Novels2Search
Mhaieiyu - Arco 1: El Sindicato [Spanish]
Capítulo 7: Cuatro Fronteras

Capítulo 7: Cuatro Fronteras

Mhaieiyu

Arco 1, Capítulo 7

Cuatro Fronteras

"¡Mierda!" gritó Emris, su boca echaba espuma por la frustración. El desgarrador rechazo de la Reina de los Moradores hirió su vieja alma hasta la médula, lo que no hizo más que reafirmar su propio deterioro psicológico. Sus camaradas, ambos bendecidos con alas, sólo podían mirarse el uno al otro en un incómodo silencio mientras el veterano más alto pateaba tierra y piedra en una agresiva muestra de disgusto.

Sin duda la frustración era inevitable, incluso si fueran con la plena cooperación de los Moradores. La gravedad de su situación no haría más que empeorar durante los siguientes días, ya que varias facciones marchaban hacia su hogar; un hecho que estaba debilitando la moral de los seres pertenecientes al más alto mando de un sindicato dudablemente legal. Junto con sus incesantes rabietas, su rostro se retorció, machacándose la cabeza mientras intentaba desesperadamente encontrar una solución a su situación más que calamitosa.

Enfrentarse a los próximos habitantes de Yánksi, país al noreste del continente, sería un desastre, sin duda. Si bien la tecnología del país se veía retardada, era el esfuerzo conjunto de sus vengativos ocupantes, ampliamente superiores en número militar, lo que les daba tanto de qué preocuparse. El país estaba lejos de estar empobrecido: tanques blindados, cañones, pistolas, municiones suficientes para provocar un baño de sangre ... todo dirigido por un ejército furioso de soldados humanos y comandado por una figura fiel a su rencor. Por supuesto, su resentimiento era principalmente culpa del Sindicato. Los pobres bastardos habían sido víctimas de muchas amenazas a causa de la tecnología avanzada que se desarrollaba dentro de las instalaciones, y probablemente buscaban esta confrontación como una oportunidad sagrada de redención y supervivencia. Incapaz de culpar al enfoque estratégico de la región ofensiva, Emris no pudo evitar despreciar el inoportuno momento de venganza.

Los Erizos y los Moradores eran otra amenaza más; particularmente los últimos. Su comportamiento salvaje y agresivamente proactivo hacia los ciudadanos o las hordas del Sindicato era un desafío más, y si alguna vez provocaban un disturbio, se podrían derivar problemas que afectarían a varias personas muy necesarias. La amenaza era muy superior cuando se trataba de los asesinos que habitaban en el bosque, ya que su estrategia era mucho menos temeraria, y optarían por una matanza silenciosa. Los soldados podrían ser eliminados sin previo aviso, mientras que el ejército se reducía a un recuerdo de su poder anterior. Como una sanguijuela que chupa lentamente a su objetivo hasta dejarlo seco, la naturaleza amenazante de los asesinos podría debilitar la sangre vital del reinado del Sindicato. Y los Erizos distrayendo a masas de personas con su propia actividad, los Moradores podrían acercarse demasiado rápido para que la resistencia fuese efectiva.

Y finalmente, la amenaza más devastadora de todas: los Carmesíes. Una masa mortífera, despiadada, cumpliendo implacablemente el propósito de su existencia al mandato de su Dios. Su fuerza inconmensurable, su número incontable; un poder verdaderamente aterrador. Peor aún, fueron los cuatro Heraldos del Apocalipsis los que los guiaron, cada uno siendo una intimidación singularmente severa.

Como una guerra en cuatro frentes, la amenaza del Sindicato parecía incomparable, y con la esperanza colgando sobre un hilo, el estado mental de Emris solo empeoraría a medida que pasaban los días. Ahora estaban innegablemente solos enfrente de esta horda, y aquellos que los rodeaban sólo empeoraban la situación. Decir que el brigadier estaba frustrado sería insuficiente.

Especialmente sabiendo que él era un objetivo.

"Hey, ¿jefe?" Erica intervino, tragando saliva mientras trataba de llamar su atención.

