El sonido de tambores y gritos llenó el ambiente en el coliseo. Estaban a punto de empezar los combates. Primero sería una ronda preliminar y luego las eliminatorias. En la ronda preliminar se juntarían a pelear diez competidores en las mismas plataformas hasta que quede solo uno de pie.
El grupo de jóvenes lagartos fue a sus respectivos lugares, a Xal'eth le tocó una cercana al centro. Se miró la pulsera azul en su brazo derecho, combinaba con sus ojos. Era una especie de amuleto para su raza. «Hoy cambiaré la historia de nosotros». Subió a su ring. En los lados había un cuenco con tinta negra. Se mojó los dedos con ella y se la untó en la cara, se la adornó con líneas horizontales en la frente y circulares alrededor de los ojos. «¡Estoy listo!»
«Que la Gran Madre Thal'ara esté conmigo». Cuando hubo finalizado su rezo los orcos subieron a la plataforma. Cada uno llevaba armaduras de cuero mucho mejores que la suya. Por no hablar de sus armas, a nadie sorprendería que el par de desgastadas y abolladas hachas de batalla de Xal'eth se rompieran al primer contacto. Descansaban atadas en sus caderas.
Observó con atención a los oponentes. Dejó atrás cualquier pensamiento innecesario. Su intención se volvió fría, aguda, cruel. Hoy aquí no existía opción además de la victoria. «Es todo, o nada». En eso, subió al cuadrilátero alguien inesperado.
«...!!»
«¿Él?... ¿En serio cayó conmigo en la primera ronda?» Quien estaba delante suyo era nada más y nada menos que Gruka. El hijo mayor y heredero del rey orco. Un guerrero cuya fama se había extendido por todo el reino desde hace años debido a su gran talento y habilidad de batalla. Era parecido a su padre, con músculos grandes llenos de grasa y ojos verdes. Xal'eth había escuchado que a sus 16 años se encontraba a punto de avanzar al cuarto nivel de ascensión: Maestro. El cambio hacia este nivel era el primer cuello de botella en la camino de los magos.
A pesar de su sorpresa, no se sintió intimidado o algo similar. Al contrario. «Esto....esto es mucho mejor». Expresó interiormente con ferviente emoción. Esperaba encontrarlo en la final o cerca. Pero si pudiera vencerlo desde mucho antes....«Esto es perfecto».
A diferencia de Xal'eth, su padre y el resto de adultos contempló la escena con horror.
«...!!!»
—¿P-por qué contra él? —exclamó angustiado uno de los hombres lagartos.
Aunque Rath'gul no dijo nada, por dentro estaba peor que quien dijo eso. «¡Maldición!»
«¿Por qué le tuvo que tocar contra ese monstruo?» En este momento solo quería que Xal'eth se rindiera.
«¿Los dioses odian tanto a mi raza?» No entendía cómo de tantas plataformas a su hijo le tocó la misma que el tipo más fuerte de la competencia. En su interior tenía la leve esperanza de que le tocara una partida fácil y pudiera avanzar por lo menos una ronda. Ahora eso no era más que un sueño tonto sin posibilidad de cumplirse. «¡Maldición! Mi hijo está condenado. Solo espero que Gruka no lo mate». Era normal que en muchos de estos combates muriera gente. No sabía que haría si algo le pasara a su hijo. No es como su pudiera reclamarle al rey orco.
Encima del ring los luchadores tenían diferentes niveles de tensión. Los orcos muy preocupados, pues cayeron frente al temible hijo del rey orco. Gruka, por su parte, no podría importarle menos quienes eran sus oponentes. Y Xal'eth....
Xal'eth era el único ansioso. Al fin iba dar el primer paso a su libertad. Que ingenuo era. Si las cuestiones de la vida fueran tan simples. En un lugar alto y visible del coliseo un orco con un grotesco martillo sonó un gong.
¡Bonnn!
Esto marcó el inicio del torneo. Todos inmediatamente se pusieron a pelear. Levantaron armas, corrieron, gritaron y chocaron entre sí. El desenfreno inundó los diversos cuadriláteros como si de una guerra se tratase. Los primeros en ser expulsados fuera o derrotados fueron los goblins, los jóvenes lagartos los siguieron poco después.
La única área que permaneció sin muchos cambios fue la de Xal'eth. Los orcos se miraban entre ellos. Como formando un plan. Por supuesto, Xal'eth no era parte de él.
—¿Por qué se miran tanto? Vengan todos —comentó burlonamente Gruka.
—¡¡Bastardo!! —Ellos ardieron de ira por el osado comentario. Cargaron sin miramientos contra él. Gruka sonrió y levantó su enorme hacha de un solo filo con una mano.
Lo que siguió a partir de ahí fue una paliza unilateral. Intentaron rodearlo, atacar varios al mismo tiempo, expulsarlo de la plataforma, incluso ataques semi-kamikazes pero nada funcionó. Simplemente no tenían la habilidad necesaria. Solo pasaron unos minutos cuando todos los orcos estuvieron en el piso derrotados, uno de ellos murió. Mala suerte.
