo a la mujer.
Llevaron piedras húmedas de diferentes tamaños, y las colocaron junto al huevo rocoso que componía el núcleo.
Leye se concentró con ahínco, y de pronto surgió del suelo un pilar de piedra, con rostro en forma de serpiente.
«¿Yo he creado eso? ¿O has sido tú, madre?»
Núcleo caído de la diosa Tlaloc.
Este tipo de óvulo no da a luz, pero absorbe los nutrientes a su alrededor, y es capaz de crecer de manera indefinida si sabe gestionar sus recursos.
Recursos actuales:
Aguaenergía: 100/200
Criaturas controladas: 2 aves plumadas.
Estructuras: 1
Área de influencia: 3 leguas.
«Así que ahora tengo una estructura a mi favor.—pensó, sintiéndose ligeramente cansado, mientras veía a los humanos perplejos ante la estructura surgida de la nada.—aunque sigo sin controlar a estas personas.»
—Por todos los cielos. —dijo el líder, sin dejar de observar el pilar. —. Hemos creado una estructura en cuestión de minutos. Tallar un pilar así tardaría meses, sino años. Esto es increíble.
—En efecto. Aunque nunca había visto a esta deidad, mi señor.
—Debe ser su madre. —dijo la chica. —. De algún modo debe controlar las estructuras que nacen de su núcleo.
—Madre o diosa. — dijo el líder, el tipo fornido de la espada. — La usaremos a nuestro favor. Creo que la vamos a pasar muy bien. Espero que la construcción de mazmorras se les dé tan bien como su saqueo.
Los humanos sonrieron ante las palabras de su amo. De algún modo Leye se sentía igual. El juego acababa de empezar.
«¿Me acabarán por controlar o estos seres? ¿O será justo lo contrario?».
Tlaloc movía su elegante cuerpo en medio de las nubes, mientras los rayos del cielo resonaban en la distancia y la lluvia golpeaba su rostro.
La diosa con forma de serpiente tenía acceso a dos mundos, Tulta, el de las selvas infinitas, y Exeral, el de las eternas nieves, del que los dioses enanos se habían apoderado poco a poco, y el que apenas la dejaban visitar ya.
Regresó empapada a sus selvas, donde por más que había intentado, nunca había logrado prosperar. Otros dioses rivales, como el emplumado Merdu, había hecho prosperar varias ciudades en los pocos valles de aquel mundo boscoso, y ahora relegaba a los demás dioses a los territorios más hostiles.
Con la energía que el maestro del juego le había otorgado, había conseguido dejar tres huevos en medio de los lugares ocultos para los otros dioses. Si alguno de ellos llegaba a descubrir sus preciados óvulos en estado de indefensión, los exterminarían. Solo si sus núcleos alcanzaban la edad adulta podrían defenderse, aunque con el poder que los otros dioses habían acaparado, ni siquiera de esa forma tendrían oportunidad.
Uno ya había sido destruído, el que había sido depositado en las cuevas de Landon, en el extremo norte del país. De alguna forma algún dios lo había descubierto, y lo destruyó con un rayo fulminante. Quedaban dos, el que había dejado en el fondo del caudaloso río Uth, que era su esperanza, y el de la selva, del que no esperaba mucho, porque estaba cerca de un país poderoso, con muchos aventureros poderosos al acecho.
En ese momento volaba cerca de la selva, así que fue a echar un vistazo, moviendo su descomunal cuerpo verdoso en medio de las nubes.
«No puede ser. —. pensó, observando el pequeño mapa en medio de la selva con sus ojos voraces. Ya habían algunos edificios de piedra alrededor del núcleo. —. Ha sido descubierto por humanos, pero de alguna forma parece estar prosperando.»
Emocionada, envió los puntos de Energía Divina al lugar para acelerar su crecimiento. Quedaría exhausta, pero era una apuesta que valía la pena.