"Sé que estás cabreado, pero ¿te importa si dejamos esto por ahora?"

"¿Dejar ... esto?" Emris gruñó y rechinó los dientes ante su indiferente sugerencia.

Frente a sus ojos, con una ceja levantada, respondió. "Sí. Mira, no tiene sentido preocuparse por algo que no podemos cambiar, ¿verdad?", Erica intentó convencerle, tratando de mostrar coraje hacia su superior. "Vamos al bar un rato, para que todos podamos calmarnos".

"Estoy de acuerdo. Aunque no me gusta perder el sueño, podría proporcionarnos un poco de paz", asintió Corvus.

"... Ustedes dos me desesperan, aconsejándome así". Emris suspiró, frotándose la cara.

Erica se encogió de hombros y sonrió. "Todos estamos desesperados hasta cierto punto, ¿verdad? Intenta relajarte".

"Escuchar a un compañero Celestial decir eso es algo descorazonador", se rió tímidamente Corvus.

A su vez, riéndose para sí misma, respondió Erica. "Oye, la honestidad es sagrada. Todos somos capaces al final, y también tenemos nuestras historias".

Al escuchar esto, Emris no pudo evitar sonreír. "No, no todos nosotros."

"No, tengo confianza en ello. Todos crecemos en diferentes entornos, eso es todo. Nos trata la vida de manera diferente", respondió Erica, su sonrisa aún más amplia mientras continuaba. "Todos usamos barcos diferentes, pero la misma vela, ¿sabes?".

Emris, riendo, negó con la cabeza. "Forma filosófica de mirarlo".

Al ver la sonrisa de su superior una vez más, Corvus no pudo evitar suspirar satisfecho. Enfocando su atención hacia el viaje que tenía por delante, los tres guardaron silencio mientras separaban los últimos arbustos de la densa vegetación que cubría el área, revelando la vasta ciudad nocturna que tenían por delante. Corvus sintió que sus alas se aflojaban ante el espectáculo, señalando a Emris con un codazo.

"Entonces, ¿te sientes con ganas?", preguntó Corvus.

"¿Yo? Nunca", bromeó Emris, avanzando hacia la ciudad.

Mientras el veterano avanzaba con una comodidad fuera de lugar, Erica alcanzó a Corvus antes de susurrar. "¿Crees que estará bien?".

"Dudable, si no lo vigilo. Deberías regresar a la base, dormir un poco. Mañana estaremos todos ocupados", indicó Corvus, mirando pensativo al cielo nebuloso. "De hecho, tenemos unos días difíciles por delante".

Dando una palmada en la espalda, Erica sonrió. "Vamos, no mires tan bajo, Corvi. Todo estará bien; lo resolveremos de alguna manera".

"¡Buena Diosa, por favor, deja de llamarme así! Intentaré ser optimista", se quejó. Con un gesto tranquilizador, el hombre alado miró hacia adelante. "Déjanos. Estaremos bien desde ahora".

"¿Cómo?", intervino Erica, agarrándose a su hombro. "En primer lugar, soy tu superior", dijo, dándole una mirada juguetona. "En segundo lugar, voy contigo, compi. Yo también quiero un trago".

Ligeramente sorprendida por su decisión, así como por su profunda audacia, Corvus no pudo evitar encogerse levemente mientras avanzaba hacia el veterano, ansioso por el alcohol. Con una persignación rápida y un movimiento de cabeza, el ángel finalmente se calmó, continuando con los otros dos mientras se dirigían hacia ‘el laberinto del diablo’ —conocido coloquialmente como bar— en la oscuridad de la noche.

Se sentiría uno casi especial por caminar tan confiado bajo la luna borrosa de la noche, especialmente en un lugar como este. Lanzando miradas a los sinvergüenzas que pasaban y gestos de empatía a los nerviosos seres que se deslizaban inquietos por las calles, los tres pronto se encontraron frente al establecimiento pecaminoso, mirando el rótulo del bar pegado a un viejo letrero en lo alto. Un lugar donde los miserables van a abandonarse, o donde los ligones imbéciles intentan atraer mujeres. Si tenían a los ovarios como para meterse allí a esta hora, las muchachas probablemente serían demasiado duras para ellos.

