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El descubrimiento del CAF

Tras la asunción de Karen y la posterior celebración, llegó el momento de ponerse a trabajar. Victorino, sin embargo, anunció que tomaría un descanso, un descanso largo, según él, se lo merecía . Fausto, por su parte, decidió quedarse a su lado. No asumió ningún cargo público, y, al igual que ella lo había hecho por él en el pasado, ahora le correspondía a él estar allí para ella.

Durante las primeras semanas, Karen fue el centro de todas las conversaciones. Los ciudadanos se preguntaban cómo sería su gobierno: ¿sería continuo o se convertiría en una catástrofe?

Sin embargo, sorprendió a todos cuando presentó un proyecto estatal: la modernización del Estado. El proyecto era sencillo, pero ambicioso, y buscaba una continuidad política en la administración pública. Lo que realmente llamó la atención fue el apoyo que recibió de Rivas, quien respaldaba el gobierno de Karen, en gran parte porque ella respetó la “independencia” del ejército. Tal como Karen había dicho, su intención era mostrar la cara positiva de las fuerzas armadas.

A lo largo de esos años, Rivas ganó protagonismo, aprovechando la ausencia de Victorino, quien no estaba en la capital. Los historiadores coinciden en que la presencia de Victorino solía opacar la figura de Rivas Hidalgo, y la evidencia de esto era clara: incluso estar en contra de él no le sirvió de nada a aquellos que intentaron desafiar su influencia.

A pesar de todo, era evidente que a Fausto no le agradaba la manera en que su esposa llevaba las riendas del poder. Sin embargo, por respeto, prefirió guardar silencio. La prueba está, que cuando hacía gira con su esposa, los periodistas astutos como zorros, intentaban sacarle algo, pero él siempre encontraba una forma de no responder.

Mientras todo eso sucedía, el papel de Hidalgo comenzó a ganar mayor relevancia. Aunque en los debates del Congreso sus opositores lo atacaban por su postura contraria al gobierno de Fausto, él se mantenía firme, ignorando los comentarios y argumentando que jamás se opondría a ideales que pudieran beneficiar al pueblo. Sin embargo, Harrington, conocido por su habilidad para detectar puntos débiles, lo atacó de manera astuta.

—El señor Hidalgo dice pensar en lo mejor para nuestra patria, pero se abstuvo cuando el presidente propuso la abolición de la esclavitud —dijo Harrington con una sonrisa desafiante.

Las palabras de Harrington no pasaron desapercibidas para los representantes presentes.

—No estuve en contra de su libertad —respondió Hidalgo, con tono calmado.

—Pero tampoco estuvo a favor —replicó Harrington, cortante.

—Hubo una razón por la cual me abstuve —dijo Hidalgo, manteniendo la calma.

—Oh, ¿y cuál es esa razón? Entonces, ¿el día de mañana, si alguien presenta una propuesta que no le guste, se mantendrá en silencio? —preguntó Harrington con desdén.

—Usted confunde mi silencio con falacias y calumnias —respondió Hidalgo, mirando fijamente a Harrington.

—Su silencio no significa nada, señor Hidalgo —insistió Harrington, alzando una ceja.

—¿Cree usted que está en posición de dictarme qué decisiones tomé en la gestión anterior? —replicó Hidalgo, esta vez con un tono más firme.

—La verdadera pregunta, señor Hidalgo, no es esa. La pregunta correcta es: ¿por qué no lo hizo? —Harrington lanzó la pregunta con sutileza, buscando una respuesta comprometedora.

—Usted no aprobó esa ley por bondad o moralidad, sino por puro beneficio personal —declaró Hidalgo, en un intento de voltear la conversación.

—Le haré una pregunta sencilla, ¿le daría su casa a un vagabundo? —Harrington lo desafió, seguro de que su pregunta.

—Eso no tiene nada que ver con nuestra conversación —contestó Hidalgo, restando importancia al intento de desviar el tema.

—Tiene todo que ver —respondió Harrington con firmeza, sin ceder.

—Eso es una falacia de la pendiente resbaladiza, señor Harrington —dijo Hidalgo, reconociendo el truco y volviendo a su postura.

—Me sorprende, pero en cierto modo lo confirma. Es incapaz de responder algo sencillo con un "sí" o un "no". Solo desvía la conversación. Así planea gobernar, ¿verdad? —Harrington se burló, buscando desestabilizar a Hidalgo.

—Siempre he sido y seré leal a la patria. No se atreva a rebajarme —dijo Hidalgo, levantando la voz con firmeza.

—Nadie duda de su lealtad, señor Hidalgo. Sin embargo, sería ideal que se mantuviera en un solo punto, en lugar de seguir divagando y creando ramificaciones —respondió Harrington, sin perder la compostura.

La tensión en la sala se podía cortar con un cuchillo. Ambos habían dejado claras sus posturas, pero la habilidad de Harrington para desbordar a Hidalgo seguía siendo un tema de debate.

