La aldea seguía su rutina diaria, aunque ahora con Becca asumiendo un papel más importante. Las ancianas, reconociendo su crecimiento y potencial, la instruían para prepararla para su futuro rol como líder, y un año había pasado desde su ascenso.
La Cabaña Central, el corazón de la aldea, estaba llena de actividad. Mama Ayla, aunque más frágil por la edad, se mantenía involucrada en las reuniones y enseñanzas. Su presencia seguía siendo un consuelo constante para todos. Jaia, Jerut y Alisha se encargaban de las enseñanzas, con Jaia liderando las sesiones sobre la historia y los rituales de la aldea, mientras que las gemelas se centraban en habilidades prácticas y tradiciones.
Becca, ahora con 20 años, estaba en el centro de una intensa instrucción. Escuchaba atentamente mientras Jaia le explicaba la importancia de las antiguas costumbres y cómo esas tradiciones mantenían la unidad y el equilibrio en la aldea.
—"Recuerda, Becca," —decía Jaia—, "la historia de nuestra gente no solo es un recuerdo del pasado, sino una guía para el futuro. Cada decisión que tomes debe considerar no solo el presente, sino también cómo afectará a todas."
Becca asintió con la cabeza.
—"Entiendo. Quiero hacer lo mejor para la aldea, pero a veces es difícil saber qué decisiones serán las correctas."
Jaia le ofreció una sonrisa reconfortante.
—"No siempre sabrás la respuesta, pero tu corazón y tu intuición te guiarán. Y recuerda, nunca estás sola en esto. Tienes a todas nosotras para apoyarte."
Mientras tanto, las jóvenes de la aldea continuaban con sus actividades diarias. Hada, la pastora de la aldea, estaba llevando las cabras y ovejas a pastar en un área cercana, acompañada por Mika, quien siempre estaba dispuesta a ayudar con las tareas, incluso cuando no era su fuerte, mas le gustaba salir a cazar a los limites de la aldea y el bosque.
—"Las cabras parecen estar más inquietas hoy," —comentó Mika mientras caminaban.
Hada rió, su cabello castaño brillando bajo la luz del sol.
—"Puede que sientan algo que nosotras no percibimos. O simplemente están aburridas," —respondió Hada, ajustando su vara de pastor para dirigir a las ovejas hacia el pasto más verde.
Mika sonrió y agregó:
—"Echo de menos los días en los que simplemente podíamos charlar y reír, pero parece que la vida nos está pidiendo más seriedad últimamente."
En el jardín de la aldea, Arlea y Suri estaban trabajando en los cultivos. Arlea, con su habilidad natural para la agricultura, había mejorado significativamente la calidad de las cosechas. Lera estaba ocupada ajustando las herramientas y confeccionando accesorios de cuero que habían estado creando durante los últimos meses.
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—"Estas nuevas prendas son muy elegantes, Lera," —comentó Arlea mientras revisaba unas hileras de zanahorias cerca del taller de Lera —, "seguro que las demás las encontrarán impresionantes."
Lera sonrió mientras ajustaba una tira de cuero decorada con intrincados patrones.
—"¡Gracias, Arlea! Estaba pensando que tal vez deberíamos hacer un concurso de vestimentas nuevas. ¡Siempre podemos encontrar maneras de divertirnos mientras trabajamos!"
Más tarde, en la cabaña principal, las jóvenes y las ancianas se reunían para una noche de historias. La conversación giraba en torno a las tradiciones y rituales de la aldea. Mama Ayla, aunque más delicada, estaba presente, escuchando con interés.
—"Recuerdo cuando solíamos contar historias alrededor del fuego," —dijo Mama Ayla con una sonrisa nostálgica—, "cada historia tenía una lección, y cada lección nos acercaba más como comunidad."
Suri, ahora de 7 años, estaba acurrucada cerca de Mama Ayla, absorbiendo cada palabra con su aguda curiosidad. La pequeña miraba a la anciana con admiración, sabiendo que estaba escuchando historias que formaban parte de la esencia misma de la aldea.
—"¿Cuál es tu historia favorita, Mama Ayla?" —preguntó Suri, con sus ojos celestes brillando.
Mama Ayla pensó por un momento, luego dijo:
—"Hay muchas historias queridas, pero una que siempre me ha gustado es la del Espíritu del Bosque, un ser misterioso que protege nuestra aldea desde las sombras."
El interés de las jóvenes se despertó, y la conversación se desvió hacia leyendas y mitos, mezclando historias antiguas con risas y bromas.
—"¿Crees que el Espíritu aún está por ahí?" —preguntó Hada con una sonrisa traviesa.
Jaia, que estaba escuchando, se unió a la conversación con una expresión enigmática.
—"El Espíritu puede estar más cerca de lo que pensamos. O quizás se ha ido a descansar, esperando que su próxima tarea aparezca."
La noche continuó con risas y chismes, y el grupo se dispersó para prepararse para el día siguiente. Mientras las jóvenes se retiraban a sus cabañas, el cielo comenzó a cambiar.
De repente, un rayo brillante cruzó el firmamento, iluminando el cielo nocturno con un destello que parecía cortar la oscuridad. La luz era intensa y vibrante, y parecía que el rayo se dirigía hacia la aldea, pero de repente se desvió en dirección al bosque, justo detrás de las montañas, en un área muy lejana y peligrosa.
Becca, que estaba en su cabaña, miró por la ventana hacia el cielo estrellado. El destello de luz la hizo pensar en las historias que había escuchado. La incertidumbre y el misterio que la rodeaban aumentaban, creando una sensación de inquietud en el aire.
—"¿Has visto eso?" —preguntó Becca a Jaia, que también estaba observando desde su cabaña.
Jaia, con una mirada grave, asintió.
—"Sí, Becca. Esa luz... es algo que nunca vimos."
Becca sintió un escalofrío recorrer su espalda. La aparición del rayo parecía estar relacionada con las historias que había escuchado sobre el Espíritu del Bosque y los eventos inminentes.
—"¿Qué significa esto, Jaia?" —preguntó Becca, con una mezcla de ansiedad y curiosidad.
Jaia suspiró, mirando el cielo con una mezcla de preocupación y esperanza.
—"No lo sé con certeza, Becca. Pero a veces, los signos del cielo nos indican cambios inminentes. Tal vez es una señal de que algo está por suceder. Puede que esta luz tenga un propósito que aún no entendemos."
Becca asintió, aunque no podía evitar sentir una mezcla de emoción y aprensión. La vida en la aldea continuaba, llena de trabajo, juegos y momentos de camaradería. Pero la presencia de esa luz misteriosa les recordaba que el futuro siempre tenía sorpresas, y que estaban a punto de enfrentar algo que pondría a prueba todo lo que habían aprendido.
Las siguientes semanas transcurrieron con la rutina habitual, pero la aparición del rayo seguía presente en las mentes de todas. Cada día parecía traer un nuevo desafío, ya fuera en el trabajo, en los juegos o en las tareas diarias. Las jóvenes y las ancianas continuaban con su vida, sabiendo que se estaban preparando para algo que aún no podían entender completamente.
La vida en la aldea seguía, pero el eco del rayo misterioso resonaba, creando un aire de anticipación y expectativa que impregnaba cada rincón de su mundo escondido entre las montañas.