Al entrar, un espacio de mala muerte se desplegó ante los tres, revelando un establecimiento de bajos fondos coronado con taburetes desvencijados, pequeñas mesas astilladas y, por supuesto, un escritorio largo que formaba la barra misma. El espacio, pervertido, ya estaba lleno de clientes, todos los cuales estaban borrachos o en proceso de estarlo. No más de un par de humanos se podrían contar en el lugar; la mayoría de los asientos ocupados por seres bestiales de características en su mayoría grandes o musculosas. Se podía uno sentir vulnerable de perder un riñón al mínimo descuido.

Acercándose sigilosamente a la barra, la mujer alada, que debería estar ocupada adorando a su Diosa, hizo su pedido exhibiendo su sonrisa dentada, y ganándose una mirada de decepción de sus compañeros igualmente culpables, en particular de Corvus, al que la situación le parecía degradante.

“Ay… este lugar es peligroso. Mantén los ojos abiertos”, murmuró Emris en voz baja, como advertencia.

"No estoy ciego, viejo cabrón", respondió Corvus, mirando a su alrededor.

Con un chasquido de dientes, el veterano se acercó a la barra, haciendo una señal para pedir su bebida como si trabajador y cliente conociesen algún tipo de código universal. El camarero asintió y le dio un trago de whisky.

El tamaño del vaso hizo que Emris se quejara de fastidio, ya que era demasiado pequeño para satisfacer sus ansias, y lo tragó de un sorbo.

Corvus se sentó al lado del hombre, viendo a la mujer ángel que bebía como un chicazo.

"Es casi aterrador ...", suspiró Corvus, pidiendo una marca de cerveza común.

“Je, sí. Las muchachas parecen manejar el alcohol mejor cuando tienen ganas de beber”, respondió Emris con humor.

Con la irritante sensación de que algo andaba mal en este ambiente enrarecido, Corvus se resignó y cedió a la tentación de participar en la bacanal. A medida que los tres se volvían menos sobrios por momentos, el ambiente parecía cambiar gradualmente mientras varios ojos comenzaban a observar a los tontos borrachos midiendo sus fuerzas.

♦ ♥ ♣ ♠

“Gracias por la información, Alpha. ¿O debería llamarte de otra manera?”, agradeció Tokken, ofreciendo al hombre robusto un apretón de manos.

Mientras casi le arrancaba el brazo, el hombre noble se rió. “Sí, no se preocupe por las formalidades. Son minucias, nada más”, asintió, ofreciendo una sonrisa orgullosa. “Y es un placer. Será mejor que me vaya ahora, no sea que mis subordinados me pierdan el respeto".

Sonriendo tímidamente, Tokken no pudo evitar desafiar sus palabras. “¿Viéndose así? Lo dudo."

"¡Ah! Le sorprendería mucho la ferocidad de nuestros diligentes soldados, pero le ofrezco mi gratitud. En qué hombre tan humilde te has convertido … buenas noches, muchacho”, deseó Alpha, admirando las cualidades que había desarrollado el joven durante su turbulenta infancia.

Con paso contundente, el líder de una de las organizaciones más poderosas del mundo se perdió de vista, con una humildad casi irónica en él. Seguramente, el hombre corpulento había cometido grandes atrocidades en nombre de su trabajo; éso lo había aprendido del médico parlanchín, y probablemente se sentía tan culpable por ello como cualquier hombre común.

Y, sin embargo, había un ligero sentimiento de paternalismo en la actitud del Jefe de Hombres. Uno podría fácilmente sentir simpatía por él, y comenzar a admirarlo, especialmente si se ignoraban inocentemente sus más oscuros secretos. ¿Quizás su amabilidad era la maquinación central de su liderazgo? Seguramente había sido necesario realizar alguna trampilla para que alguien como él alcanzara tal título.

Saliendo de sus divagaciones internas, Tokken rápidamente se reorientó hacia el asunto más importante. Si bien era cierto que Alpha había dado muchas respuestas muy apreciadas, el niño podía decir cuán vago realmente estaba siendo. Eso, junto con la repentina falta de tiempo de la que el líder supremo estaba tan seguro hacía un momento, le dio al adolescente de cabello opaco una razón para teorizar.

¿Son esos Carmesíes realmente vinculados a mi familia…?

"¿Tokken?".

Parece extravagante. Completamente imposible, y sin embargo ...

"Tokken".

Un sudor frío recorrió la frente del adolescente mientras pensaba.

... ¿Son realmente tan malvados como dicen—?

"¡Tokken!", gritó Chloe, tratando de captar la atención del pensativo chico.

Dando un respingo por el repentino tono elevado de voz, Tokken miró al pequeño Aullador junto a él, consiguiendo vaciar su mente mientras se concentraba en la criatura indefensa a la que había jurado protección. Con un movimiento de cabeza, se agachó para mirarla.

"Lo siento, lo siento. Estaba en las nubes”, se disculpó, ofreciéndole una palmadita.

Aliviada, Chloe agradeció su caricia. "Pensé que te había perdido por un segundo".

“Je, supongo que sí. Oye …”. Tokken se puso de pie una vez más, estirando sus extremidades. "... Deberíamos irnos a la cama, ¿no crees?" ofreció, sus ojos se volvieron más pesados a medida que su cuerpo, ahora que estaba menos distraído, le pedía descanso.

Con un movimiento de su pelaje, la Aulladora asintió. "Si insistes. Creo que tendré que reajustar mi horario de sueño ".

Did you know this text is from a different site? Read the official version to support the creator.

"¿Tu horario de sueño?", preguntó Tokken, saliendo de la habitación con ella.

"Bueno, sí. Por lo general, tenemos la costumbre de dormir bastante tarde; nos da más oportunidad de cazar criaturas vulnerables antes".

Ligeramente perturbado por sus sencillas palabras, Tokken no pudo evitar suspirar, riendo poco después. Encogiéndose de hombros, murmuró. "Eres muy difícil de entender... En un momento eres tímida y linda, y al siguiente me estás hablando de cazar criaturitas para comer".

Sus ojos se agrandaron cuando rápidamente se volvió hacia el humano, habló con preocupación. “¡Yo… lo siento! ¿No quise ofender ...?”, Chloe trató de disculparse, pero pronto se apagó cuando notó que el chico comenzaba a reírse para sí mismo.

“Es bueno saber que ambos somos fáciles de engañar. Debería hacer nuestra amistad más justa”, bromeó Tokken.

Chloe respondió con un bufido. "¡Pero eso nos convierte a los dos en presa fácil!"

Riendo histéricamente, Tokken se llevó la palma de la mano a la cara mientras luchaba por caminar con la pierna rígida.

“Una loba sádica corriente. Supongo que no debería sorprenderme, ¿verdad?”.

"¡Oye! ¡No soy una sádica! ¡Y no soy una loba! ¿Y si te llamara yo a tí simio?”, exclamó, mientras hacía un puchero.

"Bien, bien. Lo siento ”, se disculpó Tokken, secándose una lágrima del ojo.

Un silencio repentino se instaló entre ellos mientras se dirigían a su dormitorio asignado; los suaves pasos contra los enormes pasillos alfombrados eran el único latido de la mórbida y silenciosa instalación. Si tuviera que adivinar, el niño asumiría que la mayoría del personal eran soldados, que desde hacía mucho tiempo se habían ido a sus habitaciones para descansar. No podía garantizarlo del todo, pero si este lugar realmente fuera tan estricto y coordinado, asumiría también que dormir a tiempo era más una obligación que una tarea.

Antes de que pudieran llegar a su destino, tuvieron la desgracia de presenciar un espectáculo bastante desagradable. Interrumpiendo la monotonía del silencio con una estruendo abrumador, una camilla con ruedas pasó por el medio de la pareja con varios trabajadores médicos remolcándola, con un hombre tendido en silencio sobre el artilugio. Ninguno de los dos jóvenes tuvo tiempo suficiente para presenciar la herida del soldado, pero a juzgar por la bolsa intravenosa que descansaba cerca y por la carrera fanática del equipo médico, Tokken fácilmente podría asumir lo peor.

"Vicks ... realmente trabajan hasta la extenuación aquí ...", murmuró Chloe. "¿Crees que estará bien?".

“Eso espero… pobre diablo”, masculló Tokken, algo abatido. Siendo la paranoia su estado natural, los pensamientos del chico comenzaron a descontrolarse mientras imaginaba las posibilidades. Seguramente, era solo una cosa de la calle, ¿verdad? Pero entonces, ¿a quién diablos se enfrentó ese fornido soldado, que fuera a su vez lo suficientemente fuerte como para querer atacar a un miembro del Sindicato? Seguramente si fueran tan infames, ningún criminal normal desearía meterse con ellos, ¿verdad? Pero si ese fue el caso, ¿cómo había sucedido? Sus pensamientos continuaron divagando ante las diferentes posibilidades, con un dedo encontrando naturalmente su camino hacia sus labios mientras contemplaba la escena.

Después de unos minutos, la pareja finalmente consiguió llegar a su habitación, dejando atrás las preocupaciones del mundo con un fuerte pero tranquilizador golpe de la puerta de metal. Deslizándose en la cama sin decir palabra, Tokken se ofreció a doblar la mitad de la manta sobre el cuerpo del canino, ya que podría ser una cama más cómoda para ella.

"¿Qué deberíamos hacer mañana?", preguntó Chloe, su voz un susurro ronco en su estado de sueño.

“Lo que queramos, creo. Bien podríamos explorar un poco, ahora que tenemos una oportunidad tan especial”, respondió Tokken, sonriendo para sí mismo mientras enfatizaba dramáticamente su declaración.

Riendo, Chloe murmuró. "¿Crees que tienen jardines?"

“Estoy bastante seguro de que lo hacen. Oh! ¡Deberíamos intentar ver a los soldados entrenando!”.

“Está bien, pero ten cuidado. No quiero que me obliguen a entrenar también. Mis piernas se pondrían rígidas… ”, Chloe bromeó, sus ojos cansados se cerraron mientras se dormía lentamente.

“Je, no te preocupes, no los dejaré”, anunció el chico, con una valentía infantil en su voz. Al ver que el cachorro no reaccionaba a su tono juguetón, Tokken también cerró los ojos.

"Solo espero ... que no sea demasiado agobiante...", murmuró el chico, finalmente abrazando el descanso.

Mientras la pareja dormía, la navaja que había sido colocada cuidadosamente junto a su mesita de noche comenzó a brillar en pulsos, contorsionando el rostro del muchacho mientras gruñaba ligeramente en sus sueños.

♦ ♥ ♣ ♠

"Así que Síndis, ¿eh?" un asiduo del bar murmuró a su amigo, mirando a los tres con despecho.

"Parece ser. Parece que realmente han tenido cojones, si van a entrar aquí ”, respondió el amigo.

"¿Crees que están tratando de imponerse o algo así?"

"Quizás, pero parece que se están divirtiendo".

Con una mirada cuidadosa, las dos cabezas chocaron mientras susurraban.

"¿Deberíamos hacer algo al respecto?", sugirió uno de ellos.

“No, hombre, hay Celestiales ahí. Sería un lío”, negó el otro.

"Malditos cerdos Syndie ...", dijo otro bebedor, con odio.

"Terroristas, ¿verdad?", respondió el habitual.

“Peor” —comenzó— “Tiranos. ¿Quiénes diablos se creen que son? escupió el bebedor, poniéndose de pie mientras se acercaba al grupo, ganándose algunos murmullos preocupados pero divertidos de los otros dos. Tales eran los cotilleos de la gente común hacia aquellos del Sindicato; y con razón. Por nobles que parezcan desde un punto de vista profesional, en realidad se parecían más a una milicia despiadada contratada por algún bastardo rico para no ensuciar su preciosa reputación. Afirmaron esforzarse por reemplazar el antiguo sistema judicial por uno nuevo más justo, prometiendo proteger a los inocentes de los pecadores más diabólicos. ¿Y al final? No parecían mejores que aquellos a quienes destilaban tan febril desdén, y sólo parecían intervenir cuando su reputación estaba manchada o una fuerza externa amenazaba con arruinar su preciosa cornucopia.

Mirando la televisión mientras bebían, Erica se tambaleó para señalar hacia la pantalla.

"Ay, jefe ... Tienes que ... hip ... visitar a la chica alguna vez, ¿sabes?" balbuceó la borracha, señalando a la coneja que cantaba sin problemas en el gran escenario en el que trabajaba, para el placer visual de innumerables espectadores.

"Tiene razón, seguro que te extraña", añadió Corvus, su tono elegante casi desapareciendo, estando casi tan borracho como la muchacha. Refunfuñando por la idiotez de sus compañeros de trabajo, Emris no pudo evitar gruñir.

"Necios, manejan su ... su alcohol como ... la mierda", tartamudeó, sacudiendo la cabeza como para encontrar las palabras que estaba buscando. “Y no. Ella no ... ella no quiere verme, ¿sabes ...?”.

"¡Sí! Puede que ya no sea tu… hip… hija, pero…”, Erica hipó mientras trataba de explicar, antes de que le interrumpieran, cuando una mano le tocó el hombro.

Dándose la vuelta con una sonrisa tonta, apenas pudo murmurar una sílaba antes de que un puño se estrellara en su cabeza, golpeándola contra la mesa de la barra mientras el despiadado bebedor se sacudía la mano por dolor por el golpe inexperto.

"Hijo de…", murmuró Corvus, tratando de levantarse para ayudarla antes de sentir una mano detenerlo.

Con una risa estupefacta, Emris le dio unas palmaditas en la espalda mientras hablaba. "Déjala enloquecer ... necesita ... hip ... soltarse de todos modos".

Con un lento asentimiento, el ángel vio a su compañera celestial hacer crujir su cuello mientras ella se levantaba, tropezando, pero todavía llena de espíritu de lucha. Su agresor, empañado por el alcohol, estaba demasiado ocupado gritando a la pequeña audiencia que abucheaba, protestando por su acto injusto. En el momento en que pudo darse la vuelta para presenciar lo que presumía que era un ángel femenino desfallecido, encontró una pierna, reducida a un borrón, viajando a velocidades supersónica hacia su hombro.

Por supuesto, el golpe estaba destinado a su cabeza, pero el hombro bastaría considerando el estado de la chica. Incluso cuando el hombre fue arrojado al suelo violentamente por su golpe, todo lo que hizo élla fue reír triunfalmente mientras algunos de los asistentes al bar la vitoreaban. Como si astillar su húmero no fuera suficiente, la enérgica soldado, cuyas alas revoloteaban torpemente, no pudo evitar continuar con su asalto innecesario, sintiéndose obligada por el grupo que alentaba la paliza. Antes de que el hombre pudiera ponerse en pie, la ángel saltó encima de él, provocando un '¡uf!' mientras trepaba por su espalda, destrozando su cabeza expuesta con una ráfaga de golpes sin sentido. Aunque su fuerza física estaba lejos de ser perfecta, el humano no tenía esperanzas de repeler los golpes del Celestial cuando se apresuró a golpear su cabeza con fiereza.

Los miembros del bar, divididos en sus opiniones sobre la victoria de la chica del Sindicato, comenzó una pelea improvisada por derecho propio, arrojándose sillas y vasos vacíos en una pelea violenta. El cantinero parecía anormalmente desconcertado por la situación, incluso cuando el espacio a su alrededor retumbaba de una manera comparable a un terremoto. El pobre probablemente había visto esto con demasiada frecuencia y probablemente estaba imaginando el consuelo que su cama le proporcionaría unas horas más tarde. De todos modos, no tenía sentido involucrarse en el caos de los tontos borrachos; no serviría de nada. Se le dijo específicamente que no se involucrara en tal violencia, especialmente cuando estaban envueltos Críptidos, debido a lo suicida que sería intentarlo.

Y, francamente, eso le saldría muy caro.

Al ver a su compañero de trabajo aplastando al pobre tonto sin control, un más serio Emris decidió que ahora era buen momento para intervenir y retirarse.

Señalando a Corvus para marcar sus movimientos, Emris y el sorprendentemente receptivo Celestial agarraron a la enloquecida mujer por los hombros, arrastrándola lejos de su víctima abatida mientras ella se agitaba buscando más.

“¡Oye, oye! ¡Ay, relájate!”, gritó Emris, ayudando a arrastrar a Erica fuera del establecimiento, en el que reinaba el caos. Mientras observaba a las dos gracias intoxicadas buscar a tientas, el veterano no pudo evitar darse una palmada al darse cuenta de lo rápido que caían en desgracia los pobres dueños de ese bar. Por lo menos, no fue del todo culpa suya. Algo así.

“Os quiero ver en la Instalación. ¡En marcha!", ordenó Emris, profiriendo poco más que balbuceos incoherentes de los soldados mientras su embriagez parecía empeorar. Por supuesto, no obedecieron su orden exactamente. En este punto, era poco probable que pudieran oír o sentir. Cuando Erica de repente se inclinó para vomitar, el general de brigada finalmente supo que tenía suficiente.

"Ya está," gruñó Emris, acercándose a la pareja con plena intención de noquearlos en ese momento. Al menos inconscientes serían más manejables.

Sin embargo, el impacto nunca llegaría. La sensación de un par de ojos mirándolo a sólo unos metros de distancia lo llevó a mirar hacia atrás, mientras notaba el rostro engreído de un espía encapuchado, haciéndose visible mientras se aferraba a una pared cercana. Una hazaña que era impresionante, considerando la suavidad de su superficie. Una pared perteneciente a un edificio elegante con pocas grietas o imperfecciones. Incluso se podría decir que era completamente impecable, tan limpio y bien cuidado como estaba. A pesar del hecho, el intruso colgaba de forma antinatural de su superficie, dejando mucho que cuestionar con respecto a la capacidad de esta persona para apelar a las leyes de la física.

"... Sabes, no soy ciego", resopló Emris, alejándose de los idiotas para enfrentarse a este nuevo personaje.

Una voz traviesa, madura y femenina respondió con una risita a sus palabras, jugando con su sentido de seguridad mientras balbuceaba. "¿Es así? A juzgar por el estado de tus amigos, diría que estás al menos algo ciego ~ "

Sin saber sus intenciones, mientras adivinaba su facción sólo por su ropa, Emris soltó una risita mientras él levantaba su arma de fuego hacia el cielo, disparando una tiro al aire con impunidad, para gran incomodidad vocalizada de los dos ángeles. “Eh, ¿no sé si recibió el memo? Cazamos moradores. Plena autoridad para dispararte a la vista".

“¿Ooh ~? Pero ambos sabemos que no dispararía a una damisela sin ningún motivo, ¿verdad, oficial?”, la mujer riendo replicó, su piel oscura la ayudó a mezclarse en la noche.

"No sé qué tipo de impresión te estoy dando ..." Emris suspiró, agitando su arma mientras reflexionaba. “Me pregunto si se me vé débil a día de hoy… si lo adivino, diría que estás tratando de conseguir una muerte rápida, ¿verdad? ¿Para tus notas o alguna gilipollez?”.

Con una risa seductora y cautivadora, la mujer encapuchada se dejó caer al suelo con un ruido sordo y se puso de pie mientras se acercaba a los tres. “No te preocupes, he superado con creces esos viejos tiempos. Además, digamos que Zylith no estaría muy feliz si le robara los asesinatos ... "

Emris arqueó una ceja y dio un cauteloso paso hacia atrás. "... Eres un paria, ¿eh?".

“Mhm ~ uno de los realmente traviesos. Soy una amenaza para el trono, después de todo ~ ”, bromeó, manteniendo la compostura fría y civilizada mientras desafiaba su postura rígida. Parecía completamente vulnerable, pero el aire a su alrededor la hacía parecer un valor a tener en cuenta. Con sus instintos encendidos, incluso Emris no pudo evitar ponerse nervioso.

“Al menos, Enzel es fácil de leer…”, comentó Emris, apuntando el cañón de su arma a la cabeza de la chica. "Retrocede, zorra".

Deteniéndose en seco, la figura encapuchada miró hacia arriba, revelando una parte de su mirada juguetona.

"¿Oh? ¿No puede una chica hablar con extraños ahora?”.

“No apelas a esa norma. Eres una extranjera, y además de las malas. No soy un juego fácil, deberías saberlo—”.

"Entonces deberías dejar de hablar tanto, ¿no?" —intervino la mujer, saltando hacia la izquierda para evitar la bala destructiva del arma disparada por reflejo antes de inmovilizar al veterano en un rápido y desviado agarre. En su estado de embriaguez, Emris apenas tuvo tiempo de registrar el ataque, y detuvo sus movimientos al ver que cuatro garras de hierro tan largas como reglas estuvieran izadas a centímetros de su cara. El movimiento rápido le había quitado la sudadera de la cabeza, mostrando su complexión completa, incluido su cabello largo color avellana.

“Lo siento, cachorro. Pero se acabó el juego, ¿no?”, bromeó, el chiste parecía ligeramente fuera de lugar en tal situación. Gruñendo mientras ella acercaba lentamente las hojas que sobresalían de su guantelete hacia sus ojos, encontró sus brazos inmovilizados o fuera de su alcance. Cualquiera que sea la técnica que estaba usando, había sido perfeccionada.

“Ngh… intenta ensartarme, perra. ¡Te sorprenderé ...!", Emris trató de amenazarla, sintiendo el sudor recorriendo su frente mientras esperaba su movimiento. Para su absoluta sorpresa, de repente sintió que su peso lo hacía caer al suelo con un ruido sordo, dejándolo sin palabras mientras miraba a la juguetona muchacha de pie sobre él.

“No seas tan maleducado, ¿sí? Deberías ser más cauteloso que eso. ¿No eres del tipo que se traga su orgullo, me imagino?” —preguntó la mujer, levantando su mano fuertemente armada para permitir que las varillas de metal se replegaran en su pesado guantelete.

“Mph… no, no lo parece”, murmuró el veterano, habiendo recibido un golpe a su autoestima después de haber sido derribado tan fácilmente. Ya, luego le echará la culpa al alcohol. "Pensé que te gustaba disgustar a la señora".

“Oh, por favor no la llames así. Ella apenas vale su peso en tierra. Pero realmente no necesito un sermón después de matar a uno de sus cómplices más fiables”, explicó la muchacha, sonriendo con picardía.

"Oy ... realmente eres un desertor, ¿eh?", Emris se limpió el polvo de la chaqueta mientras se ponía de pie para enfrentarse a la muchacha, sintiendo que su tamaño se encogía frente a ella.

"Más como si me hubieran abandonado, creo", se encogió de hombros.

"¿Qué pasó con 'tragarse el orgullo'?", Emris desafió, una sonrisa formándose en su rostro.

“Tienes razón, qué mala maestra soy”, se reprochó con sarcasmo. Caminando hacia los borrachos caídos, ayudó a Erica a ponerse sobre sus hombros antes de mirar hacia atrás. “Mi nombre es Eclipse. Me decepcionaré si no has oído hablar de mí al menos una vez, cachorro ".

"¿Qué mierda quieres decir con ‘cachorro'?", escupió él, antes de fruncir el ceño a sus aliados. "Estos malditos lacayos bastardos ..." gruñó Emris, levantando a Corvus sobre su espalda antes de mirar a la mujer demasiado complacida. "Tal vez. No suelo estar sobrio, así que me olvidan muchos nombres ”, admitió descaradamente.

"¿Oh? ¿Así que podrías haberlo hecho? Me siento halagada ~ de nada, por cierto,”, bromeó, sacando la lengua.

"¿Para qué?"

"Recordándote mi nombre, por supuesto ~" bromeó Eclipse, antes de señalar al soldado caído sobre su espalda.

Al darse cuenta de a qué se refería, Emris no pudo evitar reírse suavemente para sí mismo.

"Jodidamente halagado ..."