Era evidente que Rivas Hidalgo no representaba rival para el astuto veterano Harrington. Su falta de habilidades para defenderse se hizo notoria, y tanto su partido como la opinión pública comenzaron a cuestionar si realmente valía la pena respaldarlo.

Tras este tropiezo del oficialismo, Karen presentó una serie de proyectos de ley orientados a la protección del estado hacia las personas discapacitadas. Entre estos, se encontraba una ley que había quedado estancada durante la gestión de Fausto, pero que ahora traía modificaciones sustanciales. La nueva propuesta no solo buscaba indemnizar a quienes sufrieran accidentes con secuelas permanentes, sino que también incluía el otorgamiento de pensiones a estas personas, siempre que hubieran trabajado al menos cinco años en el sector público. Esta medida respondía a la frecuente injusticia que sufrían aquellos que, al convertirse en una carga debido a sus limitaciones físicas, eran despedidos de sus empleos como obreros, médicos, maestros, entre otros.

Para sorpresa de todos, la ley fue aprobada sin mayor resistencia. Nadie se atrevió a ir en contra de una iniciativa que beneficiaba a tantos, especialmente cuando muchos de los senadores conocían a alguien en esa situación. Aunque se pronunciaron en discursos largos y elocuentes sobre la importancia de la ley, al final todos votaron a favor.

Además, Karen promovió fuertemente el financiamiento a las industrias de las Siete Repúblicas. En una época en la que el transporte público se limitaba a carruajes, caballos y bicicletas, ella propuso una modernización que permitiera a cada ciudadano tener su propio medio de transporte. Para ello, el estado destinó grandes sumas de dinero en investigaciones para encontrar una fuente de energía que pudiera abastecer los vehículos del futuro.

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Fue en este contexto de transformación energética que se descubrió el CAF (Combustible de Agua y Florrema), una fuente de energía revolucionaria presentada por Alexander Rice, un científico originario de Bélua. El CAF se obtenía a través de un proceso en el que el agua se mezclaba con una planta peculiar llamada Florrema, la cual, debido a la radiación en su entorno, había desarrollado una habilidad única: la capacidad de generar y conducir electricidad al entrar en contacto con agua. Sin embargo, la dificultad radicaba en cómo conservar esta energía de manera estable y eficiente.

La Florrema es una especie vegetal que, expuesta constantemente a niveles elevados de radiación, experimentó una evolución inusitada. Esta planta posee células especializadas que, al entrar en contacto con el agua, inician un proceso de electrolisis a nivel molecular, separando las moléculas de agua en oxígeno e hidrógeno y liberando energía en forma de electricidad. Este fenómeno, basado en una modificación en su estructura celular y metabolismo, permitió a la Florrema generar electricidad de manera continua, pero el verdadero desafío residía en cómo mantener esta energía de forma estable.

Fue aquí donde Alexander Rice jugó un papel fundamental. Tras años de investigación, Rice logró estabilizar la energía generada por la Florrema, convirtiéndola en una fuente de energía aprovechable. Su logro consistió en la creación de la sustancia Rice, un biocatalizador derivado de un compuesto natural encontrado en las células de la Florrema. Esta sustancia actúa como un intermediario entre el agua y la planta, permitiendo que la electricidad generada se almacene de manera eficiente sin disiparse rápidamente.

La sustancia Rice interactúa con las moléculas de agua y las estructuras celulares de la Florrema, creando una reacción que no solo genera electricidad, sino que también la convierte en una forma estable y almacenable, lista para alimentar motores eléctricos o sistemas de almacenamiento de energía. Este proceso de conservación de la energía es clave para el funcionamiento del CAF.

En términos científicos, el CAF se clasifica como una forma de energía bioelectroquímica, similar a una batería biológica, pero mucho más eficiente y ecológica. El proceso de producción del CAF no emite gases de efecto invernadero ni utiliza combustibles fósiles, lo que lo convierte en una fuente limpia y renovable. Además, la Florrema se regenera rápidamente, lo que garantiza la sostenibilidad a largo plazo de la fuente energética, siendo su cosecha rápida y práctica, con una duración de apenas una semana.

La implementación del CAF marcó el inicio de una nueva era de innovación energética, en la que los combustibles tradicionales serían reemplazados por soluciones sostenibles. Las investigaciones sobre la sustancia Rice y la Florrema continuaron con el objetivo de mejorar la eficiencia del proceso y expandir sus aplicaciones a áreas como la energía doméstica, la industria y la agricultura.

En medio de estos avances, el Partido URI, bajo la indiscutible dirección de la presidenta Karen Freeman, anunciaba el inicio de su proyecto más ambicioso: el plan Renovación y Futuro. Este proyecto no solo reformaría la infraestructura del país, sino que también cambiaría radicalmente la vida cotidiana de todos sus ciudadanos, sin importar su estatus social o económico.

El plan fue aclamado por muchos, y en poco tiempo, la población comenzó a adaptarse a esta nueva realidad. Las casas se modernizaron, los edificios públicos se adaptaron y los parques y calles cobraron vida gracias a la luz constante proporcionada por el CAF. Sin embargo, la oposición no tardó en reaccionar.

Hasta ese momento, la energía en el país ya era gratuita, un logro alcanzado por el presidente Joaquín Fernández Gabriel Fausto, quien había establecido la electricidad gratuita como un derecho constitucional. El problema, sin embargo, residía en que la fuente de esta energía dependía en gran medida de sistemas de generación tradicionales que, aunque sostenibles a corto plazo, comenzaban a mostrar señales de agotamiento. Las fuentes renovables, como la solar, la eólica y la hidroeléctrica, no siempre estaban disponibles cuando se necesitaban, lo que dificultaba la garantía de un suministro constante y confiable de energía sin sistemas de almacenamiento adecuados, lo que generaba costos adicionales. Si bien la electricidad era gratuita, el suministro no era siempre fiable, especialmente por la falta de luz durante la noche. El sistema, aunque funcional, no era sostenible a largo plazo.

Fue entonces cuando el CAF revolucionó por completo la situación. Este nuevo combustible no solo representaba una fuente limpia y renovable, sino que además eliminaba la necesidad de importar recursos energéticos, lo que había sido una carga económica considerable. El CAF garantizaba energía ilimitada sin costo alguno, de manera ecológica y completamente autosuficiente. Cada hogar recibiría una pequeña unidad de cultivo de Florrema, suficiente para abastecer todas sus necesidades energéticas, eliminando la dependencia de redes externas y la vulnerabilidad a fluctuaciones en los mercados internacionales de energía.

En los pasillos del Congreso, comenzaron a alzarse voces disidentes. Los opositores del gobierno, principalmente del Partido JM, liderados por el astuto senador Aníbal Harrington, veían con recelo el avance de Karen Freeman. A pesar de la eficiencia del plan y sus beneficios para la población, no podían ignorar lo que consideraban un golpe a sus intereses. El éxito de este proyecto no solo representaba un avance tecnológico, sino también una consolidación del poder de la presidenta. La energía gratuita, disponible para todos, amenazaba los negocios en los que algunos miembros de la oposición habían invertido, pues se preveía que el CAF se convertiría en una mina de oro.

“Es un logro político indiscutible”, murmuraba Harrington en una de sus reuniones privadas con los líderes del Partido Federal. “Pero no podemos permitir que esto continúe sin oposición. Necesitamos mostrar que hay riesgos en este proyecto, que hay un precio por todo esto.”

La estrategia de la oposición se centró en sembrar dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo del CAF y las implicaciones de su uso masivo. Alegaron que, aunque la energía fuera gratuita y limpia, el proceso de cultivo y mantenimiento de la Florrema podría volverse insostenible si la demanda aumentaba más allá de lo previsto. Argumentaron que el suministro de Florrema era limitado, que las técnicas de cultivo requerían recursos no siempre disponibles y que el modelo no garantizaba su durabilidad a largo plazo. En sus discursos, los opositores comenzaron a hablar de la “farsa ecológica” del CAF, sugiriendo que las expectativas de eficiencia y durabilidad eran solo una tapadera para lo que consideraban un sistema frágil y vulnerable.

“Karen Freeman ha vendido un sueño”, decía Baltazar Uribe, del Partido Rojo, en sus apariciones públicas, “pero lo que realmente ha creado es una burbuja energética que, cuando explote, nos dejará en la oscuridad.”

Los ataques también se centraron en la centralización del poder que implicaba el sistema. Para la oposición, la distribución gratuita de energía era una forma de control social disfrazada de progreso. Aunque los ciudadanos disfrutaban de la luz gratuita, los opositores señalaban que todo el sistema estaba bajo el control directo del gobierno. ¿Qué sucedería si, algún día, el sistema fuera manipulado? ¿Qué pasaría si la luz dependiera de un gobierno que decidiera retirarla o utilizarla como una herramienta de presión?

A pesar de las críticas, el plan Renovación y Futuro continuó avanzando. Karen Freeman no solo había logrado un avance sin precedentes en la política energética de Las Siete Repúblicas, sino que también había consolidado su imagen como la líder de una nueva era. Mientras la oposición arremetía contra ella, la población celebraba el acceso a una electricidad gratuita, sin saber que la batalla política apenas comenzaba.

Los hogares, antes sumidos en la oscuridad de las facturas de electricidad, ahora brillaban bajo el resplandor constante del CAF. La gente se adaptaba rápidamente a su nueva realidad, disfrutando de la luz gratuita que nunca imaginaron tener. A través de este logro, Karen Freeman dejó una huella imborrable en la nación, pero también abrió una nueva era de enfrentamientos políticos, donde el poder no solo se disputaba en los pasillos del Congreso, sino en cada hogar que disfrutaba de una energía que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía un precio, ni monetario ni estacional.