—¿Mm? ¿Sigues aquí? —preguntó Gruka. Estaba molesto porque el lagarto seguía en el cuadrilátero.
Unauthorized use: this story is on Amazon without permission from the author. Report any sightings.
—No veo porqué no lo haría. No es que me hayas vencido —contestó Xal'eth.
—Gege, tienes una lengua suelta lagarto.
Xal'eth tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no saltar de inmediato. Lejos de estar enojado. Quería ponerse a prueba. Quería demostrar el tan ansiado resultado de su entrenamiento. «Cálmate» Se dijo a sí mismo, intentando imitar el efecto causado por la misteriosa voz de antes. Todavía no tenía idea de qué era, solo pudo dejar eso en el fondo de su mente por ahora. «Tú puedes Xal'eth. Tú puedes».
«Para esto sangraste, para esto luchaste, para esto vives».
Volvió a mirar a Gruka.
—¿Necesitas descansar o algo?
—¿¡Qué!? —Gruka no creyó lo que escuchó—. ¿Qué acabas de decir lagarto?
Xal'eth no se inmutó por el tono desagradable del orco.
—¿Estás sordo? Está bien, lo repito. Si necesitas tomar un descanso por acabar con los minions de antes. Necesito que estés a plena potencia para luchar.
A Gruka no le quedó más remedio que abrir grande los ojos. Si antes le quedaba algo de duda, ahora estaba convencido. El lagarto estaba delirando.
—Veo que tu estúpida raza finalmente perdió la cordura. Si-
—Estúpido solo veo a un orco delante de mí. —Xal'eth no aguantaba que insultaran a su raza. Hoy iba a soltarse aquí. Incluso usó una palabra que su padre le contó que usaban los humanos para referirse a los muy débiles.
Gruka frunció el ceño. Cada vez le disgustaba más el lagarto. «¿Cómo se atreve semejante ser inferior...?» En su mente, Xal'eth no merecía menos que la muerte. Primero por hablar basura, y luego por insultarlo.
—Bien, lagartija, si tanto quieres tener la bendición de Moros, te la daré.
⦁⦁
En la zona de los hombres lagartos Rath'gul observaba la escena con horror. Puede que no oyera mas al ver a ambos hablando y a Gruka frunciendo el ceño, no era difícil ver que las cosas no ocurrieron como quería. «¡Maldición!»
«Xal'eth, ¡ríndete!» Oraba porque su hijo se rindiera y saliera de allí.
En otros lugares varios orcos comenzaron a prestar atención al conflicto que debía haber finalizado y aún continuaba. Hasta Grokor prestó atención. En nada de tiempo se convirtió en el centro de atención de la mayoría del coliseo.
⦁⦁
Gruka avanzó con pasos rápidos y ruidosos hacia el insufrible lagarto. Iba a acabar con él, y de manera lenta por insolente. A pesar de que consideraba que para él atacar primero estaba por debajo de sí.
Llegó frente a Xal'eth y lanzó un golpe con su brazo izquierdo con intención de incapacitar a su oponente pero no matarlo. Ya veía al bastardo retorciéndose en el suelo. Sin embargo, algo inesperado sucedió.
Xal'eth evitó fácilmente el golpe y contraatacó con el suyo propio. Su puño se estrelló contra la zona abdominal de la armadura de cuero duro del orco.
¡Bang!
El orco fue mandado a volar hacia atrás. Con los ojos estupefactos. No usó toda su fuerza en el golpe anterior y tampoco estaba demasiado alerta, mas esto no quería decir que alguien hubiera podido hacer lo que hizo Xal'eth. Él era consciente de eso. Antes de que pudiera salir del ring logró estabilizarse en el aire y aterrizar firmemente. Luego miró con mucha más atención a su oponente.
Inmediatamente casi todas las partes del coliseo se fueron silenciando, las otras batallas no fueron la excepción. No todos llegaron a ver qué pasó, los que lo hicieron estaban con la boca abierta. Impactados. ¿Desde cuando un miserable lagarto había logrado mandar a volar a su mejor campeón? Nunca en su historia.
Incluso el rey Grokor, Rath'gul y los otros hombres lagartos dudaron de su visión. Por no hablar de los espectadores.
Xal'eth se mantenía igual que antes, sin cambios visibles de festejo o sorpresa. Dijo:
—Escucha orco estúpido. Tómate esto en serio. No quiero ganarte y que pongas excusas después. La próxima vez no aterrizarás dentro del cuadrilátero. ¿Entiendes?
Esta vez Gruka no lo refutó o se burló, ni siquiera el enojo que debería haber sentido ocupó sus pensamientos. Y no fue por ser mandado a volar, fue por el conocido sabor del hierro en su boca.
—Bien, lagarto. Parece que me equivoqué contigo. Tienes mi respeto como oponente —dijo esto más serio y reinició su marcha. Todo atisbo de desprecio por Xal'eth desapareció. El maná llenó sus músculos y huesos, dándole una velocidad que no se comparaba con la pasada. Su brazo derecho agarró fuerte y levantó su hacha. Lanzó un potente corte diagonal hacia Xal'eth.
Este sacó las dos desgastadas hachas de batalla atadas a su cintura. Su agarre sobre ellas no era menos firme que el de Gruka. Aumentó el maná que circulaba en todo su cuerpo y chocó de frente con el orco.
¡Choque!
Ondas de viento barrieron en la plataforma. Aún así, ambos se mantuvieron en su lugar. Sin retroceder. Si había gente que tenía la certeza que el encontronazo anterior fue casualidad, ahora no tenían más remedio que aceptar que el chico lagarto era bastante fuerte.
Los contrincantes se miraron. Ninguno quería ser el primero en dar un paso atrás. Pero Xal'eth no deseaba una batalla de desgaste, puesto que su oponente tenía su núcleo más desarrollado que él. Giró un poco hacia la izquierda y azotó con su cola. Gruka simplemente saltó y evitó el ataque. Así terminó su primer encuentro estando serios. Aunque quedaba mucho por mostrar por parte de los dos.
Los espectadores contuvieron el aliento. Iban a presenciar una gran batalla en plenas rondas preliminares, algo muy raro. Los jóvenes lagartos tenían la sangre hirviendo. Su amigo y compañero luchaba contra el orco más fuerte de toda una generación. Su orgullo y conmoción eran enormes.
El dúo volvió a la carga. Sus armas se encontraron con estridentes chillidos en una multitud de choques, cada uno más salvaje que el anterior. Xal'eth manejaba con maestría sus inferiores hachas. Debían haberse roto al primer contacto, sin embargo, su fino y elevado control sobre el maná le permitió usarlas casi sin preocupación. Su oponente tenía más fuerza bruta que él, por eso, compensaba esa diferencia con su mayor habilidad y experiencia de lucha. «¡Yo puedo!» Se reafirmó.
Gruka por su parte, aunque poseía la ventaja en términos de fuerza. Todo el maldito tiempo tenía que vigilar la viciosa cola de Xal'eth. Atacaba desde muchos ángulos, a diferentes velocidades. Le daba una gran versatilidad al lagarto. Y no se hacía ilusiones de que ser golpeado por ella no le costaría. La parte con más músculos de esa raza era la cola. «Es fuerte el lagarto bastardo» Pensó.
En una ocasión Xal'eth desvió eficazmente el hacha de Gruka con una de las suyas, con la otra aprovechó y lanzó un corte hacia el pecho de este. Gruka, al ver que no podía evitar el ataque intensificó el maná en su pecho y usando su mayor tamaño cabeceó a Xal'eth.
El hacha atravesó la armadura y se hundió en el pecho del orco, sacando chorros de sangre carmesí. Mas el joven lagarto no se salvó, el cráneo duro como el acero de Gruka golpeó el suyo y lo mandó varios pasos atrás con un leve aturdimiento.
Gruka, al ser el guerrero que es no perdió la oportunidad. Ignorando su condición se inclinó y embistió con frenesí. Si acertaba podría terminar el combate. La sangre que salía de su pecho cayó sobre el ring y su hombro se encontró con el pecho de Xal'eth.
¡Golpe!
Casi salió volando el pobre lagarto. Lamentablemente para el orco. Xal'eth no era ajeno al dolor. Cuando el hombro de la bestia verde impactó su pecho, su instinto no fue amortiguar. Fue soltar sus armas y clavar sus garras en la espalda y pecho del orco para evitar que lo mandaran a volar, recibiendo toda la inercia del movimiento. Su aplicación de maná a sus músculos evitó que estos se desagarraran. Aunque no pudo hacer coincidir su apoyo en el pecho con la herida anterior logró su objetivo. Luego abrió la mandíbula e incrustó sus colmillos en el cuello de Gruka.
—¡Gaaahhhh! —El orco enloqueció y expulsando maná a borbotones de su cuerpo en una explosión se sacó a Xal'eth de encima. Este tenía el cuerpo dolorido y luchaba por tragarse los líquidos que amenazaban con salir de su boca.
—¡Blagh! —Al final los soltó al aterrizar. La basura de cuero que tenía puesta para proteger el pecho destrozada en la zona del esternón. «¡Mierda!». Aún así, le quedaba pelea por dar.
—¡Gahhh!
Sangre salpicó del cuello de Gruka, tiñendo su armadura y el piso. Sus ojos rojos como el infierno miraron a Xal'eth con intenciones de aniquilar al puto lagarto.
Se encontraba enloquecido pero esto no impidió que usara su maná para sellar temporalmente la herida. Era instintivo. La afinidad Aura tenía varias ventajas en el cuerpo.
—¡Maldito bastardo! —rugió y un aura blanca lo rodeó. Entonces... de sus manos salieron círculos mágicos con las runas:
ᛏᚱᛖᛊ: ᛞᚢᚱᛖᛉᚨ
ᛏᚱᛖᛊ: ᚠᚢᛖᚱᛉᚨ
—Hoy acabo contigo, lagarto. —Pronunció como si fuera un edicto.