Unos 30 minutos más tarde. Mirio fue a su habitación. Se agachó debajo de la cama y sacó una caja naranja. Era chiquita, 10cm de largo y 5cm de ancho y alto. En ella guardaba todos sus ahorros. A pesar de que el día especial era mañana. Sabía que no lo iba a poder celebrar tanto. La abrió y sacó una moneda con la imagen de una bonita mujer y escrito: "100 MUD" en la parte inferior, esto era una quinta parte de sus ahorros.
Mirando la figura de la bonita mujer, de repente se preguntó cuál de las diosas sería. Pensó en preguntarle a su madre más tarde. Viéndola por un rato al fin se decidió. Iba a comprarse la Panna Cotta.
Hace unos años, un día que su mamá consiguió un nuevo trabajo. Para celebrar fue y les compró un dulce super caro a él y su hermano. Sin importarle que era ella la que tenía que celebrar. Se llamaba Panna Cotta, lo vendían en una tienda de dulces ostentosa y grande en la Zona Central de la ciudad. Le dio la mitad del dulce a cada uno. Aquello fue definitivamente la cosa más rica que había probado en su vida.
Su textura cremosa y sedada se derretía en su boca similar a un flan pero más ligero. Su sabor dulce con vainilla era maravilloso. Por si eso no fuera suficiente, estaba acompañado de unas fresas añadiendo un contraste ácido y refrescante. Todavía lo recordaba todo claramente, así de impactado se había quedado.
Volviendo a su cuarto. Se levantó y partió hacia la tienda y se dio cuenta de que probablemente era el lujo del año.
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Caminando casi llegó a la tienda. Era enorme. Debían vender otras cosas además de dulces. O a lo mejor tenía un restaurante en alguna parte. Justo por el lado de dónde venía hacia la tienda, había un callejón. Cuando se acercó, de repente salió un anciano vagabundo.
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Tenía la piel quemada del sol. Usaba un trapo amarrado como pantalón y estaba desnudo en el torso superior, se veían algunas costillas de lo flaco que estaba. Barba espesa le cubría la cara. Había una cicatriz en forma de cruz en su pecho izquierdo. El anciano se le acercó.
—Hola muchacho, ¿puedo hablar contigo por un momento por favor?
—¿Ehh?... está bien.
—Hoy es 31/08/5130. Es el cumpleaños de mi difunta madre. Hace diez años la enterré en las afueras de la ciudad porque no podía permitirme comprarle un ataúd y colocarla en el cementerio. Pero todos los años, en este día, siento un dolor profundo en el pecho al recordar que ella no está descansando en paz.
—Finalmente, este año me propuse lograr comprarle un ataúd decente como se merece. Pero apenas logré sobrevivir hasta hoy... uff. Niño, ¿podrías ayudarme? Por favor, esta es la única vez en su vida que este viejo tonto ha pedido algo que no es para él mismo.
Mirio quedó paralizado. No sabía que decir. La historia del anciano lo puso muy emocional. Sentía tanta lástima por el viejo que no pudo evitar sacar la moneda que tenía con él y dársela.
—Puedes comprarlo ahora. Ayúdela a descansar en paz. —El viejo tomó la moneda y lo miró agradecido.
—Muchas gracias pequeño, por niños como tú este será un reino mucho mejor y más seguro.
—Seguro —dijo Mirio sonriendo. Estaba feliz por ayudar a alguien.
—Mira... —El anciano rebuscó un poco en su trapo de pantalón. Y sacó un anillo negro, desgastado y sucio.
—Este anillo perteneció a ella. Por favor, a pesar de que no vale nada. Tenlo como mi agradecimiento y el de ella.
Extendiendo su mano hacia adelante. Mirio tomó el anillo. Evidentemente no tenía nada de especial cuando lo observó. Por lo que lo guardó en su bolsillo para lavarlo y ponérselo luego.
El anciano se giró para salir del callejón mientras le decía y se inclinaba.
—Gracias otra vez niño. —Luego se dispuso a irse.
Justo antes de que estuviera demasiado lejos gritó:
—Ah y no comas dulces morados niño. —Después se